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DÍA D MÁS TRES MESES

HASTA DÍA D MÁS CUARENTA AÑOS

Después de una noche en Bulford, se concedió un permiso a la compañía. Howard condujo hasta Oxford, para un alegre reencuentro y un glorioso descanso. La mañana del 17 de septiembre, cuenta que «me levanté y vi todas esas concentraciones de aviones y planeadores y, por supuesto, supe que algo estaba sucediendo». Los aviones se dirigían hacia Arnhem. Howard sabía que Jim Wallwork y los otros pilotos estaban allí, «y en silencio le deseé suerte al viejo y querido Jim».

Howard no lo sabía, pero el sargento Thornton también estaba allí, con un grupo de paracaidistas. Cuando Thornton fue evacuado de Normandía, se recuperó rápidamente de su herida. Luego, en lugar de esperar a que la Compañía D regresara, fue trasladado a la 1.ª División Aerotransportada, superó su entrenamiento de salto y se integró en el 2.º Batallón del coronel John Frost.

Thornton luchó junto a Frost en el puente de Arnhem durante cuatro días y fue capturado con él. Cuando le sugerí que probablemente era el único hombre que había estado en los dos famosos puentes, lo negó modesta y discretamente, diciendo que debió haber otros en las mismas circunstancias.

Howard apenas podía imaginar semejante cosa, pero ninguno de esos planeadores que volaban sobre su cabeza transportaba grupos preparados para llevar a cabo golpes de mano, ni para el puente de Arnhem, ni para el de Nimega. Es posible que si la Compañía D hubiera estado disponible, alguien hubiera pensado en enviarla a los puentes. Las especulaciones acerca de qué hubiera logrado la compañía de Howard, conducida por Wallwork, Ainsworth, Boland, y los demás pilotos, en Arnhem y Nimega son unos de los «y si…» más exasperantes de la Segunda Guerra Mundial. Si el puente de Nimega hubiera sido tomado en un golpe de mano, los paracaidistas estadounidenses no habrían tenido que librar una batalla desesperada para tomarlo. Más bien hubieran podido levantar un perímetro defensivo, suficientemente sólido como para mandar hombres camino de Arnhem. En Arnhem, con la ayuda de planeadores, Frost podría haber ocupado ambos extremos del puente, simplificando de este modo enormemente sus problemas.

Pero el destino no quiso que así fuera. La Compañía D no había sido retirada de Normandía hasta después de convertirse en un resto agotado y maltratado, y evidentemente ninguna otra compañía podía ocupar su lugar. Desde luego, no había grupos entrenados en golpes de mano en los planeadores que sobrevolaban a Howard. Observó cómo se reunían y se dirigían hacia el este, y una vez más les deseó buena suerte.

A finales de septiembre de 1944, diez días después de lo de Arnhem, Howard volvió a presentarse en Bulford. Se propuso reconstruir la Compañía D. Los refuerzos volvieron a dejarla al completo; el trabajo de Howard consistía en convertir a los reclutas en verdaderos soldados aerotransportados. Comenzó con los principios básicos: entrenamiento físico y de armas. A mediados de noviembre estaba listo para iniciar la formación de los reclutas en guerra urbana, utilizando munición real. Escogió una zona de Birmingham, hizo lo necesario para que los hombres tuvieran alojamiento y regresó a Bulford.

El lunes 13 de noviembre, Howard decidió pasar la noche con Joy, ya que Oxford estaba de camino a Birmingham. Trajo con él a dos residentes en Oxford, el cabo Stock y su nuevo segundo, el capitán Osborne. A pesar de que Stock era su conductor, Howard insistió en coger el volante porque Stock no conducía lo suficientemente rápido para su gusto.

Alrededor de las cinco y media, justo cuando comenzaba a anochecer, en una carretera estrecha y serpenteante, se encontraron con un convoy de camiones de seis toneladas. Estaban en una curva a la derecha. De repente, sin advertencia alguna, Howard vio «un camión de seis toneladas frente a mí. Había abandonado su lugar en el convoy y evidentemente estaba cambiando de carril. Todo sucedió muy rápidamente».

Chocaron de frente. Howard fue lanzado hacia un lado; se rompió ambas piernas, la cadera derecha y la rodilla izquierda. Stock y Osborne escaparon con lesiones menores.

