El diplomático americano E. G. Squier halló el año 1863 en Cuzco, en la meseta andina del Perú, un cráneo humano que data de alrededor del año 2000 a. C. Un pequeño huesito rectangular había sido trepanado de la cubierta del cráneo. Squier entregó su hallazgo al antropólogo francés Paul Broca (1824-1880), el descubridor del centro del habla en una circunvalación del cerebro anterior. Broca encontró dentro del cráneo seis filamentos finos como cabellos y diagnosticó una infección ósea, lo que le indujo a deducir, que el paciente había sido objeto de una intervención quirúrgica.

Como se ve, las operaciones del cráneo no constituyen ninguna hazaña de nuestra época. Lo que sí sorprende es que aún en estos tiempos haya gente que se estremece al leer sobre operaciones al cerebro: todos deberían alegrarse a la vista de progresos que pueden liberar al hombre de antiguas dolencias. Pero la lucha contra las enfermedades no es el único acicate para la investigación médica. Lo que quisiera ahora mostrar es cómo las necesidades de la navegación espacial en el futuro son igualmente un importante estímulo para el desarrollo de nuevas técnicas en este campo.

En el Metropolitan General Hospital, Cleveland, USA, trabaja el neurocirujano profesor Robert Y. White, quien estudia la posibilidad de tratar la apoplejía mediante intervenciones quirúrgicas en el cerebro. White se basa en investigaciones de colegas de la Universidad de Keo, en Tokio, quienes realizan operaciones previo enfriamiento de los cerebros a una temperatura de alrededor de seis grados: a una temperatura de 36 grados, sólo habrían escasamente tres minutos disponibles para ejecutar la operación. Desde hace algunos años, White experimenta con cerebros de monos enfriados, y su hazaña de haber logrado mantener con vida durante tres días un cerebro de Rhesus separado de su cuerpo causó sensación en el mundo médico. White logró el «cerebro separado» conectando sus vasos sanguíneos a la arteria carótida de un congénere vivo. Herbert L. Schrader, que presenció uno de los experimentos, relata:

«El cerebro separado vive. Emite impulsos eléctricos como cualquier cerebro viviente; puede sentir dolor, temor… posiblemente duerma, a lo mejor sueña. Pero este fragmento de la personalidad del primate no puede ver ni oír ni palpar. El cerebro ya no recibe información del mundo exterior porque todas las vías sensoriales han sido interrumpidas. Tampoco puede escapar porque ya no tiene cuerpo que ejecute sus órdenes. Pero puede impartir instrucciones puesto que la central nerviosa ha quedado intacta y está siendo irrigada con sangre de otro mono. Nadie sabe lo que pasa en tal cerebro porque hasta ahora no se ha logrado descifrar la escritura de sus impulsos eléctricos. Para el científico es sólo un complejo de varios millones de células nerviosas que tienen su metabolismo y emiten impulsos eléctricos».

Los colaboradores del profesor White son de la opinión que en el cerebro separado del cuerpo, el proceso se lleva a cabo con mayor rapidez y exactitud que en un cerebro «cargado» con todo el organismo. En su estado de separación, el cerebro es solamente un depósito de información que tomó de los miembros y de los órganos, pero está completamente intacto y capacitado para impartir órdenes con rapidez.

El desarrollo natural de estos experimentos llevará al acoplamiento de un cerebro separado a un ordenador. El especialista californiano del cerebro, doctor Lawrence Pinneo, ha procedido a reemplazar un pequeño sector del cerebro de un mono por un computador. Mediante la nueva técnica pudieron controlarse los movimientos del brazo del animal.

El profesor Delgado, de la Universidad de Yale, fue todavía más allá: procedió a insertar varias sondas en el centro de agresión del cerebro de la mona Paddy, intercalando además un minúsculo transmisor bajo la piel. Cuando Paddy se enojaba, Delgado oprimía unos botones del dispositivo de comando y la mona (que durante todo el experimento no experimentaba ningún dolor) se ponía mansa como un cordero.

El cirujano londinense del cerebro, profesor Giles Brindley, ya está experimentando con cerebros humanos. Bridley insertó ochenta pequeños electrodos en el encéfalo de una anciana ciega, lo que permitió a la señora volver a reconocer las figuras geométricas. En la clínica de la Universidad de New Orleans, se hizo la experiencia de implantar a tres hombres electrodos en el centro que regula la actividad sexual: con un dispositivo de comando que se lleva en el bolsillo del pantalón o se esconde bajo la almohada quedan, cuando lo desean, en óptimas condiciones para ejecutar el acto sexual. Estos afrodisíacos técnicos pueden tener un gran porvenir en nuestro mundo moderno cargado de tensión…

La biotécnica (bioingeniería) es aún un tierno retoño en el concierto de las ciencias, pero evoluciona rápidamente bajo la presión de las necesidades. El desarrollo de la biotecnia está sólo comenzando. ¿Conseguirán construir el Kyborg, aquella combinación de cerebros separados y computadores? Incuestionablemente. El doctor R. M. Page, Washington, director del Laboratorio de Investigación de la Marina de los EE. UU., ha puesto bajo consideración el proyecto de transmitir ideas, planes y órdenes a un computador por intermedio de un cerebro separado —libre de todo influjo—. ¿Cuándo se pondrá en ejecución este proyecto? El profesor Robert L. Sinsheimer, California Institute of Technology, Pasadena, USA, opina sobre las perspectivas de la investigación científica:

«La historia de la ciencia y de la técnica muestra que, especialmente en este siglo, los hombres de ciencia casi siempre han errado —especialmente los conservadores— cuando han aventurado pronósticos sobre el tiempo que tardarían en encontrar aplicación práctica los nuevos descubrimientos hechos por la investigación científica».

El kyborg se hará imprescindible porque solamente los doce mil millones de células nerviosas con las cien mil millones de células del tejido intersticial están en condiciones de almacenar los conocimientos de nuestra época para su empleo en el futuro. Lo que contienen realmente los 1300-1800 gramos de nuestra masa cerebral solamente quedará de manifiesto al final de esta amplia investigación. Únicamente el kyborg vendrá a demostrar que, hasta ahora, sólo hemos utilizado una ínfima parte del inmenso depósito de nuestra sustancia gris.

