La primera clase del lunes de James, irónicamente, fue Escoba Básica. El profesor era un gigante compacto llamado Cabriel Ridcully. Llevaba puesta una descolorida capa de deporte sobre su túnica oficial de Quidditch, que mostraba sus enormes antebrazos y bíceps.
—¡Buenos días, estudiantes de primero! —bramó, y James supuso que Cabe Ridcully era uno de esos grandes madrugadores—. Bienvenidos a Escoba Básica. La mayor parte de vosotros ya me conocéis, de haberme visto en partidos de Quidditch y torneos y eso. Pasaremos este año familiarizándonos con los fundamentos del vuelo. Creo en un acercamiento basado en la participación activa, así que saltaremos directamente a lo esencial, el manejo y control de la escoba. Que todo el mundo se acerque a su escoba, por favor.
James había estado temiendo el volver a subirse en una escoba, pero a medida que progresaba la clase, descubrió que con la guía apropiada, era capaz de hacer levitar su escoba y que esta le sostuviera, e incluso controlar su altitud y velocidad en pequeñas formaciones. Comprendió que había variaciones sutiles a las que respondía la escoba, basadas en velocidad e inclinación. Si la escoba estaba simplemente levitando, inclinarse hacia adelante sobre el palo la lanzaba hacia adelante, mientras que tirar hacia arriba la hacía retroceder. Una vez la escoba estaba en movimiento, sin embargo, esos mismos controles empezaban también a controlar la altura. Cuando más rápido se movía la escoba, más controlaba la postura de James la altitud en vez de la velocidad. Encontrar la línea sutil entre velocidad-inclinación y altitud-inclinación dependía completamente de la velocidad de la escoba en un momento dado. James presentía que el más ligero pánico causaría que perdiera el mínimo grado de control que ya había aprendido, y empezó a entender por qué le habían salido tan mal las pruebas de Quidditch.
Por mucho que le complaciera su tentativo control sobre la escoba, todavía sentía un ramalazo de celos cuando veía a Zane manejar su escoba en elaborados rizos y picados sin esfuerzo.
—Evitemos alardear, señor Walker —gritó Ridcully con reproche, y James no pudo evitar sentir una oleada de mezquina satisfacción—. Guárdeselo para el partido de esta tarde, ¿quiere?
El cuerpo entero de Ralph estaba tenso mientras luchaba por permanecer sobre su escoba. Había conseguido flotar a más o menos un metro del suelo y parecía estar atascado allí.
—¿Cómo consigo moverme así? —preguntó, observando a Zane.
James sacudió la cabeza.
—Yo que tú me preocuparía solo por mantenerme sobre la escoba, Ralph.
Las clases del resto de la mañana fueron mucho menos interesantes, Hechizos Básicos y Antiguas Runas.
Durante el almuerzo, James narró a Ralph y Zane los acontecimientos de la noche anterior. Les habló del Aparato de Acumulación de Luz Solar de Franklyn, y la conversación en la cena sobre los poderes vudú de Madame Delacroix. Finalmente, explicó la conversación que había oído entre su padre y el profesor Franklyn, y cómo encajaba ésta en la historia de Austramaddux sobre el ansiado retorno de Merlín.
—Entonces —dijo Zane, entrecerrando los ojos y mirando pensativamente a la pared que había tras la cabeza de James—. Entiendo que tu padre tiene una capa… que hace que cualquiera que la lleve sea invisible.
James gimió, exasperado.
—¡Sí! Aunque esa no era precisamente la cuestión.
—Habla por ti. Quiero decir, olvídate de los rayos X. Solo piensan en lo que haría un tío con una Capa de Invisibilidad. Es resistente al vapor, ¿verdad?
James puso los ojos en blanco.
—No creo que el mago que pasara su vida creando el más perfecto artilugio de invisibilidad del mundo lo hiciera para espiar en las duchas de las chicas.
—Pero no lo sabes, ¿verdad? —dijo Zane, impertérrito.
Ralph masticaba lentamente, pensando.
—¿Así que Franklyn dijo a tu padre que había magos en los Estados Unidos que apoyan algo parecido al Elemento Progresivo? ¿Igualdad muggle y mago y todo eso?
James asintió.
—Sí, pero es solo una farsa, ¿no? Quiero decir, ¿desde cuándo los Slytherin desean algo bueno para el mundo muggle? Todas las viejas casas sangrepura de Slytherin siempre han querido salir al descubierto, solo para asaltar el mundo muggle y controlarlo. Creen que los muggles son una especie inferior, no iguales.
Ralph parecía extrañamente preocupado.
—Bueno, quizás. No sé. Sin embargo la mayoría de la gente del patio el otro día no eran siquiera Slytherins. ¿Te fijaste?
En realidad James no lo había hecho.
—Eso no importa realmente. Fueron los Slytherins los que empezaron todo el asunto, con los eslóganes del Elemento Progresivo y las insignias y todo eso. Lo dijiste tú mismo, Ralph. Tabitha Corsica estaba ofreciendo las insignias a todos los Slytherins. Ella está detrás de todo.
—No creo que ella esté detrás de todo como tú crees —dijo Ralph—, de todo este retornar-a-Merlín-de-la-muerte y eso. Ella solo cree que deberíamos ser justos con todo el mundo, muggles y magos por igual. No está intentado empezar una guerra o alguna estupidez semejante. Quiero decir, realmente no parece justo que no podamos trabajar en el mundo muggle, ¿verdad? ¿O competir en juegos y deportes muggles? Solo porque tengamos la magia de nuestro lado eso no nos convierte en parias.
—Suenas como uno de ellos —dijo James furiosamente.
—¿Y qué? —dijo Ralph repentinamente, la cara se le estaba poniendo roja—. Soy uno de ellos, por si no te habías dado cuenta. Y no me gusta la forma en que estás hablando de mi Casa. Las cosas son muy distintas ahora de lo que eran cuando tu padre estuvo aquí. Si tanto te preocupa la verdad y la historia, deberías estar totalmente a favor de debatir el tema. Quizás Tabitha tenga razón acerca de ti.
James se recostó hacia atrás, con la boca abierta de par en par.
Ralph bajó los ojos.
—Ella quiere que esté en el primer debate escolar con el equipo A. Supongo que conoces el tema. Ellos lo llaman «Reevaluación de las Presunciones sobre el Pasado, ¿verdad o Conspiración?»
—¿Y vas a estar en el equipo con ellos entonces? ¿Vas a defender que mi padre y sus compinches se inventaron toda la historia de Voldemort solo para asustar a la gente y mantener el mundo mágico en secreto?
