18. Asamblea en la Torre

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El alba era una débil línea rosa en el borde del horizonte cuando James abrió los ojos. Estaba incómodamente tendido sobre la hierba en el del Santuario Oculto, y helado hasta los huesos. Gimiendo, rodó hasta sentarse y examinó su entorno. Lo primero que advirtió fue que el trono de Merlín había desaparecido. No había más que un desnivel en la hierba donde antes había estado. La segunda cosa que notó cuando levantó la cabeza y miró alrededor fue que el Santuario Oculto ya no era un lugar mágico. En ausencia del trono de Merlín, la isla volvía rápidamente a su salvaje y arbitraria naturaleza. La sensación de obsesionante y gótica arquitectura se estaba disipando. Los pájaros cantaban en las ramas de los árboles en lo alto.

—Ah-hh —gimió una voz cercana—. ¿Dónde estoy? De algún modo, tengo la terrible sensación de que una taza del café y una chimenea no están a punto de aparecer ante mis ojos.

—Zane —dijo James, consiguiendo levantarse tambaleante—. ¿Estás bien? ¿Dónde está Ralph?

—Estoy aquí —refunfuñó Ralph—. Estoy haciendo inventario de todos mis huesos y funciones físicas básicas. Hasta ahora nada alarmante, pero necesito un cuarto de baño aún más que San Lokimagus.

James subió los escalones en la penumbra de las gradas superiores del Santuario. La luz de primera hora de de mañana era débil y gris, apenas penetraba a través de la maleza y los árboles de la isla. Zane y Ralph subían tras él con paso vacilante.

—Merlín se ha ido —dijo James, mirando alrededor—. Y no veo a Jackson ni a Delacroix tampoco. —Pisó los pedazos rotos de la varita de Jackson y se estremeció.

—Nos equivocamos con él, ¿verdad? —dijo Ralph.

—Nos equivocamos con un montón de cosas —estuvo de acuerdo James en voz baja.

Zane se frotó la parte baja de la espalda y gimió.

—¡Eh!, no lo hicimos tan mal, considerándolo todo. Casi detuvimos el regreso de Merlín, gracias a un práctico leño y a mis reflejos felinos. —Su voz parecía hueca en el eco plano del Santuario y se calló.

Los tres muchachos encontraron la apertura que conducía hacia el puente de la cabeza de dragón, cortaron algunos hierbajos que habían crecido taponando el espacio y salieron dando traspiés al alba. El puente se había derrumbado parcialmente y ya no tenía casi ninguna semejanza con la terrorífica cabeza de dragón. La orilla que lindaba con el bosque era fangosa y estaba mojada, cubierta del rocío de la mañana.

—¡Eh!, mirad —dijo Ralph, señalando. Había huellas en el fresco y resbaladizo barro.

—Parece que dos personas pasaron por aquí alejándose de la escuela —dijo Zane, inclinándose para estudiar las descuidadas marcas—. ¿Crees que uno de ellos era Merlín?

James negó con la cabeza.

—No. Merlín no llevaba zapatos. Me parecen de Delacroix y Jackson. Probablemente ella se marchó primero, y luego él la persiguió cuando se recuperó. Además, algo en Merlín me dice que no deja huellas a no ser que le convenga.

—Espero que Jackson la parta por la mitad cuando la coja —dijo Zane, pero sin mucha pasión.

—Espero que ella no lo parta a él —contestó Ralph con aire taciturno—. Ya viste lo que hizo con su varita.

—No me lo recuerdes —refunfuñó James—. No quiero pensar en ello.

Comenzó a avanzar dirigiéndose en principio hacia los bosques, donde habían dejado a Prechka, pero sin un verdadero destino en mente. Tenía una sospecha terrible sobre adónde había ido Merlín, y él, James, era responsable de ello.

Dos veces Delacroix le había llamado su ayudante. Ella le había influido, de algún modo, y él lo había permitido. Había participado directamente en su plan, trayéndole la capa. Ella tenía razón. No había tenido que levantar ni un dedo. Cierto, las cosas no habían parecido resolverse muy bien para Delacroix al final, pero eso no significaba mucho. Un Merlín solitario y granuja podría ser aún más peligroso que un Merlín aliado con gente como el Elemento Progresivo. Al menos ellos intentaban funcionar bajo un manto de respetabilidad. Merlín pertenecía a otra época; una época más directa y mortífera.

Una carga casi aplastante de culpa y desesperación aplastaba a James mientras avanzaba con paso lento. Zane y Ralph le seguían silenciosamente.

Prechka se había ido. James no se sorprendió en realidad. Sus huellas estaban impresas en la tierra húmeda, como las de un dinosaurio. Sin una palabra, los muchachos las siguieron, temblando y mojados por el rocío.

Una neblina llenaba los bosques, reduciendo el mundo a un puñado de árboles negros y empapados arbustos. Mientras caminaban, la niebla se volvió luminosa, absorbiendo el sol, y finalmente comenzó a disiparse. El bosque se despertó con el canto de los pájaros, y el corretear de invisibles criaturas en la maleza. Y entonces, sorprendentemente, se oyeron voces distantes, llamándolos.

—¡Eh! —dijo Zane, deteniéndose y escuchando—. ¡Es Ted!

—¡Y Sabrina! —añadió Ralph—. ¿Qué hacen aquí? ¡Eh! ¡Aquí!

Los tres muchachos se detuvieron y llamaron a los dos Gremlins, que respondieron con silbidos y gritos. Una forma gigantesca surgió de la niebla, moviéndose casi con delicadeza entre los árboles.

—¡Grawp! —Zane se rió, corriendo al encuentro del gigante.

—Chicos, los tres parecéis sobras de inferis —gritó Ted desde los hombros de Grawp—. ¿Habéis pasado toda la noche aquí?

—Es una larga historia, pero sí —respondió Zane—. Versión abreviada: Merlín regresado, la reina vudú huída, y Jackson era un buen tipo después de todo. Va tras ella mientras hablamos, pronóstico desconocido.

—¿Hay espacio allí arriba para tres más, Grawp? —dijo Ralph, temblando—. Es que creo que si tengo que dar un paso más, me caeré muerto.

Grawp se arrodilló y los tres muchachos treparon a sus hombros, apiñándose con Sabrina y Ted. Antes de subir, James flexionó los dedos y la muñeca de su mano derecha. No sentía dolor, y los huesos de su brazo parecían sólidos y rectos. Se desató el entablillado y se lo metió descuidadamente en el bolsillo.

—¿Cómo escapasteis vosotros dos? —preguntó James a Ted cuando se embutió a su lado, aferrando puñados del pelo pajizo de Grawp en busca de apoyo—. Creía que todos estabais bajo arresto domiciliario.

—Eso fue anoche —dijo Ted simplemente—. Las cosas se han vuelto bastante disparatadas en la escuela desde entonces. Merlín apareció en medio de la noche, y déjame que te lo diga; ese sujeto sí que sabe hacer una entrada.

