Lo que más me interesa en el desarrollo de este estudio es la diferencia que aparece constantemente entre el método de pensamiento poético y el prosaico. El método prosaico fue inventado por los griegos de la época clásica, como una garantía contra el entorpecimiento de la razón por la fantasía mitográfica. Ahora se ha convertido en el único medio legítimo de transmitir el conocimiento útil. Y en Inglaterra, como en la mayoría de los otros países mercantiles, la opinión popular corriente es que la «música» y la dicción anticuada son las únicas características de la poesía que la distinguen de la prosa: que cada poema tiene, o debería tener, un significado preciso equivalente en prosa. Como consecuencia, la facultad poética se atrofia en todas las personas cultas que no se esfuerzan privadamente por cultivarla, de una manera muy parecida a como la facultad de comprender las ilustraciones se atrofia en el árabe beduino. (T. E. Lawrence mostró en una ocasión a los miembros de un clan un dibujo, hecho con lápices de colores, que representaba a su jeque. Se lo pasaron de mano en mano, pero el que más se acercó a sospechar lo que representaba fue un hombre que tomó el pie del jeque por el cuerno de un búfalo.) Y de la incapacidad para pensar poéticamente —para resolver el lenguaje en sus imágenes y ritmos originales y volver a combinarlos en varios planos de pensamiento simultáneos en un sentido múltiple— se deriva la imposibilidad de pensar claramente en prosa. En prosa se piensa en sólo un plano al mismo tiempo, y ninguna combinación de palabras necesita contener más de un solo sentido; sin embargo, las imágenes residentes en las palabras deben relacionarse firmemente si el pasaje ha de producir algún efecto. Se olvida esta sencilla necesidad y lo que pasa hoy día por simple prosa consiste en ensartar mecánicamente grupos de palabras estereotipadas sin tener en cuenta las imágenes contenidas en ellas. El estilo mecánico, que comenzó en las oficinas, se ha infiltrado en la universidad y algunos de sus ejemplos más zombiescos se dan en las obras de eruditos y teólogos eminentes.
Declaraciones mitográficas que son completamente razonables para los pocos poetas que todavía pueden pensar y hablar en taquigrafía poética les parecen disparatadas o pueriles a casi todos los hombres de letras. Afirmaciones como, por ejemplo, «Mercurio inventó el alfabeto después de observar el vuelo de las grullas», o «Menor ab Teirgwaedd vio que tres varillas de fresno salían de la boca de Einigan Fawr con conocimientos y ciencia de todas clases escritos en ellas». Lo mejor que los doctos han dicho hasta el presente acerca de los poemas de Gwion es que son «disparatados y sublimes» y nunca han puesto en duda la suposición de que él, sus colegas y su público eran personas de inteligencia mal desarrollada o indisciplinada.
Lo gracioso es que cuanto más prosaica es la mentalidad de un erudito, tanto más capaz se le supone de interpretar el antiguo significado poético y que ningún docto se atreve a erigirse en autoridad en más de un tema limitado por temor a incurrir en la aversión Y el recelo de sus colegas. Conocer bien solamente una cosa es poseer una inteligencia inculta: la civilización implica la relación natural de todas las variedades de la experiencia con un sistema de pensamiento humano central. La época actual es peculiarmente bárbara: presentad, por ejemplo, un erudito en hebreo a un ictiólogo o a una autoridad en nombres de lugares daneses y los dos no encontrarán otro tema común de conversación que el estado del tiempo o la guerra (si da la casualidad de que hay una guerra en ese momento, lo que es habitual en esta época de barbarie). Pero el hecho de que sean bárbaros tantos hombres doctos no tiene mucha importancia si unos pocos de ellos están dispuestos a ayudar con sus conocimientos especializados a los pocos pensadores independientes, es decir, a los poetas, que tratan de mantener viva la civilización. El erudito es un cantero, no un constructor, y lo único que se le exige es que explote bien la cantera. Es la garantía de que el poeta no incurrirá en errores respecto de los hechos. Es bastante fácil que el poeta, en este mundo moderno tan desesperadamente revuelto e inexacto, incurra en una etimología falsa, un anacronismo o un absurdo matemático al tratar de ser lo que no es. Su función es la verdad, en tanto que la del erudito es el hecho. El hecho no debe ser negado; se puede decir que el hecho es un tribuno del pueblo sin poder legislativo, y sólo con el derecho de veto. El hecho no es la verdad, pero el poeta que contraviene voluntariamente el hecho no puede alcanzar la verdad.
La fábula de Mercurio y las grullas está incluida en las Fábulas de Cayo Julio Higinio, quien, según el bien informado Suetonio, era natural de España, liberto del emperador Augusto, conservador de la Biblioteca Palatina y amigo del poeta Ovidio. Como Ovidio, Higinio terminó su vida privado del favor imperial. Si es el culto autor de las Fábulas que se le atribuyen, desde entonces éstas han sido abreviadas y remendadas por compiladores ignorantes; a pesar de lo cual sé admite que contienen antiguos temas mitológicos muy importantes que no se encuentran en otra parte.
En su última Fábula (277) Higinio hace constar:
1. Que las Parcas inventaron las siete letras: Alpha (Omicron) Upsilon, Eta, Iota, Beta y Tau. O, alternativamente, que Mercurio las inventó después de observar el vuelo de unas grullas «que forman letras al volar».
2. Que Palamedes, hijo de Nauplio, inventó las otras once.
3. Que Epicarmo de Sicilia agregó Theta y Chi (o Psi y Pi).
4. Que Simónides agregó Omega, Epsilon, Zeta y Psi (u Omega, Epsilon, Zeta y Phi).
Nada se dice aquí acerca del fenicio Cadmo, a quien habitualmente se atribuye la invención del alfabeto griego, los caracteres del cual están tomados indiscutiblemente del alfabeto fenicio. La afirmación acerca de Epicarmo parece absurda, a menos que «de Sicilia» sea un escolio editorial tonto introducido en el texto. Simónides era un famoso poeta griego del siglo VI a. de C. que empleaba el alfabeto griego cadmeo e introdujo en sus manuscritos ciertos caracteres nuevos que luego fueron adoptados en toda Grecia; y Epicarmo de Sicilia, el famoso autor de comedias que vivió no mucho tiempo después y pertenecía a la familia de los asclepíades de Cos, evidentemente le pareció al compilador de las Fábulas un probable colaborador de Simónides. La leyenda original, sin embargo, se refiere probablemente a otro Epicarmo muy anterior, un antepasado del autor de las comedias. Los asclepíades descendían del hijo de Apolo Asclepio, o Esculapio, el dios médico de Delfos, y Cos, y pretendían haber heredado de él valiosos secretos terapéuticos. En la Ilíada se menciona a dos asclepíades como médicos de los griegos en el sitio de Troya.
En cuanto a Palamedes, hijo de Nauplio, el lemniano Filóstrato y el escoliasta del Orestes de Eurípides le atribuyen la invención no sólo del alfabeto, sino también de los faros, las medidas, las balanzas, el disco y el «arte de apostar centinelas». Intervino en la guerra de Troya como aliado de los griegos y cuando murió le erigieron un altar de héroe en la costa misia del Asia Menor frente a Lesbos.
Las tres Parcas son una forma dividida de la Diosa Triple, y en la leyenda griega aparecen también como las tres Greas y las tres Musas.
Por consiguiente, las dos primeras afirmaciones de Higinio explican las «trece letras» que, según algunos autores (dice Diodoro Sículo), formaban el «alfabeto pelasgo» antes que Cadmo las aumentase a dieciséis. Diodoro quiere decir evidentemente trece consonantes y no trece letras en total, lo que no habría sido suficiente. Otros autores sostienen que eran solamente doce. En todo caso Aristóteles dice que el número de letras del alfabeto griego era de trece consonantes y cinco vocales y su lista de esas letras corresponde exactamente a la de las del Beth-Luis-Nion, excepto que da Zeta por H aspirada y Phi por F, pero en el caso de Phi, por lo menos, la prueba epigráfica le contradice. Ésta no es la única referencia al alfabeto pelasgo. Eustacio, el gramático bizantino, cita a un antiguo escoliasta acerca de la Ilíada, II, 841, quien dice que a los pelasgos los llamaban dioi («divinos») porque eran los únicos de los griegos que conservaron el empleo de las letras después del Diluvio. Para los griegos el Diluvio era aquel al que sobrevivieron Deucalión y Pirra. Pirra, «la roja», es tal vez la diosa madre de los puresati, o pulesati, los filisteos.
