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DÍA D

MENOS UN MES HASTA DÍA D

El 2 de mayo, Howard fue convocado en Broadmore, nombre clave del Cuartel General de Planificación de Gale, una vieja casa de campo llena de escaleras desvencijadas y vigas bajas, cerca de Milston, en la llanura de Salisbury. Estaba rodeada de alambradas y contaba con unos complejos sistemas de seguridad. Una vez dentro, Howard fue llevado a la oficina del general de brigada Poett. Éste le explicó que la Compañía D sería separada de los Ox and Bucks y que se le asignaría una misión especial; luego le entregó a Howard sus órdenes, calificadas como «Bigot» y «Estrictamente Confidencial», con fecha del 2 de mayo, y firmadas por Poett. Las órdenes consistían en «tomar intactos los puentes sobre el río Orne y su canal en Bénouville y Ranville, y mantener el control sobre ellos hasta ser relevado».

Las órdenes contenían información acerca del dispositivo enemigo con el que Howard se encontraría. «La guarnición de los dos puentes está compuesta por unos 50 hombres», decían las órdenes, «armados con cuatro o seis ametralladoras ligeras, uno o dos cañones antitanque de menos de 50 mm de calibre y una ametralladora pesada. Se está construyendo un refugio de hormigón, y los puentes estarán preparados para su destrucción». En la zona había un batallón del 736.º Regimiento de Granaderos, que disponía de entre ocho y doce tanques, además de transporte motorizado. Al menos había una compañía patrullando permanentemente, preparada para moverse de forma inmediata. Howard debía esperar que el enemigo estuviera «en estado de alerta. Probablemente la guarnición del puente estará alerta, y las cargas colocadas».

Llegado a ese punto de la lectura, Howard pudo haberse preguntado cómo demonios esperaba el general Gale que tomara intactos puentes que estaban preparados para ser destruidos. Lo único que tenía que hacer el enemigo era apretar un botón o accionar un interruptor y los puentes volarían por los aires. El propio Gale, en su libro publicado en 1948, The 6th Airborne Division in Normandy, explica lo que pensaba acerca de aquel problema: «Siempre, o casi siempre, sucede que de la mano a la boca se pierde la sopa: las órdenes son poco claras, surgen dudas: ¿Ha llegado el momento o hay que esperar? ¿Quién es el individuo responsable en realidad de accionar el interruptor o de ordenar que se destruyan los puentes? Estos interrogantes son clásicos; por ello basé el plan en las dudas que podían asaltar a los alemanes, llegado el momento crítico. También sabía que no tendríamos más que una oportunidad. El ataque a los puentes, por lo tanto, tenía que ser un golpe por sorpresa».

Las órdenes de Howard del 2 de mayo le informaron que inicialmente serían relevados por la 5.ª Brigada Paracaidista, que saltaría al noreste de Ranville a las 00.50 horas y luego «se desplazaría inmediatamente para establecer una posición defensiva alrededor de los dos puentes». Al mismo tiempo, la 3.ª Brigada Paracaidista saltaría sobre las alturas arboladas al sur del bosque Le Mesnil. A las 06.00 horas, la 3.ª División de Infantería británica empezaría a desembarcar al oeste de Ouistreham «teniendo Caen por objetivo».

Los Comandos de Lord Lovat, asignado a la 3.ª División, avanzarían lo más rápido posible para establecer una conexión entre las playas y las fuerzas aerotransportadas en los puentes y sus alrededores. La Brigada de Comandos podía esperarse en cualquier momento después de las 11.00 horas.

Para llevar a cabo su misión, Howard contaba con su Compañía D, más dos pelotones de la Compañía B, un destacamento de treinta zapadores, un ala del Regimiento de Pilotos de Planeadores y seis planeadores Horsa. Las órdenes de Poett del 2 de mayo también le indicaban a Howard, en líneas generales, cómo debía proceder.

«La captura de los puentes se llevará a cabo mediante un golpe de mano que dependerá, para su éxito, principalmente del factor sorpresa, de la velocidad y del empuje», decían las órdenes. «Siempre que la mayor parte de la fuerza aterrice sin problemas, habrá pocas dificultades para superar la oposición que se conoce en los puentes. Las dificultades aparecerán cuando tengamos que mantener las posiciones en los puentes frente a los contraataques enemigos, hasta que llegue el relevo».

En lo referente al contraataque, las órdenes de Poett eran las siguientes: «Debe esperar un contraataque en cualquier momento después» de las 01.00 horas, o durante la hora siguiente al aterrizaje. «Este ataque puede venir de un grupo de combate, formado por una compañía de infantería en camiones, hasta ocho tanques y uno o dos cañones autopropulsados, o por una compañía de infantería motorizada, o a pie». El contraataque procedería muy probablemente del oeste.

Howard recibió órdenes de organizar su posición defensiva inmediatamente después de tomar los puentes porque «es esencial que los puntos de cruce sean defendidos, y para hacerlo deberá asegurar una cabeza de puente en la orilla oeste, además de vigilar los puentes. La defensa inmediata de los puentes y de la orilla oeste del canal tiene que mantenerse a toda costa». Sin embargo, las órdenes de Poett preveían más que una defensa pasiva. «Acosará y retrasará el despliegue de las fuerzas de contraataque del enemigo… mediante patrullas ofensivas», decían las órdenes. «Las patrullas tendrán un carácter móvil y ofensivo. Puedes utilizar para esto hasta un tercio de tu fuerza efectiva. Los dos tercios restantes serán utilizados para la defensa estática y el contraataque inmediato».

Poett también fue explícito respecto a las órdenes que hablaban del papel que debían desempeñar los zapadores. Le dijo a Howard que les exigiera «únicamente las siguientes tareas, en orden de prioridad: neutralizar los mecanismos de demolición, retirar las cargas y montar un sistema de transbordadores». También prometió que una compañía del 7.º Batallón de la 5.ª Brigada Paracaidista sería «enviada en su apoyo en la mayor brevedad posible después del aterrizaje de la brigada. Deberían llegar a su posición a las 02.30 horas, y quedarán bajo su mando hasta la llegada del oficial al mando del 7.º Batallón Paracaidista».

