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Diario de un proscrito
Todo parece derrumbarse alrededor. Creí tener algo en el caso de Clarita, pero como los interrogatorios sigan por donde barrunta Fierro nos quedamos sin asesinos. Va a tener razón el Coronel cuando me dijo: «Ramallito, tú crees que todo ha terminado, pero no ha hecho más que empezar».
Demasiada confusión rodea al asesinato, pero aceptar la derrota no es lo mío, nunca lo fue. «No hay opción al fracaso», era la frase que mi tío nos tatuaba en la piel. He de seguir, en algún lugar debe encontrarse el hilo de Ariadna.
Enciendo el reproductor y dejo que la habitación se inunde de tangos mientras me tumbo en la cama con el diario del bisabuelo de Manu. «No tienes que leerte las 500 páginas», me recomendó el Coronel. «A lo más importante ya le coloqué yo un asterisco en el margen», añadió. «¿Por qué no me lo resume?», le pregunté. «Has de leerlo tú y sacar tus propias conclusiones. Ah, y comienza a leerlo por el final, es más interesante», así me despidió cuando se quedó con las señoras Encarnita y Gloria en el chigre de la plaza de Requejo junto al perro guía. Curioso perro, dicen que era el guía de un violinista ciego y ahora se ha convertido en el compañero de chigre de un maquis chifláu.
Vaya, el Coronel no sólo me ha colocado asteriscos en los márgenes, también numeritos. Debe de referirse al orden por el que debo comenzar a leerlo. Veamos, número 1:
«12 de octubre del 52. Dentro de un instante aparecerá el anestesista y me llevarán al quirófano. Una operación a vida o muerte, la llaman. El día en que estas operaciones de corazón sean algo rutinario y la muerte se excluya como opción, la humanidad habrá dado un gran paso. Mi pecho parece albergar un nido de avispas. No siento más dolor por la cantidad de medicación que satura mi cuerpo. Esta mañana he ido a despedirme de lo único que me quedaba en esta patria de acogida: la lápida de Cristino en el cementerio de Madeleine. Le he llevado claveles. ¿Quién me los llevará a mí si fallezco esta noche? Me han dicho que también hay una calle en Saint Denis con su nombre, al lado de la de Emilio Zola. Qué ironías tiene la historia. En Francia eres un héroe, camarada, y en España te fusilaron en el 46. He visto la inscripción de la lápida: Honneur a Cristino García, chef de maquis. Si esta noche todo sale mal, me reuniré contigo allá donde estés. Han transcurrido 18 años desde que nos despedimos, después del asalto al Banco de España. Seguro que estás preparando otra revuelta contra el poder omnímodo de Dios, allá en el cielo o donde te encuentres».
¡Qué sorpresa! El pariente de Manu se codeó con Cristino García Granda y ambos estuvieron en el asalto al Banco de España. No conozco mucho de su vida pero, por lo poco que sé, la revolución y la aventura se mezclaron en su persona: revolucionario en el 34, teniente miliciano en la guerra civil, teniente coronel en la División 159 en la II Guerra Mundial, héroe francés con la Cruz de Guerra con distintivo de plata y fusilado en el 46 por el Gobierno de Franco. Me contaron que el mundo entero se levantó en protesta contra esa decisión del dictador. De poco sirvió.
Seguiré leyendo lo que dice el bisabuelo de Manu, aunque por lo que parece el diario se termina así. No debió de sobrevivir a la operación. A ver el número 2.
«5 de enero del 49. Llevamos semanas caminando por las montañas. Nos guiamos sólo por la Estrella Polar, el musgo y los pueblos que vemos de día. Interminables noches de agonía, con la luna como compañera y el canto de alguna lechuza. Si mañana tenemos suerte vislumbraremos la frontera con Francia y estaremos a salvo. Diez años en las montañas tocarán a su fin. Sólo los locos como nosotros pueden resistir la soledad, la desolación y la muerte durante tanto tiempo. ¿Qué nos reservará Francia? Esto debe terminar, estoy hastiado de cerrar los párpados de mis compañeros muertos, de contemplar sus últimas miradas, de ver los reflejos en sus pupilas. Hace tres semanas, la felonía se transformó en masacre. El carro de la muerte se presentó para las partidas guerrilleras más combativas: las del Boger, las de Onofre y la de los hermanos Castiello. Si ellos han caído, nosotros no somos más que piojos comparados con ellos».