Herodoto dice que los licios del Asia Menor provenían de Creta; por consiguiente, eran vecinos de los carios, que pretendían ser parientes de los lidios y misios y hablaban casi el mismo lenguaje bárbaro, es decir, no griego. Los carios, en otro tiempo miembros del Imperio minoico, habían dominado el Egeo entre la caída de Cnossos en 1400 a. de C. y la invasión doria, de 1050 a. de C. A Hérodoto le parecieron los licios los menos greguizados de esas cuatro naciones y recordó que reconocían la descendencia por parte de la madre y no del padre. La independencia femenina de la tutela masculina y la descendencia matrilineal eran características de todos los pueblos de cepa cretense; y el mismo sistema sobrevivió en algunas partes de Creta hasta mucho tiempo después de su conquista por los griegos. Firmico Materno informó acerca de ello en el siglo IV d. de C[49]. Los lidios conservaban otro vestigio del sistema: las muchachas se prostituían habitualmente antes del casamiento y luego disponían libremente de sus ganancias y sus personas.
Palamedes, por consiguiente, gobernó a los misios, que eran de cepa cretense, pero tenía un padre griego; su nombre significa tal vez «Cuidadoso del Anciano» y ayudó a las tres Parcas (las tres Musas) en la composición del alfabeto griego. Pero los antiguos sabían, como sabemos nosotros, que todos los inventos atribuidos a Palamedes tenían su origen en Creta. De ello se sigue que el alfabeto griego, basado en un modelo cretense y no fenicio, aumentó de cinco vocales y trece consonantes a cinco vocales y quince consonantes gracias a Epicarmo, un asclepíade primitivo.
Pero ¿por qué Higinio no especifica las once consonantes de Palamedes como especificó las siete letras originales y las agregadas por Epicarmo y Simónides? Antes debemos averiguar por qué cita a Beta y Tau como las dos consonantes inventadas por las tres Parcas al mismo tiempo que las cinco vocales.
Simónides, natural de Ceos, introdujo en Atenas, donde residía, las consonantes dobles Psi y Xi, la distinción entre las vocales Omicron y Omega (O larga y breve) y la distinción entre las vocales Eta y Epsilon (E larga y breve). Sin embargo, estos cambios no fueron adoptados públicamente hasta el arcontado de Euclides (403 a. de C.). A Eta, cuando se la distinguía de Epsilon, se le concedió el carácter H, que hasta entonces pertenecía a la H aspirada; y la H aspirada se convirtió simplemente en una «respiración fuerte», una luna menguante en miniatura, en tanto que su ausencia en una palabra que comenzaba con vocal era señalada con una «respiración suave», una luna creciente. La digamma F (que sonaba como V) había desaparecido como carácter ático mucho tiempo antes de la época de Simónides, y en muchas palabras se la reemplazaba con la letra Phi, inventada para representar el sonido FF, que hasta entonces se había representado con PH. Pero la Digamma fue conservada durante algunas generaciones más por los griegos eolios y desapareció entre los dorios (los últimos que la emplearon) durante el mismo arcontado de Euclides, y casi al mismo tiempo que Gwydion y Amathaon ganaban la Batalla de los Árboles en Britania.
Éste es un asunto extraño. Aunque es posible que el sonido de V hubiese sido abandonado por completo en el lenguaje griego ordinario y que, por consiguiente, la Digamma F fuera una letra innecesaria. Esto no es cierto ni mucho menos; y la H aspirada seguía siendo ciertamente una parte integrante del lenguaje. ¿Por qué, entonces, fue la aspirada reemplazada por Eta? ¿Por qué no se encontró un nuevo carácter para el sonido de Eta? ¿Por qué fueron introducidas al mismo tiempo las consonantes dobles innecesarias Psi, que anteriormente se escribía Pi-Sigma y Xi, que anteriormente se escribía Kappa-Sigma? Sólo la doctrina religiosa puede haber sido la causa de este cambio tan raro.
Una de las razones se da en la misma fábula. Higinio relaciona las cuatro letras adicionales de Simónides con la cítara de Apolo: Apollo in cithaera teteras literas adjecit. Esto significa, según creo, que cada una de las siete cuerdas de la cítara, originalmente cretense pero llevada del Asia Menor a Grecia hacia el año 676 a. de C. por Terpandro de Lesbos, ahora tenía asignada una letra, y que el número veinticuatro, el nuevo de las letras del alfabeto, tenía un significado sagrado en la música terapéutica con que Apolo y su hijo Esculapio eran honrados en los santuarios de su isla. Debe observarse que Simónides pertenecía a una corporación bárdica de Ceos al servicio de Dioniso, quien, según Plutarco, sacerdote del Apolo délfico, «estaba también en su elemento en Delfos». Apolo y Dioniso, como hemos visto, eran dioses del año solar. Lo mismo eran Esculapio y Hércules; y ésta era una época de amalgamación religiosa.
Higinio dice que el alfabeto original de trece consonantes fue llevado por Mercurio a Egipto, traído de vuelta por Cadmo a Grecia, y de allí llevado por el arcadio Evandro a Italia, donde su madre Carmenta (la Musa) lo adaptó al alfabeto latino de quince letras. Dice que este Mercurio era el mismo que inventó los juegos atléticos; en otras palabras, era cretense o de cepa cretense. Y en Egipto Mercurio era Thoth, el dios cuyo símbolo era un ibis blanco parecido a la grulla, que inventó la escritura y además reformó el calendario. La fábula comienza a tener buen sentido histórico. Higinio la tomó tal vez de una fuente etrusca, pues los etruscos, o tirrenos, eran de raza cretense y veneraban a la grulla. Las grullas vuelan en formación de V y los caracteres de todos los alfabetos primitivos, cortados con un cuchillo en la corteza de ramas de árboles —como Hesíodo escribió sus poemas— o en tabletas de arcilla, eran naturalmente angulares.
Por tanto, Higinio sabía que las cinco vocales del alfabeto arcadio pertenecían a un sistema religioso anterior al de las siete vocales del alfabeto griego clásico, y que en Italia esas cinco vocales estaban consagradas a la diosa Carmenta; sabía también que en Italia se utilizaba un alfabeto sagrado de quince consonantes unos seis siglos antes que el alfabeto «dorio» de veinticuatro letras, del que se sabe que provienen todos los alfabetos italianos: etrusco, umbrío, toscano, faliscano y latino. En esto Higinio es apoyado por Plinio, quien en su Historia Natural afirma terminantemente que el primer alfabeto latino era pelasgo. No menciona la autoridad en que se basa, pero era probablemente Gneo Gellio, el bien informado historiador del siglo II a. de C., al que cita en el mismo pasaje como sosteniendo que Mercurio fue el primero que inventó las letras en Egipto y que Palamedes inventó los pesos y medidas. Por la falta de inscripciones que apoyen la afirmación de Higinio se debe suponer que este alfabeto se limitaba, como el Beth-Luis-Nion originalmente, al empleo de señas como las de los sordomudos. Acerca de Carmenta sabemos por el historiador Dionisio Periergetes que dio oráculos a Hércules y vivió hasta los 110 años de edad. 110 era un número canónico, la edad ideal a la que deseaban llegar, todos los egipcios y a la que murió, por ejemplo el patriarca José. Los 110 años se componían de veintidós lustros etruscos de cinco años cada uno; y 110 años formaban el «ciclo» que tomaron los romanos a los etruscos. Al final de cada ciclo corregían las irregularidades del calendario solar intercalando y celebrando juegos Seculares. El significado secreto de 22 —los números sagrados nunca eran elegidos al azar— consiste en que es la medida de la circunferencia del círculo cuando el diámetro es 7. Esta proporción, llamada ahora pi, ya no es un secreto religioso y se la emplea en la actualidad solamente como una fórmula empírica, pues el verdadero valor matemático de pi es una cifra decimal que nadie ha podido resolver hasta ahora, pues sigue interminablemente, como 22/7, en una clara serie que se repite. Siete lustros suman treinta y cinco años y en Roma la de 35 años era la edad en la que se consideraba que el hombre llegaba a la flor de la vida y podía ser elegido cónsul. (La misma edad fijó la Convención Constituyente de tendencia clásica como la más temprana en que un americano podía ser elegido presidente de los Estados Unidos.) La ninfa Egeria, la reina del roble que instruía al rey Numa en Roma, era «la cuarta Carmenta». Si la edad de cada Carmenta —por supuesto sacerdotisas sibilinas— era de 110 años, Numa reinó no antes de 330 años después de la llegada de Evandro a Italia, la fecha tradicional de la cual es unos sesenta años antes de la toma de Troya, es decir, 1243 a. de C.
