La primera dificultad a la que James, Ralph y Zane se enfrentaron para apoderarse del maletín de Jackson fue el simple hecho de encontrar uno lo suficientemente parecido como para realizar el cambio. Era, como Zane había indicado, un maletín de cuero negro bastante modesto, más parecido a un bolso de médico que a un verdadero maletín. La noche del lunes durante la cena, lo estudiaron cuidadosamente ya que estaba debajo de la mesa del profesorado, entre las botas negras del profesor. En la parte superior, tenía dos asas de madera, un cierre metálico articulado, y ciertamente estaba bastante desgastado y ajado. Se sintieron desanimados al descubrir que en uno de los lados tenía adosada una pequeña placa de bronce deslucida dónde figuraba impreso «T. H. Jackson». Aunque en la mayoría de los aspectos parecía un elemento de transporte absolutamente intrascendente, los muchachos pronto descubrieron que no era, de hecho, fácil encontrar uno exactamente igual. Muchos estudiantes y profesores tenían maletines y portafolios de cuero, pero todos eran muy estrechos o del color incorrecto, o de un tamaño o forma bastante distinto. Llegado el martes por la noche, aún no habían encontrado un maletín que pudieran emplear para realizar el intercambio. Ralph insinuó que posiblemente tuvieran que esperar hasta la semana siguiente para hacerlo, pero James insistió en que debían seguir intentándolo.
—No sabemos cuándo planean reunir todas las reliquias —explicó—, si esperamos demasiado, lo intentarán y entonces no tendremos acceso a ninguna de las reliquias en absoluto. Imaginarán que no funcionan y por lo tanto las esconderán o las destruirán.
Ralph y Zane estuvieron de acuerdo aunque este hecho no los hizo estar más cerca de encontrar un maletín apropiado para el intercambio. Entonces, el miércoles por la mañana, el día que tenían clase de Tecnomancia, Ralph llegó a la mesa del desayuno con un brillo maníaco en los ojos. Se dejó caer frente a Zane y James y los miró fijamente.
—¿Qué? —preguntó James.
—Creo que encontré un maletín que podemos usar.
James se quedó boquiabierto y Zane tragó audiblemente el café que había estado tomando.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó James en un áspero susurro. Había decidido que después de todo iban a tener que esperar, lo cual lo había hecho sentir preocupado y aliviado al mismo tiempo. En ese momento la adrenalina se disparó en su interior. La palidez y los ojos enormes en el rostro de Ralph indicaban que estaba sintiendo lo mismo.
—¿Conoces a mi amigo Rufus Burton?
James asintió.
—Sí, otro Slytherin de primer año. Un chico con el pelo engominado ¿verdad?
—Sí. Bueno colecciona rocas y cosas así. Se llama a sí mismo sabueso cazador de rocas. Tiene un montón de piedrecitas pulidas dispuestas en un estante junto a su cama; cristales, cuarzos, zafiros con forma de luna y cosas así. Anoche le oí hablar de ello durante casi una hora. En fin, obviamente, trajo a la escuela todas sus herramientas de recolección de piedras. Tiene un pequeño martillo con forma de pico por un lado, un conjunto de pequeños raspadores, cepillos y muchas toallitas y sustancias para pulir…
—Está bien, está bien —dijo Zane—, captamos el panorama. El chico es un experto en herramientas. Estoy embelesado. ¿Cuál es el punto?
—Bueno —dijo Ralph, impertérrito—, transporta todas sus herramientas y equipo en un maletín. Anoche lo había sacado y lo tenía sobre la cama…
—¿Y es del tamaño y forma adecuados? —incitó James.
Ralph asintió, aún con los ojos desorbitados.
—Es casi perfecto. ¡Hasta tiene una pequeña placa en uno de los lados! Tiene el nombre del fabricante en ella, pero está en el mismo lugar que la pequeña placa del maletín de Jackson. Es de distinto color, y las asas son de marfil, pero aparte de eso…
—Entonces ¿cómo lo conseguimos? —preguntó James sin aliento.