Todo esto no ayuda nada en la investigación. Lo único que me interesa es conocer la implicación de don Carlos en la Revolución del 34 y en el asalto al Banco de España. Y también si fue él quien entregó la bolsa con las trescientas mil pesetas a Encarnita y a su madre. De momento haré caso al Coronel y leeré el número 3, pero como no me aporte nada nuevo empezaré a guiarme por las fechas.
«6 de mayo del 46. Hoy ha sido un día especialmente duro para nuestra partida. La Legión emprendió una batida desde el llano cercando todos los caminos. Nos hemos tenido que refugiar en Peña Mayor. Nadie puede moverse ni encender una cerilla, desconocemos si están cerca o lejos. El hambre nos tiene a su merced. Escribo esto a oscuras. Mañana, si estoy aún vivo, lo repasaré.
»7 de mayo del 46. No hay rastro de la Legión ni de las Banderas de Palencia ni de las de Valladolid, pero no debemos confiarnos, pueden estar al acecho. Lo mejor será continuar un día más en Peña Mayor. Calmaremos el hambre con hojas de roble y alguna bellota. Hoy los muchachos de la partida no tienen ganas de continuar con nuestras clases. Además de una bala, lo único que se llevarán a la tumba será haber aprendido a leer y escribir. Casi todos eran mineros o metalúrgicos, pocos sabían lo que era un libro, pero tienen ilusión por cultivarse. Cuando todo esto termine, la única satisfacción que me llenará el corazón será haberles transmitido los pocos conocimientos que este modesto maestro posee».
Así que el bisabuelo de Manu no sólo fue un guerrillero antifranquista, también era el maestro de todos ellos y aprovechaba los días en el monte para impartirles clase e instruirles. Está claro que llevaba la vocación en el alma. A ver, ¿dónde está el número 4?
«1 de octubre del 34. Hoy Rosa ha venido a devolverme el librito que le presté hace una semana, Reforma o revolución, de Rosa Luxemburgo. Admira a esa revolucionaria alemana, le gustaría ser como ella. Hemos estado dialogando sobre su contenido, creo que se ha convertido al luxemburguismo, si es que eso existe. Es una muchacha inteligente, estoy seguro de que será una buena maestra en el futuro. Hemos hablado de la situación en la comarca, de los ánimos encendidos de todos. Su análisis me ha parecido muy acertado. Plantea que el fracaso de las políticas de los partidos obreros en Alemania, siempre enfrentados, posibilitó el ascenso del nazismo y que la única solución para evitar esa situación en España es la unión de todos, olvidando las diferencias. De ahí que vea con buenos ojos la creación de las Alianzas Obreras. Es curioso, es una política que ha calado hasta en los niños. Llegan a clase y sobre las mesas o en el dorso de sus manos se pintarrajean las siglas UHP. Hay miedo en las calles, la entrada en el Gobierno de la nación de los fascistas hace sospechar que se puede repetir lo de Alemania o Italia. Las organizaciones obreras preparan una respuesta, he visto a los militantes de la CNT y de la UGT reunirse en la parte de atrás de las escuelas con miembros del PSOE y del PCE. Hasta estaban los dirigentes de Asturias de IC. Se prepara la huelga general y no va a ser pacífica, he notado cómo ocultaban armas y almacenaban dinamita. Dicen que los anarcosindicalistas guardan los fusiles en los sótanos del quiosco de la música de La Felguera.
»3 de octubre del 34. La organización de la huelga general está preparada. Aseguran que mañana toda España detendrá el trabajo como medida de presión contra los fascistas del Gobierno. No sé lo que estará ocurriendo en el resto de la nación, pero por aquí los ánimos están muy exaltados. No va a ser una huelga convencional. Rosa ha vuelto a visitarme, hemos hablado de la posibilidad de que la huelga general derive en política y revolucionaria. La niña está muy influenciada por las ideas de la Luxemburgo. En vista de ello, le he regalado el libro. Pero le he expuesto mi idea de que es muy difícil que una huelga revolucionaria triunfe, porque no hay una dirección política clara y contundente decidida a la toma del poder en ninguna organización obrera, ni siquiera hay líderes carismáticos. Sólo hay fuerza, y con ella se llegará hasta donde se pueda, pero sin aspiraciones de tomar el poder. Antes de marchar me ha preguntado, con su linda sonrisa, por qué siempre llevo traje blanco, que si me creo un dandi. Le he respondido que es una manía para no sentirme deprimido en una zona saturada de negro.