La importancia que tiene la investigación relativa al cerebro y la cirugía cerebral para el bienestar de la humanidad es tan patente que huelga todo comentario, pero también resulta de palmaria evidencia la importancia de esta rama de la medicina para la navegación espacial en el futuro. Sólo hay dos posibilidades para un viaje a los astros. Si en el curso de los próximos decenios no logramos construir mecanismos de propulsión capaces de llevar las naves espaciales a una velocidad cercana a la de la luz (400 000 kilómetros por segundo), entonces no será posible ni siquiera el viaje a la estrella más próxima, Próxima Centauri: esta estrella está a 4,3 años-luz de nosotros, y 3000 años terrestres de vuelo son una fantasía absurda. El tiempo, esta gigantesca valla para la realización de los vuelos espaciales podría ser salvado por el kyborg. El cerebro separado —alimentado con sangre fresca mezclada con un líquido nutritivo— se conecta a un ordenador y hace las veces de central de comando de la nave. Según opinión de Roger A. Macgowan, un científico práctico, el kyborg irá evolucionando hasta llegar a convertirse en un «ser» electrónico cuyas funciones estarán programadas en un cerebro separado, quien se encargará de transformarlas en órdenes. El kyborg no envejece, no enferma, no se resfría ni tiene lagunas en la memoria: sería el comandante ideal para una nave espacial. En esta forma podría salvarse la inmensa distancia entre nosotros y las estrellas…

El progreso de la técnica de la navegación espacial ha sido tan rápido que resulta útil recordar que las primeras mediciones en las cercanías de la Luna fueron hechas por la sonda Lunik II el 13-9-59. Sólo diez años más tarde, en 1969, comenzaron los vuelos tripulados a la Luna. Hasta este año, que abrió el espacio al hombre, tuvieron lugar los siguientes:

vuelos no tripulados USA URSS
en órbita terrestre 529 272
incrustándose en la superficie de la Luna 12 6
en órbita lunar 6 5
incrustándose en la superficie de Venus 2
en órbita solar 11 8
vuelos tripulados 15 9
revoluciones en torno a la Tierra 840 310
horas-piloto en el espacio 2773 533

El primer objeto volador construido por el hombre que salió de nuestro sistema solar fue la sonda Pioneer F que fue disparada en marzo de 1972 en Cabo Kennedy; esta sonda seguirá viaje indefinidamente. A fines de febrero de 1973 el Pioneer F pasó por las cercanías del mayor planeta de nuestro sistema solar, Júpiter (perímetro ecuatorial 143 640 Km.). Con una masa 318 veces mayor que la Tierra, Júpiter es más grande que todos los planetas juntos.

Después, Pioneer F abandonará nuestro sistema solar. Ya el lanzamiento de la sonda, con casi 300 Kg. de peso, causó sensación: lanzada al espacio mediante un cohete Atlas-Centauro de tres etapas, debió alcanzar una velocidad de 52 000 kilómetros por segundo a fin de entrar en una curva balística tangencial al planeta Júpiter. Aquí se batieron todos los récords de velocidad.

El aspecto más interesante del lanzamiento del Pioneer F en febrero de 1973 es la placa de aluminio-oro que lleva a bordo. Los astrofísicos y exobiólogos americanos Carl Sagan de la Universidad de Cornell y Frank Drake del Centro de Investigación Astronómica de los EE. UU. consiguieron que la sonda incluyese una placa de aluminio recubierta de oro de 15,20 X 1,27 centímetros conteniendo un mensaje destinado a posibles inteligencias extraterrestres (Figura 54).

Naturalmente, el texto del mensaje no podía estar redactado en ninguno de los idiomas conocidos ya que con toda seguridad no sería comprendido. Sagan y Drake inventaron una escritura ideográfica que, en su opinión, sería comprensible para todos los seres inteligentes. ¿Qué mensaje debería contener la placa?

¿De dónde viene Pioneer F? ¿Quién lo lanzó al espacio? ¿Cuándo fue lanzado? ¿Cuál es el planeta de origen? Como dibujo que no necesita ser descifrado, se grabaron al pie de la placa el Sol con sus nueve planetas. Las distancias de los planetas al Sol se indicaron con signos del sistema binario de numeración. Por ejemplo, si Mercurio tiene una distancia al Sol de diez unidades —expresado en el sistema binario como 10 10—, entonces la Tierra dista 26 unidades (11 0 10) del Sol. Siendo que el sistema binario de numeración es el «lenguaje» de todos los ordenadores lógicamente construidos, sería, dicen Sagan y Drake, el más fácil de comprender por nuestros supuestos seres inteligentes. A la derecha de la placa está esquemáticamente representado el Pioneer F sobre la trayectoria Tierra-Júpiter. Delante se ven un hombre y una mujer desnudos. El hombre alza su mano derecha en señal de paz. La mitad izquierda muestra la posición del Sol con 14 líneas que lo sitúan en relación a fuentes de energía cósmica, quedando siempre las distancias marcadas con la notación binaria. En esta forma queda indicada la época de lanzamiento. La flecha que sale del tercer planeta indica que el mensaje fue disparado desde la Tierra (el tercer planeta de nuestro sistema en orden de distancia al Sol). Como «clave» se ve en el ángulo superior izquierdo un esquema que representa un átomo de hidrógeno, cuya estructura es la misma en todo el universo.

Con estos datos hasta podría deducirse la estatura de la mujer: la longitud de onda del átomo de hidrógeno en el análisis espectral (representada en la placa por una línea simbólica de 20,3 centímetros que parte del Sol) habría que multiplicarla por el número binario 10 00, marcado al lado de la mujer, y que corresponde a un «8» en nuestro sistema de numeración: 8 X 20,3 = 162,4 que sería la estatura de la Eva de la placa: 162,4 cm.

En Nueva York, me fue posible conseguir una entrevista con el doctor Frank Drake. Le pregunté por qué habían enchapado en oro la placa de aluminio.

—Teóricamente, la sonda parte en un viaje de 28 000 millones de kilómetros, pero también podría continuar su viaje por unos 3000 años luz (un año luz representa una distancia de 9461 billones de kilómetros, que es el camino recorrido por la luz en un año). Si deseamos que después de un viaje semejante nuestra placa pueda aún ser descifrada por alguien, es necesario protegerla de la corrosión. Lo más económico era fabricarla de aluminio revestida de oro.

—¿A quién va destinado el mensaje?

—A cualquier inteligencia que pudiese algún día descubrir la sonda y someterla a examen e interpretación. Pero el solo hecho de enviar un mensaje cósmico lo interpretamos Sagan y yo como un signo prometedor de una civilización que no solamente está a la espera de recibir mensajes del cosmos sino que ella misma toma la iniciativa y envía estos mensajes.

Me parece que la NASA aprovechó una excelente oportunidad para enviar informaciones a seres inteligentes de otros planetas.

¿Pero qué sucedería si la placa del Pioneer cae en manos de seres que no entienden nada de computadores ni del sistema binario de numeración? ¿No lo interpretarán acaso como una exquisita atención de los dioses allá arriba en el cielo? ¿No comenzarían tal vez a enseñar a sus hijos a hacer dibujos semejantes? ¿No empezarían quizás ellos mismos a fabricar imitaciones para adornar sus templos? ¿No pregonarían posiblemente los arqueólogos de aquellos remotos lugares del cosmos que se trata de requisitos rituales? ¿Cuántas cosas más no podrían hacer los seres «inteligentes» con la placa de Cabo Kennedy?

¿Si científicos del año 1972 han lanzado al cosmos una brillante placa grabada con dos seres de nuestra especie, soles, líneas y círculos, por qué no podrían haber enviado mensajes similares seres extraterrestres a 3000 años-luz de nosotros? Cuando pongo la copia de la placa del Pioneer junto a una de las placas de oro de los incas y comparo los signos bajo la lupa, me pregunto por qué no comenzamos a mirar todos estos círculos, líneas, rombos, cuadrados y líneas punteadas con ojos de hombres de la era espacial. A lo mejor hasta podríamos descifrarlos (Figura 55).