Ralph tenía un aspecto miserable.
—Nadie cree que tu padre se lo inventara, pero… —No parecía saber cómo terminar la frase.
—¡Bien! —gritó James, alzando las manos—. ¡Gran discusión entonces! ¡Estoy sin palabras! Seguro que Tabitha tendrá un buen compañero en ti, ¿verdad?
—¡Quizás tu padre no estuviera en el lado correcto después de todo! —dijo Ralph acalorado—. ¿Nunca se te ha ocurrido pensarlo? Quiero decir, claro, murió gente. Era una guerra. ¿Pero por qué cuando tu lado patea a la gente es el triunfo del bien pero cuando lo hace el otro lado es una malvada atrocidad? Los victoriosos escriben los libros de historia, ya sabes. Quizás la verdad de todo el asunto fuera tergiversada. ¿Cómo lo sabes? Ni siquiera habías nacido aún.
James tiró su tenedor sobre la mesa.
—¡Conozco a mi padre! —gritó—. ¡Él no mató a nadie! ¡Estaba en el lado correcto porque mi padre es un buen hombre! ¡Voldemort era un monstruo sanguinario que solo ansiaba poder y estaba dispuesto a matar a cualquiera que se interpusiera en su camino, incluso a sus amigos! ¡Puede que quieras recordarlo, ya que pareces estar escogiendo el lado de la gente como él!
Ralph miró fijamente a James y tragó saliva. James sabía, en alguna pequeña y distante parte de su mente, que se estaba pasando. Ralph era un nacido muggle, todo lo que sabía de Voldemort y Harry Potter lo había leído en las dos últimas semanas. Además, Ralph estaba siendo alimentado por sus compañeros de casa, que estaban desesperados porque se uniera a ellos. Aún así, estaba furioso hasta el punto que querer golpearle, principalmente porque no se atrevía a golpear a ninguno de los Slytherins que eran directamente responsables de las maliciosas y egoístas mentiras sobre su padre.
James apartó la mirada primero. Oyó a Ralph recoger sus libros y su mochila.
—Bueno —dijo Zane tentativamente—. Yo venía a ver si queríais que nos reuniéramos después del partido esta tarde para tomar unas cervezas de mantequilla con los Gremlins, pero quizás mejor dejo la propuesta para otra ocasión, ¿eh?
Ni Ralph ni James hablaron. Después de un momento, Ralph se alejó.
—Has sido bastante horrible con él, sabes —dijo Zane llanamente.
—¿Yo? —exclamó James.
—Antes de saltar a defenderte —dijo Zane, alzando la mano en un gesto conciliador—, solo déjame decir que tienes razón. Por supuesto que es todo un montón de basura. Pero es Ralph. Solo está intentado encajar, ya sabes.
—No —dijo James rotundamente—. No cuando «encajar» significa ir contando un montón de mentiras sobre mi padre.
—Él no sabe que son mentiras —dijo Zane razonablemente—. Solo es un tipo que oye todo esto por primera vez. Quiere creerte, pero también quiere encajar en su Casa. Por desgracia para él todos ellos son un atajo de lunáticos ávidos de poder.
James se sintió ligeramente animado. Sabía que Zane tenía razón, pero aún así no podía lamentar realmente su acceso contra Ralph.
—¿Entonces? Tú eres un tipo que oye todo esto por primera vez también. ¿Por qué no estás corriendo a unirte al Elemento Progresivo y cantando eslóganes?
—Porque por suerte para ti —dijo Zane, pasando un brazo alrededor del cuello de James—. Me seleccionaron en Ravenclaw y todos ellos odian al viejo Voldy tanto como vosotros los Griffindors. Además —pareció ligeramente anhelante—, sucede que considero que Petra Morgansten está, en todos los sentidos, mucho más buena que Tabitha Corsica.
James apartó a Zane con el codo, gimiendo.
Ambos fueron a la biblioteca para un período de estudio. Knossus Shert, el profesor de Antiguas Runas, estaba vigilando el período, sus gruesas gafas y sus largas y flacas extremidades dentro de la túnica verde le hacían parecer una mantis religiosa sentada tras el escritorio principal de la biblioteca.
Zane estaba copiando teoremas de Aritmancia, frunciendo el ceño mientras los resolvía. James, no queriendo molestarle pero igualmente desinteresado en embarcarse en sus deberes, sacó la copia de El Profeta de la mañana de su mochila, donde lo había metido durante el desayuno. Miró el artículo de nuevo, apretando los labios con disgusto. Cerca del final de la portada a James le molestó ver una foto de Tabitha Corsica. Tenía el aspecto de siempre; razonable, pensativa y cortés. «Prefecta de Hogwarts Discute sobre los Movimientos Progresistas en el Campus» decía el titular que había cerca. Sabiendo que no debía leerlo, James se fijó al azar en un par de líneas en medio del artículo.
«Por supuesto que mi Casa no cree en perturbar la armonía de la escuela con estas discusiones, pero respetamos a los miembros de otras Casas cuando expresan sus preocupaciones». Explicó la señorita Corsica, con los ojos llenos de pesar por los acontecimientos del día, pero obviamente reconociendo la validez de las motivaciones de sus compañeros estudiantes. «A pesar de la reluctancia de la directora a aclarar el calendario de debates, confío en que se nos permitirá seguir adelante con nuestro plan de fomentar una discusión sobre las prácticas y políticas de los aurores, y las presunciones en las que estas se basan, en el marco de un debate abierto y libre».
La señorita Corsica, una estudiante Slytherin de quinto año, es también capitana de su equipo de Quidditch. «Tengo una escoba elaborada por artesanos muggle», explica tímidamente, «Ellos no tenían ni idea sobre las propiedades mágicas de la madera, y por supuesto tuve que registrarla en la escuela como artefacto muggle. Pero aún así, creí que sería agradable experimentar algo fabricado por nuestros amigos muggles. Además es una de las escobas más rápidas del campo», añade, mordiéndose el labio modestamente, «pero creo que eso es crédito tanto de las manos que la hicieron como de los hechizos que se le infundieron a la madera».
James cogió el periódico y lo levantó furiosamente, golpeándolo después contra la mesa y ganándose un ruidoso carraspeo del profesor Shert.