»4 de octubre del 34. Los niños han acudido a la escuela como si en el mundo que nos rodea no ocurriera nada. Hemos impartido la clase mientras se oían disparos en las calles y el bramido de la dinamita. Llegan noticias del asalto a los cuarteles de la Guardia Civil, dicen que van cayendo como fichas de dominó. La huelga general al final se ha transformado en política y revolucionaria. Falta una dirección política para tomar el poder o quedará en una mera revuelta de mineros. Lo repito hasta la saciedad, pero nadie me escucha. Lo digo en las asambleas e incluso lo he escrito en Avance. Es como si sólo se pretendiera una medida de fuerza contra el fascismo, sin más aspiraciones. Ramón González Peña es un líder carismático y honesto, la gente le sigue, las Alianzas Obreras se estructuran bajo su figura. Hombres endurecidos por el trabajo y las penurias, hombres valientes acostumbrados a la soledad y a mirar la muerte día a día en las profundidades de la tierra, han olvidado su tristeza y empuñan armas y cartuchos de dinamita. Es como si tuvieran el cielo bajo su dominio. Pero no sé, aquí está fallando algo.
»5 de octubre del 34. Han caído todos los cuarteles de la Guardia Civil y los de la Guardia de Asalto. Las cuencas mineras están bajo el poder obrero. Se han dado los primeros conatos de organización de una nueva sociedad. El Comité Revolucionario ha abolido el dinero y se funciona por vales que firma el propio Comité, eso permite una distribución equitativa de los pocos recursos existentes. Las decisiones se comienzan a tomar en asambleas, es la democracia directa, y la producción no ha disminuido en las fábricas, incluso se trabaja las 24 horas. Lo principal es blindar vehículos y fabricar utensilios de guerra. Rosa ha venido a despedirse, se une con su padre al tren blindado que sale hacia Oviedo, a la toma de la ciudad. Hoy no he impartido clases y me sumo a la huelga. Me he quitado el traje blanco y me he enfundado uno de mahón. Aunque los jóvenes varones llevan el mayor peso de la revuelta, los mayores quedan en la retaguardia como apoyo logístico y las mujeres se convierten en combatientes de primera. Aquí todos han soñado con un nuevo mundo y nadie quiere quedarse descolgado.
»6 de octubre del 34. Me he presentado ante el Comité Local a pedir un fusil o cualquier arma. El muchacho que me ha recibido se encontraba fumando y con un paquete de cinco cartuchos de dinamita atado a su cintura. Me ha reconocido y, con una sonrisa, me ha entregado un máuser con una caja de munición, diciéndome: “¿No me reconoce, don Carlos?”. Le miré de nuevo y me percaté de que había sido alumno mío. Mis antiguos alumnos iban a la Revolución como si fueran a la romería del pueblo. Quedé a disposición del Comité. Me han dicho que me llamarán si mañana se necesitan refuerzos en el asalto a Oviedo. Mi mujer ha canjeado tres vales del Comité por comida. Nadie se está quedando con hambre pese a la escasez.
»7 de octubre del 34. Es una noche extraña, el silencio y la calma la inundan después de un día repleto de explosiones, disparos y muertes. Hoy he cerrado los párpados a dos milicianos, uno había sido alumno mío. Esta mañana me llamaron del Comité Local, se necesitaban refuerzos en Oviedo. Los combates estaban siendo muy cruentos y la ciudad estaba sitiada por tres columnas de obreros. Se necesitaban más brazos y fusiles para romper definitivamente la resistencia. Me integraron en la primera columna, la que atacaba por San Esteban de las Cruces y entraría en Oviedo por San Lázaro. La segunda entró por San Claudio y la tercera por Colloto. A lo largo de la tarde se unió a nosotros el contingente que llegaba desde Langreo. Algo ocurrió en ese momento en nuestras líneas, aún ahora no lo sé explicar muy bien. De toda nuestra columna se fueron desgajando milicianos que en un principio se pensaba que iban a rodear a los guardias y al contingente militar que nos ofrecía resistencia. Pero no fue así. Se estaba formando una columna nueva que se dirigía a La Manjoya, a la fábrica de armas. Me uní a ellos. Nadie la dirigía, parecía todo muy espontáneo. Cincuenta soldados defendían la fábrica al mando de un oficial. Cuando nos vieron llegar nos recibieron con disparos. Nosotros respondimos con silencio. Más disparos contra nosotros, más silencio contra ellos. El silencio les hizo rendirse. Ellos sabían qué ocurriría si uno de nosotros disparaba un solo tiro, la dinamita del interior explotaría y los cincuenta volarían por los aires. Se rindieron. La primera batalla de la historia que ganó el silencio. ¿No se podrían ganar así todas las guerras? Me ha parecido ver a Rosa entre los combatientes de la primera columna. Mañana preguntaré por ella.