Evandro fue desterrado de Arcadia porque mató a su padre; y esto implica el reemplazo de la Diosa Triple, Carmenta o Tetis, por el Zeus olímpico. Tetis era el nombre griego eolio de Carmenta, por incitación de la cual Evandro había asestado el golpe, y que un rey matase a su padre (o predecesor regio) por instigación de su diosa madre era común en Italia y Grecia en ese período. El motivo tradicional de que los danaenos de Yartholan invadieran Irlanda y los dardanios de Bruto Britania es el mismo: ambos habían sido desterrados por parricidas. La fecha, 1243 a. de C., corresponde a la dada por los griegos posteriores para la invasión aquea, a saber, 1250 a. de C. Ésta no fue la invasión original, sino, al parecer, un movimiento hacia el sur, bajo la presión doria, de aqueos establecidos en el noroeste de Grecia. La fábula de Pelias y Neleo, hijos de Poseidón que desalojaron a los minianos de Yolcos en Tesalia y Pilos en el Peloponeso occidental, se refiere a la invasión que dio por resultado la institución de los dioses olímpicos.
Pero la fábula de la invención del alfabeto precadmeo de Palamedes, que fue llevado a Italia por el arcadio Evandro antes de la invasión doria de Grecia, ¿no había estado oculta durante todo ese tiempo en el mito confusamente iconotrópico de Perseo y la gorgona Medusa? ¿No se puede recuperar intacta la fábula de Palamedes por medio del método sencillo de devolver al mito de Perseo la forma iconográfica y luego volviendo a interpretar las iconografías que lo componen?
El mito consiste en que Perseo fue enviado a cortar la cabeza de guedejas serpentinas de la gorgona Medusa, rival de la diosa Atenea y cuya mirada funesta petrificaba a los hombres, y en que no pudo realizar esa tarea hasta que fue a ver a las Greas, «las Grises», las tres ancianas hermanas de las Gorgonas que tenían entre las tres un solo ojo y un solo diente, y robándoles el ojo y el diente las obligó a decirle dónde estaba el soto de las tres Ninfas. De las tres Ninfas consiguió luego unas sandalias aladas como las de Hermes, un saco para meter en él la cabeza de la gorgona y un yelmo que lo hacía invisible. Hermes, bondadoso, le dio también una hoz; Atenea le dio un espejo y le mostró un retrato de Medusa para que pudiera reconocerla. Él arrojó el diente de las tres Greas, y algunos dicen que también el ojo, al lago Tritón para destruir su poder y corrió a la Tartéside, donde vivían las Gorgonas en un bosquecillo a las orillas del mar; allí cortó con la hoz la cabeza de Medusa dormida, mirando primeramente al espejo para romper el hechizo petrificante, metió la cabeza en el saco y huyó perseguido por las otras Gorgonas.
Las Tres Ninfas son las Tres Gracias, es decir, la Triple Diosa del Amor. A las Greas se las llamaba también las Fórcidas, que significa las hijas de Forcos, u Orcos, y, según el escoliasta de Esquilo, tenían la forma de cisnes, lo que es probablemente un error por grullas, debido a una mala interpretación de una ilustración sagrada, pues las grullas y los cisnes, igualmente aves sagradas, se parecen en que vuelan en formación de V. Eran en realidad las tres Parcas. Forcos, u Orcos, se convirtió en sinónimo del Infierno; es la misma palabra que porcus, cerdo, el animal consagrado a la diosa de la Muerte, y tal vez que Parcae, título de las tres Parcas, habitualmente llamadas Moiras, «las distribuidoras». Orc es «cerdo» en irlandés; de aquí las Orcadas, u Orkneys, residencia de la diosa de la Muerte. Se creía también que Forcos, o Forcos, era el padre de la gorgona Medusa, a la que los argivos en la época de Pausanias describían como, una bella reina libia decapitada por su antepasado Perseo después de una batalla con sus ejércitos, y a la que por consiguiente se puede identificar con la diosa serpiente libia Lamia (Neith), a la que Zeus traicionó y que luego mataba a los niños.
Imagínense las siguientes ilustraciones en un jarrón. En primer lugar, un joven desnudo que se acerca cautelosamente a tres mujeres cubiertas; la que está en el centro de ellas le entrega un ojo y un diente, mientras las otras dos señalan arriba a tres grullas que vuelan en formación de V de derecha a izquierda. A continuación él mismo joven, con sandalias aladas y una hoz, se halla pensativo bajo un sauce. (Los sauces están consagrados a la diosa y las grullas procrean en bosquecillos de sauces.) Luego otro grupo de tres mujeres jóvenes y bellas sentadas una junto a otra con el mismo joven en pie delante de ellas. Arriba vuelan tres grullas en la dirección opuesta. Una de las mujeres entrega al joven unas sandalias aladas, otra un saco y la tercera un yelmo alado. Después aparecen varios monstruos marinos y una diosa del Mar con yelmo, un tridente y un espejo en el que se refleja el rostro de una gorgona; y se ve al joven volar, con el saco y la hoz en la mano, hacia un bosque y con la cabeza vuelta para mirar al espejo. Del saco asoma la cabeza de la gorgona. El diente y el ojo están pintados, agrandados, a cada lado de él, de modo que parece haberlos arrojado. Le siguen amenazadoramente tres mujeres aladas con rostros de gorgona.
Así terminan las ilustraciones del jarrón y se vuelve al primer grupo.
El mito, en su forma conocida, como el de la traición de Lamia por Zeus, describe la destrucción del poder de la Diosa Triple argiva por la primera oleada de aqueos, representados como Perseo, «el destructor». Pero el significado original de las iconografías parece ser este: a Mercurio, o Hermes, o Car, o Palamedes, o Thoth, o cualquiera que fuera su nombre original, le dan la visión poética las mujeres cubiertas (su madre Carmenta, o Maya, o Danae, o Forcis, o Medusa, o cualquiera que fuera su nombre original, en su aspecto profético de las tres Parcas) y la facultad de hacer augurios basándose en el vuelo de las aves; y también la de comprender el secreto alfabético que representan las grullas. El diente era un instrumento de la adivinación, como aquel bajo el cual Fionn solía poner su pulgar —después de comer el salmón del conocimiento— siempre que necesitaba un consejo mágico. Carmenta ha inventado el alfabeto, pero asigna las trece consonantes a su hijo, reservándose las cinco vocales consagradas a ella. Él se aleja con su hoz, que tiene forma de luna en honor de ella, como la hoz que el archidruida galo utilizaba posteriormente para cortar el muérdago; y cortará luego la primera rama del alfabeto en el soto, delante del cual la diosa, ahora no cubierta, y como ninfa y no como vieja, aparece sentada en graciosa trinidad. Ella le da como insignias un yelmo y unas sandalias alados, los que simbolizan la rapidez del pensamiento poético, y un saco para que mantenga sus letras bien ocultas.
