La fargi estaba ansiosa por entregar su mensaje —¡un mensaje a la eistaa en persona!—, pero en su ansiedad había corrido demasiado al calor del día. Cuando alcanzó el ambesed jadeaba tanto y respiraba tan afanosamente que le era imposible hablar. En una agonía de indecisión, se inclinó hacía delante al sol, luego cayó hacia atrás a la fresca sombra. ¿Había alguna piscina de agua cerca? En su confuso estado no podía recordarlo. Ninguna de las fargi cercanas prestaba la menor atención a sus agitados dedos y al juego de colores que cruzaba las palmas de sus manos. Eran egoístas, sólo pensaban en sí mismas, nunca ayudaban a otra fargi. Se sintió furiosa, ignorando el hecho de que ella habría hecho exactamente lo mismo en una situación similar. Desesperada, miró a los corredores adyacentes, y finalmente halló una fruta de beber. Sorbió la fría agua de su interior, luego estrujó el resto de su contenido sobre sus brazos y cuerpo. Finalmente su respiración se calmó y pudo hacer un intento de hablar.
—Eistaa…, te traigo un mensaje…
Ronco pero comprensible. Caminando lentamente ahora, manteniéndose en la sombra, rodeó el ambesed, abriéndose camino por entre las apiñadas fargi hasta el espacio vacío delante de la eistaa. Una vez allí, envaró su cuerpo en la posición de expectante atención, de la más baja a la más alta.
Fue Vanalpè quien se dio cuenta de su presencia tras algún tiempo, y llamó la atención de Vaintè hacía la silenciosa figura.
—Habla —ordenó Vaintè.
La fargi se estremeció con aprensión, y tuvo que obligarse a sí misma a pronunciar las cuidadosamente memorizadas palabras.
—Eistaa, traigo un mensaje. El mensaje es de aquella que alimenta a la rapaz. El ave ha regresado.
—¡Regresado! —Vaintè se sintió complacida, y la fargi se estremeció de alegría, creyendo en su simplicidad que el placer iba dirigido a ella. Vaintè llamó a otra fargi con un rápido movimiento—. Busca a Stallan. Tiene que presentarse ante mí en seguida —se volvió de nuevo a la fargi que había traído el mensaje—. Tú. Regresa a las que están con el ave. Quédate con ellas hasta que las imágenes estén listas para que yo pueda verlas; entonces ven a informarme. Repite.
—Regreso a aquellas con el ave. Me quedo. Regreso a la eistaa cuando estén listas las…
—Imágenes, vistas, paisajes —dijo Vaintè de tres formas diferentes, para que la estúpida criatura pudiera comprender—. Repite, akavil.
Akavil, disgusto-en-el-habla. Las fargi que escuchaban se susurraron la terrible expresión las unas a las otras y sintieron miedo, apartándose de la mensajera cuando se fue como si temieran alguna contaminación.
—Vanalpè, ¿cuánto tiempo necesita el proceso? —preguntó Vaintè.
—En principio, la información se halla disponible ahora. El almacén de memoria de la hilera de ganglios del ave habrá sido transferido a una banco de memoria más amplio. Yo misma he realizado el proceso cuando he grabado esquemas de crecimiento. Las primeras y las últimas imágenes pueden verse de inmediato…, pero examinar la información que se halla almacenada entre ellas toma un poco más tiempo.
—Lo que dices no está muy claro.
—Soy estúpida en mis explicaciones, eistaa. El ave ha estado fuera muchos días. Durante todo este tiempo, noche y día, ha sido memorizada una imagen cada pocos momentos. La memoria de la criatura puede recibir instrucciones de eliminar todas las imágenes negras de la noche, pero aún quedan otras en número quizá incontable. Luego cada imagen debe ser trasladada a la pantalla de cristal líquido, para ser ignorada o registrada. Eso tomará días, muchos días.
—Entonces seremos pacientes y aguardaremos. —Alzó la vista y vio la fornida figura llena de cicatrices de Stallan acercándose; le hizo signo de que avanzara.
—El ave ha regresado. Pronto sabremos si los ustuzou han sido localizados. ¿Estamos preparadas para organizar un ataque?
—Lo estamos. Las fargi disparan ahora bien, los hesotsan están bien alimentados. Han sido plantados más arbustos de dardos y se han recolectado muchos dardos. Los botes han criado, y algunos de los jóvenes ya se han desarrollado lo suficiente como para entrar en servicio.
—Entonces prepáralos. Carga comida y agua, luego espérame. Tú, Vanalpè, tu experiencia con las imágenes puede ser muy útil ahora. Ve inmediatamente a ayudar a las que realizan ese trabajo.
Durante el resto de aquel día, y durante todo el siguiente, Vaintè siguió ocupándose de la ciudad y apartó de su mente todo pensamiento hacia los ustuzou. Pero en cada momento que se relajaba y no había nadie cerca con quien hablar, el recuerdo regresaba al instante. ¿Habían sido hallados los ustuzou? Si habían sido hallados debían ser muertos, perseguidos y destruidos. Sus aletas respiratorias blanqueaban con la rabia cuando pensaba en los ustuzou. Cuando sentía así no hallaba ningún placer en la comida, y su talante se volvía tan furioso que una aterrada fargi murió tras su salvajemente seca despedida. Fue una buena cosa para el bienestar de la ciudad que al tercer día la noticia llegara finalmente a Vaintè.
