XXXIX

(COPLAS ELEGÍACAS)

¡Ay del que llega sediento

a ver el agua correr,

y dice: la sed que siento

no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciada

la sed, desprecia la vida:

moneda al tahúr prestada,

que sea al azar rendida!

Del iluso que suspira

bajo el orden soberano,

y del que sueña la lira

pitagórica en su mano.

¡Ay del noble peregrino

que se para a meditar,

después de largo camino

en el horror de llegar!

¡Ay de la melancolía

que llorando se consuela,

y de la melomanía

de un corazón de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor,

si en una noche serena

se cura del mal de amor

que llora y canta sin pena!

¡De los jardines secretos,

de los pensiles soñados,

y de los sueños poblados

de propósitos discretos!

¡Ay del galán sin fortuna

que ronda a la luna bella;

de cuantos caen de la luna,

de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendido

en la rama no alcanzó,

de quien el fruto ha mordido

y el gusto amargo probó!

¡Y de nuestro amor primero

y de su fe mal pagada,

y, también, del verdadero

amante de nuestra amada!