A continuación se manifiesta como Atenea, la diosa de la Sabiduría, nacida en las orillas del lago Tritón de Libia, y que parece haber sido originalmente, antes de su monstruoso renacimiento de la cabeza de su padre Zeus, la Diosa Triple libia Neith, a la que los griegos llamaban Lamia o Libia. Del saco asoma ahora una cabeza de gorgona que es simplemente una máscara feroz que se ponían las sacerdotisas en las ceremonias para asustar y alejar a los transgresores; al mismo tiempo hacían ruidos sibilantes, lo que explica las guedejas serpentinas de Medusa. Nunca existió una verdadera gorgona (como J. E. Harrison observó por primera vez), sino solamente un feo rostro profiláctico representado en una máscara. El rostro horrible que asomaba por el saco simbolizaba que los secretos del alfabeto, que era lo que contenía realmente el saco, no debían ser divulgados ni utilizados indebidamente. Una máscara de gorgona se ponía igualmente en las puertas de los hornos y estufas en la Grecia antigua para alejar a los espectros (y a los niños curiosos) que podían echar a perder la hornada. En esta ilustración las «gorgonas» aladas acompañan y no persiguen a Mercurio: son la Diosa Triple que, llevando esas máscaras rituales, lo protege de las miradas profanas. La diosa aparece también en la tierra con el espejo en el que se refleja un rostro de gorgona, para protegerlo en su vuelo poético. El lleva el saco a la Tartéside, la colonia egea del Guadalquivir, desde donde probablemente los milesios lo llevarían a Irlanda. Gades, ahora Cádiz, la principal ciudad de la Tartésidde, fue fundada, según el historiador Veleyo Patérculo de la época de Augusto, en el año 1100 a. de C., trece años antes de la fundación de Utica en el África del Norte. El vuelo de Perseo estaba representado en taracea de oro y plata en el escudo de Hércules, tan profusamente descrito por Hesíodo, quien lo coloca entre una escena de las Musas cantando al son de la lira junto a un mar frecuentado por delfines y otra en que las tres Parcas se hallan fuera de una populosa ciudad de siete puertas. Si esta ciudad es la Tebas de siete puertas, entonces la ilustración que Hesíodo interpretó mal es una variante beocia del mito de Mercurio, y el héroe con el saco del alfabeto y las gorgonas acompañantes es el tebano Cadmo.
Mercurio llegó sin novedad a la Tartéside, a juzgar por una observación velada de Pausanias (I, 35, 8), según la cual «hay en Gades un árbol que toma diversas formas», lo que parece referirse al alfabeto de árboles. Gades (Cádiz) se halla en León, una isla de la Tartéside; la ciudad más antigua se hallaba en la costa occidental e incluía un famoso templo de Cronos mencionado por Estrabón. Es probable que la isla fuera antaño, como Faros, tanto una isla sepulcral como una factoría. Ferécides sospechaba que era la «Isla Roja» original, Erytheia, en la que gobernaba Gerión, gigante de tres cuerpos, pera se fundaba para ello en los hechos insuficientes de que allí abundaban mucho los pastos y Hércules tenía un santuario antiguo en la costa oriental. Pausanias (X, 4, 6) recoge la leyenda más admisible según la cual León pertenecía originalmente al gigante Titios, quien, como se verá en el capítulo XVI, era en realidad Cronos, el dios del dedo del corazón o del tonto, enviado al Tártaro por Zeus (Titios a quien Hércules mató y Titros a quien Zeus mató son pareja).
El santuario de Hércules parece haber sido erigido por los colonizadores de 1100 a. de C., unos cuatrocientos años antes que los colonos fenicios llegaran allí desde Tiro, pues un oráculo les había ordenado que se establecieran cerca de las Columnas de Hércules. Los fenicios adoraron posteriormente a Cronos como Moloch y a Hércules como Melkarth. Estrabón cita a Poseidonio para sostener que las Columnas de Hércules no eran, como se suponía vulgarmente, los dos promontorios de Gibraltar y Ceuta, sino dos columnas erigidas delante de su santuario; y en mi King Jesus (capítulo XVI) yo he sugerido que esas columnas se relacionaban con el secreto del alfabeto pelásgico. Es probable que el Hércules prefenicio de la Tartéside fuese Palamedes, o el dios Ogmios con piel de león, al que los irlandeses atribuían la invención del alfabeto que habían «recibido de España» y al que Gwion, en su elegía sobre «Ercwlf», celebra como un plantador de columnas alfabéticas. Los habitantes de la Tartéside eran famosos en la época clásica por el respeto que mostraban a los ancianos, y Ogmios, según Luciano, era representado como un Hércules anciano. Que las gorgonas vivían en un soto de la Tartéside sólo puede significar que tenían que guardar un secreto alfabético. Este Hércules ógmico era adorado también por los latinos primitivos. El rey Juba II de Mauritania, que era también un duumvir honorario de Gades, es citado por Plutarco (Cuestiones romanas, 59) como su autoridad cuando dice que Hércules y las Musas compartían antaño un altar porque él había enseñado el alfabeto a la gente de Evandro. Esto concuerda con el relato de Higinio de cómo Carmelita, la Musa Triple, instruyó a Evandro, y con el de Dionisio Periergetes de cómo «dio oráculos a Hércules».
Isidoro, arzobispo de Sevilla, quien murió en el año 636, escribió una obra enciclopédica titulada Veinte libros acerca de los orígenes o etimologías, basada en un extenso, aunque no crítico, estudio de la literatura cristiana y pagana, y que es el depósito más valioso que existe de la tradición ibera. En esa obra trata de la invención del alfabeto. No presenta a Palamedes o Hércules u Ogma o Mercurio o Cadmo como el benefactor original, sino a la diosa misma, y nombra a Grecia como el país de origen:
Aegyptiorum litteras Isis regina, Inaehis (sic) regís filia, de Graecia veniens in Aegyptum repperit et Aegyptis tradidit.
[En cuanto al alfabeto egipcio, la reina Isis, hija del rey Inaco, al ir de Grecia a Egipto lo llevó consigo y se lo dio a los egipcios.]
Originum, I, iii (4-10)
Inaco, un dios fluvial y legendario rey de Argos, era el padre de la diosa lo, que se convirtió en Isis cuando llegó a Egipto, y del héroe Foroneo, fundador de la raza pelasga, que ya ha sido identificado con el dios Bran, alias Cronos. Isidoro era compatriota de Higinio (quien informó acerca de la leyenda de la vuelta de Mercurio a Grecia desde Egipto con el alfabeto pelásgico); distingue el alfabeto egipcio de las escrituras jeroglífica y demótica, y atribuye a los fenicios la invención del alfabeto griego ordinario.
De qué material estaba hecho el saco de Mercurio se puede averiguar en el mito paralelo de Manannan, hijo de Lyr, un héroe solar goidélico predecesor de Fionn y Cuchulain, quien llevó los Tesoros del Mar (es decir, el alfabeto secreto de los Pueblos del Mar) en un saco hecho con piel de grulla; y en el mito de Mider, un dios del Infierno goidélico que corresponde al británico Arawn («Elocuencia»), rey de Annwn, quien vivía en un castillo en la Isla de Man de Manannan con tres grullas en su puerta, el deber de las cuales era alejar a los viajeros graznando: «¡No entréis! ¡Alejaos! ¡Pasad de largo!» El saco de Perseo tenía que ser de piel de grulla, porque la grulla estaba consagrada a Atenea y Artemisa, su equivalente en Éfeso, y además fue la que inspiró a Hermes la invención de las letras. Las Gorgonas que vuelan son, por consiguiente, grullas con rostros de Gorgonas[50] y velan por los secretos del saco, protegido asimismo por una cabeza de Gorgona. No se sabe qué clase de baile era la Danza de las Grullas que, según Plutarco, Teseo introdujo en Delos, salvo que se realizaba alrededor de un altar con cuernos y representaba los círculos que se enroscaban y desenroscaban en el Laberinto. Yo supongo que imitaba la danza de amor revoloteante de las grullas cortejantes, y que cada movimiento consistía en nueve pasos y un salto. Po1wart dice en su Flyting with Montgomery (1605):
La grulla debe siempre |
dar nueve pasos antes de volar. |
Los nueve pasos prueban que estaba consagrada a la Diosa Triple, y lo mismo su cuello, con plumas blancas y negras entre las cuales se ve la piel rojiza, o (en el caso de la grulla númida o balear) con barba roja. Las grullas realizan sus espectaculares migraciones desde el Trópico de Cáncer hasta el Círculo Ártico y el viaje de vuelta dos veces al año, volando en formación de cheurón o de V, con fuertes trompeteos a enorme altura, y esto tiene que haberlas vinculado con el culto hiperbóreo como mensajeras que vuelan al otro mundo situado detrás del Viento Norte. Pero Thoth, que inventó los jeroglíficos, era simbolizado con el ibis, otra ave zancuda también consagrada a la luna; y los griegos identificaban a Thoth con Hermes, conductor de las almas y mensajero de los dioses, del que Ferécides dijo que tenía «forma de ibis». Por eso a Hermes se le atribuye la invención del alfabeto, después de haber observado el vuelo de las grullas, y la grulla asume los atributos del ibis, que no migraba a Grecia.
