El cerebro humano, ya sea de hombre o de mujer, es la obra más importante de la naturaleza. Contiene 100.000 millones de neuronas, cada una de ellas interconectada a más de 100.000 dendritas. Desde el punto de vista de su estructura y su funcionamiento, el cerebro se organiza en unidades discretas o módulos que crean nuestros estados mentales y nuestros pensamientos cognitivos.[63] El cerebro es asimismo un órgano del tipo «o lo usas o lo pierdes». El acto de aprender es uno de los principales acontecimientos que estimulan la multiplicación de las conexiones dendríticas y las ramas terminales del cerebro.[64] Por otro lado, la no utilización del cerebro resulta tan devastadora para el potencial de la mente como la no utilización del cuerpo para el potencial físico.
¿Son realmente distintos los cerebros de los hombres y las mujeres? Las pruebas de inteligencia ofrecen algunas pistas. Antes de 1972, las mujeres obtenían mejores resultados en las pruebas relacionadas con las competencias verbales.[65] Desde entonces, los hombres han superado sistemáticamente a las mujeres en las pruebas de cálculo matemático, capacidad conceptual, orientación espacial (especialmente en la representación de sus entornos, incluso a la edad de seis años) y capacidad de separar una figura de lo que la rodea.[66] «Muchos resultados independientes sugieren que las hormonas masculinas [andrógenos] en el útero y durante la pubertad hacen aumentar la capacidad espacial», afirman Steven Gaulin y Harold Hoffman.[67] Estos autores sugieren que la capacidad espacial de los hombres deriva de la necesidad de defender su territorio.
También en este caso, las hormonas son las culpables, por lo menos hasta cierto punto. Los cambios en los resultados cognitivos de las mujeres, por ejemplo, siguen el curso de sus niveles cíclicos de estrógenos y progesterona.[68] Según un estudio realizado en los años ochenta, las mujeres sometidas a esta prueba realizaron adecuadamente las tareas motrices cuando sus niveles de hormonas sexuales eran elevados, pero alcanzaron resultados mucho mejores en las tareas de razonamiento espacial cuando dichos niveles eran bajos.(También resulta intrigante el hecho de que las mujeres cometen muchos más delitos poco antes de sus periodos menstruales.[69]
Estas diferencias no sólo pueden verse en los estudios sino en la vida profesional. Los diez principales departamentos de matemáticas de Estados Unidos estaban constituidos, en los años noventa, por 303 profesores fijos y 4 profesoras fijas.[70] Es más, prácticamente todos los alumnos que destacaban en matemáticas en las pruebas de aptitud escolar eran chicos. Sorprendentemente, los chicos cuyos resultados superaban los 700 puntos (el percentil 99) presentaban una incidencia de trastornos del sistema inmunológico, tales como el asma, cinco veces mayor que los chicos normales. Es otra indicación de que la bioquímica de las hormonas puede estimular o limitar ciertas funciones cerebrales.[71]
Por el contrario, hasta el momento nada avala el argumento de que el reforzamiento de los roles sexuales en casa, la escuela, los deportes o el trabajo hagan aumentar más en el hombre que en la mujer la capacidad de percepción del espacio y la resolución de problemas complicados.[72] En cambio, está muy claro que los cerebros de los hombres y las mujeres son distintos, de la misma manera que, en los mamíferos, lo son los cerebros de los machos y las hembras.[73] En los seres humanos difieren concretamente en el número y el tamaño de las neuronas;[74] en las espinas dendríticas y la longitud de las ramificaciones, en el número, los tipos y la organización de las sinapsis, en el volumen nuclear regional, el volumen de las estructuras neuronales (tálamo, hipotálamo anterior y cuerpo calloso) y la localización del área de comunicación verbal.[75] Aunque todas estas diferencias son reales, nada nos dicen de por qué los hombres son más violentos que las mujeres. Lo que sí indican es que el órgano en el que se inicia el comportamiento es claramente distinto en los hombres y las mujeres.