—Ya lo conseguí, —respondió Ralph, pareciendo bastante asombrado de sí mismo—. Le dije que quería un bolso para llevar mis libros y pergaminos. Que mi mochila no parecía muy, ya sabéis, Slytherin. Me dijo que sabía exactamente lo que quería decir. También dijo que le habían regalado otro maletín de herramientas por navidad, así que podía quedarme con el viejo. Por eso lo había sacado; estaba quitando todo el contenido del viejo para ponerlo en el nuevo maletín, que es más grande y tiene una dura cubierta de piel de dragón. Me dijo que era hermético. —Ralph estaba empezando a divagar.
—¿Te dijo que podías quedártelo así sin más? —preguntó Zane incrédulo.
—¡Sí! Debo confesar que me puso de los nervios. Quiero decir, no es un poquito demasiada… no sé…
—Un poquito demasiada casualidad —asintió Zane.
Después de pensarlo James se decidió.
—¿Dónde está el maletín en este momento?
Ralph se sobresaltó un poco.
—Lo traje conmigo, pero lo escondí en uno de los armarios que hay debajo de las escaleras. No quería que nadie me viera con eso aquí adentro. Por si acaso.
—Bien pensado. Vamos —dijo James, levantándose.
—¿Todavía queréis hacerlo? —preguntó Ralph, siguiéndolos renuentemente—. Es decir, de todas formas, íbamos a esperar hasta la semana que viene…
—Eso era solo porque no teníamos otra opción.
—Bueno —murmuró Ralph—, siempre hay opciones. Quiero decir, no tenemos porque hacerlo de esta forma, ¿o sí? ¿No podría uno de nosotros esconderse bajo la Capa de Invisibilidad y hacer el intercambio cuando Jackson no esté mirando?
Zane negó con la cabeza:
—De ninguna manera. Hay muy poco espacio ahí dentro. Jackson se toparía contigo en una de sus vueltas. Si vamos a hacerlo, esta es la única forma.
—Mira, creo que estamos destinados a hacer esto —dijo James, volviéndose para enfrentar a Ralph y a Zane, cuando llegaron a la puerta—. Si existe algo así como el destino, entonces eso fue lo que anoche puso ese maletín en tus manos, Ralph. No podemos perder esta oportunidad. Sería como… como escupirle en la cara al destino.
Ralph parpadeó, tratando de imaginárselo. Zane frunció el ceño pensativamente.
—Suena serio.
—¿Aun estáis conmigo? —preguntó James.
Ambos chicos asintieron.
El maletín todavía estaba en el armario debajo de la escalera principal, y era tan similar al de Jackson como Ralph había descrito. Era de color rojo encendido, y estaba mucho más ajado por haber sido arrastrado por el suelo y las piedras, pero era exactamente del mismo tamaño y forma, con un cierre metálico articulado en el centro.
Ralph ya había metido su capa de vestir dentro de él, y cuando James lo abrió para comprobarlo, tenía casi exactamente el mismo aspecto que había tenido la tela que había en el maletín de Jackson cuando se había abierto aquel día en la clase de Franklyn.
—Llevémoslo al baño de los chicos en los sótanos superiores —dijo James, mientras bajaba la escalera precediendo a los otros dos—. Está justo debajo del aula de Tecnomancia. ¿Necesitas algo en particular, Zane?
—Solo mi varita y mis apuntes —respondió Zane. Horace Birch había estado más que dispuesto a explicarle el encantamiento visum-ineptio a Zane, pero este no había tenido oportunidad de practicarlo. Además el encantamiento solo funcionaría, si es que funcionaba, en una persona que no supiera que se había practicado. En consecuencia James, Ralph y Zane no sabrían si el encantamiento estaba funcionando. Solo les restaba tener confianza en la habilidad de Zane hasta que se hubiera llevado a cabo el intercambio y Jackson hubiera recogido el maletín falso. Solo en ese momento, de una forma u otra, la efectividad del encantamiento quedaría probada.
En el baño de los chicos, James apoyó con fuerza el maletín en el borde del lavabo. Zane buscó dentro de su mochila la varita y el trozo de pergamino donde había garabateado el encantamiento visum-ineptio. Le entregó el pergamino a Ralph.