¿Las perspectivas no serán lo suficientemente atrayentes como para intentar la empresa?

FIG. 54. Ésta es la placa de aluminio revestida en oro que llevó el Pioneer F en su viaje de 9461 billones de kilómetros como mensaje a una posible civilización extraterrestre. Carl Sagan y Frank Drake concibieron una escritura cósmica.

FIG. 55. ¿Esta lámina de oro no será acaso un mensaje de otro planeta? ¡Obsérvense los animales (izquierda) y las marcas «binarias» (izquierda)! ¿Quién descifrará este código? ¿Cuál será su contenido?

En Recuerdos del Futuro me permití insinuar tímidamente la posibilidad que la velocidad de la luz tal vez no fuese el límite absoluto de velocidad. Esta frívola indicación fue acogida con un silencio glacial. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que Einstein demostró que la luz es una constante universal, sin embargo en su fórmula toma en cuenta el factor tiempo. El factor tiempo hace que el límite de velocidad sea relativo: por ejemplo, en un cohete, el tiempo transcurre más rápido o más lentamente según sea la velocidad. Esto no contradice en absoluto a la teoría de la relatividad, que ha demostrado en forma concluyente y definitiva que un cuerpo que se desplaza a una velocidad inferior a la de la luz jamás podrá pasar a una velocidad superior a la de la luz con un consumo limitado de energía. ¿Pero qué sucedería con un consumo ilimitado de energía?

En realidad, lo confirman hoy día físicos y astrónomos, que la velocidad de la luz no es el límite absoluto de velocidad. El profesor doctor Y. A. Wheeler, de la Universidad de Princeton, USA, naturalmente un conspicuo conocedor de la Teoría General de la Relatividad y colaborador en el desarrollo de la bomba de hidrógeno, es decir, con toda seguridad ningún visionario, ha concebido un modelo de «superespacio» en el cual pierden su significación tanto el tiempo como la velocidad de la luz. Tan paradójico como suena: en este superespacio, las naves espaciales pueden llegar a su destino instantáneamente.

¿Significa esto que teóricamente están al alcance de la mano todas las posibilidades para la navegación espacial? Posiblemente. Algún día. Con las nuevas partículas subatómicas, los taquiones, luxones y tardiones, se abre a la exploración del físico todo un nuevo mundo subatómico: todas estas partículas se mueven con mayor rapidez que la luz en su sistema inercial (sistema inercial es un sistema de referencia espacio-temporal en el cual se cumple la ley de inercia, es decir, que una masa en él se encuentra o bien en reposo o bien en movimiento a velocidad constante). Los taquiones, luxones y tardiones se desplazan constantemente a una velocidad superior a la de la luz. En otras palabras, los cálculos de energía hechos hasta ahora no son aplicables a estas partículas, puesto que son «por naturaleza» más rápidas que la luz. Nuestro mundo, en el cual la velocidad de la luz es el límite absoluto de velocidad, es un sistema inercial; el mundo de los taquiones, luxones y tardiones con sus velocidades superiores a la de la luz es otro sistema inercial.

Esto lo saben muy bien los físicos actualmente, pero también los astrónomos han descubierto que la velocidad de la luz no es la frontera de la velocidad. Un grupo de investigadores británicos de la Universidad de Oxford, bajo la dirección de Y. S. Alien y Geoffrey Endaen, llegó, después de muchos años de observaciones, a la conclusión que los campos electromagnéticos de la nebulosa de Cáncer en la constelación de Tauro deben desplazarse a una velocidad de 600 000 kilómetros por segundo. La revista especializada norteamericana Nature informó sobre esta doble velocidad de la luz recientemente constatada.

Estos nuevos descubrimientos no son sino los primeros indicios de posibles velocidades ilimitadas.

¿Cuánto tiempo hace que se consideraba al átomo como el límite de la división de la materia desde el punto de vista químico, y cuántos años tiene la doctrina según la cual la materia estaría constituida por un enorme número de átomos? Apenas en 1913, el danés Niels Bohr (1885-1962) puso con su modelo atómico (modelo atómico de Bohr) los fundamentos de la teoría atómica moderna. Actualmente se libera la energía que mantiene trabados a protones y neutrones en el núcleo atómico aprovechándola para fines industriales. La energía atómica es suficiente por sí sola para proveer las necesidades energéticas del mundo. La explosión de la primera bomba de hidrógeno norteamericana en la zona de las islas Marshall en 1952 hizo que una humanidad estremecida tomara conciencia de las posibilidades de aplicación práctica de una teoría revolucionaria. He aquí un ejemplo a la mano de cuan rápidamente los primeros descubrimientos de la investigación científica pueden llegar a traducirse en resultados efectivos.

Por lo menos, gracias al descubrimiento de partículas más veloces que la luz, vemos ahora las estrellas un poquito más cerca que antes.

No hace mucho que los autores de novelas fantásticas nos pintaban a seres misteriosos con armas que emitían rayos con los cuales perforaban paredes, destruían armas y evaporaban hombres.

Hoy día estos rayos ya existen en la realidad. Incluso los niños los conocen como los rayos láser. Se trata de un aparato que refuerza los rayos de luz al pasar a través de un cristal. El vertiginoso progreso de la técnica reemplazó los rubíes utilizados originalmente por otros cuerpos sólidos, incluso por mezclas de gases que emiten la luz en forma continua. En el foco de una lente colocada a la luz de estos rayos, se produce un calor tan intenso que es capaz de evaporar metales de alto punto de fusión. Actualmente se emplean estos rayos para reforzar la intensidad de la luz en los telescopios astronómicos y para lograr comunicaciones radiales sin interferencias, también se los utiliza regularmente en las fábricas de relojes para abrir finísimos agujeros en láminas metálicas muy delgadas. En las operaciones de los ojos se los emplea para soldar nuevamente la retina desprendida. No es ningún secreto que tanto en Occidente como en Oriente se experimenta con fusiles y cañones de láser.

¿Será tan nueva la idea de los rayos láser?

En el segundo libro de Moisés, capítulo 17, vers. 11-14, me parece que hay referencias bastante inequívocas a un arma de rayos láser:

«Y Moisés y Aarón y Hur subieron sobre la cumbre del collado. Y cuando Moisés alzaba las manos, vencía Israel; mas cuando las bajaba un poco, sobrepujaba Amalee.

Y Moisés tenía pesadas las manos: por lo que, tomando una piedra, pusiéronla debajo, y se sentó en ella: y Aarón y Hur le sostenían sus manos por una y otra parte. Y aconteció que sus manos no se cansaron hasta que se puso el Sol».

¿Qué sucedió aquí?

