12

Elena comprobó los bordes de los cortinajes de la habitación en busca de indicios del amanecer. Bonnie estaba enroscada, dormitando en un sillón junto a la ventana. Elena y Meredith habían estado despiertas toda la noche, y en aquellos momentos estaban rodeadas de hojas impresas desperdigadas, periódicos e imágenes procedentes de Internet.

—Ya se ha extendido más allá de Fell's Church —explicó Meredith, señalando un artículo de uno de los periódicos—. No sé si está siguiendo líneas de energía, o lo controla Shinichi…, o si simplemente se mueve por sí mismo, como cualquier parásito.

—¿Has logrado hablar con Alaric antes?

Meredith echó una ojeada a la figura dormida de Bonnie, y habló en voz muy baja.

—Esa es la buena noticia. Por fin lo he conseguido. Llegará a Fell's Church pronto… Tan sólo tiene que hacer primero una parada más.

Elena inhaló con fuerza.

—¿Una parada más que es más importante que lo que está sucediendo en casa?

—Es por eso que no le hablé a Bonnie sobre su llegada. Ni tampoco a Matt. Sabía que no lo comprenderían. Pero… te dejaré adivinar la clase de leyendas que está investigando en el Lejano Oriente.

Meredith clavó los oscuros ojos en los de Elena.

—No… Es eso, ¿verdad? ¿Los kitsune?

—Sí, y se dirige a un lugar muy antiguo donde se supone que destruyeron la ciudad; del mismo modo que Fell's Church está siendo destruida. No vive nadie allí ahora. Ese nombre… Unmei no Shima… significa la Isla de la Fatalidad. A lo mejor encontrará algo importante sobre espíritus zorro. Lleva a cabo una especie de estudio multicultural independiente con Sabrina Dell. Tiene la edad de Alaric, pero ya es una antropóloga forense famosa.

—¿Y no estás celosa? —preguntó Elena con cierto embarazo.

Era difícil hablar sobre cuestiones personales con Meredith. Hacerle preguntas siempre hacía sentir a Elena como si husmeara.

—Bueno —Meredith echó la cabeza atrás—, no es como si tuviésemos un compromiso formal.

—Pero tú nunca hablas de todo esto con nadie.

Meredith bajó la cabeza y dirigió una veloz mirada a Elena.

—Lo estoy haciendo ahora —dijo.

Por un momento, permanecieron sentadas en silencio. Luego Elena comentó en voz baja:

—El Shi no Shi, los kitsune, Isobel Saitou, Alaric y su Isla de la Fatalidad… puede que no tengan nada que ver lo uno con lo otro. Pero si lo tienen, descubriré qué es.

—Y yo te ayudaré —replicó Meredith con sencillez—. Pero había pensado que después de graduarme…

Elena no pudo soportarlo más.

—Meredith, te lo prometo, en cuanto traigamos a Stefan de vuelta y la ciudad se haya calmado, conseguiremos que Alaric se defina con planes de la A hasta la Z —dijo, y se inclinó al frente y besó la mejilla de Meredith—. Esto es un juramento de la hermandad del velocirraptor, ¿de acuerdo?

Meredith pestañeó dos veces, tragó saliva una y susurró:

—De acuerdo. —Luego, súbitamente, volvió a ser la eficiente muchacha de siempre—. Gracias —dijo—. Pero limpiar la ciudad podría no ser una tarea tan fácil. Allí reina ya el caos generalizado.

—¿Y Matt quería estar en el centro de todo ello? ¿Solo? —preguntó Elena.

—Como os dijimos, él y la señora Flowers forman un buen equipo —repuso Meredith en voz baja—. Es su elección.

—Bueno —dijo Elena con sequedad—, puede que resulte ser quien salga mejor parado al final, después de todo.

Regresaron a los papeles desperdigados. Meredith tomó varias imágenes de kitsune custodiando santuarios en Japón.

—Aquí pone que por lo general se les representa con una «joya» o «llave». —Alzó una fotografía de un kitsune que sujetaba una llave en la boca en la entrada principal del Santuario Fushimi.

—¡Aja! —dijo Elena—. Parece como si la llave tuviese dos alas, ¿verdad?

—Exactamente lo que Bonnie y yo pensamos. Y las «joyas»… bueno, mira con atención.