Una peculiaridad de las aves zancudas como la grulla y la garza es que, cuando pescan una cantidad de pececitos en un río para llevárselos a sus crías, los ordenan en la orilla con las colas juntas en la forma de una rueda, que era antiguamente el símbolo del Sol y de la vida del rey. Esto tuvo que asombrar a los antiguos como me asombró a mí cuando era niño al ver a una garza hacer eso en el río Nantcoll en el norte de Gales, pero los naturalistas lo explican, como una ordenación que tiene por único propósito hacer que se puedan recoger más fácilmente los peces para llevarlos. En la Irlanda antigua indicaba la asociación de la grulla con los secretos literarios el augurio que proporcionaba su aparición súbita: la terminación de la guerra; pues una de las principales funciones del poeta consistía en separar a los combatientes, y él mismo no intervenía en la batalla. En Grecia estaba asociada con los poetas no sólo en la fábula de la metamorfosis de Apolo en «una grulla, un ave tracia» —con referencia a la grulla númica de barba roja que visitaba el norte del Egeo— sino también en la fábula de Ibico, el poeta erótico griego del siglo VI a. de C., quien, habiendo vivido la mayor parte de su vida en la isla de Samos, un día fue asaltado en un lugar solitario de las cercanías de Corinto por unos bandidos que lo hirieron mortalmente. Pidió a una bandada de grullas que pasaban que vengaran su muerte y poco tiempo después las grullas revolotearon sobre las cabezas de los espectadores en el teatro al aire libre de Corinto, y al verlas, uno de los asesinos que estaba presente exclamó: «¡Ahí están las vengadoras de Ibico!» Lo detuvieron y confesó plenamente.
Resumamos la demostración histórica. Un alfabeto griego compuesto de trece, y posteriormente quince consonantes y cinco vocales consagradas a la Diosa y que en su esencia provenía de Creta, era corriente en el Peloponeso con anterioridad a la guerra de Troya. Fue llevado a Egipto —aunque tal vez solamente al puerto de Faros— y allí adaptado al uso semita por comerciantes fenicios que lo llevaron de vuelta a Grecia unos siglos más tarde, cuando los dorios casi destruyeron la cultura micénica. Los caracteres con sus nombres semíticos fueron adaptados luego al sistema epicármico existente contenido en los llamados caracteres pelasgos y llamado habitualmente cadmeo, quizá porque eran corrientes en la Cadmea beocia. Posteriormente, Simónides, un devoto de Dioniso, modificó el alfabeto cadmeo de acuerdo con alguna oscura teoría religiosa.
Ésta es una explicación admisible. La historia del alfabeto griego se ha descubierto en los años recientes. Ahora se sabe que tenía su origen en los jeroglíficos cretenses, los que en épocas minoicas posteriores se habían reducido a algo entre un alfabeto y un silabario de cincuenta y cuatro signos, sólo cuatro más que el sistema sánscrito supuestamente inventado por la diosa Kali y cada letra del cual era uno de los cráneos de su collar. Los micénicos se apropiaron de este sistema cretense e hicieron todo lo posible para adaptarlo a las necesidades de los griegos. Los señores Ventris y Chadwick, en 1953, descifraron juntos la Escritura Linear B micénica (1450-1400 a. de C.) que contiene ochenta y ocho signos fonéticos diferentes. Se había introducido también, en formas anteriores y más engorrosas, en Chipre, Caria y Licia. (En la Ilíada, VI, 168 ss. se relata cómo Belerofonte salió de Argos y entregó al rey de los licios una tableta cubierta con signos.) Desde el siglo XVI a. de C. en adelante se hicieron tres o cuatro tentativas para simplificar los diversos silabarios entonces corrientes en el Cercano Oriente convirtiéndolos en puros alfabetos. La más afortunada de esas tentativas fue la fenicia, de la que se derivan los caracteres griegos «cadmeos». Los príncipes semitas de Siria escribían en el sistema cuneiforme asirio su correspondencia con los faraones de Egipto hasta el siglo XII a. de C., pero sus mercaderes empleaban desde mucho tiempo antes el alfabeto fenicio, una tercera parte de los caracteres del cual estaba tomada del sistema cretense —no se sabe si directamente de Creta o indirectamente a través de Grecia o el Asia Menor—, y el resto, de los jeroglíficos egipcios.
Nada hay que demuestre que los fenicios inventaron el principio de la reducción de un silabario a letras; y según Aegean Civilization del profesor Eustace Glotz, los nombres de los caracteres fenicios no semíticos de los objetos representados en los jeroglíficos egipcios correspondientes no se pueden explicar en función de ningún lenguaje semítico, en tanto que sus formas se derivan claramente de la escritura linear cretense. Los semitas, aunque buenos negociantes, no eran gente inventiva, y los nombres inexplicados de las letras son, por tanto, probablemente griegos. Los griegos danaenos probablemente simplificaron el silabario cretense en un alfabeto sagrado y lo transmitieron a los fenicios, aunque confiándoles únicamente las abreviaciones de los nombres de las letras y alterando el orden de éstas para no revelar la fórmula religiosa secreta que expresaban. La inscripción fenicia más antigua se encuentra en una maceta descubierta en Bethshemeth, Palestina, y que data del siglo XVI a. de C. Los alfabetos Palaio Sinaítico y Ras Shamra pueden haber sido compuestos en emulación del fenicio; se basaban en la escritura cuneiforme y no en los jeroglíficos cretenses o egipcios. Los egipcios trataban de crear un alfabeto concurrentemente con los cretenses y es difícil saber quiénes fueron los primeros que consiguieron su propósito, aunque probablemente fueran los egipcios.
Ahora bien, es notable que los nombres de varias letras del Beth-Luis-Nion irlandés coinciden con sus equivalentes del alfabeto hebreo, que es fenicio, más exactamente que con sus equivalentes griegos clásicos.
Griego | Hebreo | Irlandés |
alpha | aleph | ailm (se pronuncia «alev») |
iota | jod | idho (originalmente «ioda») |
rho | resh | ruis |
beta | beth | beith |
nu | nun | nion o nin |
eta | heth | eadha («dh» pronunciada «th») |
mu | mim | muin |
o (micron) | ain | onn |
Por otra parte las restantes letras griegas coinciden con bastante exactitud con sus equivalentes hebreas, en tanto que las letras irlandesas son completamente diferentes.
Griegas | Hebreas | Irlandesas |
lambda | lamed | luis |
delta | daleth | duir |
gamma | gimmel | gort |
tau | tav | tinne |
sigma | samech | saille |
zeta | tzaddi | straif |
kappa | koph | quert |
Parece que el alfabeto irlandés fue formado antes que el griego clásico y que los nombres de sus letras coinciden con los del alfabeto epicármico que Evandro llevó a Italia desde la Grecia danaena. Tal vez incluso conservaba el orden original de las letras.
Una antigua tradición irlandesa que refuerza la de la invención del alfabeto Ogham por Ogma Cara de Sol se cita en la History of Ireland de Keating.
