La tabla 1 muestra las tasas de asesinatos de diferentes grupos sociales y, en algunos casos, su evolución temporal. Las tasas de asesinatos más elevadas del mundo se dan en las tribus primitivas y en Colombia, El Salvador y México, pero algunas ciudades de Estados Unidos incluso las superan. Las estadísticas del FBI muestran que en 1997 se produjeron 7 homicidios por 100.000 habitantes en Estados Unidos, frente a 7,4 por 100.000 habitantes en 1996.[16] Son los valores mínimos de los últimos veinte años, junto a un máximo de 10,2 por 100.000 habitantes en 1980. A pesar de ese recorte de casi un 30 por ciento en el número de homicidios en Estados Unidos en los años noventa, este país continúa ostentando una posición destacada en este campo.
En 1996, las tasas de asesinatos eran seis veces superiores en las ciudades norteamericanas de más de 250.000 habitantes que en las ciudades de menos de 10.000.[17] Aunque en la actualidad Estados Unidos está experimentando un descenso del número de asesinatos, hace pocos años, en 1991, los valores de muertes con violencia alcanzaron los máximos más elevados de toda su historia: 758 por 100.000 habitantes.[18] Esta tasa equivale a una víctima cada 132 personas y es el doble de la de 1970, pero prácticamente igual a las de 1992 y 1993. También en esos años, las tasas de delitos con violencia eran mucho peores que las de las áreas rurales.
Sin embargo, toda esta violencia resulta inexplicable si no se identifica a las víctimas, y a los asesinos y sus motivaciones. En primer lugar, las víctimas. Los hombres jóvenes negros son los que más posibilidades tienen de ser asesinados. Los hombres negros entre 13 y 24 años de edad tienen una probabilidad ocho veces mayor de ser asesinados que las mujeres blancas de más de 55 años, y 80 veces más de ser asesinos.[19] Los asesinos pueden matar a cualquier persona de cualquier edad o sexo, pero entre las víctimas se perciben algunos rasgos característicos. Aunque en Estados Unidos no todo el mundo corre el mismo riesgo de ser asesinado, el de algunas personas es francamente alto.
Globalmente, cada año muere asesinado 1 de cada 15.000 norteamericanos. Si bien la probabilidad parece remota, conviene tener presente que la cifra es de 1 de cada 200 norteamericanos si se tiene en cuenta que la duración media de su vida es de 75 años.
Los riesgos específicos de morir asesinado varían enormemente según la raza y el sexo. La mayoría de las víctimas son hombres, que representan entre el 75 por ciento y el 80 por ciento de todas las víctimas por asesinato en Estados Unidos a lo largo del tiempo.[20] Hasta los años ochenta, de cada 133 norteamericanos blancos, uno resultaba asesinado a lo largo de su vida.[21] Mucho peor es la cifra correspondiente a los hombres negros: 1 de cada 21 (véase en la tabla 1). Las mujeres negras resultan asesinadas con una frecuencia cinco veces menor que los hombres negros (1 de cada 104), y las mujeres blancas, tres veces menor que los hombres blancos (1 de cada 369). En la actualidad, el asesinato sigue siendo la quinta causa de muerte en la población negra, la segunda entre todos los norteamericanos entre 15 y 34 años y la causa principal entre los hombres jóvenes negros.[22]
¿Qué tipo de relación existe entre los asesinos y las víctimas? El estudio más detallado sobre el asesinato en Norteamérica es el del psicólogo y biólogo Martin Daly y la psicóloga Margo Wilson, titulado Homicide. Sus datos proceden de Canadá, Detroit, Miami y Filadelfia. En su conjunto, tres de cada cuatro víctimas de las 1552 consideradas conocían a su asesino; éste era un extraño sólo para una de cada cuatro. Sin embargo, solamente del 1,8 por ciento al 6,5 por ciento de las víctimas pertenecían a la misma familia que el asesino. El informe Uniform Crime Report del FBI muestra la misma tendencia en Estados Unidos en 1996.[23] De las 10.350 víctimas de las que se conocía su relación con el asesino, el 78 por ciento eran conocidos, estaban casados o tenían cierta relación con el asesino (estos últimos en un número muy pequeño).[24] Casi la mitad de las víctimas conocía «vagamente» a sus asesinos. Los extraños correspondían a un 22 por ciento de las víctimas. Por consiguiente, a diferencia de lo que se suele creer, la consanguinidad sólo aparece en menos del 10 por ciento de las víctimas (desgraciadamente para este análisis, los datos del FBI no distinguen entre hijos e hijastros).