Dejando al margen las investigaciones relacionadas con el cerebro, puede decirse que esas claras diferencias entre hombres y mujeres, tanto físicas, como mentales y emocionales, han ido creando un doble rasero. En 1912, por ejemplo, se hundió el Titanic, un barco que sólo disponía de botes salvavidas para la mitad de sus 2208 pasajeros y tripulación.[76] La consigna fue «las mujeres y los niños primero». Hubo 705 supervivientes, entre los que se contaba por lo menos el 90 por ciento de todas las mujeres del barco. También lograron sobrevivir algunos hombres, pasajeros de primera clase, pero se ahogó el 92 por ciento de los pasajeros varones de segunda clase. Sigue abierta la cuestión de si los hombres con capacidad de decisión valoran más a las mujeres que a los demás hombres, si aprovechan cualquier oportunidad para eliminar a los demás hombres, o quizá las dos cosas a la vez. Lo cierto es que los hombres murieron y las mujeres se salvaron debido a un doble rasero sexual según el cual las mujeres son una propiedad fundamental, más valiosa que los hombres.
La devaluación sexista de las mujeres es la cara opuesta de ese doble rasero. Así, hace tan sólo unos años, en 1990, los salarios de las mujeres norteamericanas sólo alcanzaban el 72 por ciento de los de los hombres con la misma formación.[77] ¿Por qué? El industrial y empresario J. Paul Getty ofrece una opinión al respecto en su obra As I See It. Durante la segunda guerra mundial, la empresa de Getty, Spartan Aircraft Corporation, contaba con 5500 empleados, de los que una tercera parte eran mujeres:
«Uno de los descubrimientos más sorprendentes que hice fue que las mujeres eran totalmente sinceras y fiables en cuanto a sus competencias y limitaciones. Cuando se les pide que hagan algo que consideran que va más allá de su capacidad y experiencia, admiten abiertamente que no pueden hacerlo y piden que se les enseñe o se les muestre. No actúan así los hombres. No quieren admitir su ignorancia o incapacidad. En general afirman que lo comprenden todo e intentan salir adelante como pueden, metiendo la pata y cometiendo errores graves. »Los papeles se invierten cuando se trata de afrontar una crítica. Los trabajadores varones aceptan con sentido práctico las críticas sobre su trabajo y no las consideran ofensas personales. Las mujeres reaccionan casi siempre a cualquier crítica a su trabajo como si se tratase de un ataque en toda regla en tanto que individuos. Se les llenan los ojos de lágrimas y rompen a llorar o se refugian en el lavabo de mujeres. Después son capaces de seguir enfurruñadas durante horas, o días enteros, o incluso dejar de trabajar por completo».[78]
Aunque Getty nunca indicó si consideraba mejores a los hombres o a las mujeres, dejó muy claro que para él eran tipos distintos de empleados.
Desgraciadamente, muchos hombres insisten en la idea de que las mujeres son inferiores y a menudo rechazan la posibilidad de considerarlas en términos de igualdad en el trabajo. En The Descent of Woman, la feminista Elaine Morgan apunta una diferencia clave entre los hombres y las mujeres que nos permite entender mejor la violencia: «Una vez descartados todos los factores de prejuicio y de interés propio, sigue siendo cierto que por término medio las mujeres se entregan menos en el trabajo que los hombres, por la sencilla razón de que son madres y esposas además de trabajadoras».[79]
Morgan señala un abismo fundamental entre las prioridades y las psicologías de hombres y mujeres que trasciende en mucho el mundo del trabajo y nos sitúa en la biología de la reproducción más básica. De hecho, este abismo es el reflejo de una de las raíces más profundas, pero menos reconocidas, de la violencia masculina. Para comprender cómo y por qué es así, debemos plantear primero una pregunta clave sobre el comportamiento sexual humano: ¿qué quieren en general, unos de otros, los hombres y las mujeres?