37

Joshua, tirado en el suelo del patio trasero de Lorelei, recibió en plena cara todo el contenido del primer cubo de agua. El chico apenas farfulló unas palabras y siguió durmiendo la mona. Todos los demás aguardaron en silencio hasta que Edna soltó un grito de indignación, agarró a su hermano de un brazo y, con una fuerza que nadie habría sospechado en ella, lo llevó a rastras hasta el pilón. Una vez allí lo aupó, sin importarle si se manchaba de barro el vestido, y le sumergió la cabeza en el agua. A los pocos segundos, Joshua agitó los brazos y sacó la cabeza, tosiendo y escupiendo.

—¿Ya te vas despertando? —gritó Edna, cada vez más furiosa por ver a su hermano en un estado tan lamentable—. ¿Seguro que no quieres un poco más de agua?

Sin esperar una respuesta, y aprovechándose de la inestabilidad de Joshua, le propinó un empujón que hizo caer al chico en el agua, arrancándole un grito de sorpresa.

—¿No te gusta? —volvió a gritar Edna, indiferente al espectáculo que estaba dando delante de todos los demás, que la miraban sorprendidos—. A lo mejor es que está un poco caliente. —Movió enérgicamente la palanca de la bomba de arriba abajo y un chorro de agua cristalina se estrelló sobre la cabeza de Joshua.

—¡Estás loca! —aulló el chico, que a duras penas se sostenía sentado dentro del pilón de piedra. Sacudió la cabeza como un perro y fulminó a su hermana con la mirada—. Olvidas que soy tu hermano. No te consiento que me trates como a un…

La mano de Edna lo interrumpió al estrellarse en su mejilla.

—¡Malnacido! —vociferó ella, y levantó la mano de nuevo, dispuesta a descargar toda su frustración en su hermano.

Sam corrió junto a la joven y la agarró de la cintura, pero ella se debatió como una gata furiosa.

—¡Eres un borracho y un mentiroso! —gritó Edna.

El tono agudo de su voz hizo que Sam esbozara una mueca de disgusto. Le costó Dios y ayuda sujetar a la joven sin lastimarla.

A unos pocos pasos, Jessy se acercó a Emily.

—Esa chica da tanto miedo como Delilah cuando se enfada.

—Tiene sus motivos —contestó Emily sin perder de vista la escena.

A pesar de la incertidumbre por la situación de Nube Gris, sonrió al ver a Sam debatiéndose con Edna. Era mucho más alto que la joven y mucho más fuerte, sin embargo ponía mucho cuidado en no hacerle daño. Sintió una nueva oleada de ternura al pensar en lo digno y justo que era Sam. Se acercó y trató de sujetar a la muchacha por un brazo.

—Si no te calmas no averiguaremos la verdad.

Estas palabras bastaron para que la chica se apaciguara. Inhaló con fuerza y se quedó quieta.

—Puedes soltarme —aseguró a Sam—. No volveré a pegarle.

Tirado en el pilón, Joshua contemplaba a su hermana con los ojos desorbitados. Se pasó una mano por la mejilla ardiente y se encogió de hombros.

—Lo siento —susurró. De repente parecía mucho más joven y, sobre todo, asustado—. Lo siento —repitió, al borde de las lágrimas.

—¿Qué es lo que sientes? —preguntó Sam en un tono tan frío que el chico se encogió—. Has vendido lo poco que tu hermana y tú teníais y lo has malgastado todo en whisky barato y una prostituta. Tendrás suerte si no te ha contagiado una enfermedad. Pero lo que realmente me enfurece —añadió, acuclillándose a su lado— es que has acusado a un hombre inocente de asesinato.

