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Afán

para no separarme

de ti, por tu belleza.

Lucha

por no quedar en donde quieres tú:

aquí, en los alfabetos,

en las auroras, en los labios.

Ansia

de irse dejando atrás

anécdotas, vestidos y caricias,

de llegar,

atravesando todo

lo que en ti cambia,

a lo desnudo y a lo perdurable.

Y mientras siguen

dando vueltas y vueltas, entregándose,

engañándose,

tus rostros, tus caprichos y tus besos,

tus delicias volubles, tus contactos

rápidos con el mundo,

haber llegado yo

al centro puro, inmóvil, de ti misma.

Y verte cómo cambias

—y lo llamas vivir—

en todo, en todo, sí,

menos en mí, donde te sobrevives.