CAPÍTULO XVIII

En la solemne cena que reunió a los vencedores, el coronel Herrschen tomó la palabra, dando pruebas de la majestad y la benevolencia que le caracterizaban.

Langelot le escuchó divertido, porque no estaba habituado a la elocuencia germana; Bertha, sentada al lado de Langelot, lo hizo con reconocimiento porque el coronel Herrschen no le había reprochado las faltas cometidas; Mauer y Pracht, con devoción, porque eran sus subordinados: Mann con irritación, porque la hermosa y sonora voz del coronel le impedía meditar sobre los nuevos circuitos que estaba inventando entonces.

—Resumamos —pronunció Herrschen en francés, por cortesía hacia Langelot—. Un adversario que nosotros aún mal conocemos, los planos de los circuitos en miniatura Mann robado ha estado a punto. Pero el error propio del hombre siendo, ha un solo, único, minúsculo error cometido. Explotando ese error gracias al espíritu de observación de un pequeño estudiante francés, apellidado Montferrand, gracias a las iniciativas, a veces arriesgadas, pero siempre felices del joven y brillante subteniente Langelot y gracias a la magnifica organización de los servicios alemanes que el honor de dirigir tengo, así como a la excelencia de su material, hemos todos juntos de hilo e aguja, de Caribdis a Scila y de moneda de cinco francos a ratonera Guillotina, los proyectos del enemigo victoriosamente desbaratado. ¡Vivat! ¡Vivat!

FIN