—Dirigió a Prechka derechita al patio y la hizo patear las puertas de entrada —explicó Sabrina.

—Obviamente habla el idioma gigante, y la puso realmente salvaje. Entonces, descendió y la durmió. Todavía está allí, roncando junto a la entrada principal como el montón de colada más grande del mundo.

—Todos nos despertamos cuando oímos el ruido de las puertas al romperse —continuó Ted—. Después de eso, se desató un pandemónium. Había estudiantes corriendo por todas partes en pijama intentando averiguar qué estaba pasando. La gente estaba ya bastante tensa, con el tal Prescott todavía en la zona y sin saber nadie qué estaba tramando. Y luego allí estaba ese sujeto musculoso y vestido como una mezcla de druida y Papá Noel, que acechaba por la escuela, durmiendo a la gente con apenas una mirada, golpeando ese enorme bastón contra el suelo al andar lo bastante ruidosamente como para que resonara por todo el lugar. ¡Entonces vio a Peeves y pasó la cosa más extraña!

—¿Qué? —preguntó Zane esperanzado—. ¿Peeves le hizo una pedorreta y consiguió que le convirtieran en una lámpara de pie o algo así?

—¡No —dijo Sabrina—, Peeves se le unió! No parecía desearlo, pero lo hizo de todos modos. Merlín se detuvo cuando vio a Peeves, y luego le habló. Ninguno de nosotros sabía lo que decía. Hablaba en una lengua realmente extraña y florida. Nos tenía preocupados que Peeves hiciera algo estúpido y consiguiera que nos liquidara a todos con aquel bastón espeluznante, pero entonces Peeves sonrió abiertamente, y no se parecía a ningunas de sus sonrisas normales. Fue la clase de sonrisa que ves en un elfo doméstico cuando el amo es propenso a zurrarle con una sartén cuando lo ve. Toda una muestra de dientes y no demasiado humor, ¿sabéis? Y entonces Peeves corrió junto al tipo. Hablaron durante pocos segundos en voz baja, y luego Peeves se marchó, lo bastante lentamente como para que Merlín le siguiera. Merlín tenía un lugar en mente al que quería ir, supongo, y Peeves lo llevó allí.

—¿Peeves? —dijo Ralph con incredulidad.

—Lo sé —contestó Ted—. No es normal. Fue cuando supimos que tratábamos con alguien realmente terrorífico. La mayor parte de nosotros, los Gremlins, ya habíamos adivinado que se trataba de Merlín, pero eso lo demostró.

—¿Adónde fueron? —preguntó James con voz tranquila.

—A la Torre Sylvven —contestó Sabrina—. Al menos así solía llamarse. Ya nadie la usa. Se corrió la voz de que esperaba un «parlamento con el Pendragón», signifique eso lo que signifique.

—No me gusta nada como suena —dijo Zane.

—A nadie le gusta —estuvo de acuerdo Ted—. Al parecer cree que ese «Pendragón» es el rey o el líder. Fue una especie de desafío medieval o algo parecido. Sea como sea McGonagall reunió a los profesores para acudir y tratar con él, y fue cuando se dio cuenta de que tanto el profesor Jackson como Delacroix se habían ido. Entonces, llegó la noticia de que habías desaparecido de la enfermería, James. Lo siguiente que supimos fue que McGonagall nos enviaba a buscaros a los tres. Estaba demasiado ocupada para venir ella misma, pero sabía que si alguien podía olisquearte, esos éramos nosotros. Parece sospechar que vosotros tres podríais saber algo sobre todo este «lío infernal», como lo llamó ella. Menuda vieja recelosa, ¿verdad?

Para cuando Ted terminó de hablar, Grawp finalmente los había sacado del límite del bosque. El castillo resplandecía en la brillante luz matinal, sus ventanas relucían alegremente a pesar de la confusión que reinaba en su interior. El garaje de Alma Aleron estaba tranquilo, sus puertas cerradas y aseguradas. James recordó la diferencia horaria entre Hogwarts y el lado de Filadelfia, y supo que los del otro lado todavía estarían profundamente dormidos. Cuando Grawp dobló la esquina del patio, Ted le pidió que los bajara al suelo.

—¡Buen trabajo, Grawp! —dijo Sabrina calurosamente, acariciando el enorme hombro del gigante—. Ve a descansar con Prechka, ¿te parece?

Grawp gruñó en conformidad y se movió pesadamente hacia la giganta, que efectivamente roncaba profundamente junto a los escalones del castillo. Las sólidas puertas de madera colgaban de un gozne cada una, forzadas hacia adentro y destrozadas. El vestíbulo estaba misteriosamente vacío y silencioso. Cuando entraron, Ralph jadeó y aferró el brazo de James, señalando. Allí, tendidos torpemente en el suelo cerca de la puerta, estaban el señor Recreant y la señorita Sacarhina. Ambos tenían los ojos abiertos y sonreían abiertamente hacia el techo de forma poco natural.

El brazo de Sacarhina estaba extendido, apuntando hacia arriba y se veía pálido a la luz del alba.

—¿Están mu… muertos? —tartamudeó Ralph.

Ted pateó ligeramente el pie de Recreant.

—Probablemente no. Todavía están calientes y respiran. Solo que muy, muy despacio. Al parecer estaban aquí en la entrada cuando llegó Merlín. Parece ser que intentaron darle la bienvenida y los liquidó, de algún modo. Durmió a montones de estudiantes, pero estos dos se ganaron algún tratamiento congelante especial. De todos modos, los apartamos del camino para que la gente no les pasase por encima. —Se encogió de hombros y los guió pasando junto a las dos figuras tendidas, hacia los pasillos de más allá de las escaleras.

—¿Dónde está la Torre Sylvven? —preguntó James mientras se apresuraban por los pasillos.

—Es la torre más alta en la parte antigua del castillo. La más estrecha también —contestó Ted, con voz más sombría de lo normal—. No se usa mucho excepto para la astronomía a veces. Es demasiado alta y peligrosa para subir. Petra dice que era una parte importante del castillo hace mucho, mucho tiempo. Cada castillo tenía una, y se la consideraba terreno neutral, una especie de embajada universal o algo así. Las reuniones entre naciones y reinos en guerra se sostenían allí, con un rey a un lado y el rey enemigo al otro. Se permitía que los acompañaran cuatro consejeros, pero el resto tenía que esperar abajo. De vez en cuando, las guerras se decidían y terminaban allí mismo, a veces un líder mataba al otro y lanzaba el cuerpo desde la cima de la torre para que todos lo vieran.

A James se le cayó aún más el alma a los pies.

—¿Quién está allí con él, entonces?

Ted se encogió de hombros.

—No sé. Nos enviaron para encontraros a los tres cuando McGonagall todavía estaba reuniéndolos a todos. Asumo que quería ir a enfrentarlo ella misma. Parecía bastante dispuesta a ello, si me preguntas a mí.

Los cinco estudiantes atravesaron un amplio y bajo arco, entrando en la sección más antigua y menos utilizada del castillo. Después de varios pasillos estrechos y curvos, finalmente se encontraron con la gente. Los estudiantes estaban reunidos en los pasillos, alineados a lo largo de las paredes y hablando en voz baja.

