LXXVI

¡Oh tarde luminosa!

El aire está encantado.

La blanca cigüeña

dormita volando,

y las golondrinas se cruzan, tendidas

las alas agudas al viento dorado,

y en la tarde risueña se alejan

volando, soñando…

Y hay una que torna como la saeta,

las alas agudas tendidas al aire sombrío,

buscando su negro rincón del tejado.

La blanca cigüeña,

como un garabato,

tranquila y disforme, ¡tan disparatada!

sobre el campanario.