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Lo que eres

me distrae de lo que dices.

Lanzas palabras veloces,

empavesadas de risas,

invitándome

a ir adonde ellas me lleven.

No te atiendo, no las sigo:

estoy mirando

los labios donde nacieron.

Miras de pronto a lo lejos.

Clavas la mirada allí,

no sé en qué, y se te dispara

a buscarlo ya tu alma

afilada de saeta.

Yo no miro adonde miras:

yo te estoy viendo mirar.

Y cuando deseas algo

no pienso en lo que tú quieres,

ni lo envidio: es lo de menos.

Lo quieres hoy, lo deseas;

mañana lo olvidarás

por una querencia nueva.

No. Te espero más allá

de los fines y los términos.

En lo que no ha de pasar

me quedo, en el puro acto

de tu deseo, queriéndote.

Y no quiero ya otra cosa

más que verte a ti querer.