Por el camino de Tachepure, cerca de una inmensa roca llamada «silueta trágica», me encontré a tres tipos curiosos. Con ellos llegué a Caramago y allí, en la plaza de Atenas, estuvimos jugando a las cartas. Sus nombres eran Gad, Juan y Luigi. Los recordaría entre un millón de hombres y dentro de un millón de años.