Al hacerlo, a Elena se le revolvió el estómago. Sí, eran como las esferas «bola de nieve» que Shinichi había usado para crear trampas irrompibles en el Bosque Viejo.

—Averiguamos que se llaman hoshi no tama -dijo Meredith—. Y eso se traduce como «bolas estrella». Cada kitsune introduce una muestra de su poder en una, junto con otras cosas, y destruir la bola es uno de los pocos modos de matarlos. Si encuentras la bola estrella de un kitsune, puedes controlarlo. Eso es lo que Bonnie y yo queremos hacer.

—Pero ¿cómo encontrarla? —preguntó Elena, entusiasmada ante la idea de controlar a Shinichi y a Misao.

Sa… -respondió Meredith, pronunciando la palabra «sah» como un suspiro; luego ofreció una de sus raras sonrisas radiantes—. En japonés, eso significa: «Me gustaría saberlo; ¡hum!; no quisiera hacer comentarios; ¡caramba!, ¡recórcholis!, realmente no podría decirlo». Nos iría bien una palabra como ésa en nuestro idioma.

Muy a su pesar, Elena lanzó una risita divertida.

—Pero, a la vez, otras historias dicen que a los kitsune se les puede matar mediante el Pecado del Arrepentimiento o con armas benditas. No sé lo que es el Pecado del Arrepentimiento, pero… —Revolvió en su equipaje, y sacó un revólver anticuado pero que parecía estar en perfectas condiciones.

—¡Meredith!

—Era de mi abuelo… Forma parte de una pareja. Matt tiene el otro. Están cargados con balas bendecidas por un sacerdote.

—¿Qué sacerdote bendeciría balas, por el amor de Dios? —exigió Elena.

La sonrisa de Meredith se tornó sombría.

—Uno que ha visto lo que está sucediendo en Fell's Church. ¿Recuerdas cómo Caroline consiguió que Isobel quedase poseída, y lo que Isobel se hizo?

Elena asintió.

—Lo recuerdo —respondió con tirantez.

—Bien, ¿recuerdas que te contamos que Obaasan, la abuela Saitou, había sido una doncella de un santuario? Eso significa que fue una sacerdotisa japonesa. Ella fue quien bendijo las balas para nosotros, ya lo creo, y específicamente para matar kitsune. Deberías haber visto lo espeluznante que fue el ritual. Bonnie casi se vuelve a desmayar.

—¿Sabes qué tal está Isobel ahora?

Meredith sacudió la cabeza lentamente.

—Mejor, pero… no creo que sepa siquiera lo de Jim aún. Eso va a ser muy duro para ella.

Elena intentó reprimir un escalofrío. A Isobel no le aguardaba más que la tragedia cuando se recuperara. Jim Bryce, su novio, había pasado únicamente una noche con Caroline, pero ahora padecía la enfermedad de Lesch-Nyse…, o eso decían los médicos. Aquella misma noche terrible en que Isobel se había hecho perforaciones por todas partes y se había cortado la lengua para que fuese bífida, Jim, un apuesto jugador estrella de baloncesto, se había comido los dedos y los labios. En opinión de Elena, ambos estaban poseídos y sus lesiones se añadían a la lista de razones por las que había que detener a los gemelos kitsune.

—Lo conseguiremos —dijo en voz alta, reparando por primera vez en que Meredith le tenía cogida la mano como si Elena fuese Bonnie, y apañándoselas para dedicar a su amiga una sonrisa tenue pero decidida—. Liberaremos a Stefan y detendremos a Shinichi y a Misao. Tenemos que hacerlo.

Esta vez fue Meredith quien asintió.

—Hay más —dijo ésta por fin—. ¿Quieres oírlo?

—Necesito saberlo todo.

—Bien, cada una de las fuentes que he comprobado coincide en que los kitsune poseen a chicas y luego conducen a los chicos a la destrucción. La clase de destrucción depende de dónde mires. Puede ser tan simple como aparecer en forma de fuego fatuo y conducirte al interior de una ciénaga o hacerte caer por un precipicio, o algo tan complicado como cambiar de aspecto.

—Ah, sí —repuso Elena con voz tirante—. Lo sabía eso por lo que os sucedió a ti y a Bonnie. Pueden ser idénticos a cualquiera.