—Sostenlo en alto para que lo pueda ver —le instruyó nervioso. Cuando apuntó hacia el maletín con la varita le temblaba visiblemente la mano. Después de un momento dejó caer el brazo nuevamente—. Esto está todo mal. Ralph es el maestro de la varita. ¿No puede intentarlo él?
—Horace te lo enseñó a ti —dijo James con impaciencia—. Es demasiado tarde para enseñarle los movimientos de varita a Ralph. En quince minutos tenemos una clase.
—Sí —protestó Zane—, pero ¿qué pasa si no puedo lograr que funcione? Si a Ralph le sale bien, sabremos que resultará lo suficientemente bueno como para engañar a cualquiera.
—Y si le sale mal —insistió James—, nos pasaremos la próxima hora sacando pedacitos de cuero de las paredes.
—Estoy justo aquí, ¿recordáis? —dijo Ralph.
James lo ignoró.
—Debes hacerlo, Zane. Puedes hacerlo. Solo inténtalo.
Zane respiró hondo, y luego volvió a levantar la varita, apuntando al maletín. Miró el pergamino que estaba sosteniendo Ralph. Después, en voz baja y entonada dijo:
—La luz inmortal acelera el ojo, inutilizando la comprensión. Discordia, la aliada del tonto, hace de la expectativa una garantía.
Zane agitó la varita realizando tres pequeños círculos para luego tocar con ella el maletín. Se produjo un estallido y de la punta de la varita emanó un débil aro de luz. El aro creció deslizándose sobre el maletín. Luego se hizo más débil hasta desaparecer. Zane soltó el aliento.
—¿Funciona? —preguntó Ralph.
—Debe haber funcionado —dijo James—. A nosotros nos parece el mismo, por supuesto, pero algo ha ocurrido, ¿no es así? El encantamiento debe estar funcionando.
—Eso espero —dijo Zane—. Vamos, debemos llegar al aula antes que los demás.
Corrieron por el pasillo, Zane y James en estado de alerta por si veían al profesor Jackson y Ralph llevando el maletín falso envuelto en su capa de invierno.
—Esto es una estupidez —dijo Ralph rechinando los dientes—. Tengo un aspecto tan casual como Grawp vestido con tutú.
James lo hizo callar:
—No importa, ya casi llegamos.
Se detuvieron ante la puerta de la clase de Tecnomancia. Zane se asomó dentro, luego se volvió hacia James y Ralph.
—Plan B —dijo en voz baja—. Hay alguien adentro. Un Hufflepuff. No puedo recordar su nombre.
James se inclinó por el hueco de la puerta. Era un chico que reconoció vagamente de la clase de Estudios Muggle. Su nombre era Terrence y ante el escrutinio de James levantó la vista.
—Eh, Terrence —llamó James, sonriendo. Entró en la habitación con paso tranquilo. Detrás de él, oyó los susurros de Ralph y Zane. Trató de ahogar el sonido de sus voces—. ¿Qué tal tus vacaciones? ¿Viajaste mucho?
—Supongo que sí —murmuró Terrence.
Esto va a ser más difícil de lo que había esperado, pensó James.
—¿Adónde fuiste? Yo fui a Londres en tren. Vi a la familia y a todo el mundo. Me divertí mucho. ¿Tú fuiste a algún sitio divertido?
Terrence se revolvió en su asiento.
—Fui a York con mi madre. Llovió durante la mayor parte del viaje. Asistí a un concierto de flauta.
James asintió alentándolo. Afortunadamente, Terrence, que estaba sentado a medio camino del frente de la clase, se giró hacia James. Por el rabillo del ojo, James vio a Zane cerca del escritorio de Jackson, colocando el falso maletín. Terrence comenzó a volverse hacia el frente de la habitación.
—¡Un concierto de flauta! —dijo rápidamente James en voz muy alta—. ¡Genial!
Terrence se volvió hacia él.
—No —dijo—, no lo fue.
Zane se puso de pie, dándole a James la señal de vía libre.
James lo vio y suspiró aliviado.
—Oh. Bueno. Siento oírlo —dijo, alejándose de Terrence—. Como sea. Nos vemos.
