CAPÍTULO PRIMERO

—Gerhard Smeit, es usted un lamentable idiota, un minus habens, un cretino degenerado —dice la voz de musgaño que sale del cuerpo monumental del señor T.

—Si, señor T —contesta el personaje rubio, gordito, con gafas de montura de oro, cuyo rostro aparece en la pantalla.

El lisiado pasa su lengua en forma de salchicha por sus gruesos labios ya mojados. Sus ojos son más glaucos que nunca.

—Gerhard Smeit —pía—, le doy una última oportunidad. Los circuitos Mann enteros deberán estar entre mi correo dentro de ocho días, o le haré cortar a rodajitas con una sierra eléctrica.

—Si, señor T. Pero tengo el honor de hacerle una pregunta —replica Smeit, que se ha puesto muy pálido—. Mis hombres acaban de llamarme por el circuito directo y…

—Sus hombres son unos memos —interrumpe el inválido—. Esa historia de las bandas de dibujos es preciso ponerla en claro, evidentemente. Sé muy bien que contaba usted con intimidar a la chica diciéndole que entregaría a la policía alemana una foto de ella, sacando de su coche los famosos planos. Pero ha errado usted el golpe, como el tonto del pueblo que es en realidad, ya se sabe. ¿Y qué se desprende de eso? Que hay que intimidar en cualquier caso a la joven, pero por medios más directos… que le dejo elegir a usted. Tiene ocho días. Si no lo consigue, será… reemplazado. ¿Es que se abandona un asunto porque haya fallado una maniobra? E-je-cu-ción. Y no se atreva a llamarme otra vez por los circuitos directos por tonterías semejantes.

Gerhard Smeit apaga la cámara, suspira, y vuelve a su emisor de radio.

—Número 67, ¿me recibe?

La voz del personaje a quien Langelot apoda el esqueleto, contesta:

—Le recibo, número 4.

—Número 67 —silba Smeit—, ¡es usted un pingo, un incapaz! La idea de los planos falsos para intimidar a la joven ya comprometida, era brillante, lo sé muy bien porque era mía. Nos ha fallado: no es motivo para bloquear toda la operación. En siete días, quiero tener todos los circuitos Mann sobre mi mesa, ¿ha comprendido?

—Sí, jefe, pero…

—Cállese. Ella se negará a entregárselos. Pues bien, tiene usted carta blanca para obligarle a que se los dé. Utilice su imaginación, amigo. De lo contrario, ¡al basurero!

Gerhard Smeit corta la comunicación. El número 67 traga saliva con dificultad: sabe que el basurero significa la muerte, y en circunstancias generalmente desagradables.

Necesita los circuitos Mann; Bertha posee los planos de los circuitos Mann. Se los dará, cueste lo que cueste.