El Boeing de la Cía. China Airlines había partido de Singapur con una hora de retraso; aterrizó en Taipéi a las 1530 horas después de una escala de sólo media hora durante el trayecto. Para las 17 horas tenía concertada una cita con el Director del National Palace Museum, señor Chiang Fu-Tsung.

Dejé mis maletas en el Ambassador, en el Nanking East Road, hice señas a un taxi, me senté junto a su sonriente conductor y le dije: —To the National Palace Museum, please. El enjuto y pequeño buda volvió a sonreír, pero a pesar de todo tuve la impresión que no había comprendido.

Traté de indicarle en todas las lenguas que pude el destino de la carrera; mi pequeño buda asintió complaciente, aceleró y se detuvo… ¡frente a la estación de ferrocarril!, con juvenil agilidad abrió la puerta del coche señalando radiante la entrada de la estación. Chino… ¡si sólo supiese un poquito de chino! Entré en el vestíbulo… ¡y un rayo de luz me iluminó!, en el centro del recinto había un gran kiosko con tarjetas postales; cientos de fotos de los lugares de mayor interés de Taipéi y Taiwán para saludos de los turistas. Compré tarjetas de todo tipo para los próximos días. Mi buda asintió muy serio cuando le mostré la maravillosa fachada del museo; subimos nuevamente al coche y recorrimos todo el trayecto de vuelta: el museo estaba casi al lado del hotel (Fig. 23).

Con el señor Chiang Fu-Tsung no habrá ninguna dificultad para hacerse entender; habla el alemán pues estudió en Berlín.

Esto lo sabía por el señor Chi, director del Li-Tai-Peh de Lucerna, el restaurante chino donde mejor he comido en mi vida. El señor Chi ha pasado la mayor parte de su vida como miembro del servicio diplomático de Chiang-Kai-Shek antes de dedicarse a la gastronomía en Suiza. Mi amigo Chi sabe bien que ando obsesionado sobre la pista de los hallazgos de Baian Kara Ula.

FIG. 23. ¡Valiéndome de una tarjeta postal conseguí que mi enjuto buda me condujese al hermoso Palast Museum de Taipéi, donde me esperaba el señor Chiang Fu-Tsung!

Allí, en la frontera chino-tibetana, el arqueólogo chino Chi-Pu-Tei descubrió en 1938 aquellos 716 platos de granito de dos centímetros de espesor. En el centro presentan un agujero desde el cual parte en espiral una escritura a doble surco hasta el borde del plato. Los platillos de Baian Kara Ula son muy semejantes a nuestros actuales discos microsurco. Durante años trabajaron los especialistas tratando de descifrar el misterio de los platos de granito, hasta que en 1962, el Prof. Tsum Um Nui, de la Academia de Prehistoria de Pekín, logró descifrar una parte importante de la escritura acanalada. Los análisis revelaron importantes cantidades de cobalto; los físicos constataron que las piezas tenían un elevado ritmo vibratorio, lo que hace suponer que en algún momento estuvieron expuestos a altas tensiones eléctricas. Los descubrimientos de Baian Kara Ula hicieron sensación cuando el filólogo soviético, doctor Viacheslav Saizev publicó textos descifrados de los platos de granito: hace unos doce mil años, un grupo de seres de procedencia desconocida llegó a parar al tercer planeta, pero su vehículo espacial no tenía energía suficiente para abandonar este mundo extraño. Estos hechos, debidamente documentados, los he expuesto en detalle en Regreso a las Estrellas.

Según la noticia publicada en Moscú, el informe de los científicos sobre los platos de granito había sido depositado tanto en la Academia de Pekin como en el Archivo Histórico de Taipéi, y éste fue el motivo de mi viaje a Taiwán.

Gracias a una carta de mi amigo Chi, había conseguido obtener una entrevista con el director del Palace Museum para esta húmeda y fría tarde de enero.

Tenía la ilusión de procurarme una información de primera mano acerca de los discos de granito. El valioso patrimonio con sus sobre 250 000 números de catálogo ha tenido que ser trasladado varias veces durante los últimos sesenta años de Pekin, su lugar de origen: —1913, durante la revuelta del Kuomintang— 1918, durante la guerra civil —1937, cuando Mao-Tse-Tung fundó la República Popular China estableciendo Pekin como capital. Desde 1947 los tesoros artísticos están guardados en Taipéi.

Una fina tarjeta de mi amigo Chi con saludos y recomendaciones a su querido Chiang Fu-Tsung tuvo la virtud de abrir todas las puertas hasta el despacho del jefe. El director me saludó en alemán. Sólo cuando me excusé por el retraso, desechó sonriente mi explicación con una larga frase en chino (Fig. 24).

FIG. 24. Con el director del Palast Museum, señor Chiang Fu-Tsung, sostuve varias conversaciones muy interesantes.

—Usted es amigo de mi amigo, por consiguiente es mi amigo. ¡Bienvenido a China! ¿En qué puedo servirle? Mientras nos dirigíamos hacia una mesa, dijo algo en voz alta —¿a quién?—: Una orden. Ya antes de sentarnos apareció un sirviente de librea portando una bandeja con tazas de finísima porcelana y una artística jarra con una infusión de hierbas. El director llenó las tazas.

Fui al grano sin rodeos; le dije que me interesaban los descubrimientos de Baian Kara Ula y que deseaba ver aquí en Taipéi el informe de los científicos sobre los discos de granito. Me cayó como un cubo de agua fría el oír de labios del señor Chiang que el extenso informe no había tenido que vivir la odisea del museo, que debía permanecer guardado en la Academia de Pekin. Advirtió mi tremendo desencanto, pero poco consuelo me trajeron sus ulteriores explicaciones.

—Estoy informado acerca de sus investigaciones. Usted se ocupa de la prehistoria de los pueblos. Aquí sólo puedo hablarle de nuestro antepasado, el sinantropus, descubierto en 1927 en el valle de Chou-K’Ou-Tien, a 40 kilómetros al suroeste de Pekin. Este sinantropus pekinensis, el hombre de Pekin, es, según los antropólogos, semejante al homo heidelhergiensis, si bien, en todo caso, perteneciente a la raza china. El hombre de Pekin vivió a mediados del período pleistoceno, es decir, hace alrededor de 400 000 años atrás. Después de él no se han hallado más vestigios de la prehistoria.

Los hallazgos posteriores pueden ser situados entre los siglos XXX y XL antes de Cristo, declara el director y corresponden a culturas de la Edad de Piedra de la China septentrional, la cultura Yang-Chao en el Huangho: cerámica de cintas. Alrededor del siglo XX a. C., se habría desarrollado la cultura Ma-Chang, la cultura de la cerámica negra, la cultura de piedra y del cobre de Ch’eng-Tse-Ai de Chantung hasta comienzos de la Edad de Bronce con su ornamentación recargada: T’ao-Tie, el cabeza de glotón; Lei-Wen con sus dibujos de rayos quebrados. Entre