Choro común

Vos decime… ¿Cuántos choros, pero choros, choros de verdad puede haber hoy por hoy en Rosario? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Cinco? Cinco, ponele cinco y pará de contar, se pueden contar con los dedos de una mano, viejo, no hay más, no hay más, no hay ninguno. Es al pedo, ya no salen choros como antes. Y los pibes, los pendejos que salen, en un año están todos adentro por boleta. ¡Claro, viejo! ¡Si van a laburar pichicateados, se dan con la falopa y van a laburar, viejo, así no se puede! Salen de joda, se van con una loca, se chupan, se pichicatean y después van a laburar, entonces, apenas se les retoba algún gil lo boletean. ¡Si todos los pendejos que conozco yo, están en cana por boleta! Te digo una cosa, si yo tengo que salir a laburar con alguien, escuchame bien, si yo tengo que salir a laburar con alguien, prefiero salir a laburar con un viejo, con un viejo de sesenta años y no con uno de estos pendejos, mirá lo que te digo. Yo cuando jodo, jodo, pero cuando laburo, laburo, querido.

Y… ¿sabés qué pasa? No hay moral, viejo, no hay respeto. Antes un ladrón, pero un ladrón ladrón, un señor ladrón, iba en cana y ¡guay con tocarle la mina! ¡Pobre de vos de tocarle la mina! Ahora un cafiolo va en cana y a los cinco minutos ya la mina está encamada con otro, ya está tirando la chancleta por cualquier parte. No hay un respeto, mi viejo, dejame. Ahora cualquier purrete culosucio está en cana con vos y te dice «Macho, tirame un faso». Así como te lo digo, «Macho, tirame un faso». Antes, si vos estabas en cana con un ladrón ni siquiera le dirigías la palabra, mirá lo que te digo, ni le dirigías la palabra. Y le llegabas a dirigir la palabra y te daba vuelta la cara de una cachetada. Pero, eso sí, cuando te decía algo, era un consejo para toda la vida, mi viejo. ¡Por favor!

Los pendejos no se dan cuenta que acá hay que poner el lomo, romperse bien el culo, porque sino hay que hacer la de los giles: ir a laburar. Yo una vez laburé. Laburé en una obra. A las seis de la mañana, en un octavo piso, en uno de esos edificios que todavía no tienen paredes ni un carajo ¿viste?, dale con el fratacho, en invierno, con un viento de la reputa, un frío de la mierda. Laburé dos días y dije «Pero váyanse todos a la recalcada concha de su madre» y no fui más. ¿O vos no ves a los giles cuando a la mañana tempranito van para el laburo con el ofri que hay a esa hora? Que a veces yo vuelvo de la peña y los veo yendo a laburar… ¡Por favor! A veces veo pasar unas minas que yo me digo «Mamita, con ese lomo ¿sabés cómo te haría laburar yo?».

Es que hay ñatos que se creen que es joda esto, parece mentira pero es así. Y te digo, yo la sé porque yo también la pasé a ésa, yo tampoco me la puedo tirar de santo. Yo cazaba buena guita y ya me iba con los muchachos a morfar bien, después al cabaré, que las minas, que el whisky, y después otro cabaré y el mueble y al día siguiente de nuevo, sin parar, dale y dale. Claro, así no hay guita que alcance. Si no hay una conducta no hay guita que alcance. Me decían «Mirá, hay muchachos que han guardado algo de guita, se han comprado una casita, se han retirado y ahora viven lo más piola». Y te cuento que yo conozco de ésos, no es verso. Pero… ¿qué me venían a mí con eso cuando era más joven? Con lo que me gustaba a mí la joda, me entraba por una oreja y me salía por la otra. Después, claro, ya te juntás con una mina, vienen los pibes y la cosa cambia, mi viejo. Ya no es lo mismo, tenés que parar la mano y pensarla bien a la cosa. Bien de bien.