Zane y James tomaron asiento en la primera fila como habían planeado. Era una clase pequeña y el escritorio de Jackson estaba a solo unos pocos centímetros de distancia. James examinó el frente de la habitación, contento de ver que nada parecía haber sido alterado. Esperó hasta que entraron algunos estudiantes más, riendo y hablando, y luego le susurró a Zane:
—¿Dónde está?
—Está en ese pequeño rincón junto al pizarrón. Dejé la capa un poco doblada para que no colgara sobre el suelo. Solo espero que el viejo Cara de Piedra no tropiece con ella cuando vaya a colocarse detrás de su escritorio.
James miró hacia el rincón que le había señalado Zane. Era solo un nicho superficial que se formaba donde el armario de la habitación contigua se embutía en la pared. Era improbable que Jackson se aventurara hasta allí, pero no imposible.
—A veces ni siquiera se pone detrás de su escritorio en toda la clase —susurró James.
Zane levantó y dejó caer los hombros, como diciéndole que debían tener esperanzas.
Unos minutos más tarde, el profesor Jackson entró en la habitación dando zancadas y llevando su onmipresente maletín de cuero. James y Zane no pudieron evitar observarlo intensamente mientras dejaba caer la capa sobre el escritorio y ponía el maletín en el acostumbrado espacio en el suelo cerca del escritorio.
—Bienvenidos, clase —dijo Jackson vivamente—. Confío en que todos hayan tenido unas instructivas vacaciones. A uno solo le cabe esperar que no hayan olvidado todo lo que he trabajado tanto por grabar en sus mentes antes del período de descanso. Lo que me recuerda. Por favor pasen sus ensayos hacia la izquierda y luego hacia delante. Señor Walker, cuando los tenga todos yo los recogeré.
Zane asintió, con los ojos un poco desorbitados. Tanto James como Zane tenían las varitas metidas dentro de las mangas. Si Jackson lo notaba, simplemente le dirían que las llevaban de esa forma en honor a su maestro preferido de Tecnomancia, ya que el mismo Jackson llevaba la suya en una funda cosida dentro de la manga. Por suerte Jackson parecía un poco distraído.
—Corregiré sus ensayos esta noche, como siempre. Mientras tanto, echémosle un furtivo vistazo a la comprensión que han acumulado con respecto de la materia. Señor Hollis, hágame el favor de obsequiarnos con una breve definición de la Ley de Inercia Desplazada de Hechtor.
Hollis, un Ravenclaw de mejillas sonrojadas de primer año, se aclaró la garganta y comenzó a brindar su explicación. James apenas lo oía. Bajó la vista hasta el maletín de Jackson, situado tentadoramente a solo unos centímetros de distancia. James pensó que probablemente podría propinarle una patada si lo deseaba. Le palpitaba el corazón con fuerza y lo embargó la horrible y helada certeza de que no existía ni la más mínima posibilidad de que el plan funcionara. Había sido ridículamente tonto y temerario por su parte pensar que podrían llevar a cabo semejante travesura bajo las narices del profesor Jackson. Y aún así, sabía que tenían que intentarlo. Se sentía vagamente enfermo debido a la ansiedad. Jackson comenzó a pasearse.
—Demasiada palabrería innecesaria, señor Hollis, pero relativamente correcto. Señorita Morganstern, ¿podría explicarnos un poco la transferencia de inercia entre objetos de diferentes densidades?
—Bueno, las diferentes densidades responden a la inercia de diferente forma, basándose en la proximidad de sus átomos —respondió Petra—. Una pelota de plomo sería lanzada en una única dirección. Una pelota de digamos, malvavisco, sencillamente explotaría.
Jackson asintió.
—¿Hay algún rodeo tecnomántico para este hecho? ¿Alguien lo sabe? ¿Señorita Goyle?
Philia Goyle bajó la mano.
—Un hechizo de sujeción ligado al hechizo de transferencia de inercia mantendría intactas incluso las sustancias de más baja densidad, señor. Esto conlleva la ventaja añadida de que los proyectiles de baja densidad viajarán mucho más lejos y más rápido en un factor dado de inercia que un proyectil de mayor densidad, como la pelota de plomo de la señorita Morganstern.
—Es cierto, señorita Goyle, aunque no sea algo necesariamente ventajoso —dijo Jackson con una sonrisa carente de humor—. Una pluma seguirá siendo inofensiva, aunque sea disparada por un cañón.
