Las últimas semanas del año escolar pasaron ante James como una imagen borrosa, extraordinariamente libres de peligro mortal y de aventuras, pero sin embargo envueltas con el estrés no mucho menor de los deberes, exámenes finales y prácticas de varitas, todos los cuales fueron relativamente bienvenidos tras la Encrucijada de los Mayores. A nadie le sorprendió mucho que Hufflepuff ganara la Copa de las Casas, siendo la única casa que había evitado las grandes deducciones de puntos por estar involucradas en las variadas correrías de la conspiración de Merlín. Solo la travesura de la escoba había costado a Ravenclaw y Gryffindor cincuenta puntos a cada una.
En la mañana del último día de escuela, James estaba embutiendo sus libros y túnicas escolares extra en su baúl cuando Noah subió como una tromba las escaleras llamándolo.
—Ron Weasley está en la chimenea. Quiere hablar contigo.
James sonrió.
—¡Excelente! ¡Dile que ya voy!
—¡James, cuidado! —gritó Tío Ron un minuto más tarde cuando James tropezó mientras bajaba las escaleras, todavía anudándose la corbata—. Muy respetable y todo eso. Pasaste un buen año, ¿no?
James asintió.
—Supongo que sí. Al parecer aprobaré, después de todo. Pasé toda la noche del lunes preparándome para el examen práctico de Defensa Contra las Artes Oscuras de Franklyn, luego tuve la más horrible sensación de que se me había olvidado todo cinco minutos antes de la prueba.
—No hablaba precisamente de tus obligaciones escolares, tontorrón —dijo el rostro en las brasas, con una sonrisa ladeada—. Tu padre me lo contó todo sobre la conspiración Merlín que descubriste.
—Sí, bueno… —dijo James tímidamente—. Fue todo muy emocionante durante un tiempo, pero raro. Cinco semanas de deberes y de pronto parece como si todo le hubiera ocurrido a algún otro.
—Así funciona —asintió Ron—. Las partes aburridas de la vida se extienden en tu memoria y desplazan a las partes emocionantes hasta que sólo llegan a ser como pequeños destellos. Así es como tu cerebro se enfrenta a las cosas, supongo. Y hablando de eso, ¿qué tal le va al profesor Jackson?
James puso los ojos en blanco.
—Nada puede mantener al viejo Cara de Piedra tumbado por mucho tiempo. En realidad no resultó herido en el duelo con Delacroix, aunque su varita de repuesto no era tan potente como la que ella le rompió. Aparentemente la persiguió por el bosque durante horas y finalmente la acorraló en un claro. Dijo que la había alcanzado, pero que ella le había tendido una trampa, llamado a sus amigas náyades y dríadas para que lucharan con ella. Los árboles lo atacaron por detrás, dejándolo inconsciente. Así fue como consiguió hacerse ese gran hematoma en la frente. Aún así, volvió de nuevo a clase un día después de que Prescott se marchara, y desde entonces ha estado echando fuego con Zane y conmigo.
Ron arqueó una ceja.
—En realidad no se le puede culpar, supongo.
—Le devolvimos su maletín y pedimos disculpas y todo. Quiero decir, sé que arruinamos su empresa de toda una vida para proteger la túnica y evitar el regreso del más peligroso mago de todos los tiempos y todo eso, ¡pero vamos! Merlín resultó ser bueno. Delacroix fue enviada a los Estados Unidos para ser sometida a juicio en los tribunales mágicos de América. Al final todo salió bien, ¿no?
—Todo lo que puedo decir es que si yo fuera él, te desearía arañas en tus cajones durante el resto de tu vida —masculló Ron—. Pero eso sería yo… Mi mente tiende a ir por esos derroteros.
—Honestamente, tío Ron. Quería arreglar las cosas. Me gustaba el profesor Jackson al principio.
—A riesgo de sonar como un adulto responsable, James, las acciones tienen consecuencias. Pedir perdón es genial, pero «lo siento» no es una palabra mágica. No sólo arruinaste los planes de Jackson, le diste una puñalada a su orgullo. Lograste engañarle. En su mente, le hiciste quedar como un tonto. Es difícil que un tipo como él supere algo así. Francamente, no puedes culparlo, ¿no?
—Supongo que no —estuvo de acuerdo James malhumoradamente—. Al menos no nos suspendió en Tecnomancia. Aunque estuvo cerca.
—Buen chico. Aunque no vayas a implicarte demasiado en tus clases. Tienes una reputación que mantener.
—O destrozar —se burló la voz de Noah cerca.
—He oído eso, Metzker —dijo Ron severamente—. Es una orgullosa tradición Potter el pasar raspando por la escuela. Comenzada por el primer James Potter. Además, mira quién habla, señor Gremlin.
—Obtuve buenas calificaciones este año, en general —dijo Noah remilgadamente.
Ron sonrió de nuevo.
—Gracias a tu amiga Petra, sin duda. Ella es para vosotros los Gremlins lo que Hermione fue para Harry y para mí. Espera. Tu tía quiere saludar, James.
La cara entre las brasas se perdió de vista. Un momento después la sonrisa agradable y el pelo perpetuamente encrespado de Hermione tomaron forma.