Finalmente, Ted los condujo a una habitación redonda con un techo muy alto; tan alto, de hecho, que se perdía en las oscuras y brumosas alturas de la torre. La planta baja estaba atestada de estudiantes que refunfuñaban con nerviosa excitación. Una desvencijada escalera de madera subía en espiral por la garganta de la torre. Después de un vistazo superficial hacia arriba, Ted comenzó a subir.

James, Zane, Ralph y Sabrina le siguieron.

—¿McGonagall está ahí arriba con… él? —preguntó Ralph—. ¿Cómo de, er, buena es?

—Es la directora —contestó Sabrina seriamente—. Es buena.

—Eso espero —dijo James en voz baja.

Subieron el resto del camino en el silencio. Llevó bastante tiempo, y James se sentía notablemente cansado y dolorido cuando alcanzó la cima. Ralph jadeaba detrás de él, tirando de sí mismo con ambas manos sobre la gruesa barandilla. Finalmente, sin embargo, la escalera se abrió a una habitación que se encontraba en la cima de la torre. Era baja, amplia, con pesadas vigas y polvo, y siglos de guano de palomas y búhos. Estrechas ventanas desfilaban alrededor del perímetro de la habitación, revelando porciones de luz matinal. Había varias personas presentes, aunque ninguno de ellos parecía ser la directora o Merlín.

—James —dijo una voz espesa, y una mano cayó sobre su hombro—. ¿Qué haces aquí? Este no es lugar para ti, me temo.

—Fue convocado, profesor Slughom —dijo Sabrina, siguiendo a los demás al interior de la habitación—. La misma directora nos pidió que lo trajéramos, así como a Ralph y a Zane. Deben subir enseguida.

—¿Subir? —jadeó Ralph—. ¿Hay más? ¿Esto no es la cima?

—Ah, señor Deedle —dijo Slughom, atisbando a Ralph—. Sí, me temo que hay más, pero sólo un poco más. Está directamente sobre nosotros. ¿Está segura de esto, señorita Hildegard? Difícilmente este sea lugar para niños.

James pensó que Slughom parecía un poco molesto porque Ralph, Zane y él fueran subir mientras él mismo no.

—Usted estaba en la habitación cuando la directora nos envió a buscarlos, profesor —dijo Ted, permitiendo que una insinuación de severidad se filtrara en su voz.

—Lo estaba —reconoció Slughom, como si el hecho demostrara poco.

—Déjales continuar, Horace —dijo el profesor Flitwick desde un banco cerca de la ventana—. Si han sido convocados, han sido convocados. No estarán mucho más seguros aquí con nosotros si ese salvaje prevalece.

Slughom miró fijamente a James, y luego, con un esfuerzo de voluntad evidente, suavizó su expresión. Se volvió hacia Ralph y le palmeó con firmeza el hombro.

—Represéntenos bien, señor Deedle.

Ted señaló hacia una corta escalera de piedra que sobresalía del suelo de madera y subía hasta una trampilla en el techo. James, Ralph y Zane se acercaron y subieron despacio los desgastados peldaños. La trampilla no estaba cerrada. James la empujó y la luz se vertió, cegándolo momentáneamente mientras subía a la superficie superior.

Era casi exactamente del mismo tamaño y forma que el Santuario Oculto, construida casi completamente de piedra, menos por el suelo de madera en el centro, con la trampilla abierta. Pilares de mármol rodeaban la estancia, pero no había ningún techo. La luz matinal llenaba la cima de la torre, brillando sobre las gradas de mármol blanco y de piedra.

Merlín estaba sentado a pocos metros de distancia, de cara a los tres muchachos cuando emergieron al suave viento y la cálida luz. Su cara era glacial e estaba inmóvil, sólo sus ojos se movieron para mirarlos.

—Señor Potter —la voz de la directora sonó calmada—. Señor Walker y señor Deedle. Gracias por unirse a nosotros. Por favor, pónganse a mi izquierda. Oiremos su relato dentro de poco.

James se giró mientras Zane cerraba la trampilla. McGonagall estaba sentada tras ellos, frente a Merlín. Estaba vestida con un flamante vestido rojo mucho más llamativo y ostentoso de lo que James le había visto usar jamás. La hacía parecer más joven y terrorífica, como una especie de reina tirana. Las sillas sobre las que ella y Merlín se sentaban estaban incrustadas en la piedra de la grada más baja, de modo que ambos se miraban mutuamente a través del suelo de madera del centro.

A la izquierda de McGonagall, alineados a lo largo del borde de la grada más alta, había cuatro asientos tallados más, aunque estaban mucho menos ornamentados. Sentados en ellos estaban Neville Longbottom, el profesor Franklyn, y Harry Potter.

—¡Papá! —James suspiró, una sonrisa de alivio y alegría iluminó su cara. Subió corriendo los peldaños hacia su padre.

—James —dijo Harry en voz baja, con cara severa—, me dijeron que habías desaparecido. Nos tenías muy preocupados. Yo mismo habría salido tras vosotros, pero recibimos la noticia de que habías sido encontrado sólo momentos después de mi llegada.

—¿Cómo lo supieron? —preguntó Ralph, frunciendo la frente.

Harry se permitió una sonrisa ladeada y mostró un pato de goma Weasley. En su parte inferior, la letra de Ted había garabateado: ¡Encontrados! ¡Estaremos allí enseguida!

—Este es de Petra Morganstern, pero dijo que sacó la idea de vosotros tres. Muy práctico.

—Lo siento, cogí el mapa y tu capa, papá —dijo James apresuradamente—. Sé que no debí hacerlo. Realmente organicé un buen lío. Merlín regresó y todo es culpa mía.

Harry lanzó una mirada significativa a las sillas del centro de la sala.

—No seas tan duro contigo mismo, hijo. Tendremos mucho tiempo para hablar de eso más tarde. Por ahora, creo que tenemos otros asuntos que atender.

James se volvió hacia la directora y Merlín. Casi los había olvidado con el entusiasmo y el alivio de ver a su padre.

—Cierto. Lo siento.

Los tres muchachos permanecieron de pie en la grada superior, junto a Harry, Neville y Franklyn. James advirtió por primera vez que el otro lado de la grada estaba ocupado por un número sorprendente de pájaros y criaturas, todos observando fijamente a Merlín.

Había búhos y palomas, cuervos y también algunos halcones, todos colocados sobre el parapeto, sobre los cuatro asientos tallados, y en el suelo de las dos primeras gradas. Sentados incongruentemente entre ellos, también observando fijamente al hombre barbudo, había una amplia una variedad de criaturas que James reconoció como animales domésticos. Ranas y ratas se apretujaban cuidadosamente entre los pájaros. Incluso el gato de Zane, Pulgares, estaba allí, sentado cerca del frente, su nariz blanca y negra meneándose nerviosamente.