—Las imágenes están listas, eistaa —dijo la fargi, y un estremecimiento de alivio recorrió a todas las que oyeron aquello. Cuando Vaintè abandonó el ambesed, incluso Kerrick se unió al nutrido grupo de seguidores que se arracimó tras ella, todas ansiosas por descubrir lo que había ocurrido.
—Han sido localizados —dijo Vanalpè—. En estos momentos está siendo procesada una gran imagen, y en seguida estará lista. La hoja de celulosa estaba saliendo lentamente del orificio de un animal. Vanalpè la acabó de extraer con un húmedo chasqueo de su lengua y Vaintè la tomó, aún húmeda y caliente
—Han sido localizados, sí —dijo, y la imagen tembló en sus dedos ante el placer en sus movimientos—. ¿Dónde está Stallan?
—Aquí, eistaa —dijo Stallan, dejando a un lado las imágenes que había estado examinando.
—¿Sabes dónde está ese lugar?
—Todavía no. —Stallan señaló al centro de la imagen—. Pero es suficiente saber que este río pasa por el centro del lugar. Atacamos por agua. En estos momentos estoy siguiendo su curso, es una corriente que conozco, y su primera parte se halla ya señalada en mis mapas. Con las imágenes lo seguiré hasta que alcance este lugar. Observa, es su guarida. Los refugios de piel, los grandes animales, todo como antes.
—Y serán destruidos como fueron destruidos antes. —Hizo un signo a Kerrick para que atendiera, luego golpeó la imagen con su pulgar—. ¿Sabes qué es esto?
Los esquemas en blanco y negro no significaban nada para él; nunca antes había visto una foto. Tomó la hoja y la giró en distintas direcciones, incluso miró la parte de atrás antes de que Vaintè se la arrancara de las manos.
—Estás poniéndote difícil —dijo Vaintè—. Has visto esas criaturas y esas estructuras antes.
—Con todo mi respeto, eistaa —dijo Vanalpè, interrumpiendo humildemente y casi disculpándose—. Pero las fargi son así también. Hasta que han sido entrenadas en ver las imágenes, todo lo que ven les resulta incomprensible.
—Comprendido. —Vaintè arrojó la imagen a un lado. Terminad los preparativos. Partiremos tan pronto haya sido identificado el emplazamiento. Tú, Kerrick, vendrás con nosotras.
—Gracias, eistaa. Me complace ayudar. Kerrick era sincero al respecto. No tenía idea de adónde iban o de qué iban a hacer. Pero anticipaba la novedad del viaje en los botes. Su entusiasmo se esfumó rápidamente. Partieron al amanecer, navegaron hasta el anochecer y luego durmieron en la orilla. Aquello prosiguió día tras día hasta que empezó a envidiar a las yilanè su habilidad de sumirse en un estado casi cataléptico. En vez de ello contempló la orilla e intentó imaginar qué había detrás del muro de árboles al otro lado de las playas.
Se produjeron cambios en la línea de la costa a medida que avanzaban lentamente hacía el norte. La jungla dejó paso al bosque luego a las marismas, luego a la maleza baja. Cruzaron la desembocadura de un gran río pero siguieron adelante. Sólo cuando entraron en una gran bahía se produjo un cambio en su ruta hacía el norte. Vaintè y Stallan, en el bote de cabeza, alteraron el rumbo y se dirigieron hacía la parte superior de la bahía. Aquello era algo nuevo, y las soñolientas fargi se agitaron a la vida. Cuando estuvieron cerca de las cañas que orlaban la orilla, su paso asustó a los pájaros que se alimentaban allí, haciéndoles alzar el vuelo en grandes bandadas que oscurecieron el cielo; el sonido de sus gritos era ensordecedor. Cuando las marismas dieron paso de nuevo a la playa, Vaintè hizo seña de que desembarcaran… pese a que el sol estaba sólo a medio camino de su descenso en el cielo.
Como las demás Kerrick se acercó para oír lo que se había decidido. Stallan estaba tocando una de las imágenes.
—Estamos aquí…, y los ustuzou están ahí, a la orilla del río. Si nos acercamos más hoy podemos ser vistas. Será más juicioso aligerar los botes aquí, dejar toda el agua y la comida en la playa. De esta forma estaremos preparadas para atacar a la primera luz.
Vaintè asintió.
—Atacaremos desde el agua, con un movimiento de ola rompiente, pues esta vez no podemos sorprenderles desde atrás. Los quiero a todos muertos excepto los pocos que Stallan ha dado instrucciones de que sean cogidos prisioneros. ¿Ha quedado comprendido? Repetid.