—James, que guapo estás —dijo con orgullo—. No hagas caso a tu tío. El estudiaba muchísimo y se preocupaba tanto por sus calificaciones como el que más.
—¡Eso no es cierto! —gritó una voz amortiguada desde las profundidades de la chimenea. Hermione hizo una mueca.
—Bueno, casi como el que más —reconoció—. En cualquier caso, tu madre y tu padre estarán muy orgullosos de ti, al igual que tu tío y yo. Oh, apenas puedo creer lo rápido que pasa el tiempo. Parece como si sólo ayer hubiésemos estado nosotros allí —suspiró, mirando alrededor de la sala común—. Parece casi exactamente igual. Tendremos que hacer tiempo para una visita el próximo año. Será agradable ver de nuevo ese viejo lugar. —Incluso entre las brasas, los ojos de tía Hermione brillaban un poco. Parpadeó, y luego volvió la mirada hacia James—. Por cierto, James. Ron ha estado hablando con tu padre, ya sabes, y los dos querían preguntarte algo. Yo creí, sin embargo, que sería mejor que alguien que no fuera uno de ellos sacara el tema, francamente, los dos se han puesto tan tontos al respecto que podrían influenciar tu respuesta.
—¿Qué pasa? —preguntó James arrodillándose frente a la chimenea.
—No te arrodilles —lo regañó Hermione automáticamente—. Te mancharás los pantalones de ceniza. Es sobre la directora. Está planeando jubilarse, ¿lo sabías?
James no lo sabía.
—¿En serio? Pero… ¿qué hará entonces?
Hermione le dirigió una mirada que dijo que acababa de recordar cuantos años tenía.
—Minerva McGonagall tiene toda una vida fuera de las paredes de Hogwarts, James, por mucho que te cueste creerlo. Incluso, tengo entendido, aceptó la oferta del señor Finney para cenar en Londres.
—¿De veras? —aulló James.
—¿De veras? —intervino Noah casi simultáneamente desde el sofá, levantando la vista de su libro. Hermione puso los ojos en blanco.
—Fue una cita puramente profesional, os lo puedo asegurar. Efectuó algunas pequeñas modificaciones en la memoria del señor Finney, en realidad no le hizo olvidar su visita, pero la alteró. Todo fue parte del programa del señor Dolohov para «limpiar», como él lo llama, el expediente de seguridad de la escuela… No obstante —añadió Hermione, bajando un poco la voz—, habló bastante bien del señor Finney. Sería muy agradable pensar que ella pueda encontrar un, er, compañero. Después de todo…
—¡Hermione! —La voz de Ron surgió de nuevo de las profundidades de la chimenea.
—En cualquier caso —dijo Hermione, poniéndose seria—. Sí, la directora planea jubilarse, quizás tan pronto como este mismo verano, asumiendo que pueda encontrarse a un sustituto adecuado. Lo más probable es que siga enseñando Transformaciones y ayudando al nuevo director, quienquiera que sea él o ella. Algunos habían sugerido a Neville Longbottom, pero el Ministro cree que es demasiado joven para ocupar el puesto, lo cual es sencillamente estúpido, pero los políticos siendo como son…
—¡Merlín! —exclamó James—. ¡Estáis pensando en pedirle que sea el nuevo director!
Un aullido de alegre triunfo emanó de las profundidades de la chimenea. Hermione frunció el ceño.
—A mí puedes dejarme fuera de esto, muchas gracias. Todo es idea de tu padre y de tu tío. Pero puedo ver que estás tan loco como ellos.
—Pero, ¿cómo puede ser él el director? —preguntó Noah, saltando fuera del sofá y agachándose ante la chimenea—. Lo siento —añadió rápidamente—. ¿No pude evitar oírlo todo?
—¿De verdad? —replicó Hermione un poco socarronamente—. Vaya, y yo que había asumido que estabas debidamente enfrascado en el libro de texto de Aritmancia. Que tonta soy. Sin embargo, mantened esto en secreto, los dos. Oh, ¿pero qué estoy diciendo? Ron, mejor explicas tú esto. —Suspiró y se sopló un mechón de cabello apartándoselo de la cara en un gesto que a James le evocó sus primeros recuerdos de la tía Hermione. Le dirigió una sonrisa confusa—. James, que tengas un buen viaje. Te veremos en una semana. Rose y Hugo te envían saludos y dicen que les compres algunos pasteles de caldero en el tren. Buenos días, Noah.
Hermione desapareció de las brasas y el rostro de tío Ron apareció de nuevo.
—Excelente idea, ¿eh? —declaró, mirando de Noah a James con entusiasmo.
—Pero, ¿cómo? —preguntó Noah de nuevo—. Quiero decir, ese tipo era el mago más potencialmente peligroso en la historia del planeta hace unas semanas, ¿no? ¿Y ahora creéis que el Ministerio lo pondrá a cargo de una panda de críos?