Poett concluyó sus órdenes de la siguiente manera: «El entrenamiento de su fuerza será considerado una cuestión prioritaria». Animó a Howard a que solicitase «suministros e instalaciones de entrenamiento especiales», y prometió darle «toda la ayuda posible».

Cuando Howard terminó de leer las órdenes, Poett le dijo verbalmente que no tenía intenciones de interferir en la preparación de la Compañía D para el golpe de mano. Howard sería responsable tanto de diseñar un programa de entrenamiento efectivo como de elaborar el plan detallado para la toma de los puentes.

Howard apenas podía contener su emoción. Estaba preocupado por los numerosos retos a los que debía enfrentarse, por supuesto, y podía imaginar una infinidad de aspectos que podrían salir mal. Pero, al mismo tiempo, estaba excitado, como nunca antes lo había estado en toda su vida, y tremendamente orgulloso de que la Compañía D hubiera sido escogida para ir en vanguardia el Día D.

Poett le dio a Howard un salvoconducto, que le permitía entrar en Broadmore cuando quisiese. Poett no le permitía llevarse las órdenes, ni las fotos de reconocimiento, ni los mapas, y ni siquiera las notas. «Pero —comenta Howard—, eso no impidió que yo pensara. Estar enterado era emocionante, pero también me provocaba una gran tensión nerviosa». Tenía prohibido hablarle a su segundo, Priday, acerca de la misión de la Compañía D, y mucho menos a cualquiera de los otros oficiales.

De regreso en Bulford, Howard se concentró en el entrenamiento. Utilizó cinta adhesiva para diseñar el trazado de un río y un canal, con dos puentes sobre ellos, todo con las distancias exactas de sus verdaderos objetivos. Día y noche, sus pelotones practicaban la toma de esos puentes; a veces un pelotón, a veces tres, a veces los seis. Howard sentía que su plan tenía que ser sobre todo flexible. Si tan sólo un planeador llegaba al objetivo, ese pelotón tendría que estar preparado para hacer el trabajo de los seis pelotones. Simultáneamente, Howard trabajaba con los hombres para que utilizaran sus voces, recordándoles el precio que habían pagado por el silencio en la Operación Mush. Howard les dijo que en cuanto se disparara la primera bala, todos debían empezar a gritar con todas sus fuerzas. El planeador n.º 1 era Able, el n.º 2 Baker, el n.º 3 Charley, etcétera. Howard quería que los hombres gritaran sus identificaciones, una y otra vez, tanto para poder identificarse unos a otros como para que los alemanes tuvieran la impresión de que el enemigo había llegado en grandes números.

A partir de estos ejercicios sobre los puentes y las carreteras de cinta adhesiva, Howard decidió que el plan del general Gale de aterrizar entre los puentes en lugar de hacerlo en el exterior, era apropiado. Las zonas de aterrizaje (LZ) interiores eran tremendamente pequeñas y estaban emplazadas de tal manera que un grupo de planeadores, en el puente del canal, tendría que aterrizar mirando hacia el norte, hacia la costa, y el otro grupo, el del puente del río, mirando hacia el sur, hacia Caen, lo cual requería romper la formación de los planeadores al soltarlos. Estas desventajas eran compensadas por dos grandes ventajas: las zonas interiores de aterrizaje estaban pegadas a los puentes, en vez de estar a cierta distancia; y al tener todos sus pelotones dentro, Howard podía pedirles que se apoyaran unos a otros.

Broadmore, mientras tanto, le pasaba a Howard toda la información secreta acerca de los puentes y de las localidades circundantes. Gracias a George Gondrée y a Madame Vion, a la Resistencia de Caen, y al reconocimiento fotográfico de la RAE había una gran cantidad de información disponible. La División de Inteligencia pudo decirle a Howard quiénes eran los colaboracionistas en Bénouville y quiénes pertenecían a la Resistencia. Sabía que George Gondrée entendía el inglés y su esposa el alemán. Recibió un informe topográfico completo de la zona. Sabía que Bénouville tenía 589 habitantes, que M. Thomas era el alcalde, que el voltaje era de 110/200, corriente alterna trifásica. Le advirtieron que desde el tejado del Château de Bénouville, un edificio de tres plantas que era una maternidad con quince camas y doce salas, los alemanes tendrían un amplio campo de fuego sobre el valle del río Orne.

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Informe topográfico relativo a los puentes, con fecha del 17 de mayo de 1944, Puede verse claramente la excelente calidad de la información proporcionada tanto por la Resistencia francesa como por el avión de reconocimiento.

NEPTUNO

BIGOT —ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL—

Copia n.º…/…

17 de mayo, 1944

INFORME TOPOGRÁFICO DE LOS PUENTES EN BÉNOUVILLE 098748 Y RANVILLE 104746

1.- Croquis - BÉNOUVILLE 098748

2.- Descripción del canal e inmediaciones

(A) La corriente es lenta. Informe de profundidad: 8 m, pero puede ser regulada por las esclusas situadas en OUISTREHAM. Ancho promedio: 42 m. Promedio orillas: 1,8 m. de altura, y son de tierra y piedras rotas.

(B) Un sendero con superficie de macadán recorre casi toda la extensión del canal a ambos lados. En la orilla OESTE hay una vía de tren (única vía). En cada orilla del canal hay una hilera de álamos. A cada lado del puente hay algunas casas pequeñas. (Para más detalles ver maqueta a gran escala).

(C) La carretera que se dirige hacia el puente se encuentra sobre un terraplén de entre 3 y 4,5 m. de altura para mantenerla por encima del nivel del agua.

3.- Descripción del puente

(A) El puente se asienta sobre un hueco de 57 m. pero en ese punto hay lenguas de tierra que llegan a proyectarse 7,5 m. en el canal.

(B) El puente está construido con vigas de acero, es levadizo y se asienta sobre contrafuertes de obra. El mecanismo de control está situado en una cabina sobre la carretera. Longitud total del puente 57 m. Tramo elevable 27 m.

Ancho de carretera 3,6 m. construida en asfalto y acero.

(C) Se informa que el puente está siendo minado. (Preparado para su destrucción).

