Arizona era un estado tan caluroso y árido como Elena había imaginado. Damon y ella condujeron directamente al Juniper Resort, y Elena se sintió deprimida, aunque no sorprendida, al comprobar que Matt no estaba alojado allí.
—No puede haberle llevado más tiempo que a nosotros llegar hasta aquí —dijo en cuanto les hubieron conducido a sus habitaciones—. A menos que… ¡Oh, cielos, Damon! A menos que Shinichi le haya atrapado.
Damon se sentó en la cama y contempló a Elena con expresión lúgubre.
—Supongo que esperaba no tener que contarte esto, que el muy imbécil tendría al menos la cortesía de decírtelo él mismo. He estado siguiendo el rastro de su aura desde que nos dejó. Se ha ido alejando cada vez más de nosotros… en dirección a Fell's Church.
En ocasiones, las noticias realmente malas tardan un poco en asimilarse.
—¿Quieres decir —dijo Elena— que no va a aparecer por aquí?
—Quiero decir que, en línea recta, no había tanta distancia desde donde conseguimos los coches hasta Fell's Church. Fue en esa dirección. Y no ha regresado.
—Pero ¿por qué? —exigió Elena, como si la lógica pudiese de algún modo vencer a los hechos—. ¿Por qué irse y dejarme? Y sobre todo, ¿por qué ir a Fell's Church, donde le están buscando?
—En cuanto a sus motivos para marcharse: creo que se hizo una idea equivocada sobre tú y yo…, o a lo mejor la idea correcta un poco pronto. —Damon enarcó las cejas en dirección a Elena y ella le arrojó una almohada-…Y decidió dejarnos un poco de intimidad. En cuanto a por qué Fell's Church… —Se encogió de hombros—. Oye, tú lo conoces desde hace más tiempo que yo. Pero incluso yo puedo darme cuenta de que es del tipo Galahad. El parfait caballero gentil, sans peur et sans reproche. Si quieres mi opinión, diría que ha ido a enfrentarse a las acusaciones de Caroline.
—¡Oh, no! —dijo Elena, yendo a la puerta cuando oyó que llamaban—. No después de lo que le dije y…
—¡Oh, sí! —replicó Damon, agazapándose ligeramente—. Incluso con tu sabio consejo resonando en sus oídos…
La puerta se abrió. Era Bonnie. Bonnie, con su cuerpo menudo, sus rizados cabellos rojizos y sus enormes y enternecedores ojos castaños. Elena, en un estado que le permitía no creer en el testimonio de sus propios ojos, y sin haber finalizado aún la discusión con Damon, le cerró la puerta.
—¡Van a linchar a Matt! —casi chilló Elena, vagamente molesta porque seguían sonando golpes en alguna parte.
Damon se incorporó. Pasó junto a Elena de camino a la puerta y dijo:
—Será mejor que te sientes. —Y luego la sentó él colocándola en una silla y manteniéndola allí hasta que ella dejó de intentar volver a levantarse.
Entonces abrió la puerta.
Esta vez era Meredith quien llamaba. Alta y esbelta, con el pelo cayendo en oscuros halos alrededor de los hombros, Meredith tenía intención de seguir llamando hasta que la puerta se abriera. Elena notó algo en su interior, y descubrió que podía centrar su atención en varias cosas a la vez.
Meredith. Y Bonnie. ¡En Sedona, Arizona!
Elena saltó de la silla donde Damon la había colocado y rodeó con sus brazos a Meredith, diciendo incoherencias.
—¡Habéis venido! ¡Habéis venido! ¡Sabíais que no podía llamaros, así que habéis venido!
Bonnie se abrió paso alrededor del abrazo y dijo a Damon en voz baja:
—¿Ha vuelto a lo de besar a todos los que se encuentra?
—Desgraciadamente —respondió Damon—, no. Pero prepárate para ser estrujada hasta la muerte.
Elena la emprendió con él.
—¡Te he oído! ¡Oh, Bonnie! Es que no me puedo creer que las dos estéis realmente aquí. ¡Necesitaba tanto hablar con vosotras!
