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¡Sí, todo con exceso:

la luz, la vida, el mar!

Plural todo, plural,

luces, vidas y mares.

A subir, a ascender

de docenas a cientos,

de cientos a millar,

en una jubilosa

repetición sin fin

de tu amor, unidad.

Tablas, plumas y máquinas,

todo a multiplicar,

caricia por caricia,

abrazo por volcán.

Hay que cansar los números.

Que cuenten sin parar,

que se embriaguen contando,

y que no sepan ya

cuál de ellos será el último:

¡qué vivir sin final!

Que un gran tropel de ceros

asalte nuestras dichas

esbeltas, al pasar.

y las lleve a su cima.

Que se rompan las cifras

sin poder calcular

ni el tiempo ni los besos.

Y al otro lado ya

de cómputos, de sinos,

entregarnos a ciegas

—¡exceso, qué penúltimo!—

a un gran fondo azaroso

que irresistiblemente

está

cantándonos a gritos

fúlgidos de futuro:

«Eso no es nada, aún.

Búscaos bien, hay más.»