Howard fue llevado a un hospital en Tidworth, donde estuvo en estado crítico durante tres semanas. Joy hacía el largo viaje cada día para visitarlo. En diciembre, utilizando sus contactos en la policía de Oxford, Howard se hizo trasladar a un hospital de Oxford. Estuvo allí hasta marzo de 1945.

La Compañía D luchó en la Batalla de las Ardenas, luego estuvo en vanguardia en el cruce del Rin y participó en el avance hasta el Báltico. Los pilotos de planeadores que volvieron de Arnhem, volaron de nuevo en el cruce del Rin.

Howard salió del hospital con muletas. Para cuando terminó su permiso de convalecencia, la guerra en Europa también había finalizado. Cuando se presentó para reintegrarse al servicio, se enteró que los Ox and Bucks se dirigían hacia Extremo Oriente para otra operación con planeadores. El comandante de batallón le preguntó a Howard si podría ponerse en forma a tiempo. Parecía que las autoridades querían ascenderlo y convertirlo en segundo jefe del batallón.

Howard comenzó inmediatamente un programa de entrenamiento, corriendo en una pista que había cerca de su casa. El segundo día que intentó dar unas vueltas, se dislocó la cadera derecha y la pierna derecha se le quedó inmovilizada. No había dejado que sus heridas se curaran correctamente y el esfuerzo de la cadera al correr hizo que se atascara, lo que afectó a los nervios que recorrían la pierna. Howard regresó al hospital para ser operado nuevamente. Cuando salió esta vez, la guerra en Asia había acabado.

Quería quedarse en el Ejército y hacer carrera, «pero antes de darme cuenta de dónde estaba me echaron, me licenciaron por invalidez. No sentía los pies».

Howard entró en la Administración Pública, primero en la Comisión Nacional de Economía, luego en el Ministerio de Alimentación. En 1946, tuvo una audiencia con el Rey en el Palacio de Buckingham. El 6 de junio de 1954, en el décimo aniversario del Día D, recibió una Croix de Guerre avec Palme de parte del gobierno francés, que ya le había puesto un nombre nuevo al puente del canal, llamándolo puente Pegasus. Más tarde, a la carretera que cruza el puente le pusieron el nombre de Explanada del comandante John Howard.

Howard ejerció como asesor de Darryl Zanuck en el rodaje de la película El día más largo. Interpretado por Richard Todd, Howard tenía un papel importante en la película, lo cual por supuesto le encantó. Estaba menos contento por la intención de Zanuck de reforzar la parte dramática en detrimento de la veracidad. Zanuck insistía en que tenía que haber explosivos colocados debajo del puente. Fue Zanuck, no Howard, quien se impuso en el puente en esta ocasión. (En la película, se ve a los zapadores quitando explosivos de debajo del puente y lanzándolos al canal).

En 1974, Howard se jubiló. Él y Joy viven en una pequeña pero confortable casa en la pequeña localidad de Burcot, a menos de diez kilómetros de Oxford. Terry y Penny viven lo suficientemente cerca como para que los nietos puedan hacerles asiduas visitas a sus abuelos. Como pensionistas que son, los Howard no viajan mucho, pero John se las arregla para regresar al puente Pegasus el 6 de junio de casi cada año. Su cadera y sus piernas están tan destrozadas que necesita un bastón para moverse, y además se mueve con mucho dolor, pero toda su enorme energía vuelve a fluir cuando ve su puente, saluda a Madame Gondrée, y comienza a hablar de aquellos hombres que hicieron posible llegar a este especial aniversario. Sweeney y Bailey normalmente están allí, y a veces Wood, Parr, Gray, y alguno más.

Von Luck pasó el resto del otoño de 1944 luchando contra la División Blindada francesa del general Leclerc. A mediados de diciembre, combatía en el flanco sur de la Batalla de las Ardenas. Se sorprendió al comprobar lo mucho que habían mejorado los estadounidenses desde febrero de 1943, cuando había luchado contra ellos en la Batalla del Paso de Kasserine. En la primavera de 1945, la 21.ª División Panzer fue enviada al Frente del Éste para unirse a la defensa de Berlín. A finales de abril, por entonces ya rodeado, Von Luck recibió órdenes de abrirse paso a través de las líneas rusas y luego mantener el camino despejado para que el Noveno Ejército pudiera escapar y rendirse a los estadounidenses. Antes de atacar a los rusos, Von Luck reunió a lo que quedaba de su regimiento y dio una pequeña charla.