—¿Qué decía, profesor Longbottom? —dijo McGonagall, su mirada todavía estaba fija en la enorme e inmóvil figura de Merlín.

Neville se removió y se levantó.

—Simplemente deseo mostrar mi objeción a su conversación con este… este intruso, que ha entrado violentamente en esta escuela con quién sabe qué objetivo infame en mente, hablando en una lengua que nosotros, sus compañeros y colegas, desde hace mucho no podemos entender ni seguir. Entre esto y su, debo admitir, sorprendente atavío… bien, seguramente usted debe saber lo que nos parece.

—Le pido disculpas, señor Longbottom, y al resto de ustedes —dijo McGonagall, finalmente apartando la mirada de Merlín y mirando a los ojos de los reunidos a su izquierda—. Lo había olvidado. Este caballero proviene de unos tiempos de formalidad y ritual. Le recibo como espera ser recibido, con la vestimenta ceremonial de mi posición. Me temo que cuando nos vio por primera vez asumió que todos nosotros, incluidos los profesores y yo misma, éramos campesinos que de algún modo habían logrado invadir el castillo. Era sumamente impropio en su tiempo que el Pendragón se presentase con una especie de saco descolorido que es con lo que él confundió nuestras ropas. En cuanto al idioma…

—Puedo hablar en la lengua de sus siervos si así lo desea, señora Pendragón —interrumpió Merlín con su voz grave y vibrante—. Aunque no adivino por qué se digna a hablarles como a iguales cuando deberían ser azotados por semejante impertinencia.

McGonagall suspiró y cerró los ojos. James tenía el presentimiento de que este tipo de malentendido había venido ocurriendo desde hacía rato.

—Son mis colegas, no mis subalternos, señor. Esta es otra época, me temo que debo seguir recordándoselo. No soy el Pendragón de un reino. Soy Pendragón sólo de una pequeña porción de tierra, todo lo que está a la vista de esta torre. Pero sí, por favor hable de modo que todos podamos entenderle.

—Como desee, señora —contestó Merlín—. ¿Asumo que su consejo está totalmente presente, entonces?

—Así es. James Potter, Ralph Deedle, Zane Walker —dijo la directora, mirando a cada muchacho sucesivamente—. Este hombre reclama ser Merlinus Ambrosius, devuelto al mundo de los hombres desde tiempos desconocidos por la acción combinada de su aprendiz espectral y otros cinco individuos. ¿Qué pueden contarnos de esta historia?

James contestó, explicó, tan bien y tan sinceramente como pudo, cómo las tres reliquias de Merlín llegaron a combinarse en la isla del Santuario Oculto. Procuró proclamar, para su propia vergüenza, como el profesor Jackson había querido proteger la túnica y mantenerla lejos del Santuario frustrando al plan de Madame Delacroix, pero James sin querer había arruinado sus intenciones.

—Es culpa mía —explicó tristemente—. Ralph y Zane sólo ayudaron porque yo les convencí. Quería… —hizo una pausa y tragó saliva—. Quería resolver la situación, creo. Pero lo estropeé todo. Lo siento.

La cara de McGonagall era serena pero ilegible cuando James terminó. Él se quedó abatido, pero poco después sintió la mano de su padre sobre el hombro, cálida y fuerte. Suspiró.

Merlín paseó la mirada sobre los allí reunidos y los que estaban junto a los asientos, luego hinchó el pecho despacio.

—El plan de Austramaddux abusó de las intenciones de muchos, por lo que veo; unas buenas y otras malas. Asumo, sin embargo, que después del testimonio de este muchacho no hay duda sobre mi identidad. Permítanme repetir, entonces: He sido, al parecer, blanco de una horrible campaña de mentiras y difamación. Según veo, ha llegado a ser popularmente aceptado que yo era, en mis tiempos, una criatura caprichosa y deshonrosa, un hombre de alianzas egoístas y astucia infinita. Eso no es más cierto que la letanía de virtudes exageradas en la historia de ese villano Voldemort al que usted me ha descrito. Yo no era más malvado que una tormenta. Maté sólo cuando no había ninguna esperanza de arrepentimiento o esclavitud. Cobré deudas sólo de los que merecían pagar, y aún así un tercio de mi riqueza fue para los pobres y la iglesia. No soy ningún monstruo para ser buscado por estas patéticas criaturas a las que usted gratuitamente llama «malignas», cuya propia maldad es apenas una vela frente a las antorchas de iniquidad que observé en mis tiempos.

—No dudo que usted lo crea —declaró McGonagall—, pero seguramente sabe que las leyendas del oscuro corazón del mago más poderoso del mundo empezaron aún antes de que diera un paso fuera de su propio tiempo, mientras todavía andaba sobre la tierra. Muchos vivieron temiéndole.

—Sólo aquellos cuya maldad o ignorancia se prestaron a ese error —dijo Merlín, con voz grave—. Y aún en ese caso yo probablemente me habría acercado a ellos con la vara en vez de con la espada.

—Puede ser, Merlinus, pero usted mismo sabe que se metió en artes que en su tiempo eran permitidas en teoría, pero no muy permitidas. Se expuso a corrientes de magia que le separaron del resto de la humanidad; corrientes que eran, de hecho, más de lo que la mayoría de los seres humanos podría tocar y permanecer cuerdos. Usted cambió tras ese chapoteo. Quizás hasta se corrompió por ello. Incluso debe haber dudado de su propio juicio alguna vez. La moralidad ambigua de Merlinus Ambrosius era bien conocida, como lo era su actitud arrogante hacia las vidas de los no mágicos. Legítimamente, se sospechó que podría ponerse del lado de los que deseaban la destrucción y la subyugación del reino muggle. No puedo hablar por su propio tiempo, pero en el nuestro los que desean la guerra con el mundo Muggle son nuestros enemigos jurados. Su lealtad debe decidirse antes de que podamos permitirle abandonar esta sala.

—¿Se atreve a desafiar a un noble como yo? —preguntó Merlín, con voz plana y tranquila—. ¿Y a sugerir que no podría borrarlos a todos de la faz de la tierra simplemente con un amplio gesto de mi brazo si lo deseara?

—Me atrevo a hacer ambas cosas, y por una buena razón —dijo McGonagall firmemente—. Sus motivos eran dudosos en sus tiempos, como opinan incluso los mejores historiadores. Continúa siendo así en esta época. Y en cuanto a sus poderes, pueden ser formidables, pero incluso en su época, la corriente de la que extraía su poder disminuía a medida que la tierra era subyugada. No finja que no fue esa su mayor razón para avanzar en el tiempo. Esperaba volver a una edad en que las corrientes de la tierra estuvieran restauradas, cuando su poder sería nuevamente inagotable y completo. Pero esta no es esa época. La corriente está ahora más segmentada que nunca. Su poder aún puede ser grande, y en verdad podría derrotar a los aquí reunidos, pero no es en ningún caso invencible. Escoja con cuidado con quién se alía en esta época, Merlinus.

La cara de Merlín permaneció tan impasible como la piedra mientras miraba fijamente a la directora.

