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PARÍS, ABRIL, MODELO

¡Primavera, qué acierto

por fin,

después de tanta prueba

frustrada en tantos años!

¡Cómo conozco ahora

que las pasadas eran

ensayos nada más

de tiempos aprendices!

En ellas

sobraba siempre algo:

demasías de viento,

cuatro grados

más de temperatura,

una sombrilla abierta

pronto, besos precoces.

Locas de inexperiencia,

las otras

corrían los jardines

en busca de un altar.

¿Fustes? ¿Troncos? Ni templo

ni bosque. Se probaban

—bronce, mármol— estatuas.

Se ponían

traje de azul de cielo

para tirarlo aprisa

porque lo había usado

el invierno reciente.

Estaban aprendiendo.

Se creían los colores

de la rosa. Buscaban

en estanques. Arrugas

y muecas. ¿Eran ellas?

Tiernas infantas rápidas,

abdicaban, huían:

para reinar muy jóvenes.

Tú, tú eres la primera.

Ni en rosa ni en azul

confiada, nunca en Venus

buscaste forma, tú,

inventora de formas,

modelo,

estatua de ti misma.

Entre cristales,

maniquí, creación

de primavera, aguardas

que florezcan dibujos

en las sedas.

Un termómetro al lado

—¡cuidado, precoz no!—

te anunciará el momento

—¡18 grados ya!—

de huir el escaparate,

de saltar a los tiempos,

en la proclamación

imperial del desnudo

—sólo yo lo sabía—

que tú llevabas dentro,

modelo,

primavera modelo.