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LA DESTERRADA

Tú, ruiseñor, que solías

despertarme al quiebro del alba,

¿por qué me dejas dormir

hasta la luz alta?

¿Será porque yo me vine

—soy la extrañada—

mientras se quedó tu canto

tan buena ausencia guardándome,

junto a mi ventana?

¿Porque estoy yo aquí, será,

de ti distanciada,

por horas, horas y horas,

por tierras y mares anchas?

¿Por qué yo estoy aquí y tú

estás donde estabas?