Miró fijamente sin ver el reverso del periódico. ¿Cómo podía alguien creerse tan obviamente inventadas estupideces? Tabitha Corsica y su escoba especial hecha por muggles eran solo la guinda del pastel, y ella lo sabía. Cuando James la había visto en el patio, Tabitha había estado haciendo la entrevista con Rita Skeeter. James recordaba la cara ansiosa de Skeeter y su pluma danzando sobre el pergamino. Estúpida e incauta mujer, pensó James. Aunque aparentemente era escrupulosamente sincera consigo misma y sus lectores.
A James le habían hablado del primer encuentro de su padre con Skeeter, durante el Torneo de los Tres Magos. Tía Hermione había averiguado el secreto de Rita Skeeter, que era una animago sin registrar, y su forma animal era un escarabajo. Al final Hermione había capturado a Skeeter en su forma de escarabajo, evitando, durante un tiempo, que continuara su asalto a la verdad por medio de sus artículos en El Profeta. Esta mañana, sin embargo, Harry había dicho a James que había formas de luchar por la verdad que no incluían discutir con gente como Rita Skeeter. Francamente, James prefería los métodos de tía Hermione a los que su padre reclamaba preferir estos días.
Mientras rumiaba esto, los ojos de James vagaron distraídos sobre los titulares y fotos del reverso del periódico. De repente, sin embargo, un titular captó su atención. Se inclinó sobre él, con la frente fruncida.
EL ALLANAMIENTO EN EL MINISTERIO SIGUE SIENDO UN MISTERIO
Londres: La semana pasada un allanamiento en la sede del Ministerio de Magia dejó a aurores y oficiales perplejos por igual sobre los motivos de los allanadores y la posibilidad de que tuvieran cómplices dentro. Como se informó en este mismo medio la semana pasada, tres individuos de dudosos antecedentes fueron arrestados la mañana del lunes 31 de agosto, en relación con un allanamiento y robo en varios departamentos del Ministerio de Magia. Los tres presuntos allanadores, dos humanos y un duende, fueron encontrados durante una búsqueda por los alrededores horas después de que el allanamiento fuera descubierto.
Dado que los individuos había caído bajo la Maldición Lengua Atada, lo que los incapacitaba para responder a cualquier interrogatorio, los tres fueron enviados bajo vigilancia al Hospital St. Mungo para Enfermedades Mágicas. Una búsqueda en los departamentos saqueados, que incluían el Departamento de Cooperación Mágica, la Oficina de Conversión de Moneda, y el Departamento de Misterios, sin embargo, reveló que aparentemente no habían desaparecido objetos ni dinero.
Los cargos criminales fueron subsecuentemente reducidos a destrucción de propiedad y allanamiento, y la historia, curiosamente, había sido desechada hasta la semana pasada, cuando se supo que ninguna contramaldición o maleficio había tenido ningún efecto sobre los maldecidos acusados.
«Estas maldiciones notablemente poderosas implican un alto grado de magia oscura» —dijo el Doctor Horatio Flack, jefe del Departamento de Contramaldiciones de St Mungo. «Si somos incapaces de levantar la maldición a estos hombres para este fin de semana, me temo que los hechizos pueden volverse permanentes».
Como resulta de esto, uno de los acusados, identificado por este reportero como el duende, un tal señor Fikklis Bistle de Sussex, empezó a responder a los contramaleficios en el transcurso del fin de semana. «Está produciendo sonidos y gruñidos, llegando bastante cerca de las auténticas palabras», informó una de sus enfermeras, que pidió permanecer en el anonimato. Poco después del amanecer de esta mañana, sin embargo, el señor Bistle fue encontrado muerto en su habitación, aparentemente víctima de una medicación no recetada. Esto da amplio campo a la especulación, y ha dado como resultado una nueva investigación del allanamiento. Quorina Greene, a cargo de la investigación del caso, ha dicho, citando sus palabras. «Ahora estamos principalmente preocupados por determinar cómo, exactamente, estos tres individuos fueron capaces de entrar en las oficinas del Ministerio. Eran tres criminales de baja estofa, ninguno había intentado algo de esta magnitud en el pasado. No podemos descartar la probable ayuda exterior, ni siquiera un cómplice en el Ministerio. La muerte del señor Bistle, sin embargo, aunque sospechosa, se ha dictaminado como accidente. Solo podemos estar agradecidos», agregó la señora Greene, «de que los ladrones aparentemente fracasaran en sus esfuerzos, viendo que según parece no falta nada».
—Vamos —susurró Zane, sobresaltando a James en medio de su lectura—. Quiero salir pronto para practicar un rato con la escoba. ¿Quieres venir? Puede que un Potter me venga bien como amuleto de la suerte.
James decidió que estaría bien tragarse su orgullo y acompañar a Zane. Incluso pensó que también él podría practicar un poco. Dobló el periódico otra vez y lo metió en la mochila.
—¿Crees que puedes enseñarme como hacer esa parada en seco y giro que te vi en la clase de Escoba Básica de hoy? —preguntó James a Zane mientras subían las escaleras para cambiarse de túnica.
—Claro, colega —estuvo de acuerdo Zane confiadamente—. Pero no se lo muestres a Ralph hasta que pueda mantener la escoba bajo él mientras todavía está flotando.
James sintió una punzada desagradable ante la mención del nombre de Ralph, pero la empujó a un lado. Minutos después, ya cambiados con vaqueros y camisetas, los dos corrieron exultantes hacia la luz del sol de la tarde, dirigiéndose al campo de Quidditch.
James pasó la tarde en el campo con Zane, practicando un poco con la escoba, pero principalmente observando a los equipos de Ravenclaw y Gryffindor calentar. Cuando Zane se unió a su equipo para cenar algo y ponerse el uniforme, James acompañó a Ted y los Gryffindors de vuelta a la sala común hasta que se cambiaron y bajaron a cenar ellos mismos. La atmósfera antes del primer partido de la temporada estaba siempre cargada de excitación. El Gran Comedor estaba alborotado con burlas animadas, gritos y los intempestivos estallidos de los himnos de las Casas. Durante el postre, Noah, Ted, Petra y Sabrina, todos vestidos con sus jerséis de Quidditch, se alinearon delante de la mesa Gryffindor, con los brazos entrelazados y sonriendo como si estuvieran a punto de realizar una actuación. Al unísono, estamparon los pies en el suelo de piedra, ganándose la atención de la habitación, entonces se lanzaron a bailar una giga irlandesa penosamente coreografiada pero muy entusiasta, cantando una tonada que Damien había escrito para ellos ese mismo día:
Ohhh, nosotros los Gryffindors bromeamos y nos divertimos,
Pero en el campo de Quiddich somos insuperables,
Y esperamos que los Ravenclaw sepan qué hacer,
Cuando el equipo del león los aplaste como una tonelada de ladrillos.