4.- Defensas del canal

(A) Orilla OESTE. Se ven emplazamientos para MG (ametralladora) abiertos en las orillas del canal a cada lado del acceso al puente. Hay más emplazamientos abiertos de ametralladoras en 098748(2), 097748(2) y 096746.

(B) Lado ESTE. Al SUR de la carretera cerca de la orilla del canal hay un emplazamiento circular de aproximadamente 5 m. de diámetro donde probablemente hay un cañón antitanque, pero el objeto en el emplazamiento no puede ser identificado como un cañón. A 23 metros al SUR hay una posición para ametralladora antiaérea sobre una torre de 2,5 m. de altura.

(C) A 50 metros al NORTE de la carretera cerca del canal hay tres emplazamientos para MG abiertos, separados entre sí por unos 11 metros, en fila y mirando hacia el NE.

A aproximadamente 15 metros al NE de estos emplazamientos hay un refugio o fortín de hormigón, que mide aprox. 5 × 4,5 m.

(D) No se observan defensas en forma de alambradas.

(E) Podrían utilizarse cañoneras y embarcaciones fluviales en el canal pero es muy poco probable.

5.- Descripción del río Orne

(A) Ancho promedio, 48-72 m.

Marea hasta CAEN.

Profundidad promedio, 2,7 m.

Max. variación de marea en OUISTREHAM 4,8 m.

Max. variación de marea en CAEN 1,8 m.

Orillas 1 m. de altura, de barro, y con pendiente aprox. 1:2.

(B) En CAEN hay un dique que regula el canal a costa del río, por lo tanto la velocidad y la profundidad variarán considerablemente. La corriente máx. probablemente NO exceda los 3 Nudos.

(C) El terreno entre el río y el canal es pantanoso y está cruzado por varias zanjas y canales.

(D) Un sendero de 2,4 a 3 m. de ancho recorre ambas orillas del rio durante gran parte de su curso.

6.- Descripción de fd 104745 e inmediaciones

(A) El puente tiene dos tramos, con estructura metálica, pivotando en torno a un pilar central de albañilería. El mecanismo de giro está colocado sobre el pilar entre las vigas.

Longitud total del puente 105 m.

Tramos: 2 de 30.

Tipo de carga 12.

Carretera: 2,7 m. de alquitrán (6 m. incluyendo aceras).

Se duda sobre la capacidad actual de desplazamiento de los tramos del puente.

Se ha informado que el puente está preparado para su destrucción.

(B) Al SUR de la carretera y al OESTE del río hay un huerto que va de NORTE a SUR.

Cada orilla del río tiene una hilera de álamos.

Al ESTE del río y al SUR de la carretera hay una gruesa franja de árboles que corre paralela al río, y a aproximadamente 45 metros de distancia.

Tanto al NORTE como al SUR de la carretera hay algunas casas pequeñas, con jardines o huertos. Para más detalles ver la maqueta a gran escala.

7.- Defensas del río Orne

(A) En el extremo ESTE y en el lado SUR de la carretera hay un fortín de aprox. 5 × 5 m. Éste puede contener un cañón antitanque orientado al ESTE a lo largo de la carretera.

Hay un pequeño emplazamiento para ametralladora antiaérea lindando con este fortín en el lado OESTE.

(B) Lado ESTE. Se ven dos emplazamientos abiertos de ametralladoras en el lado NORTE de la carretera.

(C) No se observan alambradas.

(D) Hay dos barreras en la carretera (probablemente troncos de árbol) en 105745 y 106744.

Com. BM 6.ª Bgda. Aer.

APO INGLATERRA DL

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También le dijeron que Madame Vion, la directora del hospital, era la cabeza de la Resistencia. Madame Vion, le dijeron, «era una persona bastante autocrática y era considerada la señora de la localidad». Sabía incluso que muchos en el pueblo miraban de soslayo cuando Thérèse Gondrée pasaba caminando, porque sospechaban de su acento alemán y porque vivía justo al lado de la guarnición y les vendía cerveza a los alemanes.

Howard también sabía que la guarnición del puente pertenecía al 736.º Regimiento de Granaderos de la 716.ª División de Infantería. En el informe de inteligencia, clasificado como «Bigot», leyó que «la capacidad de combate de esta división ha sido evaluada en un 40% en acciones estáticas y un 15% en contraataque. El equipamiento consiste en una mezcla sin precisar de armamento francés, británico y polaco». La última frase decía: «Este informe de inteligencia será quemado inmediatamente después de su lectura». (Sin embargo, Howard lo guardó).

Howard no podía sacar las fotografías de reconocimiento aéreo de Broadmore, pero podía pasar allí estudiándolas todo el tiempo que quisiera. La gente de la RAF había preparado para él un sistema de estereografía que le brindaba una perspectiva tridimensional. Cuando Gale y Poett repasaron las fotografías con Howard, insistieron en que tendría que tomar esos puentes en unos pocos minutos, antes de que pudieran ser destruidos. La misión e incluso la supervivencia de la 6.ª División Aerotransportada dependía de tomar esos puentes y luego mantenerlos intactos.

¿Hasta qué punto era buena y actual la información de inteligencia de que disponía Howard? Tan buena como podía serlo. De todas las virtudes que el pueblo británico demostró tener durante la Segunda Guerra Mundial, ninguno igualó su capacidad de reunir, evaluar, y distribuir información. Sin duda alguna, en eso eran los mejores del mundo. El gobierno británico invirtió mucho en inteligencia, en todas sus diversas formas, y obtuvo a cambio un considerable rédito. John Howard fue uno de los beneficiados. He aquí tres ejemplos de lo que recibió.

A principios de mayo, Rommel visitó los puentes. Ordenó la construcción de un emplazamiento para un cañón antitanque, y de un fortín para protegerlo, rodeado con alambre de espino. También ordenó que se cavaran más trincheras. Los trabajos comenzaron inmediatamente. En menos de dos días, la RAF le dijo a Howard que Jerry estaba instalando algunos emplazamientos sospechosos. En menos de una semana, Gondrée informó a Vion, y ésta llevó la información a Caen, de allí pasó a la inteligencia británica y luego a Broadmore. Finalmente Howard pudo saber que había un cañón antitanque camuflado en el emplazamiento y que el fortín había sido acabado.