—No sin un montón de supervisión —dijo Ron rápidamente. Obviamente había pensado bastante en ello—. Ahí es donde entran McGonagall y Neville. Ellos lo vigilarán y ayudaran, como una especie de junta directiva. McGonagall ya está de acuerdo, a pesar de que tuvimos que empujarla un poco. Básicamente teme acabar haciendo ella todo el trabajo, pero con Merlín obteniendo el crédito. Puede ocurrir, además, supongo, pero tú padre y yo no lo creemos. Merlín parece ser la clase de hombre nacido para mandar ¿sabéis?
—Sí —estuvo de acuerdo James—. Pero aún así, proviene de una época en la que mandar significaba decir a la gente que guillotina tenía la cola más corta. No me puedo imaginar que el Ministerio esté de acuerdo en ponerlo a cargo de Hogwarts.
—Tu Merlín es sorprendentemente rápido aprendiendo, James —dijo Ron con seriedad—. Ya ha estado rondando por todo el Ministerio, conociendo a gente y teniendo grandes y largas discusiones sobre la forma en que funcionan las cosas hoy en día. Está caldeando el panorama, ¡he de admitirlo!
—¿Entonces por qué no lo colocan por ahí, en algún lugar? —preguntó Noah—. Quiero decir, el mago más famoso en todo el mundo y todo eso. Cualquiera pensaría que estaría en la cola para Ministro de Magia, como poco.
Ron rió algo maliciosamente.
—Supongo que sois demasiado jóvenes para comprender las consecuencias de las palabras «sobrecualificado e inexperto». Básicamente, ningún departamento lo quiere. Un tipo como Merlín no trabaja bien tras un escritorio, para empezar. Y es difícil imaginar que cualquier jefe de departamento que lo contrate no sería jefe del departamento mucho tiempo después de hacerlo.
—Quieres decir que él asumiría el control, ¿verdad? —confirmó James.
—Asumiría el control, como poco. Es un poco de gatillo suelto. Claro, probablemente sea el mago más poderoso vivo hoy en día, pero con un hueco de mil años en su experiencia laboral. Por muy rápido que se ponga al día os aseguro que encaja mal en el tapete rojo del mundo del Ministerio. Tu padre apenas puede soportarlo, James. Piensa en lo que sería enfrentarse a un tipo que puede desterrar a sus enemigos al mundo de las tinieblas con una sola mirada. La cuestión es que el Ministerio está buscando un lugar «adecuado» para sacarse de encima al viejo. Algún lugar lo suficientemente prominente como para un mago de su talla, pero lo suficientemente lejos como para que no sea una amenaza para nadie, metafóricamente hablando. O, a lo mejor no tan metafóricamente hablando. Nunca se sabe.
—Y resulta que Hogwarts tiene necesidad de un nuevo director —dijo Noah, sonriendo.
—¿Bueno? —dijo Ron respondiendo a la sonrisa de Noah—. Parece un poco demasiado perfecto, ¿no?
—Incluso si el Ministerio está de acuerdo con eso, ¿tú crees que él aceptará? —preguntó James.
En la chimenea, Ron pareció encogerse de hombros.
—¿Quién puede decirlo? Nadie le ha preguntado aún. Pero lo primero es lo primero. —Ron se puso serio y estudió a James—. Tú lo conoces mejor que nadie, sobrino. Estabas allí cuando regresó del pasado. Tú fuiste el que habló con él para que volviera y ayudara a Hogwarts y al mundo mágico. ¿Tú qué crees? ¿Crees que podría ser un buen director? ¿Crees que deberíamos preguntárselo?
Noah se recostó contra la base del sofá, estudiando a James y esperando su respuesta. James sabía que debía pensar en ello, pero ya sabía su respuesta. Merlín era un hombre complicado, y no exactamente lo que cualquiera llamaría «bueno», no en el sentido en que lo había sido Albus Dumbledore o incluso Minerva McGonagall. Pero James sí sabía algo: Merlín quería ser bueno. Era difícil decir si era mejor tener un director que fuera bueno por naturaleza, o uno que fuera bueno porque tenía que intentar ser así todos los días, pero James tenía la edad suficiente como para saber que se trataba de un riesgo que valía la pena correr. Además, la parte Gremlin de James susurró, «podría ser divertido tener un director que destierre a alguien como Tabitha Corsica a las tinieblas con solo una mirada».
—¡Pedídselo! —dijo James, asintiendo una vez, enfáticamente—. Si el Ministerio accede, pedídselo. Y espero que acepte.
—¡Yuuuujuuuu! —aulló Noah, lanzando las manos al aire.
—Mantenedlo en secreto por ahora —dijo Ron severamente—. Si se sabe una palabra de esto antes de que tu padre y Hermione arreglen las cosas en el Ministerio, se podría estropear todo. ¿Lo captáis?
Noah asintió. James sonrió en acuerdo.
—¿Tú padre recuperó la capa y el mapa, no? —preguntó Ron a James cambiando de tema.
—Sí. Y aparentemente voy a estar castigado cuando regrese. Dos semanas sin mi escoba.
Ron chasqueó la lengua.
—Justo cuando estabas empezando a mejorar bastante, por lo que he oído. Ah, bueno. Sabes que tu padre tiene que mantener las apariencias castigándote y todo eso, pero está orgulloso de ti. Te lo digo yo.
La sonrisa de James se amplió y sus mejillas se sonrojaron.