»8 de octubre del 34. Hemos visto aviones en el cielo de Oviedo. Sospechamos que el ejército los ha enviado para hacer un reconocimiento de la situación. La ciudad huele a humo y pólvora. Las milicias y escuadras mineras se pasean por sus calles. La Revolución ha triunfado, pero ahí radica su debilidad. No han sido capaces de unificar un mando militar. Tres mil mineros armados vagan por sus calles, no hay disciplina. Han caído el Ayuntamiento, el Gobierno Civil, los últimos reductos militares acantonados en el Naranco. Y lo más importante: la Fábrica de Armas de La Vega y el cuartel de la Guardia Civil. Los panfletos arrojados desde los aviones llaman a la rendición sin condiciones y nos trasladan que el resto de España no se ha sumado a la Revolución. Esto y la indisciplina que se palpa en las calles son los problemas principales que se mascan en el ambiente. Así lo he comentado con Rosa en cuanto la he visto al frente de una escuadra. Y ella estaba de acuerdo conmigo. Se ha convertido en la mejor miliciana, estoy orgulloso de ella.
»9 de octubre del 34. Nos han llegado noticias del desembarco de soldados en Avilés y Gijón. Los aviones siguen sobrevolando Oviedo y ya han comenzado a bombardearlo. Las directrices que tienen son destruir la periferia, donde se concentran los barrios humildes, más proclives a aportar brazos milicianos. No resistiremos una embestida del ejército si es verdad que estamos solos y aislados del resto de España. Esta tarde he conocido a los integrantes de la escuadra que lidera Rosa: Gloria, una anarcosindicalista muy disciplinada y convencida; Marcos, un joven algo taciturno y timorato, pero que se deja guiar por el arrojo del resto; Chacón, el más recio del grupo, es un joven comunista de Turón, y estos tienen fama entre los milicianos de ser los más temerarios; y por fin está Niño, un antiguo alumno mío que dejó el colegio con once años para ingresar en la mina, es el más joven del grupo, sólo tiene quince años. Siguen los bombardeos, supongo que estarán toda la noche castigándonos.
»10 de octubre del 34. El día de hoy marca nuestra definitiva derrota. La aviación ha bombardeado la ciudad durante 48 horas seguidas. Todo es desolación, los cadáveres cubren las calles y se les despoja de su armamento y munición. Son las once de la noche. La mayoría de los milicianos han abandonado el casco urbano y se sitúan en el extrarradio para no ser blanco de las toneladas de bombas que caen. Sólo hemos quedado en el centro unos doscientos, nuestra misión es resistir lo que podamos la acometida del ejército para dar tiempo al resto a tomar posiciones en terreno conocido, principalmente en los cauces del Nalón y del Caudal. En previsión de lo que pudiera ocurrir, esta mañana el Comité ordenó el asalto al Banco de España. La resistencia fue mínima y la caja se abrió con dinamita. Me llamaron para que hiciese una distribución de los fondos. “Que venga el maestro, que él entiende de números”, creo que dijo uno del Comité. Cuando llegué vi tendido en la puerta del Banco el cadáver de Niño. Tres balas atravesaban su pecho. Le cerré los párpados y mis lágrimas afloraron. ¿Cuántos más de mis alumnos perderán la vida? De todo el dinero, sólo eran utilizables catorce millones y medio de pesetas. El Comité fue distribuyéndolo entre milicianos advirtiéndoles de que el dinero no era suyo, sino que pertenecía a la Revolución y ellos eran meros depositarios. Mi misión consistía en ir sumando y anotando las cantidades que se entregaban, bajo la supervisión de Cristino García, un joven de veinte años que se ha distinguido por su arrojo. Le llegó el turno a la escuadra de Rosa, era la última de todas. A Cachón se le encomendó la misión más importante, por eso le entregamos dos millones con destino al periódico Avance. A Gloria se le entregaron doscientas mil pesetas con destino al Comité de Sotrondio. Rosa llevaría trescientas mil, también para Sotrondio. Me ha hecho gracia ver a Rosa con el libro de la Luxemburgo en su mochila. Las últimas cien mil pesetas se entregaron a Marcos, para el pago de la evasión a Francia si esa fuera la única salida».
«Acccturias, fatria queridaaaaa.
Acccturias de mis amoooores…».
El Coronel regresa convertido en una barrica llena de sidra. Espero que llegue bien a su cama para dormir la borrachera y no se caiga por las escaleras. No sé qué voy a hacer con este hombre, supongo que nada. Cuando se llega a su edad y se ha sufrido tanto, uno está seguro de que Dios ha muerto y todo está permitido.
