Los violadores y sus víctimas

A pesar de los titulares que pueden leerse en los periódicos, y a diferencia de la pesadilla sádica de Kay en Ecuador, la mayoría de las violaciones no son sesiones horripilantes de tortura ni acaban en asesinatos. Por un lado, los productores de noticias televisivas tienen tendencia a mostrar sólo los actos violentos más atroces y extraños,[2] y lo hacen muy a menudo, y, por otro, estos delitos generan las imágenes que más perduran, de forma que muchos de nosotros identificamos «violación» con esa brutalidad sexual enfermiza, como en el caso de la horrible experiencia de Kay. Sin embargo, normalmente el delito de violación es menos brutal que en ese ejemplo y, al mismo tiempo, es mucho peor. ¿Cómo podría ser peor? No hay más que ver los números.

En este capítulo estudiaremos la naturaleza de la mayoría de las violaciones que se producen en Estados Unidos y otros países. También identificaremos los distintos tipos de violadores, quiénes son sus víctimas más frecuentes y por qué esos hombres violan a esas mujeres.

En primer lugar, hay que distinguir entre violación y violación con asesinato. El informe anual Crime in the United States del FBI (Federal Bureau of Investigation) proporciona, junto al Sourcebook of Criminal Justice Statistics del Departamento de Justicia de Estados Unidos, la información más completa, aunque tardía, de los delitos cometidos en Estados Unidos. Según el FBI, los violadores sólo asesinan a una de cada 1596 víctimas de casos denunciados. En 1996, 66 mujeres murieron a manos de sus violadores. Si se tienen en cuenta las violaciones no denunciadas, es probable que los violadores asesinen a menos de una de cada 10.000 víctimas de violación en Estados Unidos. Como se verá, este alto índice de supervivencia ayuda a explicar por qué los hombres violan.

La violación, tenga o no consecuencias mortales, se ha convertido en una epidemia de terror para las mujeres. En 1996, el año más reciente del que se dispone de datos, el FBI recibió 95.769 denuncias de violación con uso de fuerza.[3] La cifra es inferior en un 1,7 por ciento a la de 1995 y en un 12 por ciento a la de 1992, cuando el número de denuncias de violación alcanzó un máximo. Sin embargo, a pesar de ser el índice más bajo desde 1987, las denuncias de violación han aumentado un 400 por ciento en los últimos 40 años,[4] desde el 9,3 por 100.000 habitantes en 1958 hasta el 36,1 por 100.000, lo cual significa que en 1996 hubo 71 víctimas de violación por cada 100.000 mujeres.[5] Globalmente, las violaciones representan uno de cada 19 delitos con violencia denunciados.[6] En 1996, la Comisión de Investigación sobre la Violencia contra las Mujeres de la Academia de Ciencias de Estados Unidos afirmaba, en la primera página de su informe Understanding Violence Against Women, que «entre el 13 por ciento y el 25 por ciento de todas las mujeres norteamericanas experimentará algún episodio de violación. Se cree que estas cifras se quedan cortas».

Como no siempre se denuncia este tipo de delito, se desconoce el número exacto de violaciones. Varios estudios sobre la violación en Estados Unidos indican que las tasas varían de sólo el 2 por ciento de las mujeres hasta un 50 por ciento.[7] En cualquier caso, ningún grupo sociológico queda al margen de estas cifras. En una encuesta realizada entre mujeres de clase media de Los Ángeles y menores de cuarenta años, por ejemplo, el 22 por ciento sostenían haber sido acosadas o violadas.[8]

Hoy en día, en Estados Unidos se produce una violación cada cinco o seis minutos. No es más que la punta del iceberg. Según el FBI, se producen entre cinco y veinte violaciones que no se denuncian por cada violación denunciada.[9] En Estados Unidos, cada minuto se viola por lo menos a una mujer, por término medio.

Los violadores acechan a sus presas por algún motivo. Desgraciadamente, las explicaciones que sugieren los especialistas en violaciones están tan fuera de lugar que pueden hacer incluso que aumente la probabilidad de que una mujer ingenua se convierta en víctima.