«Ahora estamos aquí —comenzó a decir—, y creo que es más o menos el fin del mundo. Por favor olvidaos del Reich de los mil años. Por favor, olvidaos de eso. Y os preguntaréis: Entonces ¿por qué vamos a luchar de nuevo? Yo os digo, hay una sola razón por la que estáis luchando, es por vuestras familias, vuestra tierra, vuestra patria. Pensad siempre en lo que pasará cuando los rusos ataquen a vuestras esposas, a vuestras pequeñas hijas, vuestra localidad, nuestra patria».

Los hombres lucharon hasta que se quedaron sin municiones. Von Luck les dijo: «Muy bien, ahora todo ha terminado, todo el mundo es libre de ir a donde quiera». El propio Von Luck fue a presentarse ante el comandante del Noveno Ejército y fue capturado por los rusos. Lo enviaron a un campo de prisioneros de guerra en el Cáucaso, en el que pasó cinco años trabajando en una mina de carbón. En 1951 se trasladó a Hamburgo, donde se convirtió en un muy exitoso importador de café que triunfó por su propio esfuerzo.

Desde mediados de los años setenta, la academia militar sueca ha reunido a Von Luck y a Howard para dar charlas sobre liderazgo. Hicieron buenas migas desde un principio y han llegado a apreciarse más tras cada encuentro anual. Hoy puede decirse que son muy buenos amigos. «La guerra ha terminado», comenta Howard.

El sargento Heinz Hickman pasó el resto de la guerra en Inglaterra como prisionero. Le gustó tanto el país que cuando lo enviaron en barco a casa, solicitó un visado para volver. Como era de esperar, se lo concedieron y emigró a Inglaterra, consiguió trabajo, se casó con una muchacha inglesa y se quedó a vivir. Un día a principios de los años sesenta, uno de sus amigos del trabajo le dijo que esa noche había una reunión de paracaidistas y, como viejo paracaidista que era, quizá quisiera asistir. Hickman asistió. Allí vio a Billy Gray, el mismo hombre con el que se había enfrentado veinte minutos después de la medianoche del 6 de junio de 1944, frente al café, en la clásica postura de piernas abiertas, con la ametralladora en la cadera, sin dejar de disparar.

Hickman no reconoció a Gray, por supuesto, pero durante la noche Gray sacó algunas fotografías del puente Pegasus y comenzó a explicar el golpe de mano. Hickman miró las fotografías. «Yo conozco ese puente —dijo—. Ése es el puente sobre el Canal del Orne». Él y Gray se pusieron a hablar. Más tarde se visitaron en sus respectivas casas. Nació una amistad. Con el transcurrir de los años, esa amistad fue creciendo y profundizándose hasta que hoy en día pueden considerase amigos íntimos. Se toman el pelo el uno al otro diciendo lo malos tiradores que eran en su juventud. «La guerra ha terminado».

El general sir Nigel Poett, KCB (Caballero de la Orden del Baño), DSO (Orden de Servicios Distinguidos), tuvo una distinguida carrera militar. Ahora, jubilado, vive cerca de Salisbury. El comandante Nigel Taylor, MC (Cruz Militar), es notario y vive cerca de Malvern. Richard Todd sigue dedicándose a su muy exitosa carrera de actor. (Cuando lo entrevisté, estaba haciendo de protagonista en The Business of Murder en Mayfair). El comandante Dennis Fox, MBO, siguió prestando servicio como soldado durante diez años más tras la guerra, luego se convirtió en un ejecutivo de la ITV, una cadena privada de televisión. El coronel H. J. Sweeney, MC, también permaneció en el Ejército hasta cumplir los cincuenta y cinco años; hoy Tod es el director general del refugio de mascotas de Battersea cerca de Old Windsor, y es el director de la asociación de veteranos del Regimiento de Ox and Bucks.

