Roberto Fontanarrosa nació en Rosario en 1944, y murió en la misma ciudad en julio de 2007, casualmente en vísperas del «Día del amigo», un día muy significativo para él.
Ejerció el humor desde el dibujo y desde la literatura con igual eficacia y destreza técnica. Desde el primigenio ¿Quién es Fontanarrosa?, primera recopilación de sus chistes gráficos —título elegido porque hasta entonces sólo era conocido por lectores de la revista cordobesa Hortensia y de publicaciones rosarinas con las que colaboraba—, toda su obra gráfica y escrita apareció en Ediciones de la Flor. Cuando el director editorial de uno de los grandes sellos transnacionales le propuso cambiar de editorial el Negro bromeó: «Si les pasa algo a los editores de la Flor… pero que parezca un accidente». El accidente que motivó ese cambio fue la prematura muerte del autor…
Treinta y dos tomos de Inodoro Pereyra, once de Boogie el Aceitoso, las compilaciones en tapa dura de estas dos historietas, tres novelas, doce libros de cuentos, las ilustraciones para una edición anotada del Martín Fierro, para el libro de crónicas futboleras de Juan Sasturain El día del arquero, para ¡Fontanarrosa, entregate! de Rodolfo Braceli, para los del humorista colombiano Daniel Samper Pizano El sexo puesto y Risas en el Infierno y para Fútbol increíble de Luciano Wernicke, marcan una vida creativa unida indisolublemente a Ediciones de la Flor por más de cuarenta años. Por eso la aparición de su libro póstumo que es el que Ud. está a punto de comenzar, significa la renovación del placer de leer un Fontanarrosa inédito, publicado por la Editorial elegida por él durante toda su vida.
Los cuentos incluidos contaron con el ajuste y la revisión final de quien había cumplido la misma tarea en todos sus libros anteriores.
El procedimiento normal con cada libro de narrativa del Negro Fontanarrosa que publicó De la Flor, era así. Él me enviaba su texto dactilografiado con correcciones manuscritas que hacía en una primera revisión, y dejaba en mis manos lo que en cine se llama el «corte final». Se rehusó siempre a controlar las modificaciones introducidas que, por supuesto, eran sólo formales, sintácticas u ortográficas. En una oportunidad le dije que uno de los cuentos contenía la base de una novela, y a los pocos días me contestó: «Sí, es la base de una novela… que no voy a escribir nunca: publicalo así».
En algunos casos negociábamos la inclusión o no de algún relato que me parecía menos logrado, y siempre llegamos a acuerdos sobre eso.
Cuando nos informatizamos, el mecanismo siguió siendo el mismo, con la diferencia de que los originales venían en archivos adosados a e-mails.
El Negro siguió ideando y creando hasta el final de su vida: al no poder escribir en el teclado, dictaba sus cuentos a quien lo hacía y los leía para que se introdujeran sus correcciones.
El 12 de junio de 2007 le escribí un mail en el que le decía que estábamos al tanto de sus novedades clínicas y jurídicas y le preguntaba si no quería enviarme los catorce que tenía listos para irlos viendo y corregirlos y le aclaraba, con el fin de evitarle tanta exigencia, que Kuki insistía en que «no era imprescindible llegar al número ritual de 25, porque eso generó a veces libros muy gordos».
A eso contestó el 19 de junio que de a poco seguía escribiendo, que «ya hay 21 cuentos y tengo las ideas para 4 más». Y logró llegar, con su último aliento, a los 25. No alcanzó a hacer la reescritura final de todos, lo que obligó a un trabajo más exigente de ajuste, hecho con la misma fidelidad a los textos e ideas que había aplicado en todos los libros anteriores. En el mismo archivo en que estaban estos textos había una lista de «Posibles cuentos», así titulada, con temas enunciados en pocas palabras, algunos de los cuales llegó a desarrollar e incluir.
Su estilo y lenguaje inconfundibles, están aquí con la misma vitalidad de cada libro suyo.
DANIEL DIVINSKY
Roberto Fontanarrosa falleció el 19 de julio de 2007.