Este ha sido jodido.

Ofrezco de nuevo mi gratitud y reconocimiento a esas almas perseverantes, mis supervisores editoriales: Nita Taublib, Joy Chamberlain, Jane Johnson y en especial Anne Lesley Groell, por su apoyo, su sentido del humor y su inmensa tolerancia. También agradezco a mis amables lectores todos sus mensajes de correo electrónico de apoyo, así como la paciencia. En particular, inclino mi yelmo ante Lodey de los Tres Puños; Pod el Conejito Diabólico; Trebla y Daj, los Reyes del Trivial; la encantadora Caress del Muro; Lannister el Mataardillas, y el resto de la Hermandad Sin Estandartes, esa ebria y alocada compañía de valientes caballeros y damas adorables que año tras año tras año organizan las mejores fiestas de la Worldcon. Y suenen fanfarrias en honor de Elio y Linda, quienes parecen conocer los Siete Reinos mejor que yo; la base de datos de concordancia de su web westeros.org es una gozada y una maravilla que me ayuda a mantener la coherencia de la serie.

Y gracias a Walter Jon Williams por su guía en nuevas mares océanas; a Sage Walker por las sanguijuelas, las fiebres y los huesos rotos; a Pati Nagle por el HTML, los escudos giratorios y su rapidez a la hora de subir mis noticias, y a Melinda Snodgrass y Daniel Abraham por servicios que van mucho más allá del deber. Voy saliendo del paso con un poco de ayuda de mis amigos.

Para Parris no me bastan las palabras: me ha soportado tanto en los días buenos como en los malos, durante todas y cada una de estas condenadas páginas. Sólo me cabe decir que no podría cantar esta Canción sin ella.