Entretanto, abrazaba a Bonnie, y ésta la abrazaba a ella, y Meredith las abrazaba a las dos, sin que por ello dejasen de transmitirse unas a otras sutiles señales de la hermandad del velocirraptor al mismo tiempo: una ceja enarcada aquí, un leve cabeceo allí, un ceño fruncido y un encogimiento de hombros que finalizaban con un suspiro. Damon no lo sabía, pero acababa de ser acusado, juzgado, absuelto y restituido al servicio… con la conclusión de que era necesaria una vigilancia extra en el futuro.
Elena fue la primera en reaccionar.
—Debéis de haberos encontrado con Matt; sólo él os ha podido hablar de este lugar.
—Lo hizo, y luego vendió el Prius y digamos que hicimos las maletas a toda prisa y conseguimos billetes de avión para venir aquí y os hemos estado esperando… ¡No queríamos que al final no coincidiéramos! —dijo Bonnie con voz jadeante.
—Supongo que no compraríais los billetes para venir aquí hará justo unos dos días —preguntó Damon al techo en tono cansino a la vez que se apoyaba sobre un codo en la silla de Elena.
—Veamos… —empezó Bonnie, pero Meredith respondió categórica:
—Pues sí. ¿Qué? ¿Eso hizo que os sucediera algo?
—Hemos estado intentando mantener las cosas un poco ambiguas para el enemigo —repuso Damon—. Pero por lo que se ve, probablemente tanto daba.
«No —pensó Elena—, porque Shinichi puede meterse en tu cerebro siempre que quiera y llevarse tus recuerdos y todo lo que tú puedes hacer es intentar combatirle.»
—Pero sí significa que Elena y yo deberíamos ponernos en marcha inmediatamente —prosiguió Damon—. Tengo que hacer un recado primero. Elena debería hacer la bolsa. Coge lo mínimo que puedas, sólo lo absolutamente esencial…, pero incluye comida para dos o tres días.
—¿Has dicho… poneros en marcha? —musitó Bonnie, y luego se sentó bruscamente en el suelo.
—Tiene sentido, si ya hemos perdido el elemento sorpresa —respondió Damon.
—No puedo creer que las dos hayáis venido a decirme adiós mientras Matt cuida de la ciudad —dijo Elena—. ¡Es tan encantador!
Sonrió radiante antes de añadir, mentalmente: «¡Y tan estúpido!».
—Bueno…
—Bueno, yo sigo teniendo algo que hacer —dijo Damon, agitando la mano sin volver la cabeza—. Digamos que nos iremos en media hora.
—Rácano —se quejó Bonnie cuando la puerta quedó bien cerrada a la espalda de Damon—. Para eso, que nos dé sólo unos pocos minutos antes de que nos pongamos en marcha.
—Puedo hacer la bolsa en menos de cinco minutos —indicó Elena con tristeza, y entonces cayó en la cuenta de lo que acababa de decir Bonnie—. ¿Antes de que nos pongamos en marcha?
—Pues yo no puedo empaquetar ni lo esencial en tan poco tiempo —decía ya Meredith en voz queda, muy inquieta—. No podría almacenarlo todo en mi móvil, y no tengo ni idea de cuándo podré recargar las baterías. ¡Tengo una maleta llena de cosas en papel!
Elena paseaba la mirada nerviosamente de una a otra.
—Esto…, estoy muy segura de que soy yo la que se supone que debe hacer la maleta —dijo—. Porque soy la única que va a ir…, ¿de acuerdo? —Volvió a pasear la mirada de una a otra.
—¡Como si fuésemos a permitirte que te marchases al interior de otro universo sin nosotras! —exclamó Bonnie—. ¡Nos necesitas!
—No es otro universo; únicamente otra dimensión —dijo Meredith—. Pero es aplicable el mismo principio.
—Pero… ¡no puedo permitir que vengáis conmigo!
—Desde luego que no puedes. Soy mayor que tú —replicó Meredith—. Así que tú no me «permites» hacer nada. Pero lo cierto es que tenemos una misión. Queremos encontrar la bola estrella de Shinichi o de Misao si podemos. Si lo consiguiéramos, creemos que podríamos detener inmediatamente la mayoría de las cosas que están pasando en Fell’s Church.
—¿Bola estrella? —inquirió Elena sin comprender, mientras en algún lugar, en las profundidades de su mente, se agitaba una imagen desagradable.
—Te lo explicaré más tarde.