En la batalla contra los amalecitas, vencían los israelitas solamente mientras Moisés mantenía sus brazos en alto. Naturalmente, poco podían ayudar los brazos solamente del fatigado caudillo ni tampoco podían hacerse más peligrosos cuando sus adictos se los sostenían. Es por esto que me atrevo a suponer que sostenía en sus manos un objeto bastante pesado. Desde la colina donde se hallaba, tenía el enemigo a la vista. En tanto alcanzaba a los amalecitas con sus rayos, vencía su gente, en tanto bajaba sus brazos (y con ellos el arma), podían los amalecitas atacar sin obstáculo con sus armas primitivas. Esta especulación mía encuentra nuevo asidero en el mismo capítulo, versículo 9. ¡Se dice allí que Moisés estaría de pie en las alturas de la colina «con la vara de Dios» en la mano! ¿No resultaba acaso lógico que la batalla se tornara adversa a los israelitas cuando Moisés, fatigado, bajaba los brazos?

En Regreso a las Estrellas mostré un petroglifo de la Isla de Pascua (Fig. 56a) que representa una extraña figura mitad pez mitad hombre. Entretanto, un lector técnicamente versado (Horst Haas) me ha hecho notar que el referido petroglifo pudiera muy bien ser una representación de un estatorreactor (Fig. 56b): en la «cabeza» del dibujo aparece la abertura de entrada de aire; el estrechamiento que sigue a continuación podría ser la rejilla de entrada del combustible, el ensanchamiento siguiente podría representar la cámara de combustión y de presión con un estrechamiento a continuación que conduce a la abertura de salida de los gases. La estrella que aparece en el dibujo podría interpretarse como simbolizando la chispa de encendido… El dibujo completo sería un modelo estilizado de estatorreactor. «Si bien el dibujo en su totalidad no coincide con un modelo aerodinámico», me escribe Horst Haas, «podría obtenerse alguna información adicional acerca del procedimiento de vuelo mediante una medición precisa de las supuestas pistas de aterrizaje en la meseta de Nazca».

FIG. 56. a) Un petroglifo de la costa de la Isla de Pascua; b) Interpretación del dibujo como estatorreactor; c) Dibujo en corte de un cohete a combustión.

¡Pienso que los arqueólogos deberían por fin comenzar a consultar a sus colegas de las escuelas técnicas!

La Isla de Pascua sigue siendo un paraje lleno de enigmas: ¡vale la pena investigar! En su libro Phantastique lie de Paques, Francis Maziére nos relata acerca de una excavación que sacó a luz una escultura con una cabeza de tipo completamente diferente a las encontradas hasta entonces: En tanto que las cabezas de todas las estatuas carecen de barba, la que comentamos muestra una barba y tiene los ojos facetados como los de los insectos (semejantes a las esculturas japonesas Dogu). Lo sorprendente es, sin embargo, que de la cabeza nacen dos barras. A más de algún lector se le ocurrirá pensar que se trata de cuernos de animal que moldeó el escultor con una intención simbólica ¡pero resulta que jamás han habido animales con cuernos en la Isla de Pascua! ¡Incluso un escultor prehistórico con sentido del humor jamás habría tenido el modelo ante sus ojos! Casi resulta necio desconocer que los artistas de la prehistoria —¡sin ninguna fantasía!— intentaron representar antenas tal como las que habían visto cuando recibieron la visita de los dioses…

Louis Pauwels y Jacques Bergier nos refieren, desde otro extremo del mundo, el caso de los relieves encontrados en rocas de granito en las montañas de Hunan (República Popular China). ¡Se trata de representaciones de seres extraterrestres que portan equipos técnicos! Los seres visten trajes de buzo o trajes espaciales con «trompas de elefante». Inmediatamente uno se pregunta: ¿acaso aquellas trompas no eran tal vez equipos para respirar? Los intérpretes de estos descubrimientos rechazarán esta suposición como absurda, dado que estos relieves datan de alrededor de 45 000 años antes de Cristo. Cada uno de estos descubrimientos debe tranquilizarnos porque refuerza la convicción que nuestro planeta recibió la visita de seres de otro mundo durante la prehistoria. ¿Debe seguir el zapatero con horma antigua?

En Delhi hay un antiguo pilar de hierro que no contiene ni fósforo ni azufre y por tanto es inmune a la corrosión atmosférica. ¡Pero no es necesario salir del desvalijado Occidente para hacer descubrimientos sorprendentes! En Kottenforst, a pocos kilómetros al oeste de Bonn, hay un poste de hierro al cual, según me comunica el doctor Harro Grubert, de Colonia, llaman las gentes desde tiempos inmemoriales el «Hombre de Hierro». El poste se eleva a 1,30 metros del suelo y, según apreciaciones basadas en pruebas magnéticas, debe estar enterrado hasta una profundidad de cerca de 28 metros bajo tierra. La parte que sobresale de tierra presenta una leve corrosión en la superficie, pero lo curioso es que no se observan trazas de moho. Por primera vez aparece el mencionado poste (Figura 57) en un documento del siglo XIV, indicándoselo como marca de un límite urbano. En las inmediaciones del poste se ve un sistema de caminos de piedra desmantelados, como también restos de una tubería de agua romana que —milagro tras milagro— no está dispuesta en la dirección habitual Eifel-Bon o Eifel-Colonia sino que está tendida en dirección al poste. Hasta la fecha nadie sabe a qué atenerse con el largo poste rectangular ¡y en esta región se entiende mucho de hierro! ¿Los metalúrgicos de paso por la India no podrían tomarse la molestia de comprobar acaso el pilar de hierro del templo de Nueva Delhi contiene una aleación semejante a la del poste de Kottenforst? De semejante reconocimiento se podría recoger algún indicio acerca de la edad de ambas columnas porque me parece algo absurdo no ver en este «hombre de hierro» nada más allá de un límite urbano. ¿Si así fuese, a qué vendrían los 28 metros de profundidad a que fue enterrado el poste? También la Europa Central pudo haber recibido la «visita de los dioses» y en este caso el hombre de hierro cobraría su significado…

FIG. 57. El «hombre de hierro» de Kottenforst, en las cercanías de Bonn; está enterrado hasta una profundidad de 28 metros bajo el suelo. En Delhi existe un poste similar ¡ninguno de los dos se oxida!

¡También en Salzburgo hay una curiosidad! Johannes v. Buttlar comunica:

«¿Quién es capaz de resolver el misterio del dado del doctor Gurlts? ¡La más extraña formación jamás descubierta en un trozo de carbón del período terciario, en cuyo interior estuvo contenido durante millones de años! Este dado, formado casi con precisión absoluta, fue descubierto en 1885. En el centro presentaba una profunda incisión y dos superficies paralelas habían sido redondeadas. Consistía en una aleación de carbón-acero al níquel y pesaba 785 gramos. Su contenido de azufre era demasiado insignificante como para pensar en una pirita natural, la cual se presenta con frecuencia bajo formas geométricas curiosas. Los hombres de ciencia jamás pudieron ponerse de acuerdo sobre el origen del dado. Hasta 1910 estuvo expuesto en el Museo de Salzburgo, año en que desapareció misteriosamente. ¡Misterio tras misterio!».

