XXVI

¡Oh, figuras del atrio, más humildes

cada día y lejanas:

mendigos harapientos

sobre marmóreas gradas;

miserables ungidos

de eternidades santas,

manos que surgen de los mantos viejos

y de las rotas capas!

¿Pasó por vuestro lado

una ilusión velada,

de la mañana luminosa y fría

en las horas más plácidas?…

Sobre la negra túnica, su mano

era una rosa blanca…