Elena empezó a negar con la cabeza.
—Pero… ¿habéis dejado a Matt para que se ocupe de cualquier cosa sobrenatural que esté sucediendo? ¿Cuando él es un fugitivo y tiene que ocultarse de la policía?
—Elena, incluso la policía tiene miedo en Fell's Church… Y, francamente, si le encierran en Ridgemont, ése podría ser el lugar más seguro para él. Pero no lo harán. Está trabajando con la señora Flowers y forman un buen equipo, sólido.
Meredith se detuvo para tomar aliento, y pareció reflexionar sobre cómo decir algo.
Bonnie lo dijo por ella con un hilo de voz.
—Y yo no servía, Elena. Había empezado… bueno, empecé a ponerme histérica y a ver y oír cosas; o al menos a imaginarlas y a lo mejor incluso a volverlas realidad. El miedo me estaba enloqueciendo, y creo que realmente estaba poniendo en peligro a la gente. Matt es demasiado realista para hacer eso. —Se secó los ojos—. Sé que la Dimensión Oscura es algo horrible, pero al menos no pondré en peligro a personas inocentes.
Meredith asintió.
—Todo estaba… yendo mal con Bonnie allí. Incluso aunque no hubiésemos querido venir contigo, habría tenido que sacarla de Fell's Church. No quiero ponerme excesivamente dramática, pero creo que los demonios iban tras ella. Además, como Stefan no está, sólo Damon podría mantenerlos alejados. ¿O a lo mejor tú puedes ayudarla, Elena?
¿Meredith… excesivamente dramática? Pero Elena podía ver los leves temblores que discurrían bajo la piel de su amiga, y el leve brillo de sudor en la frente de Bonnie que le humedecía los rizos.
Meredith tocó la muñeca de Elena.
—No nos hemos limitado a ausentarnos sin permiso, ni nada por el estilo. Fell's Church es ahora una zona de guerra, es cierto, pero no hemos dejado a Matt sin aliados. Está la doctora Alpert… Ella es una persona lógica…, es la mejor médico rural que existe… y podría incluso convencer a alguien de que Shinichi y los malachs son reales. Pero aparte de todo eso, los padres han tomado el control. Padres y psiquiatras y cazanoticias. Y hacen que sea casi imposible actuar abiertamente de todos modos. Matt no está en desventaja.
—Pero… en sólo una semana…
—Echa un vistazo al periódico de este domingo.
Elena cogió el Ridgemont Times que le tendía Meredith. Era el periódico más importante en la zona de Fell's Church. Un gran titular decía:
«¿POSESIÓN EN EL SIGLO XXI?»
Bajo el titular había muchas líneas en tinta gris, pero lo que realmente atraía la atención era una foto de una pelea a tres entre chicas, todas las cuales parecían estar padeciendo ataques de apoplejía o llevar a cabo contorsiones imposibles para el cuerpo humano. Las expresiones de dos de las muchachas eran simplemente de dolor y terror, pero era la tercera chica la que le heló la sangre en las venas a Elena. El cuerpo estaba encorvado hasta tal punto que el rostro estaba boca abajo, y miraba directamente a la cámara con los labios totalmente apartados de los dientes. Los ojos —sencillamente no existía otro modo de expresarlo— eran demoníacos. No estaban en blanco ni eran deformes ni nada, y tampoco brillaban con un rojo inquietante. Todo residía en su expresión. Elena no había visto nunca una mirada que le provocase arcadas.
Bonnie dijo en voz baja:
—¿Alguna vez digamos que resbaláis y tenéis la impresión de que «Huy, ahí va todo el universo»?
—Constantemente, desde que conocí a Stefan —respondió Meredith—. Sin ánimo de ofender, Elena. Pero la cuestión es que todo esto ha sucedido en sólo un par de días; desde el instante en que los adultos que sabían que realmente estaba pasando algo se unieron.
Meredith suspiró y se pasó los dedos, cuyas uñas lucían una manicura perfecta, por los cabellos antes de continuar:
—Esas chicas están lo que Bonnie llama poseídas en el sentido moderno de la palabra. O a lo mejor están poseídas por Misao; se supone que los kitsune hembra hacen eso. Pero si pudiésemos encontrar las bolas estrella, o aunque sólo fuese una, podríamos obligarles a arreglar todo esto.