—No es que yo lo intentara de nuevo, si fuera tú —dijo Ron, mientras su sonrisa de desvanecía—. Una vez tiene su encanto. Si sales con algo así de nuevo probablemente Ginny decida escolarizarte en el sótano de casa. Te lo digo yo, tu madre no es alguien con la que se pueda jugar, James.
Más adelante esa tarde, James se encontró con Zane y Ralph fuera mientras los Alma Alerons se reunían para embarcar. Mientras observaban, los tres vehículos voladores fueron conducidos fuera del Garaje y después, el Garaje fue desglosado y embalado dentro del portaequipajes del Dodge Hornet.
—Hay algo profundo y místico en todo esto, pero no puedo poner el dedo en la llaga —dijo Zane pensativamente.
—¿Qué? ¿En un Garaje del tamaño de una casa siendo embalado en unos minutos?
—No. En la forma en que el profesor Franklyn parece ser más y más popular entre las chicas cuanto más se acerca su partida.
Era verdad. Franklyn era muy popular entre las damas, desde las matronas más viejas hasta las chicas de primero, que se reían tontamente cuando él pasaba a su lado, tocándolas suavemente a cada una en la cabeza. Las únicas mujeres sobre las que no parecía tener efecto eran la directora y Victoire, que afirmaba creer que era un viejo charlatán presuntuoso. Ted había explicado que una de las ventajas de ser viejo era ser libre de coquetear con cualquier chica, porque ninguna de ellas se lo tomaba lo suficientemente en serio como para sentirse ofendida.
Zane encontró esto extraordinariamente instructivo.
—Cuando sea viejo, voy a coquetear así —dijo melancólicamente.
—Ni siquiera coquetea —dijo James, entrecerrando los ojos—. Apenas les sonríe y actúa modestamente, como siempre.
—Eso sólo demuestra que sabe lo que es coquetear.
Ralph puso sus ojos en blanco.
—Me sorprende que no estés tomando notas.
—Debería ofrecerse a dar una clase —dijo Zane seriamente, observando a Franklyn inclinarse y besar la mano de Petra Morganstern como despedida. Petra sonrió y le miró de reojo, ruborizándose un poco. Cuando Franklyn se enderezó, ella se inclinó hacia adelante y le dio un beso recatado en la mejilla.
—Damas y caballeros de Hogwarts —dijo Franklyn, girándose para dirigirse a la multitud—. Ha sido un gran placer para nosotros servirles este año. Ha sido, como sabía que sería, un año notablemente instructivo para nosotros. Hemos consolidado nuestra disposición a trabajar con la comunidad mágica europea en mantener la justicia y la equidad en todo el mundo, no sólo en el mundo mágico, sino también para toda la humanidad. —Escudriñaba a la muchedumbre, sonriendo, entonces se quitó las gafas y suspiró—. Estamos, sospecho, al principio de tiempos desafiantes. Soplan vientos de cambio. A ambos lados del océano nos enfrentamos con fuerzas que sacudirán los cimientos de nuestra cultura. Pero nos hemos hecho amigos, vosotros y nosotros, y permaneceremos unidos, sin importar lo que pueda venir. Llevo por aquí mucho tiempo, y puedo decir con un cierto grado de confianza que ese cambio siempre ha estado en el viento. El reto para los hombres buenos no está en impedir el cambio, sino en moldear lo que venga, a fin de que pueda beneficiar en vez de destruir. Después de este año, estoy indudablemente seguro de que podemos tener éxito en esta empresa.
Hubo una ronda de aplausos, a pesar de que James la sintió un poco superficial. No todos en aquella muchedumbre estaban de acuerdo con Franklyn, y no todos por las mismas razones. Aún así, había sido un buen discurso, y James se alegraba de que Franklyn lo hubiese hecho. Mientras la multitud seguía vitoreando, Franklyn se subió al Escarabajo Volkswagen, saludando una vez más desde la puerta abierta.
Alguien dio un golpe a James en el hombro. Se dio la vuelta y luego tuvo que mirar hacia arriba. El profesor Jackson estaba de pie detrás de él. Alto y vestido de negro Jackson parecía más imponente que nunca. Miraba hacia abajo con la nariz erguida y las cejas tupidas bajas.
—Pensé que podría querer conservar esto —dijo Jackson. James notó que el hombre sostenía una pequeña caja de madera. Jackson la observó, sostenida entre sus manos y después se la entregó a James—. Fue encontrada en las habitaciones de Madame Delacroix. Creo que le pertenece a usted más que a nadie. Disponga de ella según sus necesidades.
James sostuvo la caja, que resultaba asombrosamente ligera. Era de un extraño color verdoso, cubierta de profundas tallas decorativas. Le recordó a las enredaderas de la puerta del Santuario Oculto. Levantó la mirada para preguntar al profesor Jackson qué era, pero el hombre ya cruzaba a zancadas el patio hacia el Stutz Dragonfly. Se detuvo cuando llegó al vehículo y luego se volvió, levantando una mano hacia la asamblea, con su cara de piedra, como rezaba su apodo. La multitud vitoreó, una ovación mucho más larga y sostenida que la que Franklyn había recibido. Asombrosamente, Jackson se había convertido en el favorito de Hogwarts, no tanto a pesar de su conducta de cascarrabias como a causa de la misma.