La pálida mirada de Sam obligó a Joshua a taparse el rostro con las manos. El joven rompió a llorar, para incomodidad de todos los presentes. Emily echó una mirada a Lorelei pidiéndole ayuda. Esta lo entendió y se apresuró a llevarse a la gente, dejando a Edna, Sam, Emily y Joshua solos en el patio. Todos permanecieron en silencio mientras el joven sollozaba sin molestarse en esconder las lágrimas. La primera en reaccionar fue Edna. Con las manos apretadas, se acercó y se arrodilló, empapando su vestido en el charco que se había formado alrededor del pilón. Alargó una mano, que se quedó en vilo a pocos centímetros de la cabeza de su hermano.

—¿Por qué lo has hecho, Joshua? —preguntó, dejando caer la mano sin tocarlo y conteniendo el llanto—. ¿Por qué has acusado injustamente a Nube Gris de algo tan horrible?

De repente Joshua alzó la cabeza y clavó la mirada en su hermana. Tenía las mejillas bañadas en lágrimas y los párpados enrojecidos por el llanto, pero sus ojos refulgían de suspicacia.

—¿Y tú cómo sabes que no ha matado a ese hombre? —gritó con una rabia que los sorprendió a todos—. ¿Cómo sabes que no lo ha matado? —insistió—. No es más que un indio…

—Lo sé —lo interrumpió Edna con una firmeza que calló a su hermano—. Lo sé porque pasé la noche con él.

La boca de Joshua se abrió de espanto y dejó escapar un grito antes de lanzarse contra Edna. Sam lo agarró del pescuezo y volvió a tirarlo en el pilón.

—¡Eres una fulana! ¿Cómo has permitido que un indio te ponga las manos encima? —gritaba el chico, aferrándose a la piedra tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos—. ¿Qué crees que dirá la gente cuando se sepa?

Edna se enderezó y cruzó los brazos, mirando a su hermano con pena y el desprecio.

—¿Te consideras mejor que yo, después de haberte acostado con una prostituta y malgastado lo poco que nos quedaba?

—¡Soy un hombre! Pero tú… tú… Dime que ese bastardo te ha engañado, que te ha forzado… —empezó con desprecio, pero su voz no tardó en convertirse en un ruego y una vez más sus ojos quedaron anegados en lágrimas.

—No me forzó. No me obligó a hacer nada que yo no deseara hacer. Le quiero y él también me quiere. —La voz de Edna se fue quebrando hasta que un sollozo se le escapó—. Y ahora está encarcelado por tu culpa. Porque has mentido. Ahora vas a decir la verdad.

Emily y Sam intercambiaron una mirada, sin saber si intervenir.

—No diré nada que no haya dicho ya al marshall —aseguró Joshua con un brillo desafiante en la mirada—. Tu querido indio será ahorcado por haber matado al sobrino de Crawford.

Sam no pudo permanecer por más tiempo al margen y agarró un puñado de pelo empapado de Joshua.

—Creo que no has entendido la situación. Aunque tenga que sacarte las palabras a patadas, acabarás soltando la verdad. No consentiré que Nube Gris sea ahorcado por algo que no ha hecho. Puedes despreciarlo por ser un indio, eso es problema tuyo, pero que mientas es problema mío, y no pienso quedarme de brazos cruzados. Ah, y una cosa más —añadió, acercando un poco más el rostro del joven a su cara—: no permitiré que vuelvas a insultar a tu hermana.

La barbilla de Joshua tembló levemente, con todo intentó mostrar una dignidad que no engañó a nadie.

—Yo le hablo a mi hermana como me da la gana.

—No delante de mí, muchacho.

Emily observaba la escena cada vez más descorazonada. Joshua se mostraba poco colaborador y, pasado el primer atisbo de debilidad, parecía dispuesto a mantener su declaración. Recordó la mirada satisfecha de Douglas esa misma mañana frente a la oficina del marshall. Se había mostrado convencido de la culpabilidad de Nube Gris, regodeándose en la certeza de que Emily no lograría sacarlo de la cárcel.

De repente frunció el ceño al recordar las palabras de Douglas. Se acercó a Sam y le tocó el hombro. Esperó a que se pusiera en pie y lo alejó unos pasos para que los hermanos Manning no los oyeran.

