NOTICIAS DEL CANAL TREX
—No te despistes, Nora, que comenzamos.
—Está todo sucio. ¿Es que no limpian las calles?
—Vamos. Vega del Bierzo. Interiores.
TRES, DOS, UNO…
Nos adentramos en esta vieja taberna, todos nos miran desconcertados, parece que nunca hubieran visto una cámara de televisión. Varios parroquianos juegan unas manos a las cartas. Al fondo adivinamos la presencia de la que parece la patrona de este lugar.
—¡Ja! Hagan el favor de apagar eses focos. O se van a la calle.
Parece que a nuestra anfitriona no le agrada demasiado nuestra presencia. Le explicamos que somos del programa Así ocurrió del Canal Trex, que estamos realizando un documental sobre los asesinatos acaecidos en el pueblo en los últimos tiempos y que nos gustaría que nos dijera algo sobre el inspector Ramalho, ya que sabemos que ella lo alojó en su pensión mientras estuvo destinado en Vega con la misión de buscar al asesino.
—¡Ja! ¿Quieren saber sobre Ramalho? Suban conmigo.
Acompañamos a la señora Pacita por estas escaleras de madera carcomida que cruje según la pisamos hasta el piso superior. No sólo ella sube despacio, también nosotros, con todo el equipo de cámaras detrás.
—Miren ustedes, la habitación está según la dejó él. Ni siquiera su compañero ha retirado los recortes de esos periódicos del espejo en los que aparece él. Ya ven, los ha llenado de letras. ¿Qué pone? Ah, sí, «es mi amigo». Es que Eriko, su compañero de habitación, le tenía mucho afecto. Saben, Ramalho le enseñó a leer y escribir. Y el muchacho es muy listo, dentro de unos meses se examina para eso que llaman el graduado o algo parecido.
Bueno, a Ramalho, todos le queríamos aquí en el pueblo, es buen niño. Saben, él fue la primera persona en el mundo que me regaló flores. Miren, las puse en ese jarrón. Cuando se secaron compré más y las sustituí, como si siempre estuviesen recién cortadas las que me regaló. Este es un pueblo pequeño, en el que casi nunca ocurre nada. Por eso, la presencia de Ramalho nos agradó mucho. Yo le traté como a un hijo, bueno, trato a todos los muchachos que tengo en la pensión como a hijos míos. Saben, es que es muy duro el trabajo en la mina. Les veo llegar llenos de carbón, después de diez horas, doce horas, y los pobres sólo quieren tener la comida preparada para después poder jugar una partida a las cartas o al dominó. Suelen estar conmigo hasta que se casan, después compran una casa en el valle y se van con su esposa. Por eso, todos los muchachos del valle me quieren como a una madre. Cuando hacen huelgas, o se encierran en el pozo para protestar por algo, les llevo sopa caliente. Les da fuerzas para que no decaigan. Este es un mundo muy difícil, ustedes en la ciudad no lo comprenden.
¿Quieren que les hable de Ramalho? Es un muchacho que ha sufrido mucho. Me contó que su madre fue violada cuando sólo tenía diecisiete años. Y así nació él. No conoce a su padre y lo anda buscando. Al parecer se crio con un tío suyo, en Asturias, que fue el que le metió en el boxeo. Me alegra que dejara de pegarse por los rings del mundo, habría terminado sonado como Rocky. Qué les voy a decir, él es como ese hijo que nunca tuve y me hubiese gustado tener. Si alguien, Dios o cualquier otro ser, me permitiera elegir un hijo, ese sería Ramalho.
—¿Qué opina de la detención de Cero, en Madrid, por parte de Ramalho? ¿Qué piensa del desastre del que se le acusa?
—Se acabó. ¡Todos a la calle!
—¡Corten!
—¡Qué mujer! ¡Qué carácter!
—Se nota que le quiere mucho. Aquí no vamos a sacar más información. Vámonos.
—Dani, no sé, pero me tiemblan las piernas. Estoy pisando esta acera y tengo la impresión de que la han barrido y fregado. Como si quisieran ocultar sangre que corría mezclada con el carbón.
—Te quiero, Nora. Has dado con el título: Sangre y Carbón.