Una vez Jackson hubo abordado al vehículo, el resto del grupo subió a bordo rápidamente. Los delegados de capas grises del Departamento Americano de Administración Mágica habían llegado de Londres un día antes para reunirse con sus compañeros para el viaje de vuelta a Estados Unidos. Se metieron en los vehículos, haciendo gestos de despedida con la cabeza al grupo. Los últimos fueron los conductores, que acomodaron el enorme montón de maletas en los portaequipajes aparentemente sin fondo de los vehículos, y luego se subieron a los asientos delanteros para conducir.
Las alas se desplegaron de los vehículos suavemente, con delicadeza, y comenzaron a azotar el aire. El Dodge Hornet despegó primero. Con un chirrido de resortes y un crujir del metal, se levantó en el aire, girando lentamente. El Stutz Dragonfly y el Escarabajo Volkswagen le siguieron, el bajo zumbido de sus alas sacudió el aire, haciendo ondular el césped del patio. Luego, con gracia y velocidad repentinas, flotaron, levantándose, con los morros inclinados hacia el suelo. En menos de un minuto el ruido de su partida se había perdido entre las últimas ráfagas de viento que soplaban sobre las colinas.
Ralph, Zane, y James se dejaron caer sobre un banco cerca de la entrada del patio.
—¿Qué hay en la caja que te dio Jackson? —preguntó Ralph, estudiándola curiosamente.
—Si yo fuera tu, ni siquiera la abriría —advirtió Zane—. ¿Recuerdas lo que dijo sobre hacer nuestras vidas «interesantes»? Es la clase de tipo que espera justo hasta el momento de partir para obtener su venganza sobre ti. De esa forma ya no está cuando comienza el problema. —Zane se golpeó con un dedo el costado de la cabeza sabiamente.
James frunció el ceño y sacudió la cabeza lentamente. Estudió la caja que reposaba en su regazo. Tenía un pestillo de metal en la parte delantera que mantenía la tapa cerrada. Sin decir nada, giró el pestillo y levantó la tapa. Zane y Ralph se inclinaron hacia adelante, estirando el cuello para ver. El interior de la caja estaba forrado con un terciopelo púrpura. Había un objeto adentro, situado sobre un trozo de pergamino enroscado.
—No lo capto —dijo Ralph, volviendo a recostarse hacia atrás—. Es un muñeco.
James lo sacó y lo sostuvo en alto. En efecto, era una pequeña figura, toscamente fabricada de arpillera y cordel, con botones desiguales como ojos.
Zane le echo un vistazo con cara seria.
—Es… eres tú, James.
Efectivamente. La figura tenía una llamativa similitud. El hilo negro de la cabeza hacía una buena representación del pelo revuelto de James. Incluso la forma de la cabeza, la línea de la boca cosida, y la colocación de los ojos de botón formaban un espeluznante retrato.
James se estremeció.
—Es un muñeco vudú —dijo. Recordó la nota dentro de la caja. Los tres chicos se inclinaron para leerla cuando James la desenrolló.
Señor Potter
Seguramente reconocerá este objeto. No hubo tiempo este año en el plan de estudios de Tecnomancia para discutir el arte antiguo de las Representaciones Armónicas (Arte Figurativo Armónico), pero sospecho que comprende usted lo que implica. Esto fue encontrado en los aposentos de Madame Delacroix. Tras un breve debate con la directora y los retratos de Severus Snape y Albus Dumbledore —quienes debería saber se toman bastante interés por usted— se decidió que podría resultarle beneficioso saber cómo Madame Delacroix utilizó este objeto en su contra. En realidad, la elegancia de su manipulación resulta bastante impresionante. Esta figura estaba colocado junto a la figura mucho mayor de su padre, Harry Potter. Al otro lado había una vela. Parece evidente que mantenía la vela encendida todo el tiempo. Por supuesto, el resultado, señor Potter, era que su figura siempre estaba a la sombra de la representación de su padre.
Siempre hay una pizca de verdad en las manipulaciones del arte vudú. Delacroix sabía que lucharía usted legítimamente con las expectativas de su legendario padre. La lección que debe aprender de esto, señor Potter, es que las emociones no son malas, pero deben ser examinadas. Conózcase usted mismo. Los sentimientos siempre parecen válidos, pero pueden confundir. Y pueden, como ya ha visto, ser utilizados en su contra. Repito, como su maestro y hombre mayor que usted, conozca sus sentimientos. Domínelos o sino ellos lo dominarán a usted.
Theodore Hirshall Jackson
—¡Vaya! —suspiró Ralph—. ¡No la llamábamos «la reina del vudú» por nada!
Zane preguntó.
—¿Qué vas a hacer con él, James? Quiero decir, ¿si lo destruyes, serás destruido tú de alguna manera?
James fijó la mirada a la pequeña y poco atractiva caricatura de sí mismo.
—No lo creo —respondió pensativamente—. No creo que Jackson me lo hubiera dado en ese caso. Creo que solo quiso que recordara lo que ha ocurrido. Y tratar de asegurarse de que no vuelva a suceder.