Ante esa observación la clase rió un poco. Jackson comenzó su segundo recorrido por la habitación. Entonces, repentinamente apareció Ralph en la puerta.
—Disculgen —dijo con un tono de voz extrañamente gorgoteante. Toda la clase se volvió hacia él a excepción de James y Zane.
—Lo siendo, padece que dengo una hemodagia nasal. —La nariz de Ralph estaba, ciertamente burbujeando sangre en una proporción alarmante. Tenía un dedo debajo de ella, que se veía cubierto y resbaladizo por la sangre. Hubo un coro de oohs y aahhs proveniente de la clase, algunos divertidos y otros asqueados. Zane no perdió el tiempo. En cuanto oyó a Ralph y vio que Jackson se había girado, encaminándose hacia el lado derecho de la clase, sacó la varita de la manga.
—¡Wingardium Leviosa! —susurró en voz baja pero tan imperiosamente como pudo. La Capa de Invisibilidad se hizo visible en el mismo momento en que se sacudió hacia arriba, alejándose flotando por encima del falso maletín que estaba en el rincón. Zane la sostuvo allí mientras James manoteaba en busca de su propia varita. Detrás de ellos, oían a Jackson hablando con Ralph:
—Dios bendito, muchacho, quédate quieto.
—Lo siendo —tartamudeó Ralph—. Quería una pastilla pada la tos y en vez de ezo tedminé comiendo una de esas Pastillas Hemoddagia Nasal Weadely. Cdeo que debedía ig a la enfegmegia.
James apuntó la varita en dirección al falso maletín y susurró el hechizo de levitación. El maletín era mucho más pesado que nada que James hubiera hecho levitar antes, y ni en las mejores circunstancias era muy bueno en ello. El maletín se deslizó por el suelo, arrastrado por una de sus esquinas. Lo situó tan cerca del maletín verdadero como pudo, empujando el verdadero a un lado para meterlo parcialmente bajo el escritorio. Jadeó, y luego contuvo el aliento. Detrás de él, los estudiantes se estaban riendo o haciendo sonidos de disgusto.
—Dios santo, no necesitas ir a la enfermería —dijo Jackson, irritado—. Solo quédate quieto y aparta el dedo.
Ralph comenzó a balancearse sobre sus pies.
—¡Cdeo que soy hemofedino! —Gritó. Eso había sido idea de Zane.
—¡No eres hemofílico —gruñó Jackson—, ahora por última vez quédate quieto!
James agitaba la varita intentando mover el maletín verdadero para que rodeara al falso. Era imperativo que lo llevara hacia el rincón y lo escondiera bajo la Capa de Invisibilidad que Zane todavía estaba haciendo levitar. No obstante, el verdadero maletín estaba atorado, aprisionado bajo una esquina del escritorio. James se concentró enormemente. El maletín levitó bajo el escritorio, haciendo que la esquina de este se elevara con él. James hizo una mueca, bajando la varita, y tanto el maletín como el escritorio cayeron resonando contra el suelo. Nadie pareció notarlo. Zane estaba mirando a James con una expresión de terror en los ojos. James hizo una mueca de impotencia. Desesperado, a Zane se le ocurrió hacer descender la Capa de Invisibilidad sobre el lugar donde se encontraba el maletín verdadero, aprisionado bajo el escritorio. Sin embargo, de alguna forma, la capa también se había enganchado, quedando atrapada en un perchero para colgar abrigos que había cerca del pizarrón. Nada estaba saliendo según lo planeado. Si alguien se volvía en ese preciso momento, no tendrían ni la más mínima oportunidad de cubrir su rastro. James no pudo resistirse a echar un vistazo a su alrededor. La nariz de Ralph todavía estaba soltando sangre. Jackson estaba medio agachado delante de él, con una mano en el brazo de Ralph, tratando de apartarle el dedo de la nariz, y la otra sosteniendo la varita de nogal lista. La clase entera estaba observándolos, evidenciando distintos niveles de diversión y repulsión.