Aparte te digo, ojo al hilo, acá la mano se puso muy pero muy fulera. Cuando vinieron los tupamaros cagaron el estofado, eso está muy clarito. Mirá Mendoza, por ejemplo, Mendoza era una plaza virgen ¿sabés lo que era laburar ahí? Vos sacabas la máquina y quedaba el culerío de canas, ni se te acercaban. Vinieron los tupamaros, pusieron una bomba acá, otra bomba allá… ¡andá a sacar el chumbo ahora! Te recontracagan a balazos a los dos minutos. ¿Sabés cuántos muchachos han hecho cagar por culpa de los tupamaros? ¡Mirá si los canas te van a venir a preguntar si sos choro o sos tupamaro! Después, ellos, cuando están en cana con vos ni te hablan, te canotean los fasos, te canotean el morfi, andá a cagar. ¡Y no hay moral, mi viejo! Ellos ponen una bomba y les da lo mismo cualquier cosa, hacen volar una casa, un negocio, lo que sea, a la mierda. Porque, yo te digo, si a mí viene un ñato y me dice «mirá, hay mil palos para amasijar a un tipo» yo no lo amasijo. Lo hago picadillo, lo hago. Por mil palos lo hago pedacitos y se lo llevo en una cajita. ¡Pero yo no le voy a ir a tocar los hijos, o la mujer, o la vieja! Yo se la doy al tipo pero a los pibes o a la jermu no les toco un pelo, guarda la bocha. Lo mismo que si a mí me la quieren dar. Muy bien, que me hagan cagar, pero a mi mujer y a mis hijos ¿por qué les van a hacer algo? La cosa es conmigo. Pero los tupamaros no, ellos van, ponen bombas en cualquier parte, les importa un choto. Ellos cagaron el mercado, lo cagaron. Viejo, uno, después de todo, es cuidadoso. Yo, te digo más, yo a veces ni quiero asaltar tacheros ¿viste?, porque por ahí se te retoban y los tenés que boletear. Yo no toco a nadie ¿viste?, yo no toco a nadie, pero si se te hace el loco lo tenés que boletear. Y… ¿para qué?, para por ahí achacarle diez palos, veinte palos. ¡Por favor! Después de todo el tipo está laburando también. A veces ni quiero achacarlos te digo.

Cuando vinieron los tupamaros se acabó la joda, mi viejo. Después escuchas por ahí, o leés, que a alguno lo tuvieron una hora, dos horas en la parrilla… ¡Mula, viejo, son todas mulas! Yo te digo, más de diez minutos en la parrilla sos boleta, sos boleta, porque el bobo no te aguanta, aparte que te mojan estos hijos de puta y entonces la electricidad te hace más bolsa todavía. Más de quince minutos sos boleta. ¿Sabés lo que pasa? Que cinco minutos te parecen dos horas, qué sé yo, un siglo te parecen, una eternidad. El submarino también es jodido. O cuando te cuelgan de ese palo con las rodillas dobladas y te pasan el palo por acá atrás, por los codos. Al principio vos te balanceás y decís «¡Qué lindo! ¿Se piensan que con esto me van a joder estos boludos?», y a la media hora ¿sabés cómo chillás? Estás a los gritos como un chancho porque parece que te descoyuntás todo, te parece, parece que se te rompen todos los huesos. Eso del palo es jodido. Lo mejor es cuando te cagan a trompadas porque, bueno, la primera, la segunda trompada te duelen pero después, por ahí vos le metés un piñón a uno de ellos, entonces ya se te vienen todos encima y cuando se te calienta el cuerpo ya no sentís más nada, te da lo mismo que te peguen cinco minutos, tres horas o todo el día. Lo peor es la parrilla, eso es lo peor.

