El mito del prólogo

El mito del prólogo


«A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire».

Fundación mitológica de Buenos Aires,

Jorge Luis Borges.

A quién no le han contado, alguna vez, algo que le ocurrió al amigo de un amigo de un amigo; historias incomprobables que van desde relatos de sucesos extraordinarios hasta simples advertencias que nadie cree, pero a las que, por las dudas, tenemos la precaución de hacerles caso.

¿Cuánta verdad se oculta detrás de estas historias?

¿Dónde se originó cada una de ellas?

Por lo general, se las identifica con la palabra mito, término que admite diferentes acepciones. Veamos lo que dice el Diccionario de uso del español de María Moliner:

MITO: 1 Leyenda simbólica cuyos personajes representan fuerzas de la naturaleza o aspectos de la condición humana./ 2 Representación deformada o idealizada de algo o alguien que se forja en la conciencia colectiva./ 3 Cosa inventada por alguien, que intenta hacerla pasar por verdad, o cosa que no existe más que en la fantasía de alguien.

Ahora bien, cuando nos encontramos con leyendas que no se refieren en su totalidad a mundos imposibles o fantásticos, sino que rondan por las calles, los bares, los trenes de una ciudad «real», estamos tratando entonces con mitos urbanos.

Si bien en todo el mundo los mitos urbanos se deslizan por caminos más o menos similares, los factores étnicos, culturales y ambientales de cada ciudad influyen sobre ellos y los hacen particulares. En el caso de Buenos Aires, su situación privilegiada en cuanto a su diversidad racial, producto de la inmigración; su importancia cultural, aun en tiempos difíciles, y su gran extensión como urbe hacen de ella una ciudad rica en variedad de opciones y temas.

De eso trata este libro: de los mitos urbanos que se esconden en cada rincón de Buenos Aires, de esos relatos increíbles que se mueven entre los porteños.

Nuestro objetivo es sumergimos en cada uno de ellos y analizar tanto sus posibles orígenes como los elementos que apoyen o no su veracidad.

Pero para conseguirlo tuvimos que bajar a una escala geográfica menor: los barrios. Porque, si aceptamos que cada ciudad tiene factores autóctonos que influyen en sus mitos, también debemos decir que cada barrio posee, a su vez, características y matices particulares. Y de ahí que cada uno tenga su propio conjunto de leyendas urbanas.

Por eso, cada mito investigado se identifica con un barrio de Buenos Aires, porque ese es el lugar desde donde nos seduce, a cualquiera de nosotros, susurrándonos al oído que lo misterioso, lo extraordinario es posible a la vuelta de nuestra casa.

En las páginas siguientes se encontrarán con mitos urbanos populares (como el del hombre asesinado en un restaurant oriental; o la leyenda del mismo Carlos Gardel, el Zorzal Criollo), y con numerosas leyendas que sólo son conocidas en profundidad por unos pocos habitantes del barrio al que pertenecen (como «el enano vampiro», o «el hombre sin párpados»).

Para el análisis de cada mito recurrimos a varias fuentes: testimonios personales, archivos históricos, documentos policiales, entre otras. Inclusive, recreamos algunas leyendas a través de relatos para lograr un vínculo más estrecho entre el lector y el mito.

No se encontrarán conclusiones definitivas al final de cada investigación, porque el lector es el que tendrá la última palabra, quien decidirá si creer o no… y, por las dudas, hacerle caso a alguna incómoda advertencia que haya aparecido por ahí.

La tarea ha sido ardua y nos da la sensación de que nunca será perfecta.

Creemos que todas las historias, aunque parezcan complejas o sencillas, forman parte de un intento de buscar una identidad ciudadana, en este caso porteña. Tal vez se trate de una manera de estrechar lazos entre las personas, para enfrentarse a lo que temen, aman u odian.

Y no nos extendemos más, porque se podría correr el riesgo de caer en el mito del lector que muere por aburrimiento. O en aquella otra leyenda que asegura que en el prólogo de ciertos libros moran extraños espíritus que, a través de las mismas palabras, penetran por los ojos del que lee, letra a letra, hasta apoderarse de su alma.

Pero quédese tranquilo, es sólo un mito…