—Demonios, chico, estás montando un lío. Quita el dedo, te lo ordeno —exclamó Jackson. James intentó liberar el maletín verdadero haciéndolo oscilar hacia delante y hacia atrás con la varita. Estaba sudando y sentía la mano que sostenía la varita resbaladiza. Finalmente el maletín se liberó justo cuando James oía a Jackson decir:
—Artemisae.
—¡Oh! —dijo Ralph, con un tono de voz innecesariamente alto—. Así, si, está mucho mejor así.
—Te la hubiera podido arreglar antes si me hubieras escuchado —dijo Jackson de malhumor, devolviendo la varita a su manga. La escena había terminado. Zane dio un último tirón a su varita. La Capa de Invisibilidad se zafó del perchero y cayó al suelo en una pila, que en seguida se desvaneció. James no tenía tiempo de esconder el maletín. Sintió que la clase se volvía hacia adelante.
—Por favor ve a lavarte, muchacho —estaba diciendo Jackson, su voz sonó más alta al despedir a Ralph, y girarse hacia el frente de la habitación—. Tienes un aspecto espantoso. La gente pensará que te ha magullado un quintaped. —En voz baja añadió—. Pastillas Hemorragia Nasal…
Desesperado, James volvió a esconderse la varita en la manga. Zane, en un acto de pura inspiración de último minuto, estiró las piernas hacia delante por debajo de su escritorio. Cogió el maletín verdadero entre los tobillos, y luego dio un tirón metiéndolo debajo de su escritorio. James oyó el forcejeo mientras Zane intentaba meter el maletín bajo su silla utilizando solo los pies. Jackson se detuvo cerca de Zane y la habitación se quedó totalmente en silencio.
James intentó no levantar la vista. Tenía la apremiante sensación de que el profesor le estaba mirando. Al final, impotente, levantó los ojos. Jackson indudablemente le estaba mirando por encima de la nariz, deslizando pensativamente la mirada entre Zane y James. A James se le hizo un nudo en el estómago. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jackson continuó su camino hacia el frente del aula.
—Sinceramente —dijo a la clase en general—, los extremos a los que llegan algunos de ustedes para saltearse una clase. Pueden llegar a sorprender incluso a alguien tan cínico como yo mismo. En cualquier caso, ¿dónde estábamos? Ah sí…
La clase continuó. James se negaba a mirar a Jackson a los ojos. Su única esperanza era salir del aula lo más rápido posible. No había forma de recoger el maletín verdadero ni la Capa de Invisibilidad mientras Jackson permaneciera allí. Sin embargo, cabía la posibilidad de que Jackson no viera su propio maletín metido bajo la silla de Zane. Todo dependía, obviamente de la efectividad del encantamiento visum-ineptio de Zane. James bajó la vista hacia el falso maletín, que descansaba sobre el suelo aproximadamente en el mismo lugar en el que había estado el verdadero. A sus ojos, parecía absolutamente falso, el cuero era de distinto color y en la placa de bronce se leía «MARROQUINERÍA HIRAM & BLATTWOTT’S, CALLEJÓN DIAGON, LONDRES», en vez de «T. H. Jackson». Evidentemente Jackson había percibido algo. Pero si el encantamiento funcionaba, todavía existía una leve posibilidad de que pudieran llevar a cabo el plan exitosamente.
Finalmente la clase concluyó. James se levantó de un salto, arreando a Zane para que fuera delante de él. Zane le lanzó una mirada de puro desconsuelo, desviando la vista hacia las patas de su silla, pero James lo empujó hacia delante, sacudiendo la cabeza decididamente. La clase se apiñaba en su camino hacia la puerta, y James y Zane habiendo estado sentados en la primera fila, quedaron atrapados al final de la pequeña multitud. A James le daba pavor mirar hacia atrás. Al final, la pared de hombros y mochilas se dispersó y James y Zane salieron precipitadamente al corredor.
—¿Qué vamos a hacer? —susurró Zane frenético mientras trotaban por el pasillo.
—Volveremos más tarde —dijo James, luchando por mantener la voz baja y tranquila—. Tal vez no vea nada. Cuando salimos estaba recogiendo los ensayos. Si nos demoráramos por aquí detrás de la esquina podríamos ver…
—¿Señor Potter? —dijo una voz autoritaria a sus espaldas—. ¿Señor Walker?
