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¡Qué entera cae la piedra!

Nada disiente en ella

de su destino, de su ley: el suelo.

No te expliques tu amor, ni me lo expliques;

obedecerlo basta. Cierra

los ojos, las preguntas, húndete

en tu querer, la ley anticipando

por voluntad, llenándolo de síes,

de banderas, de gozos,

ese otro hundirse que detrás aguarda,

de la muerte fatal. Mejor no amarse

mirándose en espejos complacidos,

deshaciendo

esa gran unidad en juegos vanos;

mejor no amarse

con alas, por el aire,

como las mariposas o las nubes,

flotantes. Busca pesos,

los más hondos, en ti, que ellos te arrastren

a ese gran centro donde yo te espero.

Amor total, quererse como masas.