Las jefas de grupo repitieron las instrucciones, mientras las fargi se esforzaban en comprender. La operación se repitió una y otra vez, hasta que incluso las más estúpidas supieron lo que tenían que hacer. Kerrick se alejó, aburrido, pero regresó rápidamente cuando Vaintè le hizo una seña.
—Tú permanecerás aquí con las provisiones y aguardarás nuestro regreso. No quiero que te maten por error durante la lucha. Tu trabajo vendrá luego. Se dio la vuelta antes de que Kerrick pudiera responder. Él no deseaba ver ninguna muerte, ni siquiera de ustuzou, así que le alegró su decisión.
Al amanecer estaban de pie y en los botes. Kerrick se sentó en la orilla mientras todas embarcaban, luego observó su silenciosa partida mientras se alejaban en la bruma matutina. Inlènu*‹ también observó, con una aparente falta de interés, aunque abrió uno de los contenedores de carne tan pronto como hubieron desaparecido de la vista.
—Eres una repugnante glotona —dijo Kerrick—. Te pondrás gorda.
—Comer es bueno —dijo Inlènu*‹—. Come tú también.
A Kerrick no le gustaba la carne conservada en las vejigas; siempre tenía sabor a moho. Pero mordisqueó un poco y bebió un poco de agua. Sabiendo que no había ninguna manera de hacer moverse a Inlènu*‹ hasta que se hubiera hartado comiendo. La contempló de cerca y se dio cuenta de que lo que había dicho era cierto; se estaba poniendo gorda, todo su cuerpo estaba recubierto de una capa blanda que redondeaba los duros contornos de sus sólidos músculos.
Aunque estaba acostumbrado a la presencia constante de otros, se dio cuenta de que aún podía disfrutar de la libertad de estar a solas. Inlènu*‹ no contaba. Cuando los botes hubieron desaparecido el silencio descendió sobre ellos. Había sonidos, el rumor de la brisa en la alta hierba, las olas lamiendo la orilla. Pero no había voces, nada de la constante cháchara del ambesed.
Kerrick abrió camino mientras avanzaban lentamente a lo largo de la limpia arena, luego entre montecillos de hierba, sorprendiendo algunos pájaros que se alejaron aleteando casi de debajo de sus pies. Siguieron caminando hasta que Inlènu*‹ se quejó y tuvo que ordenarle que guardara silencio. La marea estaba retrocediendo cuando llegaron a la cresta de alta roca negra. Las algas colgaban de ella a racimos, y justo encima del agua había enormes cantidades de oscuros moluscos aferrados a las grietas.
—Buenos para comer —dijo Inlènu*‹, haciendo chasquear fuertemente sus mandíbulas. Metida en el mar hasta las rodillas, intentó arrancar algunos, pero estaban firmemente agarrados a la roca. No protestó cuando Kerrick la condujo a la orilla y halló una roca del tamaño de un puño. La usó para arrancar algunos, e Inlènu*‹ los cogió y se los metió en la boca y los quebró con sus inmensas mandíbulas. Escupió los fragmentos de cáscara al océano y tragó feliz la dulce carne del interior. Kerrick recogió algunos para él y utilizó el cuchillo de metal que colgaba de su cuello para abrirlos. Siguieron comiendo hasta que ya no pudieron más.
Fue un día placentero, el mejor que podía recordar. Pero Kerrick deseaba estar allí cuando regresaran las otras, de modo que volvieron al lugar de desembarco a primera hora de la tarde. Tuvieron que aguardar mucho. Anochecía casi cuando regresaron los botes.
Vaintè fue la primera en saltar a la orilla. Cruzó la playa a largas zancadas hacía las provisiones, dejó caer su arma en la arena y abrió desgarrándola una vejiga de carne. Mientras mordía un gran pedazo, vio la mirada inquisitiva de Kerrick. Masticó y tragó ávidamente antes de hablar.
—Ninguno escapó. Los asesinos han sido eliminados. Lucharon duramente y perdimos algunas fargi, pero el mundo tiene muchas fargi. Hicimos lo que vinimos a hacer. Ahora te toca a ti cumplir con tu deber.
Gritó una orden, y dos fargi tomaron un bulto fuertemente envuelto de uno de los botes y lo arrastraron a la orilla. Al principio Kerrick pensó que se trataba de un manojo de pieles. Luego el bulto se movió.
Cuando las fargi lo dejaron caer sobre la arena, las pieles se abrieron, y Kerrick contempló un rostro barbudo. La sangre se había secado en el pelo de la criatura; sus ojos estaban desorbitados por el terror. Abrió su boca al ver a Kerrick, y unos extraños sonidos roncos brotaron de ella.
—El ustuzou habla —dijo Vaintè—. O hace lo que esas sucias criaturas consideran que es hablar. ¿Qué está diciendo, Kerrick? Te ordeno que escuches y me digas lo que dice.
No hubo ningún pensamiento de desobediencia. Cuando la eistaa hablaba, uno siempre hacía lo que ella decía. Pero Kerrick no pudo obedecer, y se agitó lleno de miedo.
No podía comprender los sonidos. No significaban nada para él, nada en absoluto.