Ohhh, el juego puede ser duro y los cuerpos machacarse,
Y puede que os encontréis con que vuestro buscador ha sido lanzado a un pantano,
Pero nosotros los Gryffindor con nuestra buena voluntad no somos tacaños,
Así que os advertimos antes de patearos el…
Las últimas palabras quedaron ahogadas por la mezcla de rugidos y gritos de los Gryffindors y los abucheos y silbidos de los Ravenclaw. Los Gremlins hicieron una profunda reverencia, sonriendo, obviamente complacidos consigo mismos, y se unieron a sus compañeros de equipo que salían corriendo hacia el campo de Quidditch para los preparativos finales.
El primer y el último partido de la temporada de Quidditch, como James sabía, siempre tenían mucha asistencia. Al final del año, al final del torneo, todo el mundo sabía que fueran cuales fueran los equipos que jugaran, serían partidos excitantes. Al principio del año, sin embargo, la gente estaba excitada y esperanzada con los equipos de sus Casas. La mayor parte de los partidos veían las gradas llenas de estudiantes y profesores, engalanados con los colores de su equipo y ondeando banderas y estandartes. Cuando James entró en el campo, le encantó ver y oír al entusiasmado gentío. Los estudiantes aullaban y se gritaban unos a otros mientras ocupaban sus asientos. Los profesores principalmente se sentaban en lo alto de las secciones dedicadas a sus Casas. Cuando subió las escaleras de la sección Gryffindor, vio a su padre sentado cerca de la cabina de prensa, flanqueado por los oficiales del Ministerio a la derecha y la delegación de Alma Aleron a la izquierda. Harry vio a James y le saludó, sonriendo ampliamente. Cuando James le alcanzó, Harry orquestó una complicada reasignación de asientos, ya que solo liberar un asiento para James requirió que casi todo el grupo se moviera. James murmuró disculpas, pero en realidad no le importó ver la mirada de disgusto en la cara de la señorita Sacarhina, enmascarada por su omnipresente sonrisa de plástico.
—Como estaba diciendo, sí, tenemos Quidditch en los Estados Unidos —dijo el profesor Franklyn a Harry, su voz viajaba sobre el rugido apagado del gentío que se acomodaba— pero por alguna razón no es tan popular como deportes como el tenis en escoba, el grungeball o el gauntlet con escoba. Nuestra Copa Mundial muestra algunas promesas este año, sin embargo, o eso me han dicho. Yo tiendo a ser escéptico.
James miró a los americanos, sintiendo curiosidad por ver quién asistía y qué parecían pensar del partido hasta ahora. Madame Delacroix estaba sentada al final de la fila, su cara se mostraba inexpresiva y tenía las manos cogidas firmemente en su regazo de forma que parecían desagradablemente una bola de nudillos marrón. El profesor Jackson miró a James y asintió en un saludo. James vio que su maletín de cuero negro, con su inexplicable carga, estaba colocado a sus pies, seguramente cerrado esta vez. El profesor Franklyn estaba vestido con lo que parecía ser su túnica de gala, con un alto cuello blanco y un bufanda blanca plisada en la garganta, y sus gafas cuadradas que captaban la luz alegremente mientras miraba a las gradas de alrededor.
—¿Dónde está Ralph? —preguntó Harry a James—. Pensaba que le vería contigo esta tarde.
James se encogió de hombros sin comprometerse, evitando la mirada de su padre.
—¡Ah! Aquí estamos —anunció Franklyn, sentándose erguido y estirando el cuello para ver.
El equipo Gryffindor salió a gran velocidad por el ancho portón en la base de su tribuna, sus capas rojas ondeando tras cada uno de ellos como una bandera.
—El Escuadrón Gryffindor, conducido por su capitán Justin Kennely, es el primero en salir al campo. —La voz de Damien Damascus tañó firmemente desde la tribuna de prensa.
El equipo tomó una formación vertical en espiral que se apretaba mientras se alzaba, y después tiraron de sus escobas para detenerse hasta formar una enorme letra G justo delante de la sección Gryffindor de las gradas.
Después, la forma se disolvió cuando los jugadores rompieron la formación, regateando unos alrededor de otros en una vertiginosa ráfaga de acrobacias aéreas, y volviendo a formar la letra P. Todos los jugadores, sentados bien erguidos sobre sus escobas, miraron a Harry y James y saludaron, sonriendo ampliamente. La grada Gryffindor aplaudió frenéticamente, ruidosamente, y James viendo las docenas de sonrientes y gritonas caras se giró para ver la reacción de Harry. Este saludó y asintió bruscamente, levantándose a medias para recibir la ovación.
—Cualquiera pensaría que está presente la reina —oyó James que mascullaba su padre mientras volvía a sentarse.
—Y ahora vienen los Ravenclaw —gritó Damien, su voz resonó a través del campo—. Liderados por la capitana Genniger Tellus, fresca tras la victoria del torneo del año pasado.
El equipo Ravenclaw explotó desde las gradas del lado opuesto como si fueran fuegos artificiales, cada uno volando en diferente dirección, cruzándose unos con otros y pasándose una quaffle con una velocidad que desafiaba al ojo humano. Después de varios segundos de girar frenéticamente y aparentemente al azar alrededor de las gradas, los Ravenclaws confluyeron simultáneamente en el centro del campo, haciendo una súbita parada, y girando con sus escobas para enfrentar a la multitud en todas direcciones. Cada jugador alzó el brazo derecho, y Gennifer, en el centro, sostuvo la quaffle sobre la cabeza. Hubo un griterío salvaje en la grada Ravenclaw, y vítores de apreciación y respeto del resto.
Finalmente, Gennifer y Justin volaron hasta tomar posiciones en el centro del campo, saludándose con un asentimiento mientras los equipos se colocaban en formación tras sus capitanes. Bajo ellos, de pie en la marca del centro del campo con su túnica oficial, Cabriel Ridcully sostenía la quaffle bajo el brazo, con el pie descansando sobre un baúl de Quidditch.
—Quiero ver un partido limpio —gritó a los jugadores—. ¿Capitanes, listos? ¿Jugadores en formación? Yyyyy… —Levantó la quaffle en su enorme palma, con el brazo extendido—. ¡Quaffle en juego!