—Realmente he vuelto a un tiempo de oscuridad si la Pendragón cree que una mera amenaza de muerte podría influir en las convicciones de un mago honorable. Pero veo que es honesta en sus motivos, incluso si sus métodos son mezquinos. Nunca he firmado alianzas con aquellos cuyos corazones se habían endurecido contra los no mágicos. Trabajé para mantener el equilibrio entre los mundos mágico y no-magico, para impedir que la balanza se inclinarse hacia uno u otro lado, aunque nadie adivinara mis verdaderas metas. Serví a todos, pero siempre con ese objetivo en mi corazón. La imparcialidad es un mito entre un género humano caído, pero la igualdad en la lucha puede mantenerse, incluso si es sólo un pálido fantasma de la verdadera imparcialidad.

—Habla bien, Merlinus —dijo la directora—, pero no ha declarado su objetivo claramente. ¿Está aquí para derrocarnos, o para trabajar con nosotros?

Por primera vez, la cara de Merlín mostró emoción. Cerró los ojos y apretó los labios. Su barba brillaba con lo que James asumió era algún tipo de aceite. De vez en cuando su olor, salvaje y especiado, era captado por la brisa de la cima de la torre.

—Austramaddux merecía el destino que le di, y quizás cien veces más, por devolverme a este tiempo. —Abrió los ojos otra vez, y miró a la asamblea—. Accedo a un castillo de construcción más sólida de la que alguna vez haya atestiguado, lleno de brillantes puntos de luz endurecida, y aún no he encontrado a ningún centinela, ni guardia, ni siquiera a un criado que prepare mi baño o cualquier otra exigencia de protocolo. Usted viene a mi encuentro sin el reconocimiento a mi posición y sin mostrarme reverencia, vestida con ropas de bufones y campesinos, y aún así está rodeada por mesas repletas a rebosar, sobre platos tan lisos y redondos como planetas. La misma Pendragón no es reverenciada ni servida, sino que se viste como sus subalternos con sacos informes de lona. Y luego, para colmo, mi honor y lealtad son desafiados, cuando yo mismo me abstengo de exigir tributo por respeto a una época ajena. Verdaderamente, mi misión ha quedado reducida a polvo. Esta no la época preparada para mí.

—Austramaddux puede haber sido egoísta —estuvo de acuerdo McGonagall, inclinándose ligeramente hacia adelante—, pero tal vez no haya sido un error que haya sido devuelto a este tiempo, Merlinus. Se creía que lideraría una rebelión contra el mundo muggle, pero si sus afirmaciones son sinceras, entonces puede haber sido traído aquí por una providencia aún mayor, de modo que pudiera ayudarnos en la prevención de tal tragedia. Incluso ahora, los poderes del caos han puesto en marcha acontecimientos que conducirán a ese final. Ahora mismo, hay un hombre entre nosotros, un hombre muggle. Ha sido conducido hasta aquí por los agentes del desorden, y ha burlado nuestras mayores defensas usando un tipo de no-magia llamada «tecnología». Tiene acceso a una maquinaria llamada «prensa» por medio de la cual puede dar a conocer los secretos del mundo mágico al resto de la humanidad. Y ha sido solo por medio de ese secreto que el equilibrio de poderes existe. Si este hombre y sus cómplices tienen éxito harán un mal uso de la nueva combinación de los mundos mágico y muggle. Trazarán divisiones, buscarán el poder, y tarde o temprano, provocarán una guerra. Usted, más que nadie, sabe cuál sería el resultado de tal confabulación. Debe ayudarnos. Los que traman el caos le esperan. Déjeles probar el fuego que tenían intención de verter sobre el mundo, Merlinus. Ayúdenos.

Merlín permaneció inmóvil durante casi un minuto, con la barba brillando al sol. Los animales se removían nerviosamente, moviendo los hocicos y erizando las plumas. Finalmente, Merlín se levantó, y fue como ver surgir una montaña desde sus cimientos. Se movió con lenta y absoluta gracia hasta que estuvo totalmente erguido, con su báculo recto a su lado, sus penetrantes ojos azules fijos en la directora.

—Está en lo cierto, señora —dijo Merlín, con voz rotunda e irrebatible—. Fue mi egoísta objetivo lo que me llevó a abandonar mi propia época sólo para encontrar un tiempo en el que mi poder sería plenamente restaurado. La arrogancia es mi perdición, y eso me ha echado a perder. He vuelto ahora sólo para encontrar mi poder despedazado, mucho más de lo que lo estaba en mi época. Le ruego me perdone, como hombre de honor, pero me siento tanto incapaz como poco dispuesto a elevarme al puesto que ha descrito para mí. Este no es mi mundo. Quizás prevalezcan ustedes sin mí. Quizás no. No puedo ver ningún futuro para mí en este tiempo, aparte de saber que el sol surgirá mañana y viajará a través del cielo como ha hecho durante los mil de años de mi ausencia. Si brillará sobre la guerra o sobre la paz, la verdad o la mentira, no lo sé, pero sí sé esto: brillará sobre un mundo que no me conoce, ni yo a él. Debo dejarla ahora, señora. Les deseo a todos que les vaya bien.

Merlín levantó los brazos, incitando a sus seguidores a alzar el vuelo. Como uno solo, los pájaros del parapeto y los asientos se lanzaron al aire. Se produjo un sonido ensordecedor cuando cientos de alas batieron. Cuando la masa de pájaros se dispersó, volando desde la cima de la torre en todas las direcciones, no quedaba ni rastro de Merlín.

James miró fijamente al lugar donde el gran mago había estado. Se había acabado. No quedaba nada. Harry giró a James y lo abrazó.

—Todo va bien, hijo —le dijo.

James no creía que nada fuera bien, pero se alegró de oír las palabras de todos modos. Abrazó a su padre a su vez.

—Me pregunto si realmente se ha ido para siempre —reflexionó Neville en voz alta.

—No dudo que tiene intención de que lo creamos así —contestó la directora, levantándose de su silla sobre la tribuna de torre—. Pero la cuestión es que no tiene ningún lugar adonde ir. Su criado, Austramaddux, al parecer ha sido desterrado al mundo de las tinieblas, así que Merlinus no tiene ningún aprendiz en esta época al que encargar su reaparición si decide viajar en el tiempo otra vez. Me temo que debemos asumir que Merlinus está entre nosotros, para bien o para mal. ¿Señor Potter, puede ser rastreado?

Harry pensó durante un momento.

—Difícil, pero no imposible. Probablemente se retirará a la protección de los bosques, donde su poder es más fuerte. Sin duda tiene muchos métodos de supervivencia y huída allí, pero un mago de tales capacidades siempre dejará una estela mágica perceptible. Creo que se le puede localizar, con un equipo de aurores y bastante tiempo. La pregunta es: ¿qué hacemos con él cuándo lo encontremos?