Estos datos no explican por qué los asesinos escogen a esas víctimas. Lo único que dicen es que normalmente los asesinos matan a personas que no son de su familia y, en la mayoría de los casos, matan a hombres a los que conocen muy poco, a veces desconocidos. En las próximas secciones de este capítulo examinaremos con más detalle el tipo de víctimas de asesinato, pero antes nos fijaremos en los asesinos.
Según el FBI, la proporción de hombres entre los asesinos convictos se halla estabilizada en torno a un 90 por ciento. Los hombres jóvenes de minorías étnicas, raciales o religiosas ocupan los primeros lugares de la lista.[25] En el informe Uniform Crime Report del FBI se indica que la proporción de hombres negros entre los asesinos se mantiene estable entre el 52 por ciento y el 56 por ciento, una cifra cinco veces más alta de lo que les correspondería por su peso en el conjunto de la población.[26] Esta relación con los delitos es tan intensa que, según Glenn Loury, «en un día cualquiera de 1994, casi un tercio de los hombres negros de edades comprendidas entre 20 y 29 años estaban en la cárcel, en libertad condicional o a la espera de juicio».[27] En 1995, el asesino medio tenía menos de 25 años (7,5 años menos que en 1965) y ya era un delincuente consumado.[28]
El 61 por ciento de los asesinos habían sido detenidos antes 4,3 veces por término medio.[29] Es más, el 70 por ciento de los asesinos convictos jóvenes y en libertad condicional volvían a ser detenidos por otros delitos en los seis años siguientes.[30] De hecho, los jóvenes de 18 años que asesinan prosiguen, en general, su carrera delictiva por lo menos durante otros diez años. «Las investigaciones sobre este tipo de hechos», explica la escritora Constance Holden en Science, «demuestran que la mayoría de los delitos se deben a una pequeña proporción de los delincuentes.»[31] En el caso de los asesinatos, la proporción es todavía menor: alrededor del 70 por ciento de todos los delitos con violencia en Estados Unidos los cometen un 6 por ciento de delincuentes violentos.[32]
Como ocurre con la mayoría de los violadores conocidos, todos ellos son «tipos peligrosos». Pero ¿qué les hace ser peligrosos?
* Las tasas de «asesinatos» pueden estar sobrevaloradas, ya que la estadística del FBI contabiliza los homicidios cometidos en defensa propia.
**La tasa verdadera de Japón posiblemente sea más elevada porque cuando un individuo mata a un miembro de su familia y se suicida después, la policía contabiliza el homicidio como «suicidio familiar».
Fuentes: a: Kleck, G., Point Blank: Guns and Violence in America, Aldine de Gruyter, Nueva York, 1992, pág. 394; b: Reiss, A.J., Jr., y J.A. Roth (eds.), Understanding and Preventing Violence, National Academy Press, Washington, D.C., 1993, págs. 50, 52; c: Federal Bureau of Investigation (FBI), Crime in the United States, 1996. U.S. Department of Justice, Washington, D.C., 1997, págs. 13, 62. Véase también Maguire, K., y A.L. Pastore (eds.), Sourcebook of Criminal Justice Statistics, 1996, U.S. Department of Justice, Washington, D.C., 1997, págs. 306, 327-328. Witkin, G., «The crime bust», US. News & World Report 124(20): 28-34, 1998; d: Courtwright: D.T., Violent Land: Single Men and Social Disorderfrom the Frontier to the InnerCity, Harvard University Press, Cambridge, 1996, págs. 81, 226; e: Daly, M. y M. Wilson, Homicide, Aldine de Gruyter, Nueva York, 1988, págs. 29, 125, 285; f. LaPierre, W., Guns, Crime, and Freedom, Regnery Press, Washington, D.C., 1994, pág. 172; g: Staff, «Still unsafe on the streets», Economist, 21 de marzo de 1987: 56; h: Knauft, B.M., Good Company and Violence: Sorcery and Social Control in a Lowland New Guinea Society, University of California Press, Berkeley, 1985; i: Kopel, D.B., «The Samurai, the Mountie, and the Cowboy: Should America Adopt the Gun Controls of Other Democracies?» Prometheus, Buffalo, 1992, págs. 22, 44; j: Lee, R.B., The Dobe !kung. Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1984, págs. 93-96; k: Halbrook, S.E., «Swiss Schuetzenfest», American Rifleman 141(5): 46-47, 75-76, 1993; I: Donovan, B., «Major murder drop on the Rez», Arizona Daily Sun, Viernes, 22 de enero de 1999, pág. 1. Véase también: Flagstaff Pólice Department and Hopi Tribal Pólice record books.