Feniusa Farsa, nieto de Magog y rey de Escitia, deseoso de dominar los setenta y dos lenguajes creados en la confusión de Babel, envió a setenta y dos personas para que los aprendieran. Fundó una Universidad en Magh Seanair, cerca de Atenas, la que dirigían él, Gadel y Caoith. Éstos formaron las letras griegas, latinas y hebreas. Gadel clasificó el irlandés (goidélico) en cinco dialectos: el feniano para los soldados; el poético e histórico para los senaquios y los bardos respectivamente; el medicinal para los médicos, y el idioma común para el vulgo.
Aunque a primera vista ésta es una fábula disparatada compuesta con fragmentos de la tradición monástica (como la milagrosa traducción de las Sagradas Escrituras hebreas por setenta y dos sabios, cada uno de los cuales trabajó separadamente durante setenta y dos días en la isla de Paros y todos produjeron exactamente la misma versión), cuanto más atentamente se la examina tanto más interesante parece. «Magh Seanair cerca de Atenas», sugiere que la mención de Babel ha llevado a algún monje a enmendar un texto oscuro haciendo que el acontecimiento se realizase en la Magh Seanair, «Llanura de Shinar», en Mesopotamia, y a dar por supuesto que había otra Atenas en las cercanías. En que el alfabeto fue inventado en Grecia (Acaya) se insiste en The Hearings of the Scholars, aunque Acaya se ha convertido en «Acadia» en algunos manuscritos y en «Dacia» en otros, y todo el relato adquiere un giro muy monástico. Creo que el original decía «Magnesia cerca de Atenas», refiriéndose a la Magnesia del sur de Tesalia. Se decía que estaba «cerca de Atenas» probablemente para distinguirla de otras Magnesias pelasgas: la caria en el río Meandro y la lidia en el Hermo, relacionadas con el mito del titán Titios y desde las cuales en la Antigüedad envió Hércules una colonia a Gades en España. Las tres personas de la fábula, Gadel, Caoith y Feniusa Farsa, son tal vez reconocibles en la traducción griega: Caoith como Cocos, el abuelo hiperbóreo del Apolo Délfico; Gadel como una tribu del río Gadilum, o Gazelle, en la Paflagonia, desde la que el aqueo Pélope emprendió sus viajes; Feniusa Farsa como Foeneus ho Farsas («el hombre-vid que une») o Feneo, padre de Atalanta, el primer hombre que plantó un viñedo en Grecia. Según la leyenda griega, este Feneo, o «Eneo» cuando perdió su digamma inicial, era un hijo de Aegiptos y provenía de Arabia, que tal vez quiera decir la Judea meridional; exactamente el mismo relato hacen los bardos irlandeses de Feniusa Farsa, que fue expulsado de Egipto «por negarse a perseguir a los hijos de Israel», vagó por el desierto durante cuarenta y dos años y luego fue hacia el norte hasta los «altares de los filisteos junto al lago de los Sauces», probablemente Hebrón en el sur de Judea, célebre por sus estanques de peces y sus altares de piedra; de allí pasó a Siria y luego aparece en Grecia. La esposa de Feneo o Eneo era Altea, la diosa del Nacimiento asociada con Dioniso; y se sabe que foinos, vino, es una palabra de origen cretense.
¿Por qué se dice que Feniusa Farsa —antepasado de los milesios irlandeses— era escita, nieto de Magog y fundador de la raza milesia? Gog y Magog son nombres que se relacionan estrechamente. «Gogmagog», Gog el hijo de Gog, era el nombre del gigante al que, según se dice, el «troyano Brut» venció en Totnes, en el Devonshire, cuando invadió Britania al final del segundo milenio. Pero ¿cuál era el origen de Gog mac Gog? La respuesta se halla en Génesis, X, 2, donde se dice que Magog era hijo de Jafet (quien figura en el mito griego como el titán Yapeto, padre por la diosa Asia de Atlas, Prometeo y Epimeteo) y hermano de Gomer, Madai, Javán, Túbal, Mosoc y Tiras, quienes, según se conviene generalmente, eran los cimerios, medos, jonios; tibarenianos, mosquianos y tirrenos. Los mosquianos y los tibarenianos que trabajaban el hierro eran tribus de la región sudeste del Mar Negro; la tribu errante de los cimerios del Mar Negro se convirtió con el tiempo en los cimbros; los jonios figuraban como griegos en los tiempos históricos, pero eran tal vez inmigrantes egeos que entraron en Grecia desde Fenicia; los tirrenos eran una tribu egea, algunos miembros de la cual emigraron de Lidia a Etruria, otros a Tarsos (la ciudad de San Pablo) y a Tartesos en España; los medos pretendían descender de la diosa pelasga Medea. A Gog se le identifica con la tribu septentrional de los Gagi, mencionada en una inscripción de Amenhotep III, y «Gogarene», en la época de Estrabón, era el nombre de una parte de Armenia situada al este del territorio de los mosquianos y tirrenos. El abuelo de Magog era Noé, y el Ararat de Noé estaba en Armenia, por lo que se opina habitualmente que Magog representa a Armenia, aunque Josefo interpreta la palabra como significando «los escitas», nombre que incluía a todas las tribus del Mar Negro en su época. El «rey Gog de Mesec y Túbal» mencionado en Ezequiel, XXXVIII, 17 ahora es identificado generalmente con Mitrídates VI del Ponto, cuyo reino incluía la región de los mosquianos y tibarenianos.
La historia de Feneo se relaciona con cierta emigración en masa desde Canaán. A los cananeos se refiere el mito griego de «Agenor, o Chnas, rey de Fenicia», hermano de Pelasgo, Yaso y Belo y padre de Egipto y Danao. Agenor invadió Grecia y se hizo rey de Argos. La suya fue probablemente la invasión que expulsó de Grecia a los Tuatha dé Danaan. Agenor tenía otros hijos, o tribus asociadas, además de Feneo, Aegiptos y Danao. Eran Cadmo (palabra semítica que significa «del Este»), quien se apoderó de parte de la que fue más tarde Beocia; Cilis, quien dio su nombre a Cilicia; Fénix, quien se quedó en Fenicia y se semitizó por completó; Taso, quien emigró a la isla de Taso, cerca de Samotracia; y Fineo, quien emigró a Thynia, cerca de Constantinopla, donde se dice que los argonautas lo encontraron presa de las arpías. Los amoritas, parte de los cuales vivían en Judea, eran también cananeos, según Génesis, X, y en la época de los profetas hebreos conservaban las viejas costumbres egeas de las fiestas del ratón de la crucifixión del rey, los oráculos con serpientes, la cocción de tortas de cebada en honor de la Reina del Cielo y la prostitución premarital; pero muy pronto se habían semitizado en el lenguaje. Según el Génesis, el imperio cananeo original se extendía por el sur hasta Sodoma y Gomorra en el extremo del Mar Muerto. Ésta debe de ser una leyenda muy primitiva, pues según Génesis, XIV, los cananeos fueron expulsados de su territorio meridional por los elamitas, invasión que puede fecharse alrededor del año 2300 a. de C.
El significado histórico del mito de Agenor es que hacia el final del tercer milenio a. de C. una confederación tribal indoeuropea —parte de una gran horda del Asia central que invadió toda el Asia menor, Grecia, Italia y la Mesopotamia septentrional— descendió desde Armenia hasta Siria, y desde Siria hasta Canaán, reuniendo aliados a su paso. Algunas tribus mandadas por gobernantes a los que los egipcios llamaban hicsos irrumpieron en Egipto hacia el año 1800 a. de C. y fueron expulsados con dificultad dos siglos después. La marea creciente y menguante de este movimiento de tribus en gran escala, complicado con las invasiones semíticas desde el otro lado del Jordán, desalojó de Siria, Canaán y el Delta del Nilo a numerosos pueblos que adoraban a la Gran Diosa con títulos como Belili, Baalith, Danae y Fenisa (la Sanguinaria). Un grupo cuyo principal símbolo religioso era la vid marchó, o navegó, a lo largo de la costa meridional del Asia menor, se detuvo un tiempo en Milyas, el nombre antiguo de Licia, invadió Grecia poco antes de que llegaran allí desde el norte los aqueos indoeuropeos y ocupó Argos en el Peloponeso, el santuario principal de la diosa Luna cornuda Io. La invasión cadmea se produjo más tarde: parece que una tribu cananea, llamada de los cadmeos u orientales, había ocupado el distrito montañoso situado en la frontera de Jonia y Caria y al que ellos llamaron Cadmea; desde allí cruzaron el Mar Egeo y se apoderaron de la franja costera frente a Eubea, excelente como base naval y que en adelante se llamó también Cadmea.