Ambos chicos detuvieron sus pasos. Se volvieron muy lentamente. El profesor Jackson se asomaba por la puerta del aula de Tecnomancia.
—Creo que ustedes dos se han dejado algo en mi clase. ¿Les importaría volver a buscarlo?
Ninguno de los dos respondió. Recorrieron pesadamente el camino que habían utilizado para salir. Jackson volvió a desaparecer dentro de la clase y cuando llegaron allí los estaba esperando detrás de su escritorio.
—Acérquense muchachos —dijo Jackson con un animado tono de voz—. Pónganse justo ahí, frente al escritorio, si me hacen a favor.
Sobre el escritorio frente a Jackson estaban los dos maletines, tanto el original como el falso. Cuando James y Zane se situaron delante del escritorio, Jackson volvió a hablar, esta vez con voz baja y fría:
—No sé quien les ha estado contado historias acerca de lo que llevo en el maletín, pero puedo asegurarles a ambos que el suyo no es ni el primer ni el más original intento de descubrirlo. —James arqueó las cejas sorprendido, y Jackson asintió—. Sí, he oído los cuentos que algunos de mis estudiantes han inventado. Historias de horribles bestias secretas, o armas apocalípticas, o llaves a dimensiones alternativas, cada una más terrible y alucinante que la anterior. No obstante, déjenme asegurarles una cosa, mis extremadamente curiosos amiguitos. —En ese momento Jackson se inclinó sobre el escritorio, acercando la nariz a menos de treinta centímetros de distancia del rostro de los muchachos. Bajó la voz aún más y habló muy claramente—, lo que mantengo oculto en mi maletín es mucho, pero que mucho peor de lo que incluso sus muy febriles imaginaciones pudieran concebir. Esto no es una broma. No estoy haciendo amenazas vanas. Si vuelven a intentar entrometerse en mis asuntos, es muy probable que no vivan para lamentarlo. ¿Estoy siendo lo suficientemente claro?
James y Zane asintieron enmudecidos. Jackson continuó mirándolos fijamente, respirando fuertemente por la nariz, obviamente furioso.
—Cincuenta puntos menos para Gryffindor y cincuenta puntos menos para Ravenclaw. Los mandaría a ambos a detención si eso no condujera a que se formularan preguntas acerca de mi maletín que no tengo deseos de responder. Por tanto, déjenme concluir diciéndoles, mis jóvenes amigos, que si tan siquiera vuelven a mirar mi maletín otra vez, todavía puedo llegar a optar por hacer sus vidas extremadamente… interesantes. Por favor ténganlo en mente. Ahora —dijo volviéndose a erguir y bajando la vista—, llévense este patético artificio y váyanse.
Con ostensible disgusto, Jackson empujó su maletín hacia ellos con el dorso de la mano. El falso maletín permaneció frente a él. Apretó las asas de marfil con los nudosos dedos de la mano derecha y lo alzó. Cuando Jackson rodeó el escritorio la placa de bronce donde se leía «MARROQUINERÍA HIRAM & BLATTWOTT’S, CALLEJÓN DIAGON, LONDRES» centelleó apagadamente. Ni James ni Zane podían obligarse a tocar el maletín que tenían delante de ellos.
—¿Y bien? —exigió Jackson, levantando la voz—. ¡Llévense esa cosa y váyanse!
—S-sí, señor —tartamudeó Zane, agarrando el maletín del profesor y bajándolo de la mesa. Él y James se giraron y huyeron.
Tres pasillos después, dejaron de correr. Se detuvieron en medio de un pasillo vacío y miraron el maletín que Jackson había insistido en que tomaran. No cabía duda de ello. Era el maletín de cuero negro del profesor. En la placa brillaba claramente el nombre, «T. H. Jackson». James comenzó a comprender que increíblemente, de alguna forma habían triunfado. Se habían hecho con la túnica de Merlín.
—Fue el encantamiento visum-ineptio —dijo Zane resollando y levantando la vista hacia James—. Debe haber sido eso. ¡Jackson sabía que estábamos tramando algo, pero no se esperaba eso!
James estaba absolutamente desconcertado.
—¿Pero cómo? ¡Tenía ambos maletines justo delante de él!
