NOTICIAS DEL CANAL TREX
—Esta entrevista te va a gustar más.
—¿Lo dices por lo del cura?
—Sí, se supone que a ti te caen todos simpáticos.
—Que sea creyente no quiere decir que me caigan todos bien, Dani.
—Prepárate. Diez segundos.
—Qué ganas tengo de terminar.
—Vega del Bierzo. Exteriores.
TRES, DOS, UNO…
En estos pueblos pequeños de nuestro negro pasado provinciano siempre encontramos una serie de personajes que son constantes y que parecen dar una cierta estabilidad en su continuo deterioro. ¿Qué sería de ellos sin el médico, el cabo de la Guardia Civil y el cura? Ellos son como el arcón donde se almacenan todas las miserias. No nos ha sido posible hablar con el cabo de la Guardia Civil; según nos han dicho no hace declaraciones si desde la comandancia no le dan el permiso. El médico del pueblo se ha excusado ante nosotros pues, al parecer, lleva sólo unos meses en Vega y desconoce los hechos de los que estamos hablando. Pero si hemos encontrado al párroco, don Tirso. Y nadie mejor que él conoce todo lo que ha dado de sí la historia de estos valles. Fue ordenado sacerdote nada más terminar la guerra civil y desde entonces Vega ha sido su parroquia. Aún sigue, pese a su avanzada edad, oficiando misa. Al parecer la escasez de vocaciones, unida a que pueblos como este ya no los asigna el obispado de una forma fija a nadie, ha hecho que don Tirso continúe en su labor apostólica por estos parajes, que cuando una los contempla tiene la sensación de que el mismo Dios se olvidó de ellos.
En estos pueblos pequeños, como les decía, el rumor de la calle es la verdadera noticia. En ocasiones los cuchicheos van de boca en boca hasta que un día son ya muy difíciles de separar de los acontecimientos reales.
Así pasan a formar parte de esa leyenda que todos poseen. Por eso queremos aclarar algo que hemos escuchado en Vega, bueno, que en realidad nos han contado en varias partes del valle: que Ramalho en cierta ocasión causó lesiones a un joven sacerdote que la diócesis había enviado con este destino. Dicen que le rompió la nariz y hasta le tuvieron que extirpar el bazo a causa de los golpes que le infligió. Cuando hemos preguntado la razón de esa supuesta agresión del policía al sacerdote algunos lugareños nos han indicado que, al parecer, el cura realizaba tocamientos a los niños en la catequesis. Pero no constan denuncias por abusos a menores sobre él, si bien es cierto que tampoco hubo denuncia contra Ramalho por agresión.
Tenemos con nosotros a don Tirso y queremos que él nos dé su versión sobre estos rumores que circulan por el valle.
«Usted lo ha dicho señorita, son rumores. No hay nada de cierto en todo ello. El padre Graciano estuvo con nosotros unos meses, después de ordenarse sacerdote en el seminario de Astorga. Su labor apostólica entre nosotros fue muy positiva, principalmente con los jóvenes, preparándoles para el sacramento de la comunión. Desgraciadamente nos tuvo que dejar por recomendación facultativa. Un cierto deterioro del bazo hacía inminente una intervención quirúrgica. Nada que ver con una agresión de nadie, fueron problemas de salud. Sobre la rotura de su tabique nasal, él me explicó que se debió a una caída desde el campanario al intentar amarrar bien la cuerda, después de tocar a misa. La maldad, el demonio, que no tiene nada que hacer, es la que ha levantado esos falsos testimonios. Nunca se me quejaron del comportamiento del padre Graciano.
»Sobre Ramalho no les puedo decir nada, apenas le conocí. Durante los seis meses que estuvo con nosotros nunca fue a hacer una visita a la parroquia. Aunque comprenderá que es una actitud muy común entre las gentes de estas tierras. Aun así, las puertas de la iglesia están abiertas para todos. Nunca se le ha negado a ningún parroquiano la entrada en la casa del Señor desde hace más de treinta años, incluso cuando los mineros han ejercido su derecho a la huelga, la iglesia estuvo abierta siempre para ellos. No sólo ahora, sino también en épocas más difíciles.
»Al que sí conocí, y llegué a establecer una verdadera amistad con él, fue a don Heliodoro, ese comisario que mandaron desde Madrid para investigar los crímenes. Él era un buen cristiano. Por las mañanas tomaba declaraciones a la gente en el Ayuntamiento y por la tarde asistía al rosario. Luego caminábamos juntos y hablábamos de cuestiones de fe. Supongo que el caso se resolvería por sus indagaciones, pues me pareció una persona muy preparada. No como ese Ramalho, que parecía más preocupado de caer simpático a los enemigos de la iglesia.
—¿Quién era ese don Heliodoro, del que habla?
—Un policía que mandaron desde Madrid a investigar los crímenes, pero no consiguió averiguar nada. Pasaba más tiempo en misa que investigando.
—Cómo eres, Dani. Te lo tomos todo o guasa.
—Bueno, supongo que estarás contenta. Al final has encontrado defensor de la fe en este recóndito lugar.
—Te lo tomarás a broma, pero es el que más miedo me da.