Si el dado data del período terciario, sólo me permito la pregunta: ¿conocían ya los monos un procedimiento para producir acero?

En el Fisher Canyon de Nevada, se encontró en un filón de carbón una huella dejada por un zapato. La impresión de la suela es tan nítida, relata Andrew Tomas, que incluso puede distinguirse la señal dejada por un fuerte hilo retorcido. Se estima que esta huella data de hace unos quince millones de años. «¡El hombre apareció en la tierra hace sólo dos millones de años y hacen apenas 20 000 años que viene usando zapatos! ¿De quién puede ser entonces la huella?». Aquí sólo puedo hacer conjeturas: o bien los monos ya fabricaban zapatos y cosían suelas (y entonces la profesión horizontal no es la más antigua del mundo) o bien hace millones de años hubo seres que se pasearon por la tierra y que conocían los zapatos como medio apropiado para cubrirse los pies…

En 1972, el arqueólogo inglés, profesor Walter Bryan Emery, descubrió en una galería subterránea en Sakkara, Egipto, un trozo de piedra caliza; al partir la piedra con suavidad, halló en su interior una pequeña estatua del dios Osiris. Súbitamente el profesor fue víctima de un ataque y se desplomó. Infarto cardíaco. Dos días más tarde fallecía en una clínica de El Cairo. Era la vigésima víctima de la «maldición de los faraones».

¿Qué fuerzas ocultas hay detrás de estas muertes misteriosas, de todas las cuales hay constancia oficial? ¿No somos todavía capaces de identificar las formas de energía que se desencadenan tan pronto como se tocan estos malditos legados?

Las especulaciones en torno a estos misterios han encontrado ya cierto asidero en estos últimos cuatro años. En efecto, mediante la aplicación de Rayos X, se han descubierto algunos extraños objetos en momias que se encuentran expuestas en el Museo de El Cairo. La United Press International difundió el informe del jefe de una expedición arqueológica, James Harris, de AnnArbor, Michigan: en el cuerpo de Seti I (f 1343 a. C.), los Rayos X detectaron en el antebrazo izquierdo un ojo sagrado; Tutmosis III (f 1447 a. C.) lleva en el antebrazo derecho un dispositivo técnico que los investigadores clasificaron como prendedor de oro; la reina Notmet lleva en el pecho cuatro diminutas estatuillas y una piedra oval. Nada se había podido ver de todos estos «aditamentos» hasta la fecha porque las momias están cubiertas por una espesa pasta negra resinosa. Solamente los Rayos X han podido poner de manifiesto estos accesorios técnicos que hasta ahora, con toda seguridad, aparecerán en la literatura arqueológica como piezas de adorno. Según informa James Harris, las autoridades egipcias aún no han decidido si estos «accesorios» han de permanecer donde están o bien serán extraídos. Sería de desear que se prosiguiese esta investigación con todos los medios técnicos disponibles. Es posible que la ciencia devele el misterio por qué se depositaban estos dispositivos técnicos en cavidades del cuerpo antes ocupadas por los órganos… Quizás lleguemos a desenmascarar la maldición de los faraones…

En los tiempos en que los faraones construían sus pirámides a orillas del Nilo, Europa todavía no había entrado en la historia. Las primeras «construcciones» europeas fueron megalitos, el más conocido de los cuales está en Stonehenge, Inglaterra, y es visitado por turistas venidos de todas partes del mundo. El profesor Alexander Thom, Oxford, que ha examinado cerca de cuatrocientas obras de este tipo, hizo las siguientes declaraciones al periódico Welt am Sonntag: «El hombre del período neolítico ya tenía increíbles conocimientos de astronomía y geometría». Thom descubrió que algunas de estas instalaciones no eran otra cosa que excelentes observatorios lunares y que los hombres de la Edad de Piedra podían hacer predicciones del tipo de las que hoy en día corren a cargo de los ordenadores. ¡Así, los hombres del neolítico (4000 a 1800 a. C.) podían calcular el punto de salida de la Luna con una precisión de segundos del arco! ¡3000 años más tarde, estos mismos conocimientos debieron ser redescubiertos nuevamente! Estas constataciones se ven corroboradas por informes del doctor Rolf Müller, quien comprobó que los hombres de la Edad de Piedra orientaban sus megalitos según la posición de las estrellas.

¿Cómo podríamos conciliar nuestros conocimientos tradicionales sobre el hombre neolítico que estaba comenzando a aprender a perforar piedras para fabricar hachas, afilaba los primeros cuchillos de pedernal u obsidiana, comenzaba a domesticar algunos animales y a cultivar algunas plantas útiles, estaba apenas saliendo de las cuevas para construir sus moradas primitivas? ¿Cómo podríamos conciliar estos conocimientos «establecidos» con semejantes logros, propios de una cultura altamente desarrollada? ¿Tuvieron quizás los torpes cavernarios algunos eximios maestros? ¿Y si los tuvieron, de dónde venían?

¡Siempre nos topamos con las mismas incongruencias! Existe un fruto delicioso que desde hace miles de años se conoce en todas las regiones tropicales y subtropicales de la tierra: el plátano. La leyenda hindú habla del «maravilloso kandali» (el banano) que trajeron a la Tierra los «manu», seres excelsos y protectores de la humanidad que procedían de otro astro, con una cultura mucho más desarrollada que la nuestra. Pero el banano es una planta que no tiene semilla; luego de dar fruto, la planta perece, por lo que debe cortarse el tallo a ras de suelo dejando que una de las yemas del tallo subterráneo se desarrolle para dar origen a una nueva planta. Así, la banana nos plantea una incógnita: se la encuentra hasta en las islas más solitarias de los mares del sur. ¿De dónde es originaria esta planta? ¿Si no tiene semilla, cómo pudo dar la vuelta al mundo? ¿La trajeron, como cuenta la leyenda hindú, los «manu» de otro astro?

En las islas pobladas de juncos del lago Titicaca, en Bolivia, viven los uros. Estos indios afirman que su pueblo es más antiguo que los incas, que ellos habrían existido incluso antes que To-Ti-Tu, el Padre de los cielos, el creador de los hombres blancos. Con granítica convicción, sostienen los uros que ellos no habrían pertenecido al género humano, que su sangre habría sido de color negro y que habrían vivido cuando la Tierra estaba aún rodeada de tinieblas: no somos como los demás hombres porque llegamos desde otro planeta. Los pocos uros que aún quedan, evitan todo contacto con el exterior. Orgullosos y obstinados, defienden su naturaleza diferente como legado que trajeron de las estrellas…

El doctor Alexander Marshack, del Harvard’s Peabody Museum, ha examinado varios miles de huesos, piezas de marfil y piedras, todos los cuales muestran los mismos dibujos: puntos, líneas en zig-zag y círculos. Hasta ahora, se los había tomado por decorados. Marshack opina: «Parece más bien que se trata de una escritura, de anotaciones referentes a las fases lunares y a la posición de las estrellas. Los objetos examinados datan todos de épocas entre 10 000 y 30 000 años a. C.».