Elena dejó el periódico boca abajo para no tener que ver aquellos ojos mirándola fijamente.
—Y mientras pasa todo esto, ¿qué hace tu novio durante la crisis?
Por primera vez, Meredith pareció genuinamente aliviada.
—Puede que esté en camino mientras hablamos. Le he escrito y le he explicado lo que está sucediendo, y en realidad ha sido él quien dijo que me llevase a Bonnie de allí. —Lanzó una rápida mirada de disculpa a Bonnie, quien se limitó a alzar las manos y mirar al cielo—. En cuando finalice con su trabajo en una isla llamada Shinmei no Uma, vendrá a Fell's Church. Esta clase de cosas son la especialidad de Alaric, y no se asusta fácilmente. Así que incluso aunque estemos fuera durante semanas, Matt tendrá un refuerzo.
Elena alzó las manos en un gesto similar al de Bonnie.
—Sólo hay una cosa que será mejor que sepáis antes de que nos pongamos en marcha. No puedo ayudar a Bonnie. Si contáis conmigo para hacer cualquiera de las cosas que hice cuando peleamos contra Shinichi y Misao la última vez…, pues no puedo. He intentado una y otra vez, con todas mis fuerzas, llevar a cabo todos mis ataques con las alas; pero no he conseguido nada.
—Bueno —dijo Meredith despacio—, entonces, a lo mejor Damon sabe algo…
—A lo mejor sí, pero, Meredith, no le presiones justo ahora. Lo único que sabe es que Shinichi puede alargar la mano y llevarse sus recuerdos… y quizá incluso volver a poseerle…
—¡Ese kitsune mentiroso! —escupió Bonnie, y su voz sonó casi como si fuese su dueña y señora; como si, se dijo Elena, Damon fuese su novio—. Shinichi juró que no…
—Y también juró dejar en paz Fell's Church. El único motivo de que confíe en las pistas que me dio Misao sobre la llave zorro es que se estaba mofando de mí. Jamás pensó que hiciésemos un trato, y por lo tanto no intentaba mentir o ser demasiado lista… Creo.
—Bueno, por eso estamos aquí contigo, para liberar a Stefan —dijo Bonnie—. Y si tenemos suerte, encontrar las bolas estrella que nos permitirán controlar a Shinichi. ¿Correcto?
—¡Correcto! —repuso Elena con fervor.
—Correcto —dijo Meredith en tono solemne.
Bonnie asintió.
—¡Viva la hermandad del velocirraptor!
Colocaron la mano derecha una sobre otra rápidamente, formando una rueda de tres radios que recordó a Elena los días en que tenía cuatro.
—¿Y qué hay de Caroline? —preguntó.
Bonnie y Meredith se consultaron mutuamente con los ojos. Luego Meredith meneó la cabeza negativamente.
—No quieras saberlo. De verdad —dijo.
—Puedo soportarlo. De verdad —repuso Elena casi en un susurro—. Meredith, he estado muerta, ¿recuerdas? Dos veces.
Meredith seguía sacudiendo la cabeza.
—Si no puedes contemplar esa imagen, no deberías oír lo de Caroline. Hemos ido a verla dos veces…
—Tú fuiste a verla dos veces —interrumpió Bonnie—. La segunda vez me desmayé y me dejaste en la puerta.
—Y comprendí que podría haberte perdido para siempre, y me he disculpado…
Meredith se interrumpió cuando Bonnie posó una mano sobre su brazo y le dio un empujoncito.
—En cualquier caso, no fue una visita exactamente —dijo Meredith—. Entré corriendo en la habitación de Caroline por delante de su madre y la encontré dentro de su madriguera (¡ni quieras saber cómo es!) comiendo algo. Cuando me vio, se limitó a reír tontamente y siguió comiendo.
—¿Y? —preguntó Elena, cuando la tensión fue demasiado para ella—. ¿Qué era?