Ridcully lanzó la quaflle hacia arriba y simultáneamente levantó el pie del baúl de Quidditch. El baúl se abrió de golpe, liberando dos bludgers y la snitch. Las cuatro bolas salieron disparadas, mezclándose con los jugadores al entrar en movimiento. Las gradas explotaron con vítores y gritos desaforados. James recordó buscar a Zane entre los Ravenclaw. Su pelo rubio no era difícil de distinguir contra el azul marino de su capa. Pasó a través de un nudo de jugadores, ejecutando un giro en barrena sorprendentemente apretado, después se inclinó precariamente y golpeó una bludger cuando estaba vagaba alrededor del grupo. La bludger falló por poco su objetivo, pero solo porque Noah se agachó y giró en el momento justo. La multitud rugió con una mezcla de deleite y desilusión.
El calor del la tarde de verano era inusualmente intenso. El sol que se ocultaba se abatía sobre jugadores y espectadores por igual. En el suelo, ambos equipos tenían asignada una zona para el equipo de apoyo, cada una al final del campo. Cada área contenía una docena de enormes cubos llenos de agua. Ocasionalmente, un jugador ejecutaba una señal con la varita, alertando al equipo de tierra. Un miembro del equipo de apoyo utilizaba su varita para levitar el agua desde uno de los cubos, haciéndola flotar alrededor de diez metros sobre el campo como una burbuja sólida y bamboleante. Entonces, justo cuando el jugador se ponía en posición, otro miembro del equipo de apoyo apuntaba su varita hasta la bola de agua, haciéndola explotar en una nube de gotas justo cuando el jugador la atravesaba volando. La multitud reía deleitada cada vez que un jugador emergía de la niebla arco iris, sacudiéndose el agua del pelo y uniéndose de nuevo a la refriega, felizmente refrescado.
Gryffindor tomó pronto la delantera, pero Ravenclaw empezó a recuperar terreno de forma estable ya avanzada la tarde. El sol se ponía cuando Ravenclaw alcanzó a Gryffindor, el partido cobró el tono febril y frenético que solo los partidos muy reñidos pueden sostener. James observaba a los buscadores, intentando captar un vistazo de la elusiva snitch, pero no podía ver señal de la diminuta bola dorada. Entonces, justo cuando apartaba la mirada, hubo un destello de luz sobre algo en la grada Hufflepuff. James entrecerró los ojos, y ahí estaba, entrando y saliendo de entre los estandartes. El buscador del equipo Ravenclaw ya la había visto. James gritó a Noah, el buscador Gryffindor, saltando sobre sus pies y señalando. Noah giró sobre su escoba, buscando frenéticamente. Vio la snitch justo cuando ésta bajaba en ángulo, directamente hacia la melée de jugadores que volaban y bludgers vagabundas.
El buscador Ravenclaw se inclinó hacia ella cuando la snitch le pasó a toda prisa. Casi se cayó de su escoba, girando y lanzándose en un rizo en picado y dirigiéndose hacia el campo. Ted, uno de los golpeadores Gryffindor, apuntó una bludger hacia el buscador Ravenclaw, haciendo que el chico se agachara y esquivara pero sin desviarle de su curso. Noah se aproximaba desde el otro lado del campo, agachándose y zigzagueando frenéticamente a través de los demás jugadores. El resto de la multitud captó lo que estaba pasando. Como uno, los espectadores se pusieron en pie de un salto, gritando y vociferando. Y entonces, justo en la misma cúspide de la acción, James vio algo que le distrajo completamente del partido por primera vez desde que había empezado.
El intruso muggle estaba abajo, en el campo, de pie justo al lado del área de descanso Ravenclaw. James apenas podía creerse lo que estaba viendo, pero el hombre estaba simplemente ahí de pie, vistiendo la capa descartada de uno de los miembros del equipo de apoyo, observando el partido con una expresión de absoluto temor y desconcierto. Sujetaba algo ante sus ojos, y James lo reconoció vagamente como algún tipo de cámara de mano muggle. ¡Estaba filmando el partido! James arrancó la mirada del intruso y miró a su padre, que estaba de pie junto a él, gritando alegremente ante el final del partido. James tiró de la túnica de Harry y le gritó.
—¡Papá! ¡Papá, hay alguien ahí abajo! —señaló frenéticamente, intentando indicar el campo de Quidditch a través de la fila de gradas y espectadores.
Harry miró a James, todavía sonriendo, intentando oírle.
—¿Qué? —gritó, inclinándose hacia James.
—¡Ahí abajo! —gritó James, todavía señalando—. ¡Se supone que no debería estar ahí! ¡Es un muggle! ¡Le he visto antes!
La cara de Harry cambió instantáneamente. La sonrisa desapareció. Se puso en pie en toda se estatura y escaneó el campo. James volvió a mirar abajo también, buscando al intruso muggle. Estaba seguro de que se habría ido, haciéndole quedar como un tonto, pero el hombre todavía estaba allí, mirando a la melée de arriba. Había bajado la cámara, vio James. Ésta colgaba de su mano derecha. James miró más atentamente y vio que el hombre tenía un vendaje en la parte superior del brazo, y pequeñas tiritas en dos lugares de la cara. Se había hecho daño al atravesar el ventanal, pero aparentemente no el suficiente como para evitar que volviera.
Harry pasó empujando a través de la delegación americana, disculpándose cortés pero firmemente, dirigiéndose hacia las escaleras. James le siguió, trotando para mantenerle el paso. Juntos, recorrieron los escalones de dos en dos, bajando al nivel del campo. James notó que su padre estaba ahora completamente en «modo auror», sin pensar, preparado, dejando que el instinto tomara el control. No había sensación de pánico, ni preocupación, ni furia, solo un propósito decidido e imparable. Harry alcanzó el campo con James a sus talones justo cuando el partido terminaba. Hubo una estruendosa ovación y de repente había gente corriendo por el campo. Los equipos de apoyo salían a recoger los cubos vacíos. Los jugadores comenzaban a tomar tierra, cayendo sobre el campo dispersados como semillas de diente de león. Cabe Ridcully se acercó a grandes pasos a la línea central utilizando la varita para convocar a las bolas. Impertérrito, Harry caminaba resueltamente hacia el final del campo donde él y James habían visto al extraño hombre, pero ahora que estaban en el campo ya no podían verle. Había demasiada gente moviéndose alrededor, demasiado ruido y confusión. James sabía que había cientos de maneras mediante las cuales el hombre podía haberse escabullido ya, desapareciendo entre las crecientes sombras de las colinas y bosques de más allá del campo. Harry no dejó de moverse hasta que estuvo de pie en el punto donde habían visto al hombre. Se giró lentamente, evaluando las vistas que había tenido el hombre desde esa perspectiva.