¿Qué significa esto? ¿Qué impulsaba a estos hombres de la Edad de Piedra a realizar estos pacientes trabajos? Se dice, por otra parte, que no les faltaba qué hacer para poder procurarse el diario sustento. ¿Quién los aleccionó en tales trabajos? ¿Alguien los guió en estas observaciones que evidentemente estaban muy por encima de su capacidad? ¿Tenían tal vez estas actividades alguna relación con visitantes que esperaban del cosmos?

En el Templo de los Frescos de Tulum, México, los arqueólogos Redfield, Landa, Cogolludo y Roys han descubierto —casi me da vergüenza escribirlo— ¡dioses-abejas!

En la literatura, no hay nada referente al estado de las abejas ni a sus jerarquías; sólo se menciona que las «Ah-Muzencab» eran abejas grandes que dominaban a las demás. ¡El relieve del dios-abeja en todo caso no guarda la más mínima semejanza con las abejas! He ahí un ser (con toda seguridad ninguna abeja) recostada boca abajo, los brazos esparrancados y apoyados en el suelo. Los pies, con zapatos, dan la impresión de accionar pedales. ¡Alrededor del dios-abeja hay un sinnúmero de motivos técnicos que están fuera de lugar en una colmena! ¿Podrá alguna persona que no lleve anteojeras interpretar este dibujo como representando un dios-abeja? ¡Sí, si los talentosos mayas lo hubiesen deseado, hasta habrían sido capaces de hacer aparecer por encanto un dios-abeja que hasta hoy estaría zumbando en los oídos de estos inteligentes caballeros (Fig. 58)!

FIG. 58. Un dios-abeja según los arqueólogos. Extraño ser de Tulum, México. ¡Extraña abeja!

En el Codex Tro-Cortesianus, Madrid, también hay un dios-abeja. También ahí vemos un ser monstruoso boca abajo, nuevamente los brazos esparrancados, a la espalda, dos bombas de clásico diseño provistas de anchas cintas y con mecha detonante (Fig. 59). Del dios-abeja de Madrid se puede decir sin lugar a dudas; ¡ésas no son bombas, son las alas de la abeja! ¿Qué parecido puede haber entre una ala de abeja y una bomba? ¡Para ser franco, no acierto a comprender que hayan dioses-abeja zumbando en la literatura maya como monstruos técnicos!

FIG. 59. Este horrible ser con dos bombas cae también, bajo la clasificación dios-abeja.

El doctor Carl Sagan propuso hace algunos años hacer habitable el planeta Venus por el procedimiento de dejar caer algunos cientos de toneladas de algas azuladas (Cyano Phyceae) desde naves espaciales sobre la tórrida atmósfera venusiana. Las algas azuladas son tan resistentes que podrían soportar las altas temperaturas allí prevalecientes. Se reproducen a una velocidad fantástica y en enormes cantidades, generando, además, oxígeno en grandes cantidades. Sagan considera que el oxígeno enriquecería la atmósfera de nuestro vecino y enfriaría su superficie de modo que tormenta y lluvia harían fructificar el suelo. El astrofísico Sagan parece no andar descaminado: en Transvaal, Sudáfrica, se han descubierto en rocas de sedimentación de unos 3500 millones de años de antigüedad restos de seres vivientes cuyo estadio de evolución corresponde a nuestras actuales algas azuladas. Son los más antiguos restos de vida hallados hasta la fecha. Pero hace 3500 millones de años aún no había vida orgánica en el planeta. ¡El paleontólogo H. D. Pelug, de la Universidad de Giessen, es de opinión que la vida es más antigua que la misma Tierra!

Así, cabe la pregunta: ¿será el caso que nuestro celeste planeta fue en su época preparado para la colonización mediante la diseminación de algas azules? ¿Y quién desencadenó este proceso de transformación biológica con este objetivo?

Un grupo americano-iraní ha realizado excavaciones en los últimos años en Tepe Hahya, a 250 kilómetros al sur de Rerman. Tepe Yahya fue abandonado por sus habitantes alrededor de los comienzos de nuestra era. El matrimonio C. C. y Martha Lamberg-Karlovsky, ambos antropólogos, halló una gran cantidad de obras de arte de bronce con cierto contenido de arsénico. Estos objetos datan de unos 3500 años a. C. Según nuestros conocimientos, los materiales utilizados en la Edad de Bronce eran el cobre, estaño y plomo. El arsénico se presenta en la naturaleza como arsénico nativo o bien unido a otros elementos en distintos minerales. Resulta difícil imaginarse cómo se las arreglaban los hombres de esta época para procurarse arsénico para sus aleaciones, a no ser que estos fundidores prehistóricos hayan asistido a algún cursillo de perfeccionamiento, y en este caso sería interesante saber quiénes eran los profesores…

En casa de la familia Springensguth, en San Salvador, El Salvador, tuve ocasión de ver una antigua escudilla maya (Fig. 60). En ella se ve pintada una mujer maya con su equipo de vuelo ceñido a la espalda. La figura lleva una ancha cinta alrededor de la cintura, a la cual se ven adheridas otras piezas. También en el Museo Turco de Estambul hay expuesto un jarrón con un ser bastante parecido.

FIG. 60. Esta escudilla, propiedad de la familia Springensguth (San Salvador), muestra una astronauta con todo el equipo de su profesión.

En el Museo Americano de Madrid, está expuesta una jarra exponente de la cultura nazca que presenta una figura parecida. La diferencia esencial consiste solamente en que la figura representada es aquí una diosa-madre, una astronauta que lleva una ancha cinta atada a la cintura; hombros y muslos aparecen ceñidos; naturalmente, la diosa lleva igualmente su equipo de vuelo a la espalda. El recuerdo de los ingenios para volar y de los rocket belts ha dejado sus huellas por todo el globo…

Por encargo de las autoridades del programa espacial de los EE. UU., la señora profesora Ruth Reyna redactó un informe basado en la interpretación de textos en sánscrito. Según la señora Reyna, los hindúes realizaron vuelos espaciales alrededor del año 3000 a. C. El proyecto habría sido emigrar a Venus para escapar a un diluvio que amenazaba descargarse en aquella época. Los textos en sánscrito fueron comentados en la Universidad de Pandschab…

Los chuvashi, un pueblo tártaro-finés que vive en Rusia a orillas del Volga medio, suman actualmente alrededor de 15 millones de habitantes. El idioma chuvash es una rama independiente del turco. ¡El investigador brasileño Lubomir Zaphyrof, especializado en filología inca, ha comprobado que los chuvashi utilizan actualmente cerca de 120 palabras incas compuestas! Dichos términos encuentran su explicación precisa mediante 170 palabras simples de la lengua chuvash. Sobre todo, dice Zaphyrof, se han conservado palabras de la mitología inca. Algunos ejemplos:

Para aquéllos que conocen el chuvash y además comprenden la lengua inca, vaya la dirección del profesor Lubomir Zaphyrof: Caixa Postal 6603, Sao Paulo, Brasil.

