VARIACIÓN III

Dulcenombre

Desde que te llamo así,

por mi nombre,

ya nunca me eres extraño.

Infinitamente ajeno,

remoto tú, hasta en la playa,

—que te acercas, alejándote

apenas llegas—, tú eres

absoluto entimismado.

Pero tengo aquí en el alma

tu nombre, mío. Es el cabo

de una invisible cadena

que se termina en tu indómita

belleza de desmandado.

Te liga a mí, aunque no quieras.

Si te nombro, soy tu amo

de un segundo. ¡Qué milagro!

Tus desazones de espuma,

abandonan sus caballos

de verdes grupas ligeras,

se amansan, cuando te llamo

lo que me eres: Contemplado.

Obra, sutil, el encanto

divino del cristianar.

Y aquí en este nombre rompe

mansamente tu arrebato,

aquí, en sus letras —arenas—,

como en playa que te hago.

Tú no sabes, solitario,

—sacramento del nombrar—,

cuando te nombro,

todo lo cerca que estamos.