—Allí —señaló. James miró y vio que su padre estaba señalando a la base de una de las gradas, hacia la puerta que conducía al vestuario de los Ravenclaw—. O allí. O allí —dijo Harry, hablando parcialmente con James y parcialmente consigo mismo, señalando primero al camino que discurría entre las gradas de Hufflepuf y Slytherin y después al cobertizo del equipo—. Probablemente no escogería el cobertizo, ya que sabría que no tendría forma de escapar de ahí. En el mejor de los casos serviría como escondite, y él quiere marcharse, no ocultarse. La salida de las gradas le llevaría más hacia adentro. No, escogería el camino entonces. Solo han sido dos minutos. ¿James?
James levantó la mirada hacia su padre, con los ojos abiertos de par en par.
—¿Sí?
—Cuenta a la directora lo que hemos visto y haz que Titus se encuentre conmigo en la entrada de ese camino en cinco minutos. No corras. No sabemos lo que está pasando y no hay necesidad de causar ninguna alarma aún. Solo camina rápido y cuéntales lo que te he dicho. ¿De acuerdo?
James asintió enérgicamente, y después volvió por el camino por el que él y su padre habían venido, recordándose a sí mismo no correr. Mientras subía los escalones, presionando a través de la multitud que salía, sin saber siquiera aún quien había ganado el partido, comprendió lo absolutamente satisfecho que estaba de que su padre le hubiera creído. En alguna pequeña parte de su mente, a James le había estado preocupando que su padre dudara de él, quizás incluso que despreciara sus preocupaciones. Pero había contado con la esperanza de que su padre le conociera mejor que eso, de que confiaría en él. Y eso había sido precisamente lo que había hecho, había bajado al campo a investigar al desconocido sin ninguna pregunta y sin dudar. Por supuesto, así era como trabajaban los aurores. Investigar primero, después hacer preguntas si hace falta. Aún así, James se alegraba extremadamente de que su padre hubiera confiado lo suficiente en él como para ir tras el hombre basándose solo en la palabra de James.
A pesar de su alivio ante la respuesta de su padre, sin embargo, James estaba seriamente decepcionado porque el hombre hubiera escapado tan fácilmente. De algún modo, sabía que Harry y Titus no encontrarían ninguna señal del hombre, ni ninguna pista de adónde había ido. Entonces James se encontraría justo como al principio, con nada más que el breve vistazo de una persona sobre el campo de Quidditch para respaldar su historia.
Pensando en eso, finalmente alcanzó a Titus Hardcastle y al resto del grupo. Cuando le pasó el mensaje de Harry, Titus se disculpó con una palabra y se dirigió enérgicamente escaleras abajo, con la mano en el bolsillo para mantener su varita dentro de él. McGonagall y los oficiales del Ministerio escucharon la explicación de James sobre hombre al que Harry y él habían visto en el campo, la directora con una mirada de severa atención, la señorita Sacarhina y el señor Recreant con miradas de franca perplejidad.
—¿Dices que tenía algún tipo de cámara, querido muchacho? —preguntó Sacarhina suavemente.
—Sí, las he visto antes. Hacen películas. Estaba filmando el partido.
Sacarhina miró a Recreant con una extraña expresión que James tomó por incredulidad. No le sorprendía, y no le importaba en realidad. Estaba más preocupado porque McGonagall le creyera. Estuvo a punto de decirle que era el mismo hombre al que accidentalmente había lanzado a través de la ventana de una patada, pero algo en la expresión de la cara de Sacarhina hizo que se decidiera a esperar a que estuvieran en privado.
De camino otra vez escaleras abajo, flanqueado por McGonagall, los oficiales del Ministerio, y los profesores de Alma Aleron, James finalmente se enteró del resultado. Resulta que Ravenclaw había ganado el partido. James se sintió molesto y humillado, pero le reconfortó saber que al menos era probable que Zane estuviera pasando una buena tarde.
Cuando alcanzaron el camino que conducía de vuelta al castillo, la directora McGonagall se separó de los demás.
—Profesores e invitados, por favor siéntase libres de volver al castillo por su cuenta. Yo prefiero atender esta situación en persona —dijo enérgicamente y se giró para cruzar el campo. James la siguió a toda prisa. Cuando la alcanzó, ella bajó la mirada hacia él.
—Supongo que sería una estupidez decirte que esto no es asunto para un estudiante de primer año —dijo, aparentemente escogiendo, contra su buen juicio, no enviar a James de vuelta al castillo—. Siendo tu padre el auror a cargo, probablemente preguntara por qué estás allí y no aquí. Uno se pregunta cómo es capaz de mantener la cabeza recta sobre los hombros sin la señorita Granger para enderezársela.
A James le llevó un momento comprender que la «señorita Granger» era la tía Hermione, cuyo apellido era ahora Wesley. No pudo evitar sonreír ante la idea de que la directora todavía pensaba en su padre, su tía y su tío como jovencitos problemáticos, aunque generalmente agradables.
Para cuando alcanzaron el camino que cortaba entre las gradas Slytherin y Hufflepuff, Harry y Titus habían vuelto ya de su exploración superficial de la zona. McGonagall habló primero.
—¿Alguna señal del intruso?
—Nada por ahora —dijo Hardcastle bruscamente—. Demasiado seco para pisadas y demasiado oscuro para captar su rastro sin un equipo o un perro.
—Señora directora —dijo Harry, y James pudo ver que su padre estaba todavía en modo auror—. ¿Tenemos su permiso para llevar a cabo una búsqueda más exhaustiva de la zona? Precisaríamos la ayuda de un pequeño grupo de su elección.
—¿Crees que este individuo es una amenaza? —preguntó la directora a Harry antes de responder.
Harry extendió las manos y se encogió de hombros.
—No hay forma de saberlo sin más información. Pero sé que el hombre al que vi era demasiado mayor para ser un estudiante, no lo reconocí como miembro del personal o el profesorado. Llevaba la capa de un miembro del equipo de apoyo como intento de disfraz, así que indudablemente se ocultaba de alguien, o de todo el mundo. Y James dice que había visto a esta persona en los terrenos antes.
Todo el mundo miró a James.
—Era ese del que le hablé la otra mañana, señora —explicó James, dirigiéndose a la directora—. Estoy seguro. Tenía vendas en el brazo y la cara. Creo que se hizo daño cuando le pateé a través de la ventana.
—Sabía que sería una historia interesante —murmuró Harry, conteniendo una sonrisa.