En Correo de la UNESCO informó en 1972 acerca de sensacionales descubrimientos hechos por el arqueólogo americano Manson Valentine y el explorador submarino Dimitri Rebikoff en las inmediaciones de las islas Bimini y Andros de las Bahamas. Estos investigadores encontraron colonias submarinas con muros de 70 y 250 metros de largo. ¡Las construcciones se hallan a más de seis metros de profundidad bajo el mar y se extienden sobre una superficie de 100 Km.2! ¡Hay muros paralelos de más de 600 metros de largo! Se encontró una piedra de 5 metros de largo cuyo peso se calculó en unas 25 toneladas. Según científicos de la Universidad de Miami, estas construcciones deben datar entre 7000 y 10 000 años a. C.; ¡claro que estas estimaciones han sido hechas basándose en el método del C-14! ¡De acuerdo a la cronología establecida, cuando se construyeron estas instalaciones aún no se habrían levantado las pirámides de Gizeh, la epopeya súmera Gilgamesh aún no habría sido escrita! Rebikoff está convencido que después que los descubrimientos en las Bahamas sean objeto de un examen concienzudo, se les reconocerá una importancia que sobrepasará con mucho todo lo que hasta hoy pudiéramos imaginar. ¡Algunos fundamentos alcanzan una profundidad de 80 metros!

¿Se habrá dado por fin con la Atlántida en el Atlántico? No me sorprendería…

En un congreso de químicos en Los Angeles, el doctor John Lynde Anderson, Chattanooga, Tennessee, comunicó que sus experimentos con el isótopo C-14 del carbono habían acusado discrepancias con mediciones efectuadas anteriormente; las fechas hasta ahora admitidas para distintos objetos y calculadas por este método no coincidirían con las obtenidas por él en sus experiencias.

Sin embargo, para los arqueólogos, el método del C-14 sigue siendo el único procedimiento «canónico» para determinar la antigüedad de los objetos. ¿Cómo se puede ser tan ciego o tan testarudo?

En lavaderos de oro al norte de Fairbanks, Alaska, y en el valle de Yukon, las bombas de alta presión y dragas han estado extrayendo durante los últimos quince años restos de mamuts congelados enterrados a gran profundidad. Los estómagos congelados contienen hojas y hierbas que acababan de comer los animales. Los cachorros yacían junto a los adultos, las crías con las madres. El arqueólogo profesor Frank C. Hibben, de la Universidad de Nuevo México, opina: «¡Tales cantidades de animales no mueren así de un golpe por vía natural!». Después de los exámenes practicados, queda en claro que los animales murieron repentinamente y se congelaron en el acto, pues en caso contrario habrían quedado trazas de descomposición. En las proximidades de Fairbanks, se habían encontrado además 1766 maxilares y 4838 huesos metatárseos de un mismo tipo de bisonte.

¿Quién fue el organizador de semejante cacería? ¿Cuál puede haber sido la causa de un cambio de clima tan radical que fue capaz de reducir a un inmenso rebaño paciendo a carne congelada en cuestión de horas?

El 8 de noviembre de 1968, mientras alquilaba un automóvil a fin de viajar en dirección sur hacia Kanheri, en las cercanías de la costa Malabar, me sentí tentado por una atracción turística: me inspiraron curiosidad las 87 cuevas en las rocas, también llamadas «templos de roca» en las guías turísticas. A medida que me iba internando en las catacumbas de 15 metros de altura, se me iba haciendo cada vez más patente (antes de tener ninguna noticia sobre los túneles de Ecuador y Perú) que estas cuevas de roca natural, predominantemente granito, abiertas a fuerza de explosiones, cual casas de varios pisos, estaban destinadas con toda seguridad a fines muy distintos que simples ceremonias religiosas. ¡Para adorar a los dioses no es necesario esconderse tanto! No, obras de esta clase sólo las hacen seres en busca de protección ante una amenaza. Sobre la paredes de color de antracita, en parte brillantes e irisadas, pueden verse grabados con escenas de la vida de Shiva (sánscrito: el fiel). Shiva, símbolo tanto de la destrucción como de la salud, constituye, junto con Brahmán (la energía creadora de todos los mundos) y Vishnu (el protector) la trinidad hindú, eitrimurti.

FIG. 61. En Derinkuyu, Anatolia (Turquía), hay ciudades subterráneas de varios pisos con recintos capaces de albergar hasta 60 000 personas.

Mientras me paseaba por las gigantescas salas, pude admirar los cielos sostenidos por pilares de granito con sus magistrales relieves. Una vez más, me enteré que la fecha de estas increíbles construcciones es todavía materia discutida, pero que, según muchos investigadores, habrían sido obra de los jainas, representantes de una de las ramas del budismo, y datarían de unos quinientos años antes de Cristo. El objetivo que se perseguía con estas titánicas empresas sólo puede hallarse en los mitos y leyendas, y éstas nos revelan que los hijos de los dioses, derrotados por los kurus, el pueblo más antiguo de la India occidental, buscaron refugio en las cuevas. «Jainas» significa en sánscrito «los vencedores». ¿Sucedió quizás que los aparentemente derrotados resultaron a la postre vencedores porque fueron lo suficientemente inteligentes para retirarse oportunamente a las cuevas que ya tenían preparadas? Es de suponerlo así porque la mitología hindú lo dice con énfasis: que las cuevas fueron abiertas para servir de refugio a una amenaza que se cernía desde el cielo.

El profesor auxiliar, doctor Bernhard Jacobi, en su libro Ais die Gotter zahlreich waren nos habla del gran grupo hindú de cuevas, con 150 cuevas en Junnar, en la meseta de Dekan, con 27 cuevas en Adschanta y 33 en Ellora.

Y —ya es tiempo—, aquí va una especulación mía basada en los indicios comentados a lo largo de esta obra.

Y ahora estiro el cuello para recibir el fuego de la crítica.

Ya estoy acostumbrado.

Ni crítica ni burla me van a causar desasosiego, sobre todo después de lo que aconteció con mi cita de los textos de Ezequiel en Recuerdos del Futuro. ¡Vamos a recapitular!

Ezequiel nos narra:

«Sucedió en el trigésimo año y fue el quinto día del cuarto mes. Cuando yo me hallaba a orillas del río Chebar entre los desterrados, se abrió el cielo… Yo vi cómo un viento tormentoso proveniente del norte, y una gran nube rodeada de centelleantes resplandores, y un fuego incesante, el centro del cual parpadeaba como una roca mineral. Y en medio surgieron figuras como cuatro seres vivientes; todas parecían figuras humanas. Cada una tenía cuatro rostros y cada una cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y chispeaban cual reluciente mineral… Más allá divisé una rueda sobre el suelo junto a cada uno de los seres vivientes. El aspecto de las ruedas era brillante, como el de una crisolita, y las cuatro ruedas tenían forma idéntica y estaban labradas como si cada rueda se metiera dentro de otra. Podían marchar hacia los cuatro lados sin moverse durante la marcha. Y vi que tenían calces, y los calces estaban llenos de ojos alrededor de las cuatro ruedas. Cuando esos seres vivientes marchaban, las ruedas también marchaban con ellos, y cuando los seres vivientes se elevaban del suelo las ruedas se elevaban también… Hijo del hombre; ponte en pie porque he de hablarte… Y oí detrás de mí un formidable estruendo cuando el Señor en su inmensa Majestad se alzó del lugar; el zumbido de los seres vivientes cuyas alas se tocaban entre sí y el rumor de las ruedas acompañándole, causaron un inmenso fragor».