—Sí, pero siempre con un pequeño fallo que, siendo lo bastante listo, se puede detectar. Jamás realizan una réplica perfecta. Pero pueden tener hasta nueve colas, y cuantas más colas tienen, mejores son en todo.

—¿Nueve? Genial. Ni siquiera hemos visto nunca a uno de nueve colas.

—Bueno, puede que aún lo veamos. Se supone que son capaces de cruzar sin trabas de un mundo a otro. Ah, sí. Y están a cargo específicamente del Portal «Kimon» entre dimensiones. ¿Quieres saber qué significa?

Elena la miró fijamente.

—¡Oh, no!

—¡Oh, sí!

—¿Por qué tendría Damon que conducirnos a través de todo el país, simplemente para hacernos entrar por un Portal del Demonio que tienen a su cargo espíritus zorro?

Sa… Pero cuando Matt nos contó que os dirigíais a algún lugar cerca de Sedona, eso nos decidió a Bonnie y a mí.

—Fabuloso. —Elena se pasó las manos por los cabellos y suspiró—. ¿Alguna cosa más? —preguntó, sintiéndose como una goma elástica que han tensado al máximo.

—Tan sólo esto, que realmente es el no va más después de todo por lo que hemos pasado. Algunos de ellos son buenos. Me refiero a los kitsune.

—«Algunos de ellos son buenos»… ¿Buenos en qué? ¿Buenos luchadores? ¿Buenos asesinos? ¿Buenos embusteros?

—No, de verdad, Elena. Se dice que algunos de ellos son como dioses o diosas que en cierto modo te ponen a prueba, y si la superas, te recompensan.

—¿Crees que encontraremos a uno así?

—En realidad no.

Elena dejó caer la cabeza en la mesita de centro donde estaban desperdigados los papeles impresos de Meredith.

—Meredith, en serio, ¿cómo vamos a ocuparnos de ellos cuando crucemos ese Portal del Demonio? Mi Poder tiene la misma fiabilidad que una batería descargada. Y no están sólo los kitsune; están todos los distintos demonios y vampiros… ¡Antiguos, también! ¿Qué vamos a hacer?

Alzó la cabeza y miró intensamente a su amiga a los ojos; aquellos ojos oscuros que nunca había podido clasificar como de este color o de aquél.

Ante su sorpresa, Meredith en lugar de mostrarse solemne, se bebió los restos de una cola baja en calorías y sonrió.

—¿No tenemos un plan A todavía?

—Bueno…, quizá sólo una idea. Nada definitivo aún. ¿Qué tienes tú?

—Unas pocas ideas que podrían ser aptas para planes B y C. Por lo tanto, lo que vamos a hacer es lo que siempre hacemos: hacerlo lo mejor posible y volcarnos en ello y cometer errores hasta que tú hagas algo brillante y nos salves a todos.

—Merry…

Meredith pestañeó, y Elena supo por qué: no había usado aquel diminutivo desde hacía más años de los que era capaz de recordar. A ninguna de las tres muchachas les gustaban los apodos ni los utilizaban. Elena siguió hablando muy seria, reteniendo la mirada de su amiga.

—No hay nada que desee más que salvar al mundo, a todo el mundo, de esos bastardos kitsune. Daría mi vida por Stefan y por todas vosotras. Pero… esta vez puede ser otra persona quien reciba el disparo.

—O la estaca. Lo sé. Bonnie lo sabe. Hablamos sobre ello mientras volábamos hacia aquí. Pero seguimos estando a tu lado, Elena. Tienes que saberlo. Estamos todos contigo.

Sólo existía un modo de responder a eso. Elena apretó la mano de Meredith entre las suyas. Luego soltó aire, y, como cuando se sondea un diente que duele, intentó obtener noticias sobre un tema doloroso.

—Está Matt… Dijo… Bueno, ¿cómo estaba Matt cuando os fuisteis?

Meredith le dirigió una rápida mirada de soslayo. No había mucho que se le escapase a la joven.

—Parecía estar bien, pero… trastornado. De repente se sumía en estos arrebatos en los que se limitaba a mirar a la nada, y ni te oía aunque le hablaras.

—¿Os contó por qué se fue?

—Bueno… más o menos. Dijo que Damon te estaba hipnotizando y que tú no estabas haciendo…, no estabas haciendo todo lo que podías para detenerle. Pero es un chico y los chicos sienten celos…

—No, tenía razón respecto a lo que vio. Es sólo que he… llegado a conocer a Damon un poco mejor. Y a Matt no le gusta.