—Debemos asegurarnos de sus intenciones —dijo Franklyn sombrío, aproximándose a la silla que Merlín había ocupado—. Merlinus es una criatura de misterio y confusión. A pesar de sus palabras siento que ni él mismo confía en sus propias lealtades. Las cosas eran mucho más claras en sus tiempos. ¿No lo notan ustedes también? Se siente inseguro en esta época. No sabe en quien confiar, qué objetivo refleja al suyo propio. Esta situación se ve empeorada por el hecho de que, como usted indicó, directora, la propia moralidad de Merlín es ambigua en el mejor de los casos. Se retira ahora para examinar su propio corazón tanto como para estudiar los bandos de esta época.

—¿Realmente lo cree profesor? —preguntó Harry.

Franklyn había sacado el mismo dispositivo de cobre que había usado para examinar el brazo roto de James en el campo de Quidditch. Miraba detenidamente a través de él, estudiando la silla que Merlín había ocupado. Asintió despacio.

—Así es. Merlín admitió que el orgullo es su mayor debilidad. No puede permitir que veamos su propia carencia de seguridad. Pero no hay duda. No sabe cuál es su postura en esta época porque no sabe cuál es su postura en su propio corazón, y sólo ahora lo comprende.

—Esas dudas no durarán para siempre, sin embargo —dijo Neville, bajando las gradas hasta el suelo de madera—. No podemos sentarnos a esperar hasta que decida a qué bando unirse. Su poder puede estar mermado, pero apostaría a que todavía es inigualable para cualquier mago actual. Tenemos que asumir que está con nuestros enemigos hasta que deje claro que es nuestro aliado.

Harry negó con la cabeza.

—Estoy de acuerdo en que puede sentirse inseguro en esta época, pero no creo que sea malvado. O al menos, no premeditadamente malvado.

—¿Qué quiere decir? —interpuso Zane—. Ha sido buscado por los magos más malvados durante el último milenio más o menos, ¿no?

—No por lo más malvados —dijo McGonagall con ironía.

—Es cierto —estuvo de acuerdo Harry—. Sólo por los que estaban lo bastante confusos o corrompidos como para creer que sus objetivos eran válidos, de algún modo. Los que sabían que sus corazones eran malvados, los que eran conscientes de su propia maldad y la abrazaban, nunca lo buscaron. Al menos, por lo que sabemos.

—Por ahora será mejor que nos ocupemos de nuestro problema más inmediato —dijo McGonagall, suspirando—. Nuestro día apenas ha comenzado y ya tenemos mucho más para manejar de lo que buenamente podemos. Además, quiero librarme de este traje insoportable cuanto antes.

Franklyn levantó la trampilla y el grupo comenzó a desfilar escaleras abajo. Los animales que se habían reunido sobre la plataforma de la torre bajaron también, correteando y saltando entre los pies del grupo.

Slughorn y el resto de profesores se les unieron abajo saludándoles con las caras preocupadas y una andanada de preguntas. Ignorándolos, James siguió a su padre por la escalera de caracol hasta el piso inferior.

—¿Cómo llegaste tan rápido, papá? —preguntó—. Merlín no llego hasta medianoche. ¿Cómo consiguió McGonagall localizarte tan rápidamente?

—No fue la directora quien me trajo aquí, James —contestó Harry, echando un vistazo a su hijo por encima del hombro—. Fue tu carta. Nobby la entregó esta mañana, y vine en cuanto la leí. La directora se sorprendió como el que más cuando aparecí en la chimenea de su oficina.

—¡Pero Sacarhina dijo que estabas en una misión especial y que no se te podía molestar!

Harry sonrió sin humor.

—Fue ese detalle en tu carta lo que me demostró que tenía que venir enseguida, James. No he estado haciendo más que trabajo de despacho toda la semana. Si Sacarhina dijo que estaba en una misión es solo porque quería asegurarse de que no viniera.

—Sí —asintió James—. El retrato de Snape nos dijo que Sacarhina y Recreant no eran de fiar. Están metidos en todo eso del Elemento Progresivo.

Harry se detuvo en la escalera, volviéndose hacia James, Ralph y Zane.

—Tened cuidado con a quién mencionáis esto —dijo, bajando la voz—. El Ministerio está siendo hostigado últimamente por gente como Recreant y Sacarhina, aunque para la mayor parte de ellos sea solo un modo de parecer un poco audaz y moderno. Hermione hace lo que puede por combatir la propaganda y eliminar a los instigadores, pero es complicado. Recreant es sólo un instrumento, pero Sacarhina es peligrosa. Creo que ella es el cerebro tras el regreso de Merlín, de hecho.

—¿Qué? —dijo James, bajando la voz para igualar la de su padre—. No puede ser. Era la señora Delacroix la que estaba en el Santuario anoche.

—Sí, Sacarhina no llegó hasta ayer por la tarde —añadió Zane.

La expresión de Harry era grave.

—Sacarhina no es la clase de persona que se ensucia las manos con el trabajo propiamente dicho. Necesitaba a Delacroix para eso, y Delacroix no podía conseguir el Trono de Merlín del Ministerio sin Sacarhina ayudando desde dentro. Recreant y Sacarhina solo están aquí ahora porque alegan escoltar a «un experto en relaciones mágico-muggle» para tratar con ese tal Prescott. No hay ningún experto. Esperaban presentarse a Merlín, y hacerle pasar por el experto.

—¡Entonces nunca tuvieron la intención de impedir a Prescott revelar el mundo mágico a la prensa muggle! —dijo Ralph con la cara blanca—. Se suponía que Sacarhina y Merlín trabajarían juntos para asegurarse de que Prescott consiguiera su historia, ¿no?

Harry asintió.

—Eso creo. Esto no es coincidencia. Es exactamente el tipo de cosa que la gente como Sacarhina ha estado esperando desde hace mucho. La reunificación del mundo muggle y el mágico es esencial para su plan final de guerra total.

—Pero al final resultó que Merlín no está del lado de nadie más que del suyo propio después de todo —dijo James—. ¿Arruina eso su plan?

—No sé —suspiró Harry—. Las cosas se han puesto en marcha y será muy difícil detenerlas ahora. Puede que Sacarhina no necesite a Merlín para esta parte del plan.

—¿Qué tiene usted planeado para detener a Prescott? —preguntó Zane.

—¿Detenerlo? Se supone que ni siquiera estoy aquí, ¿recuerdas? Sacarhina es la responsable.

—¡Pero ella es mala! —exclamó James—. ¡No puedes dejarle llevar la voz cantante!

—No lo haremos, James —dijo Harry, poniendo una mano sobre el hombro de James, pero endureciendo su voz—. Pero tenemos que ser muy cuidadosos. Sacarhina tiene mucha influencia en el Ministerio. No puedo desafiarla. Ella espera que yo haga algo precipitado, algo que pueda usar en mi contra. Desean ver el Departamento de Aurores cerrado completamente. Impedir que eso ocurra es una cuestión de extrema importancia. Incluso más que proteger el secreto del mundo mágico.

—¿Entonces Sacarhina y Delacroix ganan? —dijo James, mirando a su padre a los ojos.