—¿Y? —repitió Zane—. ¿Qué vas a hacer con eso?
James se levantó, metiendo el muñeco en el bolsillo de sus pantalones.
—No sé. Creo que lo guardaré. Por lo menos durante un tiempo.
Con eso, los tres chicos vagaron sin rumbo fijo hacia la escuela, decididos a hacer lo menos posible en su último día de clase.
Más tarde esa noche, incapaz de dormir por la emoción de la partida del día siguiente, James salió de la cama. Se deslizó escaleras abajo hacia la sala común, con la esperanza de que alguien más pudiera estar aún levantado para una partida de ajedrez mágico o incluso de Winkles y Augers. Por el brillo de las brasas, la habitación parecía estar vacía. Mientras se daba la vuelta para marcharse, algo atrapó la mirada de James y observó de nuevo. El fantasma de Cedric Diggory estaba sentado cerca del fuego. Su forma plateada era todavía transparente, pero notablemente más sólida que la última vez que lo había visto.
—Estaba intentando pensar en un nombre para mí —dijo Cedric, sonriendo cuando James se lanzó sobre un sofá cercano.
—¿Ya tienes un nombre, no? —respondió James.
—Bueno, no un nombre fantasmal apropiado. No como «Nick Casi Decapitado» o «el Barón Sanguinario». Necesito algo con estilo.
James lo consideró.
—¿Qué tal «El Cazador de Muggles Fastidiosos»?
—Es un poco largo.
—Bueno, ¿puedes mejorarlo tú?
—Yo estaba pensando… será mejor que no te rías —dijo el fantasma, lanzando a James una mirada severa—. Estaba pensando en algo así como «El Espectro del Silencio».
—Hmm —respondió James cuidadosamente—. Pero no eres silencioso. De hecho, suenas mucho mejor ahora. Tu voz ya no suena como llegada del Más Allá.
—Sí —estuvo de acuerdo Cedric—, estoy un poco más… aquí, en cierto modo. Ahora, soy tan fantasmal como el resto de los fantasmas de la escuela. Aunque estuve en silencio durante mucho tiempo, ¿no?
—Supongo que sí. Pero aún así, con un nombre como «El Espectro del Silencio» —dijo James sin convicción— será difícil encajar si vas a ir por ahí conversando con la gente todo el tiempo.
—Tal vez podría mostrarme meditabundo y callado un montón de rato —medió Cedric—. Simplemente flotaría mucho por ahí pareciendo malhumorado y demás. Y entonces, cuando pasen por mi lado, la gente se susurrará unos a otros, «¡Eh, ahí va! ¡El Espectro del Silencio!».
James se encogió de hombros.
—Vale la pena probar. Supongo que tienes todo el verano para practicar la melancolía silenciosa.
—Supongo que sí.
James se sentó de repente.
—Entonces, ¿crees que vas a ser el nuevo fantasma de Gryffindor? —preguntó—. Quiero decir, como Nick Casi Decapitado se fue a dondequiera que vayan los fantasmas nuestra Casa no tiene ya fantasma.
Cedric lo pensó un momento.
—En realidad no creo. Lo siento. Yo era un Hufflepuff, ¿recuerdas?
James se desplomó una vez más.
—Sí. Lo olvidé.
Pasaron unos minutos y entonces, Cedric habló de nuevo.
—Fue algo estupendo lo que hiciste, salir y llamar a Merlín para que regresase y nos ayudase cuando parecía haberse ido para siempre.
James levantó la cabeza y miró al fantasma. Frunció el ceño un poco.
—¿Eso? Bueno, en realidad fue sólo un golpe al azar. Fue culpa mía que Merlín fuera traído a este tiempo. Creía que estaba haciendo al mundo un gran favor, interponiéndome en el camino del malvado plan de Delacroix y Jackson. Y resultó que ella me utilizó todo el tiempo y que Jackson era en realidad un buen tipo.
—¿Y bien? —contrarrestó Cedric—. Aprendiste algo entonces, ¿verdad?
—No lo sé —dijo James automáticamente. Pensó durante un momento y luego añadió—: Sí, supongo que sí.
—En cierto aspecto tú y tu padre sois iguales, James —dijo Cedric.
James rió un poco sin humor.
—No veo en qué. Todo lo que aprendí es que mi forma de hacer las cosas no es como la de papá. Si trato de hacerlo a su manera, todo me sale mal. Si trato de hacerlo a mi manera, podría ayudar a que las cosas se solucionen por pura suerte. El camino de papá fue ser un héroe. Mi camino es el camino del manager. Mi mejor talento es pedir ayuda.
—No, James —dijo Cedric, inclinándose hacia adelante para mirar a James directamente a los ojos—, tu mejor talento es inspirar a las personas a que quieran ayudar. ¿Crees que eso no es importante? El mundo necesita gente como tú, porque la mayoría de la gente de ahí afuera no tiene el coraje o la pasión o la dirección para ser héroes. Quieren serlo, pero necesitan que alguien les diga por qué, y les muestre cómo hacerlo. Tienes un don, James. Tu padre fue un héroe porque era el Chico Que Vivió. Tenía un destino. No fue un camino fácil para él, pero era un camino evidente. Estaba Harry y estaba Voldemort. Él sabía dónde estaba y lo que tenía que hacer, incluso si le mataban. Tú, sin embargo… eres un héroe porque eliges serlo, todos los días. Y tienes talento para animar a otros a que elijan también.
