LXVIII

Llamó a mi corazón, un claro día,

con un perfume de jazmín, el viento

—A cambio de este aroma,

todo el aroma de tus rosas quiero.

—No tengo rosas; flores

en mi jardín no hay ya; todas han muerto.

Me llevaré los llantos de las fuentes,

las hojas amarillas y los mustios pétalos.

Y el viento huyó… Mi corazón sangraba

Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?