—Creo —respondió Meredith, sombría— que eran gusanos y babosas. Los estiraba hacia arriba más y más y ellos se retorcían antes de que los mordiera. Pero eso no fue lo peor. Oye, tenías que haber estado allí para poder hacerte cargo, pero se limitó a sonreírme con aire de suficiencia, y dijo con esta voz pastosa suya: «¿Quieres un bocado?», y de improviso mi boca estaba repleta de una masa culebreante… que descendía por mi garganta. Así que vomité allí mismo sobre su moqueta. Caroline se limitó a echarse a reír, y yo volví a bajar corriendo, recogí a Bonnie, huí y no hemos vuelto más. Pero… a mitad de camino por el sendero de la casa, me di cuenta de que Bonnie se estaba asfixiando. Tenía los… gusanos y cosas… en la boca y también en la nariz. Sé hacer masaje cardiorrespiratorio, así que conseguí sacarle la mayor parte antes de que despertara vomitando. Pero…
—Fue una experiencia por la que preferiría no volver a pasar. —La misma carencia de expresión en la voz de Bonnie decía más de lo que podría mostrar cualquier tono horrorizado.
—He oído —dijo Meredith— que los padres de Caroline se han ido de esa casa, y no puedo decir que les culpe. Caroline ya ha cumplido los dieciocho. Lo único que puedo añadir es que todo el mundo digamos que reza para que la sangre de hombre lobo gane la partida en ella, porque como mínimo eso parece ser menos horrible que los malachs o lo…, lo demoníaco. Pero si no es así…
Elena apoyó la barbilla sobre las rodillas.
—¿Y la señora Flowers podrá ocuparse de eso?
—Mejor que Bonnie. La señora Flowers está contenta de tener a Matt ahí; como te decía, forman un buen equipo. Y ahora que ella ha hablado por fin con los humanos del siglo XXI, creo que le gusta. Y ha estado practicando el oficio constantemente.
—¿El oficio? ¡Ah…!
—Sí, así es como llama a la hechicería. No tengo ni idea de si es buena hechicera o no, porque no tengo con qué compararla…
—¡Sus emplastos funcionan como por arte de magia! —declaró Bonnie con firmeza al mismo tiempo que Elena decía:
—Sus sales de baño, desde luego, funcionan.
Meredith sonrió débilmente.
—Es una lástima que no esté aquí en lugar de nosotras.
Elena negó con la cabeza. Ahora que había vuelto a conectar con Bonnie y Meredith sabía que jamás podría entrar en la Oscuridad sin ellas, porque eran más que sus manos, eran mucho más para ella… y aquí estaban, dispuestas a arriesgar la vida por Stefan y por Fell's Church.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Damon entró cargando un par de bolsas de papel marrón en una mano.
—¿Todo el mundo se ha despedido ya? —preguntó. Parecía tener dificultades para mirar a cualquiera de las dos visitantes, así que miró con una fijeza especial a Elena.
—Bueno… en realidad no —dijo ésta.
Se preguntó si Damon sería capaz de arrojar a Meredith por la ventana de un quinto piso. Sería mejor decírselo con tacto, gradualmente…
—Porque vamos con vosotros —dijo Meredith, y Bonnie añadió:
—Aunque aún no hemos hecho la maleta…
Elena se deslizó rápidamente para colocarse entre Damon y ellas. Pero Damon se limitó a clavar la vista en el suelo.
—Es una mala idea —dijo en voz muy queda—. Una idea muy, muy pero que muy mala.
—¡Damon, no las influencies! ¡Por favor!
Elena agitó ambas manos ante él con un gesto apremiante, y Damon alzó una de las suyas en un gesto de negación, y de algún modo las manos de ambos tropezaron una con la otra, y se enredaron.
Hubo una descarga eléctrica. Agradable, se dijo Elena; aunque en realidad no tuvo tiempo para pensarlo. Damon y ella estaban intentando desesperadamente recuperar sus respectivas manos, pero no parecían ser capaces de conseguirlo. Pequeños calambres discurrían desde la palma de Elena al resto de su cuerpo.
Por fin, consiguieron desenredarse y a continuación ambos se volvieron, a la vez y con expresión culpable para mirar a Bonnie y a Meredith, que les miraban fijamente con ojos como platos. Ojos suspicaces. Ojos que pertenecían a unos rostros que decían: «¡Aja! ¿Qué tenemos aquí?».
Hubo un largo instante en el que nadie se movió ni habló.
Entonces Damon dijo en tono serio:
—Esto no va a ser un viaje de placer. Vamos, no tenemos otra elección.