«12 de octubre del 34. Ayer y hoy hemos sufrido el cerco por el ejército. Sólo hemos quedado doscientos. Dicen que Yagüe está al mando de la Legión y de los Regulares y que en cualquier momento tomarán la ciudad. Hoy ha dimitido el Comité Revolucionario y se ha formado uno nuevo en las afueras, en los puntos de repliegue de las fuerzas: el Naranco, San Esteban y el Sur.
»13 de octubre del 34. La Legión ha entrado en Oviedo y se ha cobrado la primera víctima, una tal Aída de la Fuente, otra muchacha de dieciséis años convertida en revolucionaria. El acoso es incesante. No sé cuánto tiempo más podremos resistir.
»14 de octubre del 34. Hay refriegas con el ejército en San Lázaro, en la Tenderina Baja, en Villafría, en la falda del Naranco… El centro de Oviedo está perdido. El general López Ochoa hará su entrada en cualquier momento. Esta noche intentaré huir hacia Sama, dicen que allí se están haciendo fuertes.
»18 de octubre del 34. El general Balmes ha entrado por Campomanes y toda la zona de la cuenca del Caudal ha caído. Dicen que los comités de Mieres, Lena y La Felguera se han rendido. Sólo queda Sama.
»19 de octubre del 34. Cinco columnas avanzan hacia Sama. Belarmino Tomás negoció la rendición con el general López Ochoa y puso fin a la Revolución con un discurso desde el balcón del Ayuntamiento de Sama. Algunas voces se alzaron llamándole traidor. La mía no se oyó entre ellas.
»26 de octubre del 34. Apenas hace una semana que todo se terminó y ha comenzado la represión dirigida por el comandante Doval. Matanzas en todos los pueblos. Hasta he oído que han asesinado a un tal Luis de Sirval, un periodista de Madrid que ha querido desvelar al mundo la represión. Doval anda loco y furioso torturando y matando en busca del dinero del Banco de España y de fusiles. Nadie habla. Las torturas se suceden».
A ver, parece que los asteriscos que colocó el Coronel se han terminado, así como los números dé los márgenes. Paso deprisa todas las hojas del diario. Aquí parece que situó otro asterisco con una nota que dice: «El último importante».
«18 de julio del 36. El silencio y la noche vuelven a adueñarse de Mieres, hasta el viejo Caudal porta un murmullo que se introduce en las casas destruyendo el óxido que cubría los acontecimientos de hace dos años. Si las noticias son exactas y se confirma lo de la sublevación de las tropas de África, otra vez volveremos a convertirnos en sombras. Las ruinas del pasado y las que nos esperan no me dejan dormir, por eso vagabundeo por las afueras del pueblo. Todo son movimientos para desenterrar viejas hachas. Al pasar por la estación del ferrocarril, he visto a la madre de Rosa con su hija enferma en brazos, cogían el tren nocturno con destino a Barcelona. Llevo dos años preguntándome qué sería de Rosa y de las trescientas mil pesetas que custodiaba, y del libro de la Luxemburgo que le regalé. Nadie reveló jamás que sólo yo poseía toda la información sobre el destino de cada bloque de dinero. Han transcurrido casi dos años y ya es conocido, entre los nuestros, dónde está cada peseta: cuatro millones fueron recuperados por la Guardia Civil; dos y medio, en el extranjero, en cuentas belgas y francesas; cuatro han servido para financiar durante este tiempo el periódico y la campaña del Frente Popular; uno fue robado en Bélgica por supuestos amigos; y tres han ido con destino a la compra de terrenos para un nuevo edificio de Avance. La única cantidad en paradero desconocido son las trescientas mil de Rosa. Tal vez cuando aparezca ese dinero ella no se encuentre muy lejos».
Cierro el diario y quedo solo. La noche también se pudre de soledad. Apago el reproductor. No me apetece escuchar de fondo ningún tango. Oigo los ronquidos del Coronel desde mi habitación, espero que espante la horrorosa borrachera por la mañana.
El Diario de un proscrito del bisabuelo de Manu ha aclarado muchas cuestiones que flotaban en el aire: la primera, si el tal Marcos es el cura, me ha ocultado mucha información; Gloria y Cachón, además de don Marcos, fueron los últimos en ver a Rosa, saben más de lo que dijeron; y, definitivamente, el hombre de blanco no era don Carlos, el maestro. Hay que buscarlo en otra parte. ¿Y si Rosa no murió en el 34 y el hombre de blanco era un emisario suyo?