Estas cosas ocurrieron y deben ser dichas. Eso es lo que siempre dice el alladjex cuando habla de las cosas pasadas. Ashan etcheran wariadith, aur skennast man eis. Así es como se dice en marbak. No creo que sepa decirlo va en sesek. Armun podría, ella siempre ha sido muy buena con otros lenguajes. En paramutano sería largo y dilatado, algo así como Harvaqtangaq netsilikaktuvuk. Aún vemos a los paramutanos todos los años, para comerciar. Los otros comercian, yo simplemente voy por el placer de estar con esa extraña y amistosa gente. Aunque no comerciamos porro con ellos, no desde la primera —y última— vez. Los brazos y piernas rotos se han curado. Pero un ojo saltado no puede volver a crecer.
Armun habla de cruzar el océano con ellos de nuevo, y yo digo: ¿por qué no? Nuestra hija, Ysel, tiene su propio cazador ahora, y ha ido con él al norte. Al menos Arnhweet todavía sigue aquí. Se ha convertido en un fuerte y hábil cazador con su propio sammad. Como muchos de los otros chicos que crecieron en esta isla, no siente la necesidad de viajar cada estación, de seguir la caza allá donde conduzca. Sé que son las mujeres quienes prefieren más esto. No desean abandonar sus campos de charadis, sus telares y sus hornos. Hablan de cómo echan a faltar la nieve y los fríos inviernos cuando el clima es muy cálido aquí, aunque esto no es más que charla. Pero muchos de los sammads originales se han marchado, otros han ocupado su lugar. Algunos tanu mueren. Ortnar, arrastrando su pierna mala, aún vive y se queja. Mas el fuerte Herilak, que sobrevivió a mil batallas, no despertó una mañana, estaba frío al lado de Merrith, muerto durante la noche. Ocurren cosas extrañas. Pero ella tiene su hijo, Terin, del que ocuparse. Crece grande y será muy parecido a su padre.
Estas cosas ocurrieron y deben ser dichas. Es bastante fácil decirlo en yilanè: lulukhesnii igikurunké, marikulugul marikakotkuru. Con un alzar de cola que yo nunca podré conseguir. Pronto deberé ir a la ciudad, a Alpèasak, hablar con ellas allí. Me pregunto si Lanèfenuu seguirá siendo la eistaa. Seguro, si aún sigue con vida. No es fácil echarla. Tengo que hablar con ella. He intentado convencer a Arnhweet, pero él dice que ya no vuelve a hablar nunca más yilanè. El marbak es lo bastante bueno para él. No lo discuto. Me pregunto si aún recuerda a su amigo Nadaske, que mató a Vaintè con su cuchillo, luego resultó muerto él, allá delante de nuestros ojos. Acostumbraba a soñar con ello, despertaba llorando en la oscuridad, lo hizo durante mucho tiempo. Creo que estoy de acuerdo con él. No hay ninguna razón ahora para que él recuerde cómo hablar yilanè. No volvió a querer llevar el cuchillo, ni siquiera después de que yo lo limpié concienzudamente. Pero ahora su hijo lo lleva en torno a su cuello, y Arnhweet lleva el mío. Padre e hijo, de la forma en que debe ser.
Echo a faltar a veces su presencia, frío contra la piel de mi pecho. Pero el brillante anillo de metal aún sigue ahí, siempre seguirá ahí. Hecho crecer en aquel lugar por Vaintè para mantenerme prisionero. Ella está muerta desde hace mucho tiempo…, pero nunca fue demasiado pronto. Es incontable el número de muertes que llegó a causar. Debo ir a Alpèasak pronto. Decirles que tienen que ser más cautelosas, reforzar sus muros, quizá trasladar sus playas del nacimiento. Los jóvenes cazadores me trajeron la cabeza para que les dijera si era la de un marag asesino. No era muy mortífera, los ojos desorbitados, la mandíbula colgando fláccida. Apenas una fargi recién salida del mar. Les dije que lo era, pero que no debían matar ninguno más de ellos. Se rieron de esto. Aún me respetan, creo, pero no me obedecen.
¿Qué fue lo que dijo Enge antes de marcharse, aquel lejano día? Que este no sería siempre un mundo yilanè. No la creí entonces. Ahora sí la creo. Parece haber más y más tanu por todas partes, más sammads de los que nunca podría contar. Muchos han abandonado esta isla. Puedo ver un tiempo, no pronto, no mañana, ciertamente no en mi vida, en el que puede que haya tantos tanu que deseen cazar en la tierra donde ahora crece Alpèasak. Que deseen cazar las hordas que hay allí. Puedo verlo ocurrir.
Me gustaría ver el valle de los sasku de nuevo, pero es un viaje muy largo. Dos cazadores fueron allí, volvieron, dijeron que todo seguía lo mismo. Probablemente siempre seguirá lo mismo, ese es el tipo de gente que son. Dijeron que Sanone había muerto, era muy viejo, pero por lo demás todo seguía igual.
Creo que visitaré Alpèasak. Les advertiré que guarden mejor sus playas, o más fargi resultarán muertas. Veo sus uruketo en la distancia a veces, así que sabrán lo que está ocurriendo en las demás ciudades del mundo yilanè. Me pregunto si sabrán algo de Enge y su nueva ciudad, lejos en el sur. Aunque ella me lo explicó, nunca pude comprender a las Hijas de la Vida. Enge y Vaintè, tan diferentes como la noche y el día. Bueno, los tanu pueden ser así, de modo que, ¿por qué no los yilanè? Es un extraño mundo este en el que vivimos.
Extraño. He oído a gente hablar del alladjex y lo llaman el viejo Fraken. Se está quedando calvo, quizá sea esto. Pero recuerdo cuando era simplemente el muchacho-sin-nombre. Las cosas cambian, supongo.
Va a llover. Lo sé. Siempre me duele la cadera cuando va a llover. Creo que saldré a cazar hoy. Aunque tenemos suficiente carne. O quizá vaya a la isla donde vivía Nadaske. Pobre, solitaria criatura. Aunque no debería decir eso. Escapó del hanale, vivió por sus medios, aprendió a cazar y pescar. Haciéndolo aprendió a matar, algo que los machos yilanè nunca hacen. Aprendió bien, su golpe fue un golpe bien dado. Nunca lo olvidaré.
Otros lo han hecho, por supuesto. Todo el mundo lo ha hecho. Yo no. Ermanpadar nunca tuvo un tharm más valiente en su cinturón de estrellas. Aunque supongo que los yilanè no tienen tharms. Tampoco lo sabría aunque los tuvieran.
Nací tanu, viví yilanè, y vuelvo a ser tanu de nuevo.
O ambas cosas, en realidad. No me importa. Aunque siento una extraña soledad a veces. Tengo a Armun, así que no es ese tipo de soledad.
Debo ir a Alpèasak y hablar con la eistaa y las otras de allí. Hubiera debido hacerlo hace años. Así que quizá ya sea demasiado tarde. Tengo miedo de que así sea. Demasiado tarde.
De todas formas, estas cosas ocurrieron y deben ser dichas.
La historia ha terminado ahora.