A mediados de mayo, la 21.ª División Panzer se trasladó de Bretaña a Normandía, y el 23 de mayo a la zona de Caen, con el regimiento de von Luck ocupando posiciones al este de Caen. El 24 de mayo, Howard se enteró del traslado de la división. El 25 de mayo, el Regimiento Independiente de Paracaidistas de Hickman se trasladó a la zona; Howard se enteró al día siguiente.

El personal de inteligencia construyó una maqueta de la zona de nueve metros cuadrados. Howard la describe como «realmente una obra de arte, estaba cada construcción, cada árbol, cada arbusto y cada zanja, cada trinchera, cada valla, etc.». La maqueta era modificada diariamente, conforme a los resultados del vuelo de reconocimiento de esa mañana. De esta manera, el 15 de mayo Schmidt derribó dos construcciones que había a lo largo del canal, para tener un mejor campo de tiro, y Howard vio el cambio en la maqueta al día siguiente.

Las visitas de Howard a Broadmore se caracterizaban por la denominación popular del lugar: «El manicomio». Después de pasar varios puestos de control con su salvoconducto, Howard recuerda entrar y sentirse fulminado por «las miradas inquisidoras de la gente que caminaba por el edificio, claramente hartos de los cambios de último momento en los planes».

Al finalizar la reunión de planificación de principios de mayo, Poett le había dicho a Howard: «Cualquier cosa que quieras, John, la tendrás. Sólo tienes que llamar y pedirla». Howard solicitó poder enfrentarse en los ejercicios a tropas alemanas, es decir, los defensores del puente acabaron llevando uniformes y armas alemanes, utilizando tácticas alemanas, y, en la medida de lo posible, gritando sus órdenes en alemán. Se hizo con fusiles, subfusiles, ametralladoras, morteros y granadas de mano alemanes, para que todos sus hombres pudieran familiarizarse a fondo con lo que podían hacer estas armas, y cómo operar con ellas. No tenía más que hacer chasquear sus dedos y aparecían camiones para llevar a sus pelotones donde él quisiera ir.

La Compañía D tenía lo mejor de todo, excepto en comida, área en la cual no recibía favores especiales. La comida era mala; y peor aún, no había suficiente. Parr recuerda: «La mayor parte del dinero que nos sobraba nos lo gastábamos en papeo. Tenía hambre todo el tiempo. Trabajábamos y entrenábamos tan intensamente que el papeo que nos daban no era suficiente para mantenernos activos, y no preguntábamos lo que era, sencillamente lo cogíamos y nos lo zampábamos, tan simple como eso. De modo que, apenas nos pagaban, nos dirigíamos hacia la NAAFI y comprábamos comida. Sí, sin duda complementábamos la dieta con la paga».

Howard estaba exigiendo mucho a los hombres, más que nunca, pero no importaba cómo variara el orden de aterrizaje o la dirección de ataque u otros aspectos del ejercicio, el simulacro era siempre con los mismos puentes, a las mismas distancias. Todos estaban ya sumamente aburridos. Después de aproximadamente diez días, Howard reunió a los hombres en el patio de armas y les dijo: «Oigan, estamos entrenándonos con un propósito especial». No mencionó la invasión —estuvo a punto de hacerlo— pero continuó: «Ya os daréis cuenta de que gran parte del entrenamiento que estamos realizando —por ejemplo, este asunto de tomar puentes— está relacionado con este propósito especial. Si alguno de vosotros menciona la palabra “puentes” fuera de las horas de entrenamiento y yo me entero, no hará el gran salto y acabará recibiendo una “RTU”». (Wally Parr le dijo a Irene la noche siguiente, por teléfono, que el Día D tomaría puentes).

Von Luck se había trasladado al este de Caen, entre el río Dives y el río Orne. Al igual que Hickman, von Luck planeó y puso en práctica sus defensas. Marcó las rutas de avance hacia zonas de reunión alternativas detrás de los puntos probables de invasión. Impuso zonas de descanso y de aprovisionamiento, asignó unidades de control de tráfico, marcó carreteras de circunvalación, y destinó cañones antiaéreos para la protección de carreteras. Mientras tanto, Hickman se dedicaba a realizar ejercicios en previsión a posibles ataques paracaidistas. Hasta el mayor Schmidt, en los puentes, comenzaba a tener una ligera sensación de urgencia. Estaba terminando sus búnkeres, y casi preparado para comenzar a colocar los postes antiplaneador. Los Gondrée observaban todo aquello y no decían nada, excepto a Madame Vion.

Howard pidió que la gente de topografía buscara en el mapa de Gran Bretaña y le encontrara algún lugar en el que las aguas de un río y las de un canal fluyeran una junto a la otra y fueran cruzadas por puentes en la misma carretera. Encontraron ese lugar en las afueras de Exeter. Howard trasladó hasta allí a toda la compañía y durante seis días, día y noche, atacaron esos puentes.

La gente de la ciudad se acercaba y miraba boquiabierta cómo los muchachos bajaban a toda prisa, lanzando granadas, haciendo estallar explosivos, enzarzándose en combates cuerpo a cuerpo, maldiciendo, gritando con todas sus fuerzas. Howard les hacía practicar todas las variantes posibles de la operación: aterrizando sólo un planeador, o todos los planeadores aterrizando sin seguir la secuencia adecuada, etc. Le enseñó a cada hombre las nociones básicas del trabajo de los zapadores; instruyó a los zapadores en las funciones de los pelotones; se aseguró de que cada uno de sus oficiales estuviera preparado para tomar el mando de toda la operación, en caso de que fuera necesario.

Howard insistía en que todos fueran competentes en el montaje y la utilización de los botes que llevaban para el supuesto de que los puentes fueran destruidos. El entrenamiento de ataque con botes era «bueno para la moral», según Howard, porque «inevitablemente siempre alguien caía al agua y ese pobre individuo se aseguraba de no ser el único en mojarse».