En el mito irlandés a Caoith se le considera hebreo. Tiene que ser un error: no era habiru, como los egipcios llamaban a los hebreos, sino probablemente pelasgo, un representante del conocido sacerdocio de Samotracia, los Cabiros. El mito parece referirse, por consiguiente, a un acuerdo acerca del uso común de letras al que llegaron en Magnesia, en la época micénica, los aqueos invasores de Grecia representados por Gadel, los invasores cananeos representados por Feniusa Farsa, y los pelasgos naturales de Grecia representados por Caoith, a todos los cuales unía la veneración común a la vid. La cifra setenta y dos indica un misterio religioso relacionado con el alfabeto; es un número íntimamente vinculado con el Beth-Luis-Nion y el Boibel-Loth, y se asocia en ambos casos con el número cinco (el número de los dialectos).
Ahora bien, la escuela más famosa de la Antigüedad griega era la del centauro Quirón, en las laderas del monte Pelión en Magnesia. Entre sus discípulos se hallaban el mirmidón Aquiles, hijo de Tetis, la diosa del Mar; el argonauta Jasón, Hércules y todos los otros héroes más distinguidos de la generación anterior a la guerra de Troya. Era famoso por su pericia en la caza, la medicina, la música, la gimnasia y la adivinación; sus instructores fueron Apolo y Artemisa, y lo mató accidentalmente Hércules, después de lo cual se convirtió en el Arquero del Zodíaco griego. Era evidentemente el heredero de la cultura cretense que había llegado a Tesalia por el puerto resguardado de Yolcos, y de la cultura helénica independiente. Se le llama «el hijo de Cronos».
Tal vez podamos hacer ahora otra identificación: la de Feniusa Farsa con «Anfictión», el fundador de la Liga Anfictiónica, o Liga de Vecinos. Magnesia era miembro de esta antigua federación de doce tribus —Atenas era la más poderosa—, los representantes de las cuales se reunían todos los otoños en Anteles, cerca del paso de las Termópilas, y todas las primaveras en Delfos. «Anfictión» era hijo de Deucalión («vino dulce»), cuya madre era Pasifae, la diosa Luna cretense, y de Pirra («la roja»), el Noé y la esposa de Noé griegos. Fue «el primer hombre que mezcló el vino con el agua». De manera característica se casó con la heredera del Ática, Crané —ya mencionada como un aspecto de la Diosa Blanca—, expulsó a su predecesor y erigió altares a Dioniso Fálico y las Ninfas. Sabemos que Anfictión no era su verdadero nombre, pues la Liga se fundó realmente en honor de la diosa de la Cebada, Deméter, o Danae, en su carácter de Presidenta de los Vecinos («Amphictyonis») y a ella se hacía el sacrificio en las reuniones del otoño: pero era una costumbre habitual en la Grecia clásica, lo mismo que en la Britania y la Irlanda clásicas, negar a las mujeres el mérito de haber inventado o iniciado algo importante. Por consiguiente, «Anfictión» era él varón que reemplazaba a Anfictionis, así como «Don rey de Dublin y Lochlin» lo era de la diosa irlandesa Danu; y como, según creo, el gigante Samothes, por el que Britania recibió su primer nombre de «Samothea», era el de la Diosa Blanca, Samothea, pues a Samothea le atribuyen los primitivos historiadores británicos, citando al babilonio Beroso, la invención de las letras, la astronomía y otras ciencias atribuidas habitualmente a la Diosa Blanca. Y como Anfictión «unió» a los diversos Estados y era un viñador, podemos llamarlo «Feneo» o «Dioniso».
El más antiguo relato griego de la creación de la vid que se ha conservado es el que hace Pausanias (X, 38). Dice que en la época de Oresteo, hijo de Deucalión, una perra blanca parió una estaca que él plantó y se convirtió en una vid. La perra blanca es obviamente de nuevo la Diosa Triple: Anfictionis. Ocho de las tribus de la Liga Anfictiónica eran pelasgas y, según Estrabón, Calímaco y el escoliasta del Orestes de Eurípides, fue reglamentada originalmente por Acrisio, el abuelo de Perseo. Pero la composición de la Liga en la época clásica databa, según se alegaba, de alrededor de 1103 a. de C., e incluía a los aqueos de la Ftiótide, que no estaban allí en la época de Acrisio. De ello se deduce que cuatro tribus pelasgas fueron expulsadas por sucesivas invasiones griegas.
San Pablo citó un proverbio griego: «Todos los cretenses son mentirosos». Les llamaban mentirosos por la misma razón que a los poetas: porque tenían una manera diferente de contemplar las cosas. Particularmente porque no les conmovía la propaganda olímpica, que durante los mil años anteriores más o menos había insistido en el Zeus Eterno, Omnipotente y Padre justo, el Zeus que había desalojado con sus rayos a todos los viejos dioses malvados e instalado para siempre su brillante trono en el monte Olimpo. Los cretenses leales decían: «Zeus ha muerto. Su tumba se ve en una de nuestras montañas». No lo decían con acritud. Lo único que querían decir era que siglos antes que Zeus se convirtiera en un dios eterno y poderoso en Grecia había sido un simple rey solar anticuado, sacrificado anualmente, un servidor de la Gran Diosa, y que se acostumbraba enterrar sus cestos en una tumba en el monte Juktas. No eran mentirosos. No había un Dios Padre en la Creta minoica, y su explicación coincide con los hallazgos arqueológicos hechos recientemente en esa montaña. Los pelasgos de Leros tenían casi la misma fama que los cretenses, pero parecen haber sido todavía más obstinados en su apego a la tradición antigua, a juzgar por este epigrama griego: «Los lerianos son todos malos, no sólo algunos lerianos, sino todos ellos, con excepción de Procles, quien por supuesto es también leriano».
También a los historiadores galeses e irlandeses primitivos se les considera generalmente mentirosos, porque sus recuerdos de la Antigüedad datan de tiempos incómodamente primitivos y no coinciden con las fechas bíblicas convencionales o con la obstinada teoría de que hasta la época romana los habitantes de todas las Islas Británicas eran salvajes gritones que no poseían un arte ni una literatura nativos y se pintaban de azul. Los pictos y los britones se tatuaban ciertamente, como los dacios, los tracios y los mosinos, con dibujos pictóricos. Que utilizaran el glasto con ese propósito es una prueba de una cultura avanzada, pues la extracción del tinte azul de esa planta, lo que también hacían los irlandeses antiguos, es un procedimiento químico muy complicado; el color azul tal vez los santificaba ante la diosa Ariu[51]. No quiero decir que esos recuerdos no hayan sido objeto de una redacción descuidada, piadosa o de mala fe en cada etapa de la evolución religiosa, pero por lo menos parecen ser tan dignos de confianza como los griegos correspondientes y más que los hebreos, aunque sólo sea porque la antigua Irlanda sufrió las consecuencias de las guerras menos que Grecia o Palestina. Descartar a los irlandeses y galeses como niños incoherentes constituye una gran ventaja: exime al historiador de toda obligación de agregar el goidélico y el galés antiguos a sus otros estudios.