James clavó la mirada en los carbones ennegrecidos del fuego.
—Yo no soy un héroe.
Cedric sonrió y se recostó hacia atrás de nuevo.
—Piensas eso sólo porque crees que los héroes siempre ganan. Confía en mí esta vez, James. Un héroe no se define por ganar. Muchos héroes mueren en el esfuerzo. La mayoría de ellos nunca obtienen ningún reconocimiento. No, un héroe es sólo alguien que hace lo correcto cuando sería mucho, mucho más fácil no hacer nada.
James se giró para mirar al fantasma, con una sonrisa ladeada.
—Quizás debiéramos llamarte «El Espectro de la Cursilería»
—Ja, ja —respondió el fantasma.
James se puso de pie de nuevo.
—Gracias, Cedric. Eso… ayuda.
Cedric asintió. James se dirigió de nuevo a las escaleras, pero se detuvo con el pie en el escalón inferior.
—Sin embargo, hay algo que todavía me molesta, Cedric. Tal vez sepas algo al respecto, siendo un fantasma y todo eso.
—Tal vez. Dime.
—La dríada del bosque dijo que existe un heredero de Voldemort. Dijo que esta persona estaba viva y muy cerca, aquí en los terrenos de la escuela.
Cedric asintió lentamente.
—Yo estaba allí cuando se lo contaste a Snape.
—Bueno, quienquiera que sea creo que fue quien cogió el Game Deck de Ralph y usó el nombre de Austramaddux. Si eso no hubiera ocurrido, nada de esto hubiera pasado. Quienquiera que sea tiene que haber estado trabajando con la señorita Sacarhina desde el principio.
Cedric apartó la vista, mirando a través de una ventana cercana.
—¿Crees saber quién es?
—Tabitha Corsica —dijo James rotundamente—. Creí que podría ser ella tras hablar con Snape y todavía sigo pensando que puede ser ella. Vale, su escoba no era del báculo de Merlín. Aún así hay algo espeluznante en la escoba. Y en ella en general.
Cedric se puso de pie y caminó a través de la silla, aparentemente sin percatarse de que lo hacía.
—He sentido algo, James. Te lo admito. Siento la sensación de que Quien-no-debe-ser-nombrado está aquí todavía. Que perdura dentro de estas paredes. Es como un olor, como algo rancio y sudoroso… y púrpura, de algún modo. Tal vez soy más sensible a ello que los demás fantasmas. Después de todo, él fue el responsable de mi muerte.
—Sí —dijo James tranquilamente—. No lo olvido.
—Pero James, las cosas rara vez son tan obvias como nos gustaría pensar que son. En el mundo real, al menos en nuestros tiempos si no en el de Merlín, el mal lleva muchas máscaras. Es confuso. Tienes que ser muy cuidadoso. A veces, incluso las buenas personas pueden parecer malas. Muchos de nosotros, incluido tu padre, cometimos ese error con el profesor Snape.
—Como yo —admitió James—, con el profesor Jackson.
Cedric asintió.
—Pero habría jurado que Tabitha estaba involucrada en todo el asunto de la conspiración de Merlín. ¿Tú cuál crees que sea la verdadera historia de Tabitha y su escoba?
Cedric observó a James durante un largo momento, estudiándolo.
—¿Nunca se te ha ocurrido pensar que su escoba podría ser exactamente lo que ella dice que es?
—¿Qué? —se burló James—. ¿Un «artefacto muggle»? Eso es solo una treta que se sacó de la manga, ¿no?
Cedric se encogió de hombros, pero pareció más bien el encogimiento de hombros de alguien que sabe más de lo que tiene intención de decir.
—La gente más espeluznante no siempre son los que se inclinan hacia el mal, James. A veces, la persona más espeluznante es la que confunde sus propias mentiras con la verdad.
James parpadeó.
—¿Quieres decir que… Tabitha Corsica cree en todas las cosas que dijo en el debate? ¿En lo de que Voldemort en realidad era un buen tipo? ¿Que fue pisoteado por el Ministerio y la clase mágica dirigente porque no podían dejar que desafiara el status quo? ¿No puede creer de verdad en eso, no?
Cedric volvió a mirar a James, y luego suspiró.
—Honestamente, no lo sé. Pero sé que mucha gente lo cree. Y ella parece muy sincera al respecto. Esa escoba suya puede tener alguna magia tenebrosa en su interior, pero eso no es nada comparado con la magia oscura que alguien puede convocar si su corazón es lo suficientemente deshonesto como para retorcer una mentira hasta convertirla en algo que cree que es verdad.