El lanzamiento de granadas trajo algunos problemas y también algo de diversión. Las granadas eran lanzadas al río, para tener pescado para la cena. El Ayuntamiento protestó en contra de esta pesca ilegal. También protestó diciendo que todo aquel asunto de correr por los puentes de aquí para allá y de lanzar granadas estaba debilitando seriamente las estructuras. (Hoy siguen sólidamente en pie). El propietario de una de las viviendas de la zona perdió algunas de las tejas de su tejado por una granada. Iracundo, se presentó ante Howard, quien se lo llevó a Priday, que le dio unos formularios para rellenar con el fin de conseguir que le arreglaran las tejas. Un mes después, sentado en un pozo de tirador en Normandía, Priday soltó una carcajada. Habían hecho el reparto de la correspondencia y entre las cartas había una que le había escrito el propietario de la casa a Priday, exigiendo saber cuándo iban a arreglarle el tejado.

Teniendo en cuenta todos aquellos entrenamientos, Howard trazó el plan definitivo. La clave era dejar el fortín fuera de combate y simultáneamente conseguir que un pelotón atravesara el puente y llegara al otro lado de la carretera. Eso tenía que conseguirse antes de que se disparara una sola bala, si era posible, y desde luego antes de que los alemanes estuvieran todos alerta. El fortín era una clave no sólo debido a su poder de fuego, sino porque era allí donde estaba situado el botón que podía destruir el puente. Howard destacó tres hombres del planeador n.º 1 (del pelotón de Brotheridge) para que se dirigieran rápidamente hacia el fortín y lanzaran granadas por las troneras. Para tomar posesión física de la otra orilla, Howard destacó a Brotheridge para que comandara al resto de su pelotón en el rápido cruce del puente. A ser posible, Howard quería que Brotheridge oyera el ruido sordo de las granadas explotando en el fortín a medio camino sobre el puente.

El planeador n.º 2, el del pelotón de David Wood, despejaría las defensas interiores, las trincheras y los nidos de ametralladoras a lo largo de la orilla este. El planeador n.º 3, el del pelotón de Sandy Smith, cruzaría el puente para reforzar a Brotheridge. En el puente del río, el procedimiento sería el mismo, con Priday en el planeador n.º 4 (el del pelotón de Hooper), Fox en el n.º 5, y Sweeney en el n.º 6.

Cada planeador llevaría a cinco de los treinta hombres del capitán R. K. Jock Neilson. El trabajo de los zapadores era moverse inmediatamente hacia los puentes, luego trepar por las vigas, cortando cables y mechas y buscando y deshaciéndose de los explosivos.

El plan fue ideado por John Howard. Sus superiores permitieron que él mismo lo elaborara y luego aprobaron su presentación final. Lo practicaba una y otra vez, hasta que los hombres quedaban agotados y demasiado tensos y aburridos como para seguir.

Pero cada vez que lo ensayaba, Howard descubría algo que había pasado por alto. Un día, por ejemplo, detuvo un ejercicio y dijo que había estado pensando que si sucedía esto y aquello, y esto y lo otro, necesitaría voluntarios que cruzaran nadando el canal con una ametralladora Bren para proporcionar fuego de enfilada. Así recuerda Howard la ocasión: «Hubo mucha competencia para esta arriesgada misión». Y Parr recuerda haber levantado la mano antes de que Howard tuviera tiempo de pedir voluntarios. Howard le pidió con impaciencia que la bajara. Parr continuó agitándola.

—Oh, está bien, Parr, ¿qué sucede?

—Bueno, señor —respondió Parr—, simplemente esto: como aquí Billy Gray y Charlie Gardner son nuestros nadadores más resistentes, ¿por qué no destacarlos a ellos?

—Excelente idea, Parr —dijo Howard, y así se hizo. Parr pasó el resto de la semana tratando de mantenerse alejado de Gray y de Gardner.

La última noche en Exeter fue la típica de desenfreno previa a la batalla. Howard les dio a los hombres la noche libre, entraban y salían de los pubs de Exeter, hubo peleas, ventanas rotas. El jefe de policía llamó a Howard por teléfono; Howard y Priday se metieron de un salto en un jeep y se dirigieron a toda velocidad hacia Exeter, que estaba a cinco kilómetros, «y cuando cruzamos el puente comenzó a seguirnos la policía por exceso de velocidad, y llegamos a la comisaría con escolta policial». Howard entró a zancadas en la oficina del jefe de policía y dijo: «Si encuentra al teniente Brotheridge, él le dirá cómo recuperar a los soldados». Luego, Howard miró a su alrededor y vio las medallas de la Primera Guerra Mundial del jefe de policía, «y supe con qué clase de tío estaba hablando, y le expliqué en muy pocas palabras que ésta era nuestra última noche libre, y su actitud fue absolutamente maravillosa». El jefe de policía movilizó a todos sus hombres para reunir a toda la Compañía D y escoltarla de regreso al campamento.

Brotheridge, de hecho, resultó no ser de ninguna ayuda, a pesar de que Howard lo había enviado junto con los hombres expresamente para ejercer una influencia tranquilizadora. Pero era demasiado parecido a los demás como para permanecer sobrio en una noche como aquélla. Además, tenía muchas cosas en la cabeza y necesitaba algún tipo de alivio mental. Su bebé nacería en menos de un mes, pero no podía esperar ver a su esposa antes, ¿y quién podía saber si la vería después? Estaba orgulloso de que Howard lo hubiera elegido a él para comandar el 1.er Pelotón, pero tenía que ser realista, todos sabían que el primer hombre que pusiera un pie sobre ese puente tenía muchas posibilidades de que le dispararan. No de morir, necesariamente, pero casi seguro de que le dispararan. Y existían las mismas posibilidades de que el puente explotara justo en la cara de ese primer hombre.

Para escapar de semejantes pensamientos, Brotheridge se había puesto a beber con sus sargentos, y cuando Howard llegó, Brotheridge estaba completamente borracho. Howard lo llevó de regreso al campamento, mientras los camiones llevaban a los hombres. La gente de Exeter y su jefe de policía nunca se quejaron.

A finales de mayo, la Compañía D se trasladó a Tarrant Rushton. En esta inmensa base, especialmente vigilada, en la que nadie entraba ni salía sin un salvoconducto, la compañía conoció a Jim Wallwork, John Ainsworth, Oliver Boland y los demás pilotos. A Howard le encantó notar que fueron absorbidos en la compañía como miembros de la familia con la misma rapidez que los zapadores.