—Pero indudablemente, señor Potter, señor Hardcastle —dijo MacGonagall, mirando a los adultos—, comprenden que no hay forma concebible de que alguien pueda haber traspasado el perímetro protector de la escuela. Fuera quien fuera debe habérsele permitido estar en los terrenos, de otro modo…
—Tienes razón, Minerva —dijo Harry—. Pero el individuo al que vi no actuaba como si creyera que le estaba permitido estar aquí. Así que la pregunta es, ¿si se le permitió entrar, quién le dio permiso, y cómo? Esas son preguntas que me gustaría mucho responder, pero nuestra única esperanza de hacerlo reside en que comencemos una búsqueda por los terrenos inmediatamente.
McGonagall sostuvo la mirada de Harry, asintiendo a regañadientes, después más segura.
—Por supuesto. ¿A quién necesitas?
—Hagrid, para empezar. Nadie conoce estos terrenos como él, y por supuesto Trife. Me gustaría que nos dividiéramos en tres equipos: Hagrid con Trife y yo mismo dirigiendo un equipo al interior del Bosque Prohibido, y Titus dirigiendo otro equipo alrededor del perímetro del lago. Necesitamos más ojos para buscar indicios. Lástima que Neville esté fuera esta noche.
—Podría convocarle de vuelta —comentó Hardcastle.
Harry sacudió la cabeza.
—No creo que sea necesario. Buscamos a un solo individuo, posiblemente un muggle. Todo lo que necesitamos son un par de personas que sepan cómo seguir un rastro. ¿Qué tal Teddy Lupin y tú, James?
James intentó no parecer demasiado complacido, pero un ramalazo de orgullo le traspasó. Asintió hacia su padre con la cabeza con lo que esperaba fuera presteza y confianza, en vez de frívola excitación.
—¿La escuela tiene algún hipogrifo en este momento, madame? —retumbó la voz de Titus—. Una vista desde el cielo es lo que necesitamos aquí. Si el hombre ha estado antes en los terrenos, debe estar acampando cerca.
—No, ninguno en este momento, señor Hardcastle. Tenemos thestrals, por supuesto.
Harry negó con la cabeza.
—Demasiado ligeros. Los Thestral solo pueden llevar a una persona, y a nadie tan pesado como Titus o yo. Hagrid rompería a cualquiera de ellos directamente por la mitad.
James estaba pensando con fuerza.
—¿Cómo de alto tiene que ser?
Hardcastle miró de reojo a James.
—Más alto que un hombre realmente sería una cuestión a tener en cuenta. Lo bastante alto como para tener una vista de pájaro del suelo, pero lo bastante lento como para poder estudiarlo. ¿Tienes una idea? Escúpela, hijo.
—¿Y qué hay de los gigantes? —dijo James después de una pausa. Le preocupaba que fuera una idea estúpida. Más que nada, temía perder el respeto que su padre le había mostrado al invitarle a participar en la búsqueda—. Está Grawp, que es tan alto como algunos árboles, y su nueva novia. Hagrid dice que ella es incluso más grande.
Hardcastle miró a Harry con una expresión ilegible. Harry pareció considerarlo.
—¿Cuánto crees que tardará Hagrid en traerlos aquí? —preguntó, dirigiendo la pregunta a la directora.
—Indudablemente eso es algo que vale la pena preguntar —dijo ella, un poco picaronamente—. Ya que no tenía ni idea de que ahora teníamos dos gigantes viviendo entre nosotros. Iré y requeriré sus servicios a Hagrid personalmente. —Se giró hacia James—. Ve y trae al señor Lupin, y no le cuentes a nadie lo que tramas. Ambos os encontraréis con tu padre en la cabaña de Hagrid con capa y varita dentro de quince minutos. Yo tendré que volver al castillo para ocuparme de nuestros invitados.
—Y James —dijo Harry, sonriendo con esa sonrisa ladeada suya—. Ahora puedes correr.
James estaba sin aliento para cuando alcanzó la sala común. Encontró a Ted todavía con su jersey de Quiddich rumiando su melancolía con varios jugadores más en el nicho de una esquina.
—¡Ted, ven aquí! —llamó James, cogiendo aliento—. No tenemos mucho tiempo.
—Esa no es forma de entrar en una habitación —dijo Sabrina, girándose para ver a James sobre el respaldo del sofá—. Uno podría tener la inconfundible impresión de que estás tramando algo.
—Lo estoy. Lo estamos —dijo James, inclinándose hacia adelante, con las manos en las rodillas—. Pero no puedo contároslo ahora mismo. No me está permitido. Después. Pero quieren que vengas, Ted. Se supone que tenemos que estar en la cabaña de Hagrid en cinco minutos. Con varita y capa.
Ted se levantó de un salto, aparentemente feliz de olvidar la primera derrota de la temporada y siempre listo para apuntarse a una aventura.
—Bueno, todos sabíamos que este día llegaría. Finalmente mis habilidades únicas e intuitivas están siendo reconocidas. Os regalaremos con la historia de nuestra aventura, asumiendo que vivamos para contarla. Tú primero, James.
Ted se metió la varita en el bolsillo y se colgó la capa del hombro. Mientras ambos chicos salían a través del agujero del retrato, James todavía jadeando, Ted pavoneándose y apretando la mandíbula, Sabrina les llamó.
—Traed más cerveza de mantequilla cuando volváis, oh poderosos guerreros.
—¡Eh, Ted, gran partido!
Ted gruñó, molesto porque se lo recordaran.
—¿Adónde vais? —preguntó Zane, trotando para mantener el paso de James y Ted.
—A la aventura y al peligro mortal, creo —replicó Ted—. ¿Quieres venir?
—¡Sí! ¿Cuál es el plan?
—¡No! —exclamó James—. Lo siento. Se supone que no tenía que contárselo a nadie más que a Ted. Mi padre dijo…
Las cejas de Zane se dispararon hacia arriba.
—¿Tu padre? ¡Genial! ¡Asuntos serios de aurores! Vamos, no puedes correr a tener aventuras al estilo Harry Potter sin tu camarada Zane, ¿verdad?
James se detuvo en medio del vestíbulo, exasperado.
—¡Vale! Puedes seguirnos, pero si papá dice que tienes que volver lo harás sin quejarte, ¿está claro?
—¡Woohoooo! —gritó Zane, corriendo por delante de ellos mientras bajaban los escalones hasta el patio—. Vamos, tíos. ¡La aventura nos espera!