—¡Hum!

Meredith la observaba por debajo de sus párpados entornados, sin apenas respirar, como si Elena fuese una ave a la que no había que molestar o saldría volando.

Elena rió.

—No es nada malo —dijo—. Al menos no lo creo. Es sólo que…, en ciertos aspectos, Damon necesita ayuda aún más de lo que la necesitó Stefan cuando llegó por primera vez a Fell's Church.

Los párpados de Meredith se alzaron de golpe, pero todo lo que dijo fue:

—¡Hum!

—Y… creo que realmente Damon se parece más a Stefan de lo que deja ver.

Los párpados de Meredith permanecieron alzados, y Elena la miró finalmente. Abrió la boca una o dos veces y a continuación se limitó a clavar la mirada en Meredith.

—Me he metido en problemas, ¿verdad? —dijo con impotencia.

—Si todo esto ha sucedido en menos de una semana de ir en coche con él…, entonces sí. Pero tenemos que recordar que las mujeres son la especialidad de Damon. Y él cree que está enamorado de ti.

—No, realmente está… —empezó a decir Elena, y entonces se mordió el labio inferior—. Oh, cielos, es de Damon de quien estamos hablando. Sí que tengo problemas.

—Limitémonos a observar y ver qué sucede —indicó Meredith con sensatez—. Definitivamente está cambiado, también. Antes, simplemente te habría dicho que tus amigas no podían venir… y sanseacabó. Hoy se quedó ahí y escuchó.

—Sí. Sólo tengo que…, que estar alerta a partir de ahora —dijo Elena, con voz un tanto vacilante.

¿Cómo iba a ayudar al niño que había dentro de Damon sin acercarse más a él? ¿Y cómo le explicaría todo lo que podría necesitar hacer a Stefan?

Suspiró.

—Probablemente saldrá bien —murmuró Bonnie somnolienta.

Meredith y Elena se volvieron para mirarla y Elena sintió que le subía un escalofrío por la espalda. Bonnie estaba sentada, recostada en el asiento, pero tenía los ojos cerrados y su voz era apenas audible.

—La auténtica cuestión es: ¿qué dirá Stefan sobre esa noche en el motel con Damon?

—¿Qué?

La voz de Elena sonó aguda y lo bastante fuerte para despertar a cualquier durmiente. Pero Bonnie no despertó.

—¿Qué sucedió qué noche en qué motel? —exigió Meredith.

Al ver que Elena no respondía inmediatamente, le agarró el brazo y la hizo girar de modo que quedasen cara a cara.

Por fin, Elena miró a su amiga. Pero sus ojos, lo sabía, no revelaron nada.

—Elena, ¿de qué habla? ¿Qué pasó con Damon?

Elena siguió manteniendo el rostro totalmente inexpresivo, y usó una palabra que acababa de aprender esa noche.

Sa…

—¡Elena, eres imposible! ¿No irás a plantar a Stefan una vez que le hayas rescatado, verdad?

—¡No, por supuesto que no! —Elena se sintió dolida—. Stefan y yo nos pertenecemos… para siempre.

—Pero así y todo pasaste una noche con Damon en la que algo pasó entre vosotros.

—Algo… imagino.

—¿Y ese algo fue…?

Elena sonrió con aire de disculpa.

Sa…

—¡Se lo sacaré a él! Le pondré a la defensiva…

—Puedes hacer un plan A y un plan B y todo lo que quieras —contestó Elena—. Pero no servirá de nada. Shinichi se llevó sus recuerdos. Meredith, lo siento; no sabes cómo lo siento. Pero juré que nadie lo sabría jamás. —Alzó los ojos hacia la alta muchacha, sintiendo que las lágrimas se le acumulaban en los ojos—. ¿No podrías tan sólo por esta vez… permitirme que lo deje así?

Meredith se arrellanó en el asiento.

—Elena Gilbert, el mundo tiene suerte de que sólo exista una como tú. Eres la… —Hizo una pausa, como decidiendo si pronunciar las palabras o no; luego dijo—: Es hora de acostarse. El amanecer llegará pronto y también el Portal del Demonio.

—¿Merry?

—¿Qué quieres ahora?

—Gracias.