Hasta qué punto la Compañía D dependía de los pilotos se evidenció rápidamente después de la llegada a Tarrant Rushton. Ahora que la compañía estaba completa, Howard era libre de hacer su reunión de planificación. Explicó los detalles del golpe de mano a todos, primero a los oficiales y después a la tropa.

Howard cubrió de fotografías aéreas de los puentes las paredes del barracón Nissen en el que se celebró la reunión de planificación. Tenía la maqueta en medio del salón. Mientras hablaba, los ojos de los oficiales y de los hombres demostraron un creciente interés, por la cantidad de inteligencia de la que disponían, por el carácter crucial de su tarea, y por la idea de ser los primeros hombres en tocar territorio francés. Pero lo que también constataron fue la extrema pequeñez de las zonas de aterrizaje, especialmente en el puente del canal. Después de examinar el sistema de trincheras alemán y de hablar de las armas y de los emplazamientos germanos, los oficiales —y más tarde lo hombres— quedaron absolutamente convencidos de que podrían tomar los puentes intactos. Es decir, podrían si —y sólo si— los pilotos aterrizaban en los lugares apropiados.

Ahora los pilotos vivían los últimos días de Deadstick. Con la ayuda de la industria cinematográfica británica, el Ministerio del Aire había hecho una película. Ojeando miles de fotografías, apenas ligeramente diferentes unas de otras, los productores realizaron una «película en movimiento» que representaba el vuelo real que harían los pilotos el Día D. La voz de un comentarista acompañaba a las imágenes.

«El espectador sentía que estaba en la cabina del aparato, pilotándolo», recuerda Wallwork. El comentarista citaba la altitud, la velocidad de vuelo y la localización. Cuando el planeador descendía, «tenías toda la sensación de estar cayendo en picado desde unos mil pies de altura, viendo cómo los campos de Francia se aproximaban hacia ti». El planeador se enderezaba, giraba, volvía a girar, y entonces aparecían los puentes. «Vas volando —decía Wallwork describiendo la película—, y sigues el rumbo y de repente ves la torre del puente acercándose más y más y entonces la película se corta en el momento en el que te estrellas». Los pilotos podían ver la película siempre que quisieran, y la miraban con frecuencia. «Era absolutamente fantástica —recordaba Wallwork—, tiene un valor incalculable».

Howard hacía reuniones informativas una y otra vez, por secciones y por pelotones. Les animaba a acudir al barracón siempre que lo desearan, para estudiar los mapas, las fotografías y la maqueta, y para hablar entre ellos acerca de sus tareas particulares.

El 29 de mayo, reunió a la compañía reforzada y habló de las técnicas y utensilios de huida. «Cosas propias de los Boy Scouts», dice Howard, que incluían una lima de metal cosida al blusón de combate, un botón de metal en los pantalones que contenía una brújula pequeñita, un pañuelo de seda con el mapa de Francia estampado en él, pastillas para purificar el agua y francos franceses. «Este tipo de cosas entusiasmaba muchísimo a los soldados —recuerda Howard—. Nunca he visto tanto entusiasmo por algo tan simple como eso». Billy Gray recuerda que todo el dinero francés fue apostado y perdido en dos horas.

Esa noche, en Normandía, von Luck estaba llevando a cabo una serie de ejercicios pensados para responder a cualquier desembarco, incluso de una fuerza de comandos, con un contraataque inmediato. Von Luck recuerda: «Lo tenía absolutamente claro; si se producía algún aterrizaje, había que lanzar un contraataque de inmediato para echar al enemigo al mar».

Ese día, el mayor Schmidt recibió un cargamento de trabajadores esclavos de la Organización Todt y los puso a trabajar cavando hoyos para postes antiplaneador, en lo que se suponía eran las zonas más probables de aterrizaje para planeadores. Comenzó por las zonas que rodeaban sus puentes. Los postes aún no habían llegado, pero se esperaba que llegaran de un momento a otro.

Cuando, el 30 de mayo, Howard y toda la Compañía D tuvieron la evidencia fotográfica de la existencia de estos hoyos, su primera reacción fue pensar que de alguna manera el gran secreto se había esfumado y que los alemanes sabían dónde tenían previsto aterrizar. Kindersley fue a visitar a Howard, suponiendo correctamente que Howard estaría desanimado.

«Sé lo de esas fotografías, John —comenzó a decir—, pero no hay nada de qué preocuparse». Howard expresó su miedo: todas esas fotografías tomadas por la RAF para la película de los pilotos, y esas fotografías tomadas cada mañana; seguramente habían provocado que los alemanes descubrieran cuál era el objetivo de la Compañía D, los puentes. Kindersley se rió. «John —dijo—, estamos sacando fotografías similares de todos los puentes que podrían ser un objetivo entre el Golfo de Vizcaya y Dunkerque».

Eso alivió una preocupación. Howard acudió a Wallwork con otra preocupación: «Suponiendo que los postes sean colocados dentro de los hoyos antes de que aterricemos, ¿cuáles serán entonces nuestras posibilidades?».

—Lo que queremos es justamente esto, que los coloquen —respondió Wallwork.

—¿Qué quieres decir? ¿A qué te refieres? —preguntó Howard.

—Bien, sabes que llegaremos un poco sobrecargados; el campo en el que aterrizaremos es muy estrecho y corto y lo que empeora aún más las cosas es que justo al final, donde se encuentra la carretera, hay un terraplén. Bueno, si llegamos hasta allí, ya sabes, sufriremos un tremendo choque; esto es lo que más me preocupa. Ahora bien, esos postes romperán nuestras alas, que ya sabes que son de madera contrachapada, y nos frenarán suavemente.

El rostro de Howard se iluminó: «Muy bien —dijo—, pues pasemos revista a la compañía». Reunió a los hombres, dejó que cuchichearan y hablaran entre dientes un rato, principalmente acerca de esos hoyos, y luego les explicó lo que Kindersley le había dicho acerca de las fotografías de todos los puentes, no sólo de los suyos. Luego le pidió a Wallwork que le dijera a la compañía lo que acababa de decirle, que los postes eran exactamente lo que necesitaban. Wallwork así lo hizo y los hombres quedaron satisfechos.