A esta información errónea (véase más adelante) hay que añadir la siguiente consideración: sólo se condena a una pequeña fracción de los hombres que han obligado a una mujer a someterse a un acto sexual contra su voluntad. El sistema judicial de Estados Unidos emite un número mínimo de sentencias en este ámbito. Por ejemplo, a mediados de los años noventa, aunque el 51,3 por ciento de las violaciones denunciadas finalizaban en arrestos, sólo la mitad de los arrestados eran declarados culpables y sólo el 88 por ciento de los culpables eran condenados a penas de cárcel. Es decir, menos de uno de cada cuatro violadores denunciados tiene que ir a la cárcel, siendo la condena media de 7,25 años.[10] Los demás andan sueltos. Si a estas cifras se añaden las de violaciones no denunciadas, el violador sólo es condenado en una violación de entre veinte y ochenta. Está claro que, para la mayoría de los depredadores sexuales de Estados Unidos, la violación no tiene ninguna repercusión penal, hasta el punto de que, según el Comité Jurídico del Senado, es ocho veces más probable que una mujer sea violada en Estados Unidos que en Europa y veintiséis veces más probable que en Japón.[11]

Si bien la escasa represión contribuye sin duda al elevado nivel de violaciones en Estados Unidos, no nos explica por qué violan los hombres. ¿Es un resultado de la socialización? O bien, por muy molesto que pueda resultar, ¿es la violación un instinto impreso en la psique del hombre? ¿El resultado de la socialización y del instinto? Si la violación es un Instinto, ¿por qué lo es?

Para responder a estas preguntas, tendremos que admitir que cada uno de nosotros dispone de un cerebro complejo regido por neurotransmisores que desencadenan emociones instintivas que influyen sobre nuestro comportamiento. Por incómoda que puede parecer a algunos esta perspectiva, no es posible comprender la violación sin esta premisa. Desde esta perspectiva, los dos elementos clave que permiten comprender las causas por las que violan los hombres consisten en la identificación de las mujeres que se convierten en víctimas y la de los hombres que las violan.

Empecemos por las víctimas. Es importante destacar que no todas las mujeres tienen la misma probabilidad de ser escogidas como víctimas. La Oficina de Estadísticas del Departamento de Justicia en Estados Unidos señala que casi todas las víctimas de violación son mujeres jóvenes: en una masiva encuesta de los años ochenta, el 88 por ciento de las 1.634.000 mujeres que denunciaron ser víctimas de violación tenían edades comprendidas entre 12 y 35 años.[12] A mediados de los años noventa, el 90,3 por ciento de todas las violaciones conocidas se produjeron en esa franja de edad, constituida por menos de un tercio de todas las mujeres norteamericanas pero que incluía a casi todas las mujeres fértiles. Otro dato resulta todavía más revelador: aunque el 77 por ciento de todas las víctimas de violación tenían entre 16 y 24 años, estas mujeres sólo suponían una décima parte de toda la población femenina, la parte más fértil y sexualmente atractiva. Como hemos visto, estas mujeres jóvenes son precisamente las preferidas como parejas sexuales por todos los hombres del mundo y, por cierto, las preferidas como actrices por la industria de la pornografía en Estados Unidos.

Así pues, las víctimas de violación suelen ser jóvenes y deseables sexualmente, pero ¿y los depredadores sexuales? Dos terceras partes de los hombres que violaron a esos 1,6 millones de mujeres eran personas desconocidas por ellas.[13] En 1990, el 88 por ciento de los violadores denunciados estaba constituido por depredadores sexuales solitarios que no compartieron sus víctimas con nadie.[14] Como sus víctimas, los depredadores sexuales suelen ser jóvenes. El 40 por ciento de los hombres arrestados por violación tenía menos de 25 años; la mayoría de los demás violadores eran hombres en torno a los 30 años.[15] Tan sólo un tercio de esos hombres actuó bajo los efectos del alcohol, las drogas u otras sustancias.[16]

Un elemento clave sobre los factores que hacen que un hombre decida perpetrar una violación es su nivel socioeconómico. Los depredadores sexuales están en el cénit de sus condiciones físicas, pero se encuentran en el nadir de sus condiciones económicas. Como la mayoría de los delincuentes, los depredadores sexuales han tenido poca educación, están en paro o tienen un trabajo mal remunerado y unos ingresos bajos.[17] De hecho, el rasgo más característico de los hombres que han sido detenidos por violación es que no han tenido éxito, o al menos no todavía, en el ámbito socioeconómico. (Este hecho puede explicar por qué los negros representan una tasa desproporcionada, pero estable, del 42 por ciento de detenciones por violación.)[18]