—A corto plazo, quizás. Pero no perdáis la esperanza. Neville, la directora y yo tenemos algunos trucos en la manga. Sobreviviremos, no importa lo que pase con Prescott. La única pregunta ahora es quién lo condujo hasta aquí en primer lugar.

—Bien, debió ser Sacarhina, ¿no? —sugirió Zane.

—No, no puede ser —suspiró James—. Ella ha firmado el voto de secretismo, como cualquier bruja o mago. Si hubiera intentado decir algo a Prescott, incluso por carta, el voto la habría detenido de algún modo. Además, ella no sabría nada sobre como funciona un Game Deck, o como podría ser utilizado para conducir a alguien hasta Hogwarts.

Voces y pasos resonaron en la escalera de caracol. La directora y los profesores descendían tras ellos. Harry les hizo un gesto a los muchachos para que le siguieran hasta abajo.

—Es la única parte de esto que realmente me confunde —dijo Harry mientras descendían la escalera—. Todas las brujas y magos están obligados por el voto de secretismo. Cualquier padre muggle de un estudiante está obligado por su propio contrato de no-divulgación. Eso significa que nadie que conozca el mundo mágico sería capaz de difundir el secreto. Y sin embargo, obviamente alguien lo hizo. Tengo intención de averiguar quién.

Para cuando se acercaban a la última curva de la escalera, la directora, Neville, y el resto de los profesores los habían alcanzado. McGonagall se dirigió a los estudiantes que esperaban abajo.

—Damas y caballeros, como pueden ver hemos regresado todos enteros y bien. —Se detuvo y contempló la reunión desde arriba—. Para disipar rumores y sofocar cualquier temor tengo intención de ser bastante directa sobre lo que ha estado y todavía está ocurriendo aquí hoy. Dos hombres han irrumpido más bien de improviso en estos pasillos durante los dos últimos días. El primero todavía está aquí. Su nombre es Martin Prescott y es un muggle. Sus intenciones son bastante cuestionables, pero puedo asegurarles que nosotros, el profesorado, estamos preparados para…

—Gracias Minerva —interrumpió una voz fuerte y sonora—. De hecho, ya he informado a los estudiantes sobre los acontecimientos de hoy. Aprecio su meticulosidad, pese a todo. Únase a nosotros, ¿quiere? —Sacarhina y Recreant emergieron del grupo de estudiantes y se acercaron al pie de la escalera. La sonrisa de Sacarhina era amplia y brillante a la polvorienta luz de la planta baja de la torre.

McGonagall la miró durante un largo momento, y luego se volvió para dirigirse a los estudiantes otra vez.

—En ese caso, supongo que todos tienen clases a las que asistir. Sus profesores de buen grado les conducirán a sus aulas. Hagamos lo que podamos con el resto del día, ¿de acuerdo?

—¿Realmente cree necesario seguir con las clases hoy, Minerva? —dijo Sacarhina cuando la directora y el resto del grupo alcanzaron la base de la escalera—. Este es un día bastante inusual.

—Los días inusuales son los mejores para las clases, señorita Sacarhina —contestó McGonagall, pasando junto a la mujer—. Recuerdan a todo el mundo por qué estamos aquí en primer lugar. Si me perdona.

—Harry —dijo el señor Recreant, sonriendo con un poco de demasiado entusiasmo—. Admito que Brenda y yo no habíamos esperado verte aquí hoy. Una cuestión familiar, ¿verdad? —volvió su sonrisa hacia James, y luego también la dirigió a Ralph y Zane.

Harry sonrió rígidamente.

—Yo estoy igualmente sorprendido de veros a los dos aquí. No he visto ningún papeleo sobre otro viaje para reunirse con los de Alma Alerons. Y he estado haciendo una cantidad horrenda de papeleo, como ya sabéis.

Sacarhina tomó el brazo de Harry, y él la dejó conducirle fuera de la torre, siguiendo a los últimos estudiantes.

—Fue muy inesperado —dijo en tono confidencial—. Una situación terrible. ¿Seguramente Minerva te habrá hablado de ello? Martin Prescott, un reportero muggle, justo aquí en la escuela. De todos modos el Ministerio cree que es inevitable, en realidad.

—¿Lo es? —dijo Harry, deteniéndose cerca de la puerta y mirando a Sacarhina—. ¿Entonces, Loquatious Knapp lo sabe?

—El Ministro es consciente en líneas generales de los acontecimientos que se han estado produciendo —intervino Recreant—. Habíamos decidido no molestarlo con los detalles en sí.

—¿Entonces, de hecho, él no sabe que estáis aquí? —dijo Harry, sonriendo levemente.

—Harry —dijo Sacarhina sedosamente—, el hecho es que este tipo de situación entra precisamente dentro de la competencia del Departamento de Relaciones Internacionales. Tú mismo, desde luego, no requieres la firma del Ministro para cada pequeña maniobra del Departamento de Aurores. Tampoco nosotros necesitamos su aprobación cuando se trata de la ejecución de nuestros deberes cotidianos. ¿Tienes intención de quedarte todo el día?

—Ya lo creo, Brenda —contestó Harry con calma—. Siento curiosidad por ver lo que hace el Departamento de Relaciones Internacionales en el ejercicio de sus deberes cotidianos en semejante situación. Además, seguramente estarás de acuerdo con que un testigo externo y objetivo podría acabar siendo provechoso en caso de que se produzca alguna… ¿investigación?

—Como quiera, señor Potter —dijo Sacarhina, cerrando de golpe su sonrisa como si fuera un joyero—. Todo habrá terminado hacia las cuatro de esta tarde. El equipo de Prescott llegará y tendrá su visita turística. Después de todo, no hay modo de evitarlo considerando los muy ingeniosos dispositivos de seguridad del señor Prescott. Puede acompañarnos, pero por favor no intente interferir. No sería bueno para usted. Pero estoy segura de que no tengo que decírselo, ¿verdad?

—¿Disfrutó usted de una agradable siestecita junto a las puertas? —dijo Zane a la ligera cuando Sacarhina se alejaba.

Ella se detuvo, y luego muy despacio se giró hacia Zane.

—¿Qué has querido decir, chico? —preguntó.

Harry miraba a Zane con una mezcla de curiosidad y diversión.

—Ustedes dos estaban allí para recibir a Merlín cuándo este hizo su magnífica entrada anoche, pero al parecer él buscaba un pez más grande que ustedes, ¿no? —continuó Zane—. Les lanzó el viejo mal de ojo y les congeló en el acto. Vamos, tío, eso tiene que doler.

La sonrisa de Sacarhina apareció de nuevo en su cara, como si fuera su expresión por defecto cuando su cerebro trabajaba intensamente en alguna otra cosa. Sus ojos se volvieron hacia Harry.

—Simplemente no sé con qué ha estado llenando las cabezas de estos pobres niños, señor Potter, pero realmente no es propio de funcionarios del Ministerio contar semejantes historias. Merlín, quién lo iba a decir. —Sacudió la cabeza vagamente, luego se volvió y atravesó el arco de entrada con el señor Recreant siguiéndola nerviosamente.