«Achácalo a la ignorancia —explica Wally Parr—, o llámalo como quieras, nosotros no conseguíamos imaginarnos la situación. Pero Johnny Howard decía que podía hacerse y Wallwork decía que podíamos hacerlo y ahí se acabó el asunto. Si Johnny Howard decía que podíamos hacerlo, podíamos hacerlo».

Además de los postes, Wallwork tenía que preocuparse por la petición de Howard de que se echase abajo la alambrada de espino con el morro de su Horsa, una tarea bastante complicada incluso para un planeador descargado a la luz del día y sobre una pista. Y su planeador y todos los demás estaban enormemente sobrecargados, con treinta o treinta y un hombres a bordo de cada uno, además de las municiones y el equipo. Había dos lanchas de asalto por planeador. Los zapadores llevaban equipamiento pesado. Los hombres llevaban diez kilos de peso suplementario en municiones, y aún estaban intentando agregar más cosas a su carga.

Wallwork le dijo a Howard que el peso suplementario podía hacer que el Horsa se volviera muy difícil de manejar, y que desde luego aumentaría la velocidad de vuelo, y por consiguiente la velocidad de aterrizaje, y eso requeriría una zona de aterrizaje más extensa. Howard le dijo al capitán Neilson de los Ingenieros Reales que se deshiciera de parte del peso dejando un zapador por planeador, pero Neilson convenció a Howard de que desde luego tenía que disponer de todos sus zapadores. Howard quitó un bote de cada planeador. No era suficiente, le dijo Wallwork. Había que quitar doscientos setenta kilos más por aparato.

Howard tomó una decisión a desgana. Habría que prescindir de dos soldados por pelotón. Fue una «decisión terrible», recuerda. La comunicó a los comandantes de pelotón y les dijo que seleccionaran a los hombres que iban a dejar. En el pelotón de Brotheridge, según Billy Gray, «Todos empezamos a gritar: “Parr está casado, que se quede Parr. ¡Dejemos a Parr!”. Y Wally dijo de inmediato que ni hablar y le permitieron quedarse».

Los tenientes escogieron a los hombres. Al día siguiente, dice Howard, «Había hombres pidiendo verme en la oficina de la compañía, llorando; un soldado aerotransportado alto y fuerte lloraba y me imploraba poder seguir en el equipo. Fue un momento muy emotivo, eliminar a toda esa gente en aquel momento; para ellos fue un momento espantoso».

En una de sus reuniones informativas, Howard había pedido que le formularan preguntas. «Señor —preguntó alguien con voz de pito—, ¿no podemos llevar un médico? Ya que vamos solos…». Howard pensó que era una idea excelente, le preguntó a Poett si podía conseguir un voluntario del cuerpo médico de la división, y el doctor John Vaughan se unió a la Compañía D. Eso significaba que había que dejar en tierra a otro soldado. Afortunadamente, un soldado del pelotón de Smith se torció el tobillo jugando al fútbol.

Vaughan tiene una anécdota muy buena para ilustrar la euforia de Howard antes de la invasión. El 31 de mayo, Vaughan y Howard fueron en coche hasta Broadmore. Howard conducía demasiado rápido, como siempre. Cuando llegaron, Howard frenó en seco y se encontró con el general de brigada Poett. Howard salió del jeep de un salto, un gran salto, se colocó frente a Poett, se cuadró, saludó grandilocuentemente y gritó: «¡Señor!».

La misma noche, Smith y Fox salieron a escondidas de Tarrant Rushton (ninguno de ellos puede recordar cómo lo consiguieron) para cenar en un hotel local con sus novias (ambos recuerdan vívidamente la comida y a las muchachas).

Esa tarde, Wallwork y los demás pilotos recibieron una serie especial de órdenes. Estas decían que el destinatario debía regresar a Gran Bretaña lo más pronto posible, y que esta orden anulaba todas las demás órdenes. Estaba firmada por «Bernard Law Montgomery». Poett también le dijo a Howard en privado: «Hagas lo que hagas, John, no dejes que esos pilotos entren en combate. Son demasiado valiosos como para ser sacrificados. Tráelos de regreso».

El 3 de junio, Howard recibió el último informe de inteligencia. El mayor Schmidt había terminado sus defensas; las trincheras a lo largo de las orillas del canal estaban listas, al igual que el fortín, y el cañón antitanque estaba en su sitio. La guarnición contaba con aproximadamente cincuenta hombres armados con seis ametralladoras ligeras, una ametralladora antiaérea, un cañón antitanque y una ametralladora pesada en su fortín. Un laberinto de túneles conectaba los búnkeres subterráneos y los puestos de combate. Se habían echado abajo más construcciones para abrir campos de fuego. Parecía que los postes antiplaneador ya habían llegado pero todavía no habían sido colocados.

Ese mismo día, el mismísimo Monty pasó por Tarrant Rushton. Pidió ver los planeadores y a John Howard. Quería saber si el comandante Howard creía que podía conseguir llevar a cabo el golpe de mano, y si estaba familiarizado con los detalles de la operación. Howard le aseguró que el trabajo se realizaría. Monty hizo un comentario de despedida en voz baja, pero muy conmovedor. «Trae de regreso todos los muchachos que puedas».

El general Gale también visitó a Howard. Reunió a sus tropas aerotransportadas a su alrededor y les ofreció su versión de un discurso alentador. Jack Bailey puede recordar solamente una frase: Gale dijo que «el alemán de hoy es como la novia de junio. Sabe lo que le espera, pero no sabe lo grande que va a ser».

El 4 de junio iba a ser el día, o más bien la noche, del ataque. La Compañía D estaba preparada, muriéndose de ganas porque llegara el momento. Se pusieron el uniforme de combate por la tarde, listos para subir a los planeadores. Corrió el rumor de que la misión se había suspendido. Habían esperado que algo así sucediera, debido a los fuertes vientos y lluvias que se extendían rápidamente por toda la zona, pero igualmente fue una gran desilusión. John Howard escribió en su diario: «Ha estallado una tormenta. ¡Qué suerte más cruel! Estoy más desanimado de lo que me atrevo a demostrar. Viento y lluvia, ¿cuánto durará? Cuanto más tarde en acabar, más preparados estarán los alemanes, y habrá más posibilidades de que haya obstáculos en la LZ. Le pido a Dios que mañana despeje».