El comandante R. A. A. Smith, MC, se convirtió en el director de las compañías Shell y BP en India; hoy en día retirado, Sandy vive en Chedworth y organiza viajes especiales por ese país. El coronel David Wood, MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico), siguió prestando servicio como soldado hasta su jubilación. Organizó visitas de la Escuela de Estado Mayor al puente Pegasus, donde Howard y Taylor solían dar conferencias acerca de lo sucedido. Hoy David vive sus años de jubilación en una casa de campo en Devon.

El sargento jefe Oliver Boland, DFM (Medalla de Vuelo Distinguido), vive tras su jubilación cerca de Stratford-upon-Avon. Jack Bailey se quedó en el Ejército convirtiéndose en sargento mayor regimental. Hoy en día, Jack es jefe de administración en una empresa londinense y vive en Catford, cerca de donde vive Wally Parr. El doctor Vaughan sigue ejerciendo en Devon.

El sargento jefe Jim Wallwork trabajó como vendedor durante la década que siguió al final de la guerra. En 1956, emigró a la Columbia Británica, donde hoy se ocupa de una granja de ganado al pie de las montañas al este de Vancouver. Desde su porche, Jim tiene la grandiosa vista de un inmenso valle cayendo frente a él. La clase de vista que tiene un piloto de planeador en su último acercamiento a la zona de aterrizaje.

El cabo Wally Parr quería quedarse en el Ejército, pero con esposa e hijos decidió que tenía que dejarlo. Regresó a Catford, donde vive hoy con Irene. Uno de sus hijos trabaja con él —dirige una empresa de limpieza de ventanas— y el otro es un prometedor músico. Hoy en día es tan imparable como hace cuarenta años.

Wagger Thornton vive tranquilamente con su esposa sus años de jubilación en el sur de Londres. Sus hijos son licenciados universitarios con títulos superiores y ya tienen carreras profesionales exitosas. En pocas palabras, están aprovechando la libertad que Wagger ayudó a conservar cuando disparó su Piat a las 01.00 horas del 6 de junio de 1944. (Todavía maldice al arma llamándola «saco de basura»).

Según tengo entendido, ya no quedan planeadores Horsa intactos que sigan volando. Zanuck consiguió los cianotipos del Horsa y construyó uno para El día más largo. El Ministerio del Aire juzgó que el diseño era intrínsecamente malo, que la aeronave no podía volar, y que por lo tanto Zanuck no podía obtener un permiso para atravesar con él el Canal, como él había esperado poder hacer. Zanuck tuvo que desmontar el aparato, traerlo de vuelta en barco, y volver a montarlo en Francia.

La maqueta del puente y la zona circundante, la que Howard y sus hombres estudiaron tan atentamente en Tarrant Rushton, está hoy en el Museo de las Fuerzas Aéreas, en Aldershot.

Bénouville tiene algunas casas nuevas, ha crecido un poco, pero esencialmente sigue estando igual que el 6 de junio de 1944. Al igual que Ranville, donde está enterrado Den Brotheridge, debajo de un árbol, en el cementerio militar británico.

El café Gondrée sigue en el mismo sitio, lo único diferente son los retratos que cuelgan de la pared, los de John Howard, Jim Wallwork, Nigel Taylor y el resto de los hombres que llegaron para liberar a Francia y a los Gondrée.

Durante los siguientes cuarenta años, Madame Gondrée dirigió su pequeño café con mucho estilo. Verla un día 6 de junio, rodeada de sus muchos amigos de la Compañía D y del 7.º Batallón, charlando alegremente, recordando el gran día a pesar de los muchos años que habían pasado, era ver una mujer feliz. Antes de morir a finales de los setenta, su esposo, Georges, hizo muy buenos amigos entre los británicos, y un lugar especial lo ocupó Howard. Jack Bailey iba a cazar patos con Gondrée cada año.

Cuando entrevisté a Madame Gondrée, le pedí que me describiera la vida durante la ocupación. Dejó salir un torrente de palabras, párrafos o incidentes salpicados por sinceras expresiones de «Mon Dieu! Mon Dieu!». Vertió su odio sobre los alemanes. Se habían llevado a todos los hombres jóvenes. Se llevaron toda la mejor comida y bebida. Olían muy mal. Le disparaban a la gente. Todo el mundo tenía que trabajar para ellos. Había arrestos sin razón alguna. Y existía una razón por la que los Gondrée podían ser arrestados, por eso vivían con pavor. Lo peor era tener que servirles comida y cerveza.