En mi obra citada, comenté el texto de Ezequiel a la luz de nuestros conocimientos técnicos actuales. El pasaje me pareció muy apropiado porque en él se tocan varias cuestiones de interés y su interpretación no podía ser más evidente. ¡El alud de críticas y mofas que debió soportar mi moderna exégesis!

El 28 de marzo de 1972 tuve ocasión de conversar en Huntsville, USA, con Joseph F. Blumrich. El ingeniero Blumrich, austríaco de nacimiento, trabaja desde hace 14 años en la NASA, es el jefe de la Sección Proyectos de Construcción, donde se proyectan las futuras estaciones orbitales. Blumrich trabajó, por ejemplo, en las últimas etapas de la construcción del Saturno V y actualmente dirige los trabajos de proyección de estaciones orbitales en las cuales los astronautas pasarán semanas enteras en el espacio. En julio de 1972, Blumrich fue condecorado con la «Excepcional Service Medal» de la NASA por sus trabajos en los proyectos Saturno y Apolo, distinción que sólo han recibido muy contadas personas en la NASA.

—Usted se ha ocupado en sus momentos libres de las visiones del profeta Ezequiel. Ante todo ¿qué móvil le induce a ocuparse de estos temas?

—¡Para ser bien franco, lo hice con ánimo de protesta! Leí su libro Recuerdos del Futuro con el sentimiento de superioridad de un hombre que sabe de antemano que todo eso es un desatino. Entre todas las materias tocadas por usted, me detuve en su interpretación técnica de las visiones de Ezequiel; éste era un tema sobre el cual yo podía hablar, ya que he dedicado la mayor parte de mi vida a la construcción y cálculo de aviones y cohetes. Me levanté y tomé una Biblia a fin de leer el texto completo y me sentí seguro de poder rebatir sus argumentos en pocos minutos. ¡Usted no podía, más exactamente, no tenía el derecho a tener razón! Después de una lectura cuidadosa, mi seguridad empezó a vacilar y los pocos minutos que pensaba dedicarle al tema se fueron convirtiendo en un largo tiempo de estudio, durante el cual desarrollé en detalle y fundamenté lo que había esbozado en las primeras horas.

—En su estudio, ¿usted tomó en cuenta la persona del profeta Ezequiel?

—Por supuesto, en tres aspectos: en lo relativo a los rasgos generales de su personalidad, su condición de relator y, por último, su participación en los sucesos narrados. Las características de su personalidad influyen en la valoración general de su relato. Como repórter, es un excelente observador. En cuanto a su participación, nos ayuda a contestar la pregunta: ¿era él el centro del acontecimiento? Como no lo era, se plantea la otra pregunta: ¿por qué no?

—Hasta ahora, todos los encuentros Dios-hombre que se describen en el Antiguo Testamento, los cuales siempre tienen lugar en medio de humo, ruido, fuego, relámpagos y temblores de tierra, han sido interpretados como «ideogramas». ¿Después de su estudio del asunto, considera usted posible que el profeta haya tenido realmente un encuentro con un ser extraterrestre? Y si es así, ¿en qué indicios se basa?

—La contestación a su primera pregunta es categórica: ¡sí! Con lo que no estoy de acuerdo es con la palabra «indicios»; del relato de Ezequiel puede deducirse en líneas generales el aspecto de las naves espaciales por él descritas. Luego, totalmente independiente del relato puedo, como ingeniero, calcular y reconstruir un aparato volador de tales características. ¡Y si después de todo eso se constata que el resultado no sólo resulta técnicamente posible sino además desde todo punto de vista razonable y bien concebido, y que por otra parte en la narración del profeta se mencionan detalles y procesos que no contradicen a las deducciones técnicas… entonces ya no podemos hablar sólo de indicios!

—Sé que usted ha redactado un manuscrito con sus consideraciones sobre el pasaje del profeta Ezequiel. ¿De sus cálculos resultan tal vez conclusiones acerca de las dimensiones de las naves y nivel técnico de sus constructores?

—¡Para mi asombro, incluso eso resultaba perfectamente posible! Esta investigación —precisamente debido a la inseguridad inicial— se lleva a cabo en forma paramétrica, es decir, se hacen variar gradualmente una serie de factores. Naturalmente que para ello es preciso una extrapolación más allá del estado actual de la técnica, la cual se basa en parte en posibilidades teóricas y en parte en evaluaciones. ¡Pude constatar que la nave espacial de Ezequiel tiene unas dimensiones bastante verosímiles y corresponde a un nivel técnico que quizás alcancemos dentro de algunos decenios! —No es mi propósito averiguar con anticipación los resultados de su estudio, pero naturalmente tengo curiosidad por saber si a la postre quedan abiertas algunas incógnitas. ¿Podría indicarme dos por lo menos?

—Muy bien. Uno de los interrogantes sería: ¿el relato contiene una mezcla de auténticas visiones y sucesos reales o se trata solamente de observaciones reales? La otra cuestión se refiere a la situación real del templo al cual vuela Ezequiel. Ninguna de las dos posibilidades señaladas puede tener relación con Jerusalén. La determinación del lugar sería altamente significativa.

—¿Ha reparado usted, señor Blumrich, que sus cálculos y consideraciones escandalizarán a los exégetas?

—Por supuesto, el shock será inevitable. No obstante espero reducirlo a un mínimo ya que en mi libro daré todos los datos técnicos que utilicé para mis cálculos y para la reconstrucción. Proporciono todos los resultados. El que dude puede revisar mi trabajo por sí mismo o bien hacerlo revisar. El repaso de los cálculos no toma mucho tiempo y con ello habrá pasado lo peor: ¡simplemente no queda otra salida! Evidentemente, a ello ha de seguir un período más largo de adaptación en distintos campos.

¡Aquí se ha hecho realidad mi sueño dorado! Un técnico eminente me ha tomado la palabra, por decirlo así. Deseo que mis sugerencias levanten olas como en el caso de Blumrich, pero también deseo que estos señores sabios tan suficientes dejen a un lado sus lentes opacos y los cambien por otros nuevos que les permitan ver claro y —como Blumrich— traten de verificar si acaso este visionario de Däniken no está insinuando pistas (algunas solamente, por supuesto) menos descaminadas que los viejos senderos trillados que sólo se revuelven en un círculo. ¡Errare humanum est! …hace decir Sófocles (497-405 a. C.) a su Antígona. ¿Es acaso tan difícil, es acaso una vergüenza ceder posiciones que —¡a más tardar mañana!— se harán insostenibles?