23

Yo no puedo darte más.

No soy más que lo que soy.

¡Ay, cómo quisiera ser

arena, sol, en estío!

Que te tendieses

descansada a descansar.

Que me dejaras

tu cuerpo al marcharte, huella

tierna, tibia, inolvidable.

Y que contigo se fuese

sobre ti, mi beso lento:

color,

desde la nuca al talón,

moreno.

¡Ay, cómo quisiera ser

vidrio, o estofa o madera

que conserva su color

aquí, su perfume aquí,

y nació a tres mil kilómetros!

Ser

la materia que te gusta,

que tocas todos los días

y que ves ya sin mirar

a tu alrededor, las cosas

—collar, frasco, seda antigua—

que cuando tú echas de menos

preguntas: «¡Ay!, ¿dónde está?»

¡Y, ay, cómo quisiera ser

una alegría entre todas,

una sola, la alegría

con que te alegraras tú!

Un amor, un amor solo:

el amor del que tú te enamorases.

Pero

no soy más que lo que soy.