30

LA SIN PRUEBAS

¡Cuando te marchas, qué inútil

buscar por dónde anduviste,

seguirte!

Si has pisado por la nieve,

sería como las nubes

—su sombra—, sin pies, sin peso

que te marcara.

Cuando andas

no te diriges a nada

ni hay senda que luego diga:

«Pasó por aquí.»

Tú no sales del exacto

centro puro de ti misma:

son los rumbos confundidos

los que te van al encuentro.

Con la risa o con las voces

tan blandamente

descabalas el silencio

que no le duele, que no

te siente:

se cree que sigue entero.

Si por los días te busco

o por los años,

no salgo de un tiempo virgen:

fue ese año, fue tal día,

pero no hay señal:

no dejas huella detrás.

Y podrás negarme todo,

negarte a todo podrás,

porque te cortas los rastros

y los ecos y las sombras.

Tan pura ya, tan sin pruebas,

que cuando no vivas más

yo no sé en qué voy a ver

que vivías,

con todo ese blanco inmenso

alrededor que creaste.