—Bueno en realidad, es bastante sencillo. Jackson asumió que estábamos intentando cambiar los maletines, pero que todavía no lo habíamos hecho. Encontró el maletín que estaba bajo mi silla y creyó que era el falso. El encantamiento visum-ineptio que pendía del maletín falso funcionó sobre ambos maletines, haciéndole ver lo que él esperaba ver. ¡Así es como se mantuvo la ilusión de que el falso era el verdadero!
James cayó en la cuenta.
—¡El encantamiento engaña-a-la-vista se extendió hasta el maletín verdadero, haciendo que pareciera el falso, ya que eso era lo que Jackson esperaba ver! ¡Es brillante! —James palmeó a Zane en el hombro—. ¡Bien hecho, cabeza hueca! ¡Y dudabas de tu capacidad!
Zane parecía inusualmente humilde. Sonrió.
—Vamos, vayamos a buscar a Ralph y asegurémonos que está bien. ¿Realmente crees que hacía falta que se comiera dos de esas Pastillas Hemorragia Nasal?
—Fuiste tú el que dijo que necesitábamos una distracción.
James metió el maletín de Jackson bajo su túnica, colocándoselo bajo el brazo, y los dos muchachos corrieron al encuentro de Ralph, deteniéndose solamente el tiempo necesario para recoger la Capa de Invisibilidad del suelo del aula vacía de Tecnomancia. Cinco minutos después, los tres muchachos se abalanzaban hacia la sala común Gryffindor, apresurándose a esconder el maletín de Jackson antes de su siguiente clase. James lo enterró en el fondo de su baúl, luego Zane sacó su varita.
—Acabo de aprender este nuevo hechizo de Gennifer —explicó—, es un tipo especial de hechizo cerradura.
—Espera. —James detuvo a Zane antes de que pudiera conjurar el hechizo—. ¿Cómo lo volveré a abrir?
—Oh. Bueno, a decir verdad no lo sé. Es el contrahechizo de alohomora. Sin embargo no creo que funcione contra el dueño del baúl. Solo con el resto de la gente. Los hechizos son en cierto modo inteligentes, ¿no es verdad?
—Mira —dijo Ralph, cruzando la habitación. Abrió y cerró la ventana luego se apartó—. Pruébalo en el cerrojo de la ventana. De todas formas no necesitas abrirla. Ahí afuera hace un frío de muerte.
Zane se encogió de hombros y luego apunto a la ventana con la varita.
—Colloportus. —El cerrojo de la ventana se cerró de golpe.
—Bueno, funciona, todo bien —observó Ralph—. Ahora trata de abrirla.
Zane, con la varita aún en alto, dijo:
—Alohomora. —El cerrojo se sacudió una vez, pero siguió cerrado. Zane guardó la varita—. Inténtalo tú, James. Es tu ventana, ¿verdad?
James usó el mismo hechizo sobre el cerrojo de la ventana. El cerrojo se desligó hábilmente y la ventana se abrió.
—¿Ves? —dijo Zane sonriendo—. Los encantamientos son inteligentes. Apuesto a que el viejo Cara de Piedra podría decirnos como funciona eso pero no voy a hacerle más preguntas, os lo aseguro.
James cerró el baúl con el maletín de Jackson dentro y Zane conjuró el hechizo cerradura sobre él. De camino a sus clases, Ralph preguntó:
—¿No notará alguien que Jackson lleva una maletín distinto? ¿Qué sucederá si uno de los otros profesores se lo comenta?
—Eso no sucederá, Ralphinator —dijo Zane confiado—. Ha llevado esa cosa durante tanto tiempo que todo el mundo espera verlo con ella. En tanto esperen verlo con su maletín en la mano, el encantamiento visum-ineptio se asegurará que sea eso lo que vean. Nosotros seremos los únicos que veremos que lleva el viejo maletín porta-rocas de tu amigo.
Ralph aún parecía preocupado.
—¿Se desvanecerá el encantamiento con el transcurso del tiempo? ¿O funcionará tanto tiempo como la gente crea que el maletín falso es el verdadero?
Ni James ni Zane sabían la respuesta a eso.
—Solo nos queda esperar que dure el tiempo suficiente —dijo James.