La toma casi simultánea de Cavite vieja, Noveleta, Malabón y el Rosario fue, como había previsto el general Polavieja, un golpe mortal para la insurrección, del que no pudo ya recobrarse.
La campaña no fue ya para los españoles, después de esos combates, sino una continuada victoria seguida de numerosas sumisiones.
El 10 de abril fue también tomada por asalto Santa Cruz y derrotadas las partidas insurrectas de Pamplona y una vez más las de Bulacán.
A mediados de aquel mes estaba dominada la insurrección en todas las provincias meridionales, y el victorioso general regresaba a España, encargando de la prosecución de las operaciones contra los restos de las partidas al vencedor de Salitrán, mientras llegaba el general Primo de Rivera.
Una tentativa de insurrección entre los deportados a Joló, isla perteneciente al grupo de Solú, fue rápidamente sofocada, y en mayo las tropas españolas mandadas por los generales Primo de Rivera y Sucre tomaban Niaio, defendida encarnizadamente por Aguinaldo, y después Ha-lang, Amadeo y Quintana, haciendo prisionero al jefe insurrecto Andrés Bonifacio, y, por último, Marangondón.
El junio, el general Jaramillo tomaba Talisay, mientras otra columna española hacía prisioneros a tres mil insurrectos fugitivos de esa ciudad. Hacia mediados del mismo mes se iniciaron las operaciones militares en el centro de la isla de Luzón con la derrota de las últimas partidas insurrectas. En julio podía considerarse la insurrección como completamente vencida, después de nueve meses de sangrientos combates y de la sumisión de la familia de Aguinaldo y cinco mil setecientos insurrectos.