—Solos no, no lo haréis solos —declaró Meredith en un tono neutral—. Si Elena va, vamos todas.
—Sabemos que es un sitio horrible —dijo Bonnie—, pero desde luego que vamos a ir con vosotros.
—Además, tenemos nuestros propios planes —añadió Meredith—. Un modo de limpiar Fell's Church del daño que Shinichi ha hecho… y sigue haciendo.
Damon negó con la cabeza.
—No lo comprendéis. No os gustará —dijo en tono tenso, e indicó el móvil de la joven con la cabeza—. Allí no hay electricidad. Incluso poseer uno de ésos es un delito. Y el castigo para prácticamente cualquier delito es la tortura y la muerte. —Dio un paso hacia ella.
Meredith se negó a retroceder y mantuvo su oscura mirada fija en la de él.
—Oíd, ni siquiera sois conscientes de lo que uno tiene que hacer para entrar —dijo Damon en tono sombrío—. En primer lugar, hace falta un vampiro… y tenéis suerte de tener uno. Luego tendréis que hacer toda clase de cosas que no os gustarán…
—Si Elena puede hacerlo, nosotras también —le interrumpió Meredith en voz baja.
—No quiero que ninguna de vosotras resulte lastimada. Yo voy a entrar porque se trata de Stefan. —Se apresuró a decir Elena, hablando en parte a sus amigas y en parte a lo más íntimo de su ser, adonde habían llegado los calambres y pulsaciones eléctricas. Sentía una dulzura muy extraña, enternecedora y vibrante para ser algo que había empezado como una descarga; una descarga tan violenta por el simple hecho de tocar la mano de otra persona…
Elena consiguió desviar los ojos del rostro de Damon y volver a sintonizar con la discusión que estaba teniendo lugar.
—Tú vas a entrar por Stefan, sí —decía Meredith—, y nosotras vamos a entrar contigo.
—Os digo que no os va a gustar. Viviréis para lamentarlo… Si es que sobrevivís, claro —respondió Damon en tono categórico, el semblante sombrío.
Bonnie se limitó a contemplarle con sus ojos castaños muy abiertos y una súplica en la menuda cara en forma de corazón. Tenía las manos entrelazadas en la base de la garganta, y parecía una ilustración de una tarjeta de felicitación, pensó Elena. Aquellos ojos valían por un millar de argumentos lógicos.
Finalmente, Damon volvió a mirar a Elena.
—Probablemente las estás conduciendo a la muerte, ¿sabes? A ti, es posible que pueda protegerte. Pero a ti, a Stefan y a tus dos amiguitas adolescentes… no lo creo.
Escucharlo expresado de esa manera tan directa la sobresaltó, pues Elena no había pensado en ello desde aquel punto de vista. Pero podía ver la expresión decidida del semblante de Meredith y el modo en que Bonnie se había erguido un poco sobre los dedos de los pies para intentar parecer mayor.
—Creo que ya ha quedado decidido —dijo en voz baja, consciente de que la voz le temblaba.
Hubo un largo momento mientras ella clavaba la mirada en los ojos oscuros de Damon, y entonces, de improviso, éste dedicó a todas ellas su sonrisa de 250 kilovatios, la apagó casi antes de que se iniciara y dijo:
—Entiendo. Bueno, en ese caso, tengo otro recado que hacer. Tal vez tarde un poco en regresar, así que podéis disponer tranquilamente de la habitación…
—Elena debería venir a la nuestra —indicó Meredith—. Tengo gran cantidad de material que mostrarle. Y si no podemos llevar gran cosa con nosotras, tendremos que pasar toda la noche revisándolo…
—Entonces digamos que nos reuniremos aquí al amanecer —repuso Damon—. Partiremos en dirección al Portal del Demonio desde aquí. Y recordad: no traigáis dinero; allí no sirve de nada. Y esto no son unas vacaciones, pero pronto os haréis a esa idea.
Con un elegante ademán irónico, le entregó a Elena la bolsa de ésta.
—¿El Portal del Demonio? —inquirió Bonnie mientras se dirigían al ascensor, y su voz temblaba.
—Silencio —dijo Meredith—. No es más que un nombre.
Elena deseó no distinguir tan bien cuándo Meredith mentía.