Mientras James se metía silenciosamente en su cama, su mente corría. Ni siquiera había considerado el que Tabitha Corsica pudiera creer las cosas que decía. Había asumido que apoyaba la propaganda del Elemento Progresivo porque aceptaba y suscribía plenamente su oscuro objetivo final. Por un momento sintió vagamente pena por ella. Era terrible pensar que alguien como ella pudiera creer que estaba moralmente en lo cierto, y que él, James Potter, y su padre, eran los malvados. Era casi impensable, pero no del todo. Fuera, la luna estaba llena y brillante. James se durmió con sus rayos en la cara, pálidos y fríos, y la frente aún ligeramente fruncida.
Al día siguiente, James, Zane, y Ralph avanzaban con el Expreso de Hogwarts hacia el andén nueve y tres cuartos. Los padres de Zane estaban allí, junto con su hermana menor, Greer, que miraba a la gigantesca locomotora carmesí con sobrecogido asombro. De pie cerca de ellos, James divisó a su madre y su padre arreando a Albus y Lily para que avanzaran con ellos. Sonrió y saludó. Parecía como si apenas hubiera pasado una semana desde que los había visto desde el tren mientras éste se alejaba de la estación, llevándole junto con la incertidumbre de su primer año en Hogwarts. Ahora estaba en casa de nuevo. Hogwarts era maravilloso, pensó para sí mismo, pero se alegraba de volver a casa después de todo. El próximo año estaría acompañando a Albus en el tren que le llevaría a su primer año. Se burlaría de Albus interminablemente sobre en qué Casa terminaría. De hecho, ese iba a ser su proyecto de verano. Pero no se preocupaba al respecto. Aunque Albus no fuera un Gryffindor le iría bien. James sabía que si Albus era enviado a otra Casa que no fuera la suya se sentiría incluso un poco celoso. Pero sólo un poco.
Cuando se unió a la fila para salir del tren, James acabó detrás de Ted. Notó que Ted estaba cogido de la mano con Victoire.
—Vas a causar un montón de problemas, ¿sabes? —dijo James, sonriendo.
—Es un trabajo duro, ser tan controvertido —dijo Ted humildemente—, pero todos tenemos nuestras cargas que soportar.
—Mis padges no deben vegnos juntos —ordenó Victoire—. Ted Lupin, no lo agguines todo. Sabes que no lo apgobagían. Mantén la boca ceggada. Tú también, James.
—Su acento es mucho más prominente cuando se pone mandona, ¿no? —preguntó Ted a James.
James sonrió. Era cierto.
Se detuvo en la puerta abierta del tren, mirando hacia el andén. A través de la multitud de estudiantes que regresaban, los bulliciosos porteros y los gritos de los miembros de las familias, vio a Zane sumido en el mutuo abrazo de su hermosa madre rubia y alta, y su orgulloso padre. Su hermana fue absorbida hacia el abrazo, aparentemente contra su voluntad, feliz de ver de nuevo a su hermano pero aún embelesada por el tren carmesí. Ralph se encontró con su padre en el andén con un abrazo más sobrio, ambos sonreían un poco tímidamente. Ralph echó un vistazo hacia atrás a James y saludó.
—¡Papá dice que pasaremos el verano en Londres! ¡Podré ir a visitarte!
—¡Excelente! —gritó James felizmente en respuesta.
Y entonces, mientras bajaba, James vio a su propia familia buscándole. En ese momento antes de que lo hubieran divisado, James saboreó su propia felicidad. Estaba sin duda en casa. Corrió hacia ellos, palpando el bolsillo de sus pantalones para asegurarse de que el pequeño muñeco de Madame Delacroix estuviera todavía allí. Probablemente no significara nada, pero no hacía daño ser precavido. No hacía ningún daño en absoluto.
—¡James! —gritó Albus, que le vio primero—. ¿Nos trajiste algo? ¡Lo prometiste!
—¿Qué soy yo? ¿Papá Noel? —respondió James, riendo mientras Albus y Lily casi le derribaban.
—¡Lo prometiste! ¡Nos prometiste varitas de regaliz del carrito!
—Y pasteles de caldero para Rose y Hugo —añadió Harry, sonriendo.
—Vaya, las noticias vuelan. ¡Vale, vale, he traído cosas para todo el mundo! —admitió James. Se vació los bolsillos, llenando las manos de Albus y Lily de golosinas. Sacó el muñeco vudú al final y todos lo miraron un poco desconcertados.
—¿Qué demonios es eso, James? —dijo Ginny, abrazándolo y luego estudiando el objeto en las manos de su hijo—. ¡Se parece… bueno, a ti!
La cara de James se rompió en una sonrisa.
—Es para ti, mamá. Pensé que te gustaría guardarlo para cuando vaya a la escuela el próximo año. Ya sabes, para te acuerdes de mí.
Ginny lo miró con curiosidad, y luego le echo un vistazo a Harry. Él se encogió de hombros y sonrió.
—Bueno, es un poco raro, pero vale —dijo ella, quitándole el muñeco—. ¿Si lo abrazo, lo sentirás?
James se encogió de hombros, demostrando desinterés mientras la familia comenzaba a abrirse paso hacia la terminal principal.
—No lo sé. Nada. Es… sabes, supongo que vale la pena probar.
Ginny asintió, sonriendo y lanzando una mirada a Harry. Tendría que probar.