LXIII

Y era el demonio de mi sueño, el ángel

más hermoso. Brillaban

como aceros los ojos victoriosos,

y las sangrientas llamas

de su antorcha alumbraron

la honda cripta del alma.

—¿Vendrás conmigo? —No, jamás; las tumbas

y los muertos me espantan.

Pero la férrea mano

mi diestra atenazaba.

—Vendrás conmigo… Y avancé en mi sueño

cegado por la roja luminaria.

Y en la cripta sentí sonar cadenas,

y rebullir de fieras enjauladas.