Parr y su pandilla fueron al cine. Vieron Stormy Weather, con Lena Horne y Fats Waller como protagonistas, y les gustó bastante. Los oficiales se reunieron en la habitación de David Wood y liquidaron un par de botellas de whisky. Den Brotheridge cayó dos veces en un profundo estado de depresión y Wood lo escuchó recitar un poema que comenzaba así: «Si debo morir…». Pero pronto se recuperó.

A la mañana siguiente, la del 5 de junio, los oficiales y los hombres revisaron una y otra vez sus armas. Al mediodía, les dijeron que la operación se había puesto en marcha, que debían descansar, comer, y luego equiparse para la batalla. La comida fue sin grasas, para reducir los malestares durante el vuelo. No se comió mucho. Wally Parr explica la razón: «Creo que todos habíamos perdido el apetito por primera vez posiblemente en años». Luego, según cuenta Parr, estuvieron sentados sin hacer nada, «intentando parecer entusiasmados, pero no demasiado».

Llegó la tarde y los hombres subieron a los camiones para dirigirse hasta sus planeadores. Conformaban una imagen aterradora. Cada uno llevaba un fusil, un subfusil Sten o una ametralladora Bren, entre seis y nueve granadas y cuatro cargadores de Bren. Algunos llevaban un mortero; uno de cada pelotón tenía un aparato de radio sujeto en el pecho. Todos habían utilizado corchos negros o quemados para ennegrecerse la cara (Darky Baines, uno de los dos hombres negros de la compañía, miró a Parr cuando éste le entregó un trozo de corcho y le dijo: «Creo que no me molestaré en hacer eso»). Wood comentó que todos, oficiales y hombres, estaban tan sumamente cargados que «si te caías era imposible levantarse sin ayuda». (Cada soldado de infantería pesaba con todo el equipo 115 kilos, en lugar de los 95 previstos). Parr dijo que los alemanes se morirían de miedo sólo de verlos.

A medida que los camiones se acercaban a los planeadores, Billy Gray recuerda a «las muchachas del cuerpo femenino de la Fuerza Aérea y de la NAAFI a lo largo de la carretera, llorando». En los camiones, los hombres recibían sus códigos. La señal de reconocimiento era la «V», que debía ser respondida con «por la Victoria». La palabra en clave para la captura con éxito del puente del canal era Ham, y para el puente del río, Jam. Jack significaba que el puente del canal había sido tomado pero destruido; Lard significaba lo mismo para el puente del río. Ham y Jam. A la Compañía D le gustaba cómo sonaba, y cuando los hombres bajaron de los camiones, comenzaron a estrecharse la mano y decir: «Ham y Jam, Ham y Jam».

Howard los reunió a todos. «Era una imagen asombrosa —recuerda—. Se veía claramente que a los muchachos de menor envergadura les flaqueaban las rodillas bajo el peso de todo el equipo que debían cargar». Intentó decir unas palabras alentadoras pero, como él mismo confiesa, «En el fondo soy un hombre sentimental, razón por la cual no creo ser un buen soldado. Darles las gracias a estos muchachos me resultó tremendamente difícil. Mi voz sencillamente no era la mía».

Howard se dio por vencido ante el intento de encontrar inspiración, y les dijo a los hombres que subieran a los planeadores. Los oficiales los acompañaron a bordo, aunque no antes de que cada hombre, excepto Billy Gray, orinasen por última vez. Wally Parr escribió con tiza «Lady Irene» en el costado del planeador de Wallwork. Mientras los oficiales animaban efusivamente a los hombres que todavía estaban fuera, los que ya estaban dentro de sus planeadores comenzaban a instalarse.

Un soldado salió disparado de su planeador y corrió hasta perderse en la oscuridad de la noche. Más tarde, frente al tribunal militar, el soldado explicó que había tenido una inquebrantable premonición sobre su propia muerte en una colisión de su planeador.

Los oficiales entraron los últimos. Antes de subir a bordo, Brotheridge fue hasta el planeador de Smith, le estrechó la mano, y le dijo: «Nos vemos en el puente».

Howard dio una vuelta por todos los planeadores, estrechó las manos de los jefes de cada pelotón, y dijo algunas palabras de despedida. Les decía que acababa de hablar con el comandante del escuadrón de Halifax, quien le había dicho: «John, no te preocupes por el fuego antiaéreo; vamos a pasar por una zona sobre Cabourg en la que apenas hay fuego antiaéreo, y que hemos estado utilizando para llevarle pertrechos a la Resistencia y para recoger información y agentes».

Por último, Howard, llevando una pistola y un subfusil Sten, subió a su planeador, cerró la puerta, y le hizo una señal a Wallwork con la cabeza. Wallwork le dijo al piloto del Halifax que todo estaba listo para ponerse en marcha. Despegaron a las 22.56 horas del día 5 de junio y los otros planeadores les siguieron a intervalos de un minuto.

En Vimont, al este de Caen, el coronel von Luck acababa de llegar de un ejercicio, y después de comer algo se sentó a hacer el trabajo rutinario de oficina. En Ranville, el mayor Schmidt disfrutaba del vino y de su compañera. En el puente del canal, el soldado Bonck pensaba con alivio que sólo faltaba una hora para terminar su guardia nocturna. En el búnker, el soldado Romer se quejaba en sueños, consciente de que tendría que levantarse pronto para entrar en servicio.

El sargento Heinz Hickman llegó al puente y se identificó ante Bonck. Partía hacia la costa para recoger a cuatro jóvenes soldados. Cuando pasó junto al café de los Gondrée lamentó que estuviera vigente el toque de queda. El otro día había pasado por allí y le había gustado bastante.

En el café, los Gondrée se iban a la cama. En Oxford, Joy Howard hacía lo mismo. En el East End londinense, Irene Parr seguía despierta. Podía oír las concentraciones de aviones. Lo que escuchaba sonaba más fuerte que nada de lo que nunca antes había escuchado.