—¿El marshall ha hecho público el nombre del muerto?

Sam negó con la cabeza.

—No. Hasta que reconocí el cadáver, Wyatt no sabía quién era, y la edición de hoy del periódico aún no ha salido. ¿Por qué?

Emily se pasó una mano por la frente intentando hacer memoria. Quería estar segura y no aferrarse a una diminuta ilusión. La vida de su amigo podía depender de ello.

—Esta mañana, cuando he hablado con Douglas, me ha dicho que cuando Crawford se enterara de la muerte de su sobrino, no me dejaría en paz. ¿Cómo conocía la identidad del fallecido?

Buscó la mirada de Joshua y este la apartó de inmediato. No se lo pensó, fue hasta él y le sujetó la barbilla para obligarlo a mirarla a los ojos.

—¿Con quién estabas cuando viste cómo mataban a ese hombre?

—Con nadie, estaba solo.

—¿Estás seguro? —insistió Emily—. ¿Hablaste con alguien después de ver el asesinato?

—No, me escondí en una cuadra y esperé. Después fui a la oficina del marshall y conté lo que había visto. —Los ojos del chico no se fijaban en ningún punto en concreto, esquivando la mirada de los demás, sobre todo la de su hermana—. Cuando salí de la oficina fui a vender la vaca, el caballo y la mula. Después entré en el Dakota Saloon a tomar algo… y conocí a Delilah.

—¿Por qué? —inquirió Sam—. ¿Por qué tenías tanta prisa por venderlos? ¿Habías pensado abandonar la ciudad sin decirnos nada? ¿Estabas intentando huir de alguien? Nube Gris está en la cárcel, ¿a qué venía tanta prisa?

Joshua se obstinó en su silencio.

—¿Qué tiene que ver Douglas en todo esto? —preguntó Emily de sopetón.

—¡Nada! —gritó el joven con demasiada prontitud—. ¿Por qué me preguntas eso? Yo no sé nada de Douglas —insistió sin mirarla.

Edna dio un paso adelante.

—Esa noche fuiste en busca de Douglas. Lo recuerdo.

—No lo encontré. Fue precisamente mientras lo buscaba cuando vi el asesinato.

—Entonces viste quién lo mató —expuso Sam. La sospecha era terrible, pero necesitaba que el chico lo confirmara—. Viste quién le pegó el tiro en la cabeza.

—No fue un disparo lo que mató a ese hombre.

Sam se encogió de hombros.

—El cadáver que Wyatt me enseñó tenía un tiro en la cabeza, en la sien izquierda.

Joshua frunció el ceño, confundido.

—No. Vi cómo le clavaba el cuchillo en el vientre.

—¿Estás seguro? —insistió Sam ladeando ligeramente la cabeza—. Creo que no estamos hablando del mismo hombre. ¿Habías bebido ya algo? Era de noche, estaría todo oscuro. Tal vez te equivocaste.

—¡No! Sé lo que vi —aseguró Joshua con vehemencia—. Lo vi perfectamente, vi cómo Douglas asestaba una puñalada en el vientre a Jack Crawford…

Edna abrió los ojos de par en par y Joshua frunció el ceño. De inmediato supo que había revelado lo que quería ocultar. Boqueó varias veces sin saber cómo borrar sus palabras.

Emily soltó un suspiro de alivio, que de inmediato fue sustituido por una punzada de miedo.

—¿Qué pasó, Joshua? Dinos la verdad. Si Douglas es el verdadero culpable, debería estar en la cárcel.

El joven negó una y otra vez con la cabeza, en silencio y sin apartar la mirada de su hermana.

—¡Di la verdad! —gritó Edna, a punto de perder los nervios una vez más.

—¡No puedo! —replicó Joshua, desesperado—. No puedo porque si se entera te hará daño. Me dijo que te… te… —La voz se quebró. Tragó con dificultad—. Me amenazó con matarte si yo contaba la verdad —concluyó finalmente.