Los violadores se ajustan a lo que el sociólogo Marvin Wolfgang llama la «subcultura de la violencia».[19] Es decir, pertenecen a esa legión de hombres que deciden utilizar la fuerza al darse cuenta de que no pueden disponer de un puesto de trabajo para conseguir lo que desean. «Normalmente los violadores son delincuentes de todo tipo, con una larga lista de delitos en su haber», explica Clinton Duffy, guardián de la prisión de San Quintín de California durante 34 años. «A menudo la oportunidad de una violación surge cuando están cometiendo algún otro delito, y la aprovechan. De hecho, prácticamente todos los delincuentes que no son homosexuales declarados, son violadores en potencia.»[20]

Los depredadores sexuales son los «hombres malos» contra los que nos prevenían nuestros padres. Por ejemplo, dos tercios de los violadores cuentan con un historial delictivo anterior, y el 85 por ciento volverán a ser arrestados por ello.[21] Es más, cometieron sus primeros delitos siendo muy jóvenes: el 94 por ciento de los depredadores sexuales condenados lo fueron por un primer delito cometido a los 15 años; por término medio, perpetran su primera violación a los 18. Después de pasar por la cárcel, la mitad de los violadores convictos vuelve a violar.[22]

Por muy ajustado que sea el perfil del violador que proporciona Duffy, falta un matiz fundamental. Aunque casi todos los depredadores sexuales amenazan con utilizar la fuerza, sólo usan un arma el 14,8 por ciento de los violadores de Estados Unidos.[23] En los años noventa, el arma solía ser un cuchillo. Sólo ha usado un arma de fuego el 5,9 por ciento de los violadores condenados, y un cuarto de ellos amenaza pero actúa sin violencia.[24] Es sorprendente que el uso de un arma hace que el éxito de los intentos de violación sólo aumente un 9 por ciento.[25] Sin embargo, a pesar de su uso limitado en las violaciones, las armas ponen de manifiesto una importante faceta de la mente y la motivación del violador. Duffy no acierta en este punto.

En su excelente estudio sobre el conjunto de los delincuentes condenados en Estados Unidos titulado Armed and Considered Dangerous: A Survey of Felons and Their Firearms, James D. Wright y H. Rossi clasificaron a los delincuentes en función del arma que solían usar: desarmados, improvisadores, arma blanca, revólver esporádico, depredador de revólver, depredador de escopeta y depredador de arma al hombro.[26] Las armas suponen una diferencia sustancial en los ingresos de estos delincuentes. Los robos con arma de fuego son de unos 164 dólares por término medio, mientras que los que se cometen con arma blanca sólo ascienden a 60 dólares. Lo sorprendente del estudio de Wright y Rossi es que los delincuentes armados con cuchillo violaban mujeres dos veces más a menudo que cualquier otro tipo de delincuente. Además, el 90 por ciento de dichos hombres manejaron el cuchillo durante la violación. Los delincuentes de arma blanca son los violadores reincidentes más frecuentes; el 48 por ciento de ellos son depredadores sexuales habituales.

El típico violador de revólver utiliza su arma durante la violación sólo un tercio de las veces, pero lo más intrigante es que los depredadores de revólver o escopeta, cuyos delitos les reportan mucho más dinero, pocas veces violan. Según Wright y Rossi, estos depredadores «son delincuentes para todo […] hombres dispuestos a cometer cualquier tipo de delito que se presente […] excepto la violación». Enseguida veremos la razón por la cual los delincuentes que prefieren las armas de fuego se comportan con las mujeres de la forma tradicional, mientras que los que llevan armas blancas las violan.

El resultado es el siguiente: los hombres que violan a las mujeres suelen ser los que menos éxito económico han tenido en su sociedad, incluso los que menos éxito han tenido entre los delincuentes, pero la franja de edad de las mujeres que escogen como víctimas es la más deseada por los hombres más ricos de cualquier sociedad del mundo.[27]