En la civilización moderna casi el único lugar donde un erudito puede estudiar cómodamente es en una universidad. Pero en la universidad debe cuidarse mucho de no ponerse en desacuerdo con sus colegas y especialmente de no publicar teorías heterodoxas. Las opiniones ortodoxas se basan generalmente en una teoría política y moralmente conveniente, refinada en su origen por la religión olímpica, que es el don más grande que ha hecho el paganismo al cristianismo. Y no sólo al cristianismo. Hace muchos años, cuando yo era profesor de literatura inglesa en la Real Universidad Egipcia del Cairo, mi colega el profesor de literatura árabe fue lo bastante imprudente para indicar en una de sus clases que el Corán contenía algunas composiciones métricas anteriores a Mahoma. Esto era una blasfemia y una buena excusa para que sus alumnos que temían los exámenes fueran a la huelga. El rector le llamó para reprenderle y se vio ante la alternativa de perder su puesto o retractarse. Se retractó. En los departamentos especializados en La Biblia de las universidades norteamericanas sucede lo mismo con frecuencia: algún profesor incauto sugiere que tal vez la ballena no tragó realmente a Jonás y apoya su opinión con citas de eminentes autores de historia natural. Tiene que dejar su puesto al final del año universitario, si no antes. En Inglaterra la situación no es tan mala, pero lo es bastante. Sir James Frazer pudo conservar sus lindas habitaciones en el Trinity College de Cambridge hasta su muerte eludiendo cuidadosa y metódicamente el tema peligroso, como si trazara el mapa de la costa de una isla prohibida sin comprometerse con la declaración de que existía. Lo que decía sin decirlo era que la leyenda, el dogma y el ritual cristianos son el refinamiento de un gran conjunto de creencias primitivas e inclusive bárbaras y que casi lo único original del cristianismo es la personalidad de Jesús. Las recientes investigaciones que he hecho acerca de los orígenes del cristianismo, la historia de la revolución americana y la vida privada de Milton, tres temas peligrosos, me han asombrado. ¡Qué calculadamente engañosos son los libros de texto! El Perro, el Avefría y el Corzo se pusieron hace mucho tiempo al servicio de los nuevos olímpicos.
Volvamos al Dr. Macalister, quien no explica los alfabetos irlandeses de trece consonantes y supone que los druidas no poseían alfabeto alguno antes de componer el B.L.T.S.N. tomándolo del Formello-Cervetri. No echa a un lado la pregunta de por qué el nombre común de todos los alfabetos irlandeses era «Beth-Luis-Nion» —lo que significa que la serie original comenzaba en B.L.N. y no con B.L.F.—, pero hace una postulación complicada para la que no cuenta con una prueba epigráfica. Sugiere que los druidas de la Galia meridional eligieron de la lista del Formello-Cervetri las letras:
B.L.N.F.S., M.Z.R.G.NG., H.C.Q.D.T., A.E.I.O.U.
y que éste, su primer alfabeto, duró el tiempo suficiente para dar su nombre al alfabeto irlandés. También sugiere (sin prueba epigráfica) que un fonólogo inteligente ideó un alfabeto intermedio de la siguiente manera:
B.F.S.L.N., M.G.NG.Z.R., H.D.T.C.Q., A.O.U.E.I.
antes que el orden fuese fijado finalmente (al menos en Irlanda) así:
B.L.F.S.N., H.D.T.C.Q., M.G.NG.ZX., A.O.U.E.I.
más cinco «diptongos», como él llama un tanto engañosamente a las alusivas combinaciones de vocales que se refieren a las letras extrañas, los caracteres para las cuales se encontraron en cinco de las seis letras suplementarias del alfabeto Formello-Cervetri. No niega que Beth, Luis y Nion son nombres de árboles, pero sostiene que como equivalentes en clave de los nombres de las letras del Formello-Cervetri, los que, según dice, tuvieron que conservar sus formas semíticas originales tan posteriormente como el siglo V a. de C., fueron elegidos solamente porque tenían la inicial correcta, y sugiere que L, Luis, el fresno silvestre, puede haber sido también el alerce.
Esta argumentación podría llenar los requisitos si no fuera porque los druidas eran famosos por sus sotos sagrados y su culto de los árboles y porque la antigua serie de letras-árboles tenía evidentemente tanta importancia religiosa que el alfabeto B.L.F.S.N. posterior, con su mala colocación de la N, no podía hacerlo olvidar. El Dr. Macalister puede considerar «artificial» el Ogham de Árboles Beth-Luis-Nion, pero en él los árboles están colocados en un orden estacional que tiene un fuerte apoyo mitológico. En tanto que la serie original que él postula no tiene sentido alguno después de las cinco primeras letras, que se hallan en el orden aceptado. Por mi parte, no puedo creer en su postulado; el roble y el saúco no pueden cambiar de lugar; no es fácil pasar por alto el proverbio latino de que «No se puede tallar una estatua de Mercurio con todos los árboles»; y sólo en broma se recogen avellanas, Coll, y nísperos, Uath, en una mañana fría y con escarcha.
Según parece, en algún momento del siglo V a. de C. los druidas de la Galia meridional tomaron los caracteres del alfabeto Formello-Cervetri con el propósito de registrar todo lo que no estaba protegido por un tabú y los transmitieron a Britania e Irlanda. Las letras ajenas incluidas en él fueron agregadas a un alfabeto secreto ya existente, el Boibel-Loth, los nombres de las letras del cual formaban un encantamiento en honor de Hércules Canópico. Pero esto no prueba que los druidas no poseyesen un alfabeto anterior que comenzaba con B.L.N., con nombres de las letras enteramente diferentes y relacionados con el culto religioso más bárbaro que se conmemora en la canción de Amergin y conservado como reliquia en una serie de árboles tradicional formada por el abedul, el fresno silvestre, el fresno, el aliso, el sauce, etc. O que la tradición histórica, de la que el Dr. Macalister se sonríe indulgentemente, según la cual las letras eran conocidas en Irlanda muchos siglos antes de que el alfabeto Formello-Cervetri llegase a Italia, es una ficción posterior. Si podemos demostrar que el alfabeto B.L.F.S.N. era un desarrollo lógico del alfabeto de árboles B.L.N.F.S. y relacionarlo con una nueva ley religiosa, sin tener que inventar formas intermedias para las que no existen pruebas literarias, entonces todo tendrá un sentido tanto poético como prosaico. La necesidad religiosa es siempre una explicación mucho más probable de los cambios en un alfabeto que la teoría fonética, a la cual solamente el Dr. Macalister atribuye sus cambios hipotéticos en la serie del Beth-Luis-Nion: pues todas las personas honradas de todas partes se oponen naturalmente a las tentativas de los fonólogos eruditos de mejorar su ABC familiar, base de toda la instrucción y lo primero que han aprendido en la escuela.
Pero, la respuesta a nuestra pregunta, ¿no se encuentra en La batalla de los árboles? Lo que distingue al B.L.F.S.N. del B.L.N.F.S. es que la letra N, Nion, el fresno, el árbol sagrado del dios Gwydion, ha sido sacado del período estéril del año, en el que todavía no se ha desarrollado, y colocado dos meses más adelante, cuando echa hojas, en tanto que Fearn, el aliso, el árbol sagrado del dios Bran, que señala la salida del año solar de la tutela de la Noche, ha sido trasladado al lugar de Nion. El B.L.N.F.S. es el trofeo que obtiene Gwydion cuando vence a Bran. ¿Y no es extraño que unos pocos años antes que se librara en Britania la Batalla de los Árboles y fuera sometida la letra F los griegos asestaran un golpe mortal a su F, conservándola únicamente como un signo numérico del 6? Más que eso sucedió cuando cambió el orden de las letras; el fresno de Gwydion, N, ocupó el lugar de la quinta consonante, Saille, el sauce, S, consagrado naturalmente a Mercurio, o Arawn; y Gwydion se convirtió inmediatamente en un dios oracular. También Amathaon, que había sido evidentemente un dios del sauce, S, ocupó el lugar de Bran en F y se convirtió en un dios del fuego al servicio de su padre Beli, dios de la Luz. En este desplazamiento general de Bran sólo quedaba apoderarse del fresno marítimo que Gwydion había abandonado y lanzado al mar en su famoso viaje a ciento cincuenta islas; pero la navegación no era una novedad para él, pues, según la tradición conservada por Virgilio, las primeras embarcaciones lanzadas al agua eran de troncos de aliso.