Sam inhaló lentamente y exhaló al tiempo que se pasaba las manos por el pelo. Sacó al chico del pilón y Emily le tendió una toalla que había estado tendida a pocos metros. Joshua se envolvió temblando de los pies a la cabeza, sin dejar de mirar a su hermana. Parecía ajeno a la presencia de Sam y Emily, toda su atención estaba en Edna.

—Esa noche —empezó con voz ausente— salí en busca de Douglas, como has dicho. Lo busqué por todos los saloons que fui encontrando, pero no daba con él. Ya me disponía a volver a casa de Lorelei cuando lo vi. Estaba a varios metros, en compañía de otro hombre. Se metieron en un callejón, así que los seguí con la idea de unirme a la parranda. Pero, cuando me acerqué, oí que discutía con el otro. Por las voces, los dos estaban muy cabreados. Me escondí. Al principio no entendía nada. Hablaban de otro tipo que se había largado y que solo quedaban ellos dos solos para robar el dinero y matar a los demás. No distinguía bien los rostros, pero una ventana que daba al callejón se encendió y los vi. Entonces reconocí al desconocido: era uno de los hombres que incendiaron nuestra casa, el que tenía la nariz destrozada.

Sam y Emily fruncieron el ceño. Las palabras de Joshua confirmaban un peligro que habían estado esperando, pero lo que nunca habrían imaginado era que Douglas fuera cómplice. Volvieron a prestar atención al joven.

—Douglas quería seguir con el plan que tenían, pero el otro le dijo que sería un suicidio. La discusión subió de tono y Douglas arrastró al hombre hasta un establo. Allí lo mató. —Joshua se estremeció y se arrebujó un poco más en la toalla, que a esas alturas ya estaba empapada—. Lo vi, vi cómo le clavaba el puñal que se había sacado de la bota mientras metía al tipo en el establo. El otro ni siquiera tuvo tiempo de defenderse. Sentí tanto miedo que quise huir, pero con las prisas no vi el cubo que tenía a mi lado. Douglas fue a por mí. Me amenazó con matar a Edna si lo denunciaba. Me arrastró hasta el establo y me tiró junto al cuerpo de su víctima.

La voz de Joshua se fue apagando, como si hubiese agotado sus fuerzas. Edna se pasó las manos por las mejillas heladas.

—Sigue, chico —le alentó Sam.

—Douglas se puso a andar como si estuviese enloquecido. No dejaba de repetir que no pensaba renunciar a su plan. —Su mirada huidiza se posó en Emily unos segundos—. Te nombraba a cada instante; creo que su plan consistía en matarlos a todos, excepto a ti, y llevarte con él quedándose con el dinero de la venta del ganado. Le dije que ni Kirk ni Sam ni Nube Gris dejarían que él te tocara un pelo y que solo nunca conseguiría acercarse a ti. Entonces me contempló como si le hubiese dicho algo absurdo. Me señaló con un dedo y me dijo que yo sería su mano para deshacerse del indio. Y en ese momento me ordenó que fuera al marshall y acusara a Nube Gris del asesinato. Me llevó a la oficina en cuanto se hizo de día y me esperó fuera, recordándome que, si no obedecía, mataría a Edna. Cuando salí, me condujo a las cuadras y me obligó a vender los animales. Después me llevó al Dakota Saloon y dio el dinero a Delilah. Le ordenó que me vigilara hasta que él le dijera lo contrario. Yo no la toqué… No la toqué —repetía, pálido—. Ella empezó a darme whisky y me emborraché… En cuanto me despejaba un poco, volvía a darme de beber hasta que caía inconsciente en la cama.

Sam se acercó al chico y le palmeó el hombro.

—No dejaremos que Douglas toque a tu hermana. Lo primero que haremos es ir a la oficina del marshall para que le cuentes todo lo que acabas de confesarnos.