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No, no te quieren, no.

Tú sí que estás queriendo.

El amor que te sobra

se lo reparten seres

y cosas que tú miras,

que tú tocas, que nunca

tuvieron amor antes.

Cuando dices: «Me quieren

los tigres o las sombras»,

es que estuviste en selvas

o en noches, paseando

tu gran ansia de amar.

No sirves para amada;

tú siempres ganarás,

queriendo, al que te quiera.

Amante, amada no.

Y lo que yo te dé,

rendido, aquí, adorándote,

tú misma te lo das:

es tu amor implacable,

sin pareja posible,

que regresa a sí mismo

a través de este cuerpo

mío, transido ya

del recuerdo sin fin,

sin olvido, por siempre,

de que sirvió una vez

para que tú pasaras

por él —aún siento el fuego—

ciega, hacia tu destino.

De que un día entre todos

llegaste

a tu amor por mi amor.