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La mañana siguiente (4 de octubre de 2051) Jeremías estableció su residencia temporal en la terraza de un elegante hotel situado en las afueras del Barrio Antiguo. Promulgó la amnistía general para todos los ciudadanos y soldados israelíes que se habían opuesto a él.

Moore, que había pasado el resto de la noche intentando asimilar lo que había averiguado, hizo dos llamadas telefónicas al rabino Milton Greene, compró un ejemplar del Talmud y se esfumó.

El 5 de octubre Jeremías impartió la orden de matar a Moore si intentaba salir de la ciudad.

Moore continuó escondido.

El 6 de octubre Jeremías hizo una visita al primer ministro, Weitzel, y estuvo con él en una reunión a puerta cerrada del gobierno y en una sesión de urgencia del Knesset.

Moore siguió oculto, y a la espera.

El 7 de octubre Jeremías convocó una conferencia de prensa y anunció la supresión del Knesset.

Moore continuó escondido, y a la espera.

El 8 de octubre Jeremías hizo venir a doscientos oficiales de su ejército que se hallaban en los llanos y montañas próximos a la ciudad y los puso al mando de las fuerzas armadas israelíes. El resto de sus partidarios recibió órdenes de volver a sus países de origen y aguardar nuevas instrucciones de su Mesías.

Moore siguió oculto, y a la espera.

El 9 de octubre apareció Moira Rallings. Pálida como siempre, permaneció al lado de Jeremías mientras éste emprendía la tarea de consolidar las diversas administraciones del gobierno a fin de que respondieran a sus necesidades con la máxima rapidez.

Moore continuó escondido, y a la espera.

El 10 de octubre Jeremías convocó otra conferencia de prensa y anunció que pretendía hacer de Moira su Reina. Ella mostró tanta sorpresa como los periodistas, pero no puso reparos.

Moore siguió oculto, y a la espera.

El 11 de octubre Jeremías ejecutó a siete mil israelíes de ambos sexos que todavía se oponían a él y presentó un ultimátum a Siria, Jordania, Líbano y Egipto: o aceptaban su divinidad y su autoridad, o sufrirían las consecuencias.

Moore continuó escondido, y a la espera.

El 12 de octubre Jeremías presentó el mismo ultimátum al resto de naciones del Oriente Medio, y sugirió que los disidentes obrarían bien leyendo a los profetas del Viejo Testamento.

Moore siguió oculto, y a la espera.

El 13 de octubre (que rehuyó la pulcritud histórica al ser miércoles y no martes) Jeremías presidió su propia coronación en la ceremonia que otorgó sanción oficial al hecho ya reconocido de que Israel había cruzado la línea que separa la democracia de la monarquía.

Y Moore continuó a la espera mientras todo ello ocurría.