—Está claro que se te da bien la gente, Zane —dijo Harry, sonriendo abiertamente y revolviendo el pelo al muchacho.

—Mi padre dice que es un don —estuvo de acuerdo Zane—, mi madre que es una maldición. ¿Quién sabe?

—Parece como si la señorita Sacarhina estuviera más confundida que enfadada —reflexionó Ralph mientras andaban por el pasillo abandonando la Torre Sylvven.

—Podría ser —contestó Harry—. Podría ser que todos aquellos a los que durmió Merlín se olvidaran de él también. Puede no tener ningún recuerdo de su llegada de anoche.

—¿Entonces todavía espera que aparezca cuándo lleve a Prescott y a su equipo a su gran tour?

—Quizás. Aunque no va a entorpecerla mucho tiempo el que no aparezca. Probablemente Merlín esté en este momento a mitad de camino de cruzar el Bosque Prohibido, buscando indicaciones en los espíritus de los árboles, ahora que al parecer han despertado.

James se detuvo en mitad del pasillo. Pocos pasos después, Harry se detuvo también y se giró para mirar a su hijo. La cara de James estaba pensativa y tenía los ojos muy abiertos.

De repente, parpadeó y miró a su padre.

—Tengo que ir al Bosque Prohibido —dijo—. No es demasiado tarde. ¿Papá, vendrás conmigo? Zane, Ralph, ¿vosotros también?

Harry no hizo ninguna pregunta a su hijo. Estudió la cara de James durante varios segundos, y luego echó un vistazo a Zane y Ralph.

—¿Qué pensáis vosotros dos? ¿Listos para hacer novillos?

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James caminaba decidido por el bosque, seguido de cerca por Harry, Zane y Ralph.

Pasó entre los árboles más pequeños en la periferia, dirigiéndose hacia el corazón más profundo del bosque, donde los árboles eran enormes y antiguos y el sol casi quedaba bloqueado por las ramas de denso follaje. Durante varios minutos, los cuatro anduvieron en silencio, y entonces, finalmente, James se detuvo. Giró en el acto, alzando la vista a las silenciosas hojas y a las ramas que crujían suavemente. No había ningún otro sonido. Harry, Zane y Ralph permanecieron a unos siete metros de distancia, observando silenciosamente. James cerró los ojos durante un momento, pensando, y luego los abrió otra vez y habló.

—Sé que muchos no estáis despiertos —comenzó, alzando la vista hacia las amenazantes alturas de los árboles—, y sé que algunos de los que estáis despiertos no estáis de nuestro lado. Pero los que sí lo están me oirán, y espero que me ayudéis. Merlín está aquí en algún sitio. Puede estar muy, muy lejos ahora, pero aun así, creo que sabéis dónde está. Habla con vosotros, y apuesto a que vosotros también le habláis a él. Sé que los espíritus de los árboles pueden hablar, porque ya hemos conocido a uno. Tengo un mensaje para Merlín.

James hizo un alto y tomó otro profundo aliento, no estaba completamente seguro de lo que quería decir. Simplemente se le había ocurrido que debía intentarlo. Delacroix le había utilizado para ayudar a traer a Merlín al mundo, a pesar de los mejores esfuerzos de los que habían deseado impedirlo.

El conocimiento de que había permitido que le manipularan era horrible para él. Todo ese tiempo había creído que hacía el bien, salvando al mundo del mal, andando tras los pasos de su heroico padre. Y aún así sus mejores intenciones se habían vuelto contra él, contra el mundo al que había esperado proteger.

Había intentado hacerlo solo, como lo habría hecho su padre, pero había fallado. Había ayudado al mal. Y ahora el mal esperaba que él se rindiera. James no tenía intención de rendirse, aunque tal vez ahora podría intentar ayudar de un modo diferente. Probablemente era arriesgado, completamente desesperado, pero tenía que intentarlo. Tal vez era su destino, después de todo.

—Merlín —dijo James inciertamente—, usted dijo que Austramaddux se equivocó al traerle a nuestro tiempo. Dijo que había sido egoísta, que solamente quería librarse del servicio que le juró. Pero la directora McGonagall cree que se equivoca. Cree que este es el tiempo al que usted mismo se propuso volver, porque este mundo necesita su ayuda para detener una guerra que podría destruirnos a todos. Bueno… sé que solo soy un niño, pero creo que se equivocan ambos.

James echó un vistazo a su padre. Harry se encogió de hombros ligeramente y asintió.

—Oí todo lo que dijo usted, y lo que dijeron los demás cuando se marchó, y creo que fue traído a este tiempo porque usted necesita algo. No sabe seguro si realmente alguna vez ha obrado bien o mal. No sabe si controla sus poderes, o si ellos le controlan. Creo que la verdad es que el mundo realmente le necesita ahora, pero que usted necesita a este mundo también. Es su oportunidad… tal vez la última oportunidad… de demostrar que es un mago bueno después de todo. La gente se ha preguntado durante siglos si era bueno o malvado, pero ¿a quién le importa lo que el resto de la historia dirá sobre usted? Si sabe en su propio corazón que hizo lo correcto cuando realmente importaba, entonces no importará lo que digan. No digo esto porque yo mismo lo entienda aún, pero al menos intento entenderlo. Usted está en este tiempo sea cual sea la causa, Merlín. Quienquiera que le trajo aquí lo hizo para que rescatara al mundo, pero… creo que está aquí también para ser rescatado de usted mismo.

James terminó y suspiró. Alzó la vista, estirando el cuello y entornando los ojos, buscando en los árboles algún signo de que su mensaje había sido escuchado, y de que podría ser entregado.

Las hojas simplemente siguieron silbando y susurrando en la brisa. Las ramas crujían silenciosamente. Después de un minuto, James se metió las manos en los bolsillos y regresó desconsoladamente con su padre, Ralph y Zane.

Zane palmeó el hombro a James mientras se daban la vuelta para marcharse.

—Ha sido el mayor montón de chorradas que he oído jamás —dijo jovialmente—. Pero creo que lo dices en serio. Me ha gustado, incluso si nunca llega a oídos de Merlín.

—¿Se te ocurrió todo esto a ti solo? —preguntó Ralph.

James se encogió de hombros y sonrió con vergüenza.

Harry no dijo nada mientras andaban, pero puso el brazo alrededor de los hombros de James y lo mantuvo allí todo el camino de regreso. James creyó que significaba que su padre lo aprobaba, incluso si no era el modo en que él mismo lo habría hecho. Y entonces comprendió, con alegría, que su padre lo aprobaba precisamente porque no era el modo en que él lo habría hecho. James sonrió y disfrutó de ese momento de silenciosa revelación. Tal vez aprender esa verdad… el tipo de la verdad que uno tiene que aprender por sí mismo, a pesar de toda la gente que intenta enseñártelo con meras palabras… hacía que valiera la pena todo lo que había pasado hasta ahora. Sólo esperaba que valiera también tras lo que todavía estaba por venir.