No, yo la corté, a eso de la peña la corté. A veces vienen los muchachos y me dicen «Vamos un rato a la peña» y yo les digo «No, no, no voy». Porque yo sé cómo es esa, ya te quedás hasta tarde, llevan una guitarra, te amanecés ahí, y ya alguno empieza a preparar un asadito a las seis de la matina y así se te hace el día siguiente, y otros más… No. Así no hay guita que alcance. Y después que no laburás, tampoco. Si no hay una conducta es al pedo. La gorda siempre me decía «Aflojá, aflojá que la mano viene fulera, aflojá». Y tenía razón, mirá que yo en la puta vida le daba bola pero terminé reconociendo que tenía razón la gorda. Será que cuando aparecen los gurises la cosa cambia. ¡Mirá si antes yo le iba a dar pelota a la gorda! Si a ella yo la hacía laburar, como empecé haciendo laburar a todas las otras. La cosa es simple ¿viste?, primero te hacés el novio, el chamuyo, algún regalito. Y después le hacés un hijo. Cuando le hacés un hijo ya cagó, ya hace lo que vos le decís. Claro, a veces chillan ¿viste?, te vienen con el cuento de la tristeza, lloran… Pero, claro, hay que comprender, son seres humanos ¿viste?, eso también hay que tenerlo en cuenta.

Yo había entrado bastante en la pelotudez, en la joda boluda.

Hacíamos «paguediós» con los muchachos. Nos metíamos en un restaurant, morfábamos y nos pirábamos sin pagar, esas cosas. O hacíamos un «pulmón», un «pulmón» es cuando entrás a morfar a alguna parte y llevás un saco o un pulóver viejo, un pulóver ya fulero y, entonces, dejás el saco o el pulóver en el respaldo de la silla y te pirás. Claro, el mozo ve el saco y cree que vos te fuiste al baño y vas a volver pero vos te piraste. Esas cosas hacía, que son boludeces, cosas de pendejos, cosas que se hacen por joder. Pero ahora no, viejo, ahora no. Ahora me rompo el orto como Dios manda. Es la única, la única, si vos querés después retirarte y que tus pibes tengan una educación, esa es la única. Como a veces cuando me preguntan «¿Gana bien un punguista? ¿Cuánto gana un punguista?». Y yo les digo «Depende de lo que trabaje, mi viejo». ¡Mirá qué fácil! Un punga que labure, pero que labure, labure, que salga a los ocho de la mañana de su casa y vuelva a las ocho de la noche, que se baje de un ómnibus y se suba a otro… bueno… ese tipo puede estar en los mil, dos mil palos por mes, no menos que eso. Ahora, claro, si el tipo con los primeros mangos que se hace prefiere irse a jugar al casino con los muchachos, cagamos, que se vaya a la concha de su madre, así ni en pedo. Pero el punga consecuente y que se ha preparado… y bueno, fácilmente puede estar en esa guita.

Yo lo veo al Pollo y, ahí tenés, vos lo ves al Pollo y está siempre así, estirándose los dedos ¿viste?, como cuando vos te sacás mentiras, afinándose los dedos con la otra mano. Y, además, con el martillito de goma, dale y dale en los dedos. No hay otra. No será un chileno el Pollo pero acá es de los mejores. Los chilenos tienen academias y todo. Ponen un maniquí ¿viste?, con un saco y una lamparita con un cable conectado a la billetera. Si vos no la hacés bien se enciende la lamparita y cagaste. A empezar de nuevo. Es toda una escuela la chilena.

Y bueno, yo… ya ves, la entendí también. Hoy por hoy hay que sacrificarse, querido. Si me habré comido noches de un frío puto marcando a un punto o días en que ni siquiera he vuelto a casa por preparar una buena. A veces sin morfar, o esas noches que te agarran desabrigado y siempre con el riesgo de que te hagan cagar en cualquier esquina, aparte. Pero, bueno, tengo mi recompensa, ya ves, vos ves lo bien que me tratan acá. No estoy amontonado con la mersada como están los otros, me permiten tener el televisor, mi radio, morfo bien, me viene a ver la familia, me traen el diario y quién te dice que no me apliquen la dos cuarenta y para los primeros meses del año que viene estoy afuera de nuevo. Pero esto no me lo regaló nadie, mi viejo, me lo gané yo solo, esto te lo puedo decir con la frente bien alta y es una satisfacción que a uno le queda.