ADREDE
Si por cauces, entre juncias,
en busca corre la nieve
de corales que soñó;
si redondas formas claras
por el aire van y vienen
entre raquetas o liras;
si el pájaro echa a volar
porque se abre de repente
surtidor en el silencio,
todo es adrede,
el mundo algo quiere.
Si en cortar las hojas secas
las estrellas se entretienen,
y van menguando los días;
si ese niño se equivoca
y dice: «cuatro y dos siete»,
al ver cruzar unas nubes;
si los duraznos de junio
agraces truecan por mieles,
y verdores por carmines,
todo es adrede,
el mundo algo quiere.
Si al pasar junto a un espejo
mi misma imagen me duele,
porque no es como sería;
si se rompe un mito y Dafne
llora en primavera al verse
rosados brazos sin hoja;
si grita y grita el teléfono
y la otra voz está ausente
y un porvenir agoniza,
todo es adrede,
el mundo algo quiere.
Si artera sota se acerca
de puntas sobre el tapete
y asesina al quinto sueño;
si existe amor tan ingrávido
que ningún reló le siente
y escapa a ayer o a mañana;
si palabras tan distintas
acaban por entenderse
como «abril», «mil», «beso», «peso»,
todo es adrede,
el mundo algo quiere.
Si el haragán, rey del ocio,
en yerba de abril se tiende,
silba, que silba, que silba;
si doce doncellas lloran
y ningún héroe viene
a arrancarlas de sus cifras;
si un imposible me salva
a orillas del accidente,
tirándome de mi sombra,
todo es adrede,
el mundo algo quiere.
Que aunque, villano, el azar
visibles rumbos no lleve,
el aire todo es caminos.
¿Lo casual? Hermosas máscaras
que la suerte
pone y quita, quita y pone
sobre la faz de lo adrede.
El mundo algo quiere.