En pocas palabras, Madame seguía odiando a los alemanes y no les permitía entrar en su cafetería. Cuando Zanuck estaba rodando El día más largo quiso que soldados alemanes a medio vestir salieran de un salto por las ventanas del café mientras la Compañía D atravesaba el puente en tromba. Madame chillaba, gritaba, corría de un lado para otro agitando los brazos, gritó «Mon Dieu! Mon Dieu!», y le aseguró a Zanuck que ella nunca, nunca había tenido alemanes durmiendo en su casa, y que desde luego debía quitar esa escena del guión. A diferencia de Howard, Madame se salió con la suya con Zanuck. La escena fue eliminada.

Cuando Howard iba al café en los años setenta y principios de los ochenta, a veces llevaba con él a Hans von Luck. Howard le dijo a Madame que Von Luck podía parecer sospechosamente alemán, pero que de hecho era sueco. Además de los alemanes, Madame también era partidaria de dar muerte a los comunistas, especialmente a los comunistas franceses.

Tenía hijas y nietos y muchos amigos. En pocas palabras, una vida rica y plena.

Justo antes de la celebración del cuadragésimo aniversario, Madame cayó enferma. Los reporteros y los equipos de televisión la habían molestado tanto durante las semanas previas a las ceremonias que colocó un cartel en la puerta de su café: «No se reciben reporteros, no se hacen entrevistas». Se metió en la cama.

Sin embargo, se recuperó para las ceremonias y el día del aniversario fue a los servicios religiosos en el cementerio de Ranville, apoyándose en el brazo de Howard, llevando un bastón en la otra mano, pero con la cabeza orgullosamente en alto. Le presentaron al príncipe Carlos, quien mantuvo una animada conversación con ella en francés. Ella le presentó a sus hijas, Georgette y Arlette. Luego el príncipe se dirigió a John Howard, exclamando: «Oh, sé todo sobre usted». Howard habló de algunos de sus pilotos, incluyendo a Wallwork, Boland y Geoff Barkway, del planeador n.º 3. El príncipe Carlos también los conocía a todos ellos. Hablaron del planeador Horsa.

Para Madame, a quien la prensa británica la llamaba la «Madre de la 6.ª División Aerotransportada», la emoción pareció ser demasiada. Cuando las ceremonias acabaron, regresó a su café y a su cama.

A medianoche, Howard y veinte supervivientes de la Compañía D se encontraron en el puente, entre otros estaban Jack Bailey, Wally Parr, Paddy O’Donnell, Jim Wallwork, David Wood, Oliver Boland, Sandy Smith, John Vaughan, Tod Sweeney y Wagger Thornton. En reuniones anteriores, Madame había llevado champagne a las 00.16 horas del día 6 de junio, pero no pudo hacerlo en 1984. Georgette y Arlette Gondrée, junto con Penny, la hija de Howard, ocuparon su lugar. Los corchos saltaron exactamente a las 00.16 horas. La fiesta duró hasta pasadas las 03.00 horas.

A la mañana siguiente, las muchachas Gondrée y Howard quisieron llevar rápidamente a Madame al hospital, pero ella se negó a ir hasta después de que Howard y el resto de los veteranos británicos abandonaran Normandía. Una hora después de que John Howard se fuera en su coche para coger el ferry, el día 8 de junio, ella aceptó entrar en el hospital. Murió allí el 2 de julio de 1984.

El canal ha sido ensanchado aproximadamente un metro y medio y la torre del agua ha desaparecido. La casa está intacta. El fortín de ametralladoras que Jack Bailey eliminó y John Howard utilizó como puesto de mando sigue estando allí, formando los cimientos de la casa en la que vive el hombre que dirige el puente giratorio. Los búnkeres han sido todos rellenados. El cañón antitanque y su emplazamiento, donde Wally Parr se divirtió tanto, siguen estando allí. Hay tres piedras que señalan los lugares en los que tomaron tierra los tres planeadores.