Harry y Titus Hardcastle estaban de pie junto a la cabaña de Hargid con las varitas iluminadas cuando los tres chicos llegaron.
—Gracias por venir, Ted —dijo Harry con cara estoica—, y también Zane, a quien no esperaba.
—Yo le pedí que viniera, Harry —dijo Ted, asumiendo una expresión grave—. Es nuevo, pero listo. Pensé que podría servir, dependiendo de lo que estés planeando. —Ted estudió a Zane críticamente. Zane borró la sonrisa de su cara e intentó parecer serio, sin mucho éxito. Harry los estudió a ambos.
—Principalmente, necesitamos ojos. Ya que Zane tiene tantos como el resto de nosotros, supongo que está cualificado. Solo espero que Minerva no averigüe que llevé a otro estudiante de primero al bosque o dará con una forma de castigarnos a todos. ¿James no os ha contado lo que estamos haciendo esta noche?
Ted negó con la cabeza.
—Ni una palabra. Solo dijo alto secreto, muy, muy secreto.
Harry miró de reojo a James.
—La directora te dijo que no dijeras nada, hijo.
—¡No lo hice! —protestó James, lanzando una mirada asesina a Ted—. ¡Solo dije que no se me permitía contarle a nadie lo que hacíamos!
—La mejor forma de hacer que la gente sospeche, James, es decirles que no pregunten. —Pero Harry no parecía enfadado. De hecho, parecía un poco divertido—. No importa, sin embargo. Acabaremos y volveremos al castillo antes de que vuestros amigos Gremlins monten un escuadrón de reconocimiento. ¿Verdad, Ted?
—Probablemente se estén metiendo en sus camitas mientras hablamos, padrino —dijo Ted remilgadamente. Harry puso los ojos en blanco.
James empezaba a ser consciente de un embotado retumbar del suelo. Momento después, oyó el ladrido distante de Trife, el bullmastiff de Hagrid, que había sustituido a su amado sabueso, Fang. Todos los presentes se volvieron hacia los bosques cuando el pisar retumbante se convirtió en un palpitar rítmico. Después de un minuto, unas formas enormes se recortaron contra la oscuridad, avanzando entre los bosques, sus pisadas sacudiendo el suelo. Trife vagaba entre las piernas de los gigantes, aparentemente ignorante del hecho de que podía acabar aplastado si uno de ellos le pisaba accidentalmente. Les ladró excitadamente, su forma normalmente imponente quedaba empequeñecida por las enormes y torpes figuras. Hagrid les seguía, gritando ocasionalmente a Trife para que se callara, pero sin auténtica convicción.
—Grawp fue fácil de convencer —gritó Hagrid, saliendo del bosque—. Siempre está deseando ayudar. Un gran corazón de oro, eso es. Cada vez habla mejor, además. Su novia, sin embargo… —dejó caer la voz mientras se aproximaba a Harry, fingiendo la postura propia de una confidencia, que James consideró tan sutil como una banshee metida en una caja de cerillas—. No está tan acostumbrada a estar con gente como Grawp. Además no le sienta demasiado bien que la despierten. Ayudará, mientras nos lo tomemos con calma con ella.
James se recordó a sí mismo que éste era el mismo Hagrid que había criado escregutos de cola explosiva por diversión, y que seguía pensando que la característica principal de los dragones era lo monos que eran. Cualquier advertencia de Hagrid sobre el temperamento de una criatura era, por tanto, definitivamente algo que tenías que atender. Todo el mundo se giró para saludar a los gigantes cuando emergieron de entre los árboles. Grawp llegó primero, parpadeando y sonriendo a la luz de las varitas. Ondeó una mano del tamaño de un piano hacia Harry.
—Hula, Harry. —La voz de Grawp era profunda y lenta. James tuvo la impresión de que formar palabras no era en absoluto la función para la que esa boca había sido creada—. ¿Cómo Hermani… Her… mine… nin?
Harry intentó evitarle a Grawp el esfuerzo.
—Hermione está bien, Grawp. Te hubiera enviado un saludo si hubiera sabido que iba a verte.
Esto pareció demasiado para que la mente de Grawp lo procesara.
—Hula, Hermiii… meee…
Continuó luchando con el nombre de Hermione hasta que la giganta emergió tentativamente del bosque tras él. James estiró el cuello, sintiendo un involuntario escalofrío de miedo bajar por su espina dorsal. La giganta era tan alta que tuvo que separar la copa de los árboles para salir del bosque, aplastando y rompiendo ramas. La luz de las varitas solo le llegaba al pecho, que estaba más o menos a la misma altura que la cabeza de Grawp. Su cabeza solo era una forma sombría moviéndose sobre las copas de los árboles, recortada contra el cielo estrellado. Se movía más lentamente que Grawp, pesadamente, sus grandes pies cayendo sobre el suelo como piedras de molino, sacudiendo las hojas de los árboles cercanos a cada paso.
—Aquí se acaba el sigilo —comentó Hardcastle, levantando la mirada hacia la monstruosa figura.
—Harry, Titus, James, Zane y Ted —gritó Hagrid muy lentamente—. Esta es Prechka. Prechka, estos son amigos.
Prechka se agachó lentamente de forma que su cabeza flotara sobre el hombro de Grawp. Soltó un gruñido bajo e interrogativo que James pensó que realmente había hecho traquetear las ventanas de la cabaña de Hagrid. Harry alzó su varita iluminada sobre la cabeza y sonrió.
—Prechka, Grawp, gracias a los dos por venir y ayudarnos. No os retendremos mucho, espero. Hagrid os ha explicado lo que os pedimos esta noche, ¿verdad?
Grawp se animó a hablar.
—Harry busca hombre escondido. Grawp y Prechka ayudan.
—Excelente —dijo Harry, girándose para dirigirse al grupo—. Hagrid, tu coge a Trife y haz que olisquee el camino. Mira a ver si capta algo que conduzca al bosque o alrededor del algo. Si es así, lanza una señal roja. Ted, tú vendrás conmigo y con Prechka al bosque. Zane, James, vosotros os uniréis a Titus y Grawp buscando por el perímetro del lago. Buscamos tanto un rastro como al propio intruso, así que buscad ramas rotas, tierra y hojas removidas, y cualquier cosa relacionada con humanos como trozos de ropa, basura, papeles, o cualquier cosa de esa naturaleza. ¿Todo el mundo listo?
—¿A quién estamos buscando, Harry? —preguntó Ted.
Harry ya se estaba aproximando lentamente a Prechka.
—Lo sabremos cuando le encontremos, ¿verdad?