Capítulo 31

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TRES semanas más tarde, la mañana en que cumplía cincuenta años, bajé al caserío montado en Estrella Dorada para recoger la correspondencia.

Había una nota de Eliza. Decía simplemente:

¡Feliz cumpleaños para ambos! Mañana me voy a Marte.

El mensaje había sido enviado hacía dos semanas, según el matasellos de correos. También encontré noticias más recientes:

Lamento informarle que su hermana falleció en Marte a causa de un alud. Firmaba: Fu Manchú.

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Leí esas trágicas noticias de pie en el viejo portal de madera de la oficina de correos, situada junto a la pequeña iglesia.

Una sensación extraordinaria se apoderó de mí y en un primer momento pensé que era una reacción psicológica, el primer asalto del dolor. Parecía como si hubiese echado raíces en el portal. No podía levantar los pies. Además sentía que mis rasgos se estiraban hacia abajo como cera que se derrite.

La verdad era que se había producido un espantoso aumento de la fuerza de gravedad.

Hubo un gran estrépito en el interior de la iglesia. La campana se había desprendido de la torre.

Luego atravesé el suelo del portal y fui violentamente arrojado a la tierra.

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Por supuesto que mientras tanto en otras partes del mundo se rompían los cables de los ascensores, se estrellaban los aviones, se hundían los barcos, se rompían los ejes de los automóviles, se derrumbaban los puentes y ocurrían toda clase de cosas por el estilo.

Fue espantoso.

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