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¡Qué cruce en tu muñeca

del tiempo contra el tiempo!

Reló, frío, enroscado,

acechador, espera

el paso de tu sangre

en el pulso. Te oprimen

órdenes desde fuera:

tic tac, tic tac,

la voz, allí, en la máquina.

A tu vida infinita,

sin término, echan lazos

pueriles los segundos.

Pero tu corazón

allá lejos afirma

—sangre yendo y viniendo

en ti, con tu querer—

su ser, su ritmo, otro.

No. Los días, el tiempo,

no te serán contados

nunca en esfera blanca,

tres, cuatro, cinco, seis.

Tus perezas, tus prontos,

tu gran ardor sin cálculo,

no se pueden cifrar.

Siéntelos tú, desnuda

de reló, en la muñeca:

latido contra número.

¿Amor? ¿Vivir? Atiende

al tic tac diminuto

que hace ya veinte años

sonó por vez primera

en una carne virgen

del tacto de la luz,

para llevarle al mundo

una cuenta distinta,

única, nueva: tú.