16

Todo dice que sí.

Sí del cielo, lo azul,

y sí, lo azul del mar,

mares, cielos, azules

con espumas y brisas,

júbilos monosílabos

repiten sin parar.

Un sí contesta sí

a otro sí. Grandes diálogos

repetidos se oyen

por encima del mar

de mundo a mundo: sí.

Se leen por el aire

largos síes, relámpagos

de plumas de cigüeña,

tan de nieve que caen,

copo a copo, cubriendo

la tierra de un enorme,

blanco sí. Es el gran día.

Podemos acercarnos

hoy a lo que no habla:

a la peña, al amor,

al hueso tras la frente:

son esclavos del sí.

Es la sola palabra

que hoy les concede el mundo.

Alma, pronto, a pedir,

a aprovechar la máxima

locura momentánea,

a pedir esas cosas

imposibles, pedidas,

calladas, tantas veces,

tanto tiempo, y que hoy

pediremos a gritos.

Seguros por un día

—hoy, nada más que hoy—

de que los «no» eran falsos,

apariencias, retrasos,

cortezas inocentes.

Y que estaba detrás,

despacio, madurándose,

al compás de esta ansia

que lo pedía en vano,

la gran delicia: el sí.