21

En Los Ángeles, Elsa, colgó el teléfono y cogió las llaves del apartamento, la correa de Spidercan y salió a la calle. Fue hasta un parque y sonrió al ver correr al can a sus anchas. Miró su móvil. Ninguna llamada perdida de Javier. Con una gran sonrisa en los labios se sentó en un banco del parque y pensó en él. Desde que había aparecido en su vida, todo le parecía más bonito y estaba más contenta.

Javier era encantador, además de que la cuidaba y la mimaba. Él quería hacerle la vida más fácil y nunca se quejaba por nada. «Demasiado bonito para que dure», pensó Elsa.

Tras aquel pensamiento fugaz, frunció el cejo y se regañó a sí misma. ¿Por qué se empeñaba en buscar fallos donde no los había? ¿Qué más podía pedir? Tras llamar a Spidercan con un silbido, le cogió con la correa y se fue para casa.

En ese momento, en el restaurante que había frente al hospital donde trabajaba Javier, éste hablaba con su ex. Parecía enfadado.

—Belén, fuiste tú quien decidió dejarme. Y ahora no quiero que me llames ni me persigas. Lo nuestro se acabó. Así lo decidiste.

Pero aquella mujer latina, bonita, castaña, de largas piernas y ojos de gata, se negaba a aceptar lo que él afirmaba.

—Cariño —dijo mientras se acercaba a él—, dame una última oportunidad.

Javier gritó con desesperación, atrayendo las miradas de la gente que allí había.

—¡Por Dios, escúchame! —exclamó separándose de ella—. No habrá más oportunidades. Lo nuestro se acabó. Olvídate de mí y déjame vivir en paz.

Dicho aquello, Javier pagó la cuenta y se marchó sin siquiera mirarla. Necesitaba respirar. Se sentía agobiado. Necesitaba contarle aquella intromisión de Belén a Elsa, aunque no sabía cómo. Belén, enfadada por aquel desplante, le contempló alejarse. No pensaba claudicar, por lo que su mente comenzó a planear su siguiente ataque. Horas después un Javier más tranquilo, ya en el hospital, decidió no comentar nada a Elsa. Belén era historia. Era algo archivado y olvidado.

El miércoles Tony y Elsa viajaron hasta Phoenix. Allí se celebraba la boda de Lahita y Kamal. Con su preciado cuaderno en las manos, Elsa dijo en el hotel mientras cenaba un sándwich de pollo:

—Veamos, a las cinco se reunirán todas las mujeres para celebrar el Sangeet en la casa de Lahita.

—¿El Sangeet es el momento en que las mujeres le cantan canciones a la novia para fastidiarla? —preguntó Tony divertido.

—Sí —sonrió ella—. Mientras yo estoy con Lahita tú irás al Bratma del novio, y no pienso aceptar un no como respuesta.

Tony arrugó la nariz y asintió. El Bratma era una celebración con los familiares del novio en la que a éste se le manchaba con una pasta pegajosa. Luego todos bailaban alrededor de él hasta que el novio también lo hacía.

—Recuerda —añadió Elsa—. A las nueve y media tenemos reservadas en Scortes veinte mesas para cenar.

—Qué fastuosas son estas bodas a veces, ¿verdad?

Elsa asintió. Tras beber de su vaso de Coca-Cola añadió:

—Para los hindúes el matrimonio es una gran fiesta. Por eso suelen ser bodas vistosas y ricas. La unión de dos personas representa la samskara, la confianza sagrada. Ellos creen en el absoluto poder del Dios Brahman y…

Con cara de guasa, Tony la interrumpió:

—Uff… reina, ¡déjalo! Yo si me salgo de Buda o Dios no me entero. Me voy a dormir.

Al día siguiente, Tony y Elsa se levantaron muy temprano. Tenían que ocuparse de multitud de preparativos para la boda, que iba a durar dos días. Cuando Elsa llegó a casa de Lahita, lo primero que hizo fue preocuparse de que se encendieran todas las luces, incluso unos farolillos que había en la entrada. Aquello era una tradición e indicaba que se iba a celebrar una boda. Elsa y Tony se ocuparon de que tanto el Sangeet como el Bratma fueran un éxito. Luego, a las nueve y media de la noche, los novios celebrarían una fiesta occidental con unos amigos. Cuando concluyeron los preparativos, regresaron a su hotel y cayeron destrozados.

La mañana de la boda empezaron a trabajar muy temprano. A primera hora llegó Nirmal, la abuela de Lahita, con unas primas y le regalaron unos brazaletes de marfil para darle suerte en su matrimonio, además de alguna que otra joya. A las diez llegó Nika, que comenzó a preparar polvo de henna, té, aceites y jugo de limón. La henna la utilizaría para pintar las manos y los pies de la novia. Nirmal, la abuela, le explicó a Elsa que según la leyenda, cuanto más oscura se ponía aquella mezcla en las manos y pies, más te querría tu futuro esposo. Sin tiempo que perder, comenzaron a peinar el pelo castaño de Lahita y a pintarle el tan conocido lunar rojo entre los ojos, signo de que se casaba. El sari que Elsa consiguió para la novia dejó boquiabiertos a todos. Era de color rojo intenso con finos bordados, a juego con un velo igualmente rojo que le cubría la cara. Las mujeres comenzaron a enjoyar a la novia para que tuviera la imagen de la diosa de la abundancia. A las cuatro llegó el caballo blanco que habían buscado para la ocasión. Un feliz novio se montó junto a un sobrino, como mandaba la tradición. Luego le cubrieron la cabeza con una especie de gorro, para que no viera nada. A partir de ese momento, comenzó una peregrinación desde la casa de Kamal hasta la de Lahita.

Cuando empezó la ceremonia, la novia esperaba con los ojos mirando al suelo y no los levantó hasta que ambos estuvieron sentados. Una vez en el pequeño altar que Elsa había mandado construir en una enorme habitación, Lahita y Kamal se intercambiaron flores y se ataron unos amuletos en las manos. Baúl, un amigo del novio, encendió un pequeño fuego que ardería junto a los novios durante la ceremonia. Concluidas las canciones y oraciones, Elsa avisó a Brenda y Moushe, primas de la novia, para que unieran con un gran lazo a los novios. Tras aquello, Lahita y Kamal dieron siete vueltas alrededor del fuego ceremonial para simbolizar que juntos resolverían los problemas. Tras recitar unos textos sagrados, Kamal aplicó un polvo rojizo sobre el cabello de Lahita. Eso indicaba a todo el mundo que ya era su mujer. Al bajar del altar les cubrió una inmensa lluvia de arroz. La fiesta se celebró en unos salones cercanos y hubo diversión hasta bien entrada la noche. Elsa, mientras bailaba con Kamal, vio la felicidad en los ojos de la abuela de Lahita. Aquello le hizo pensar en Javier. En ese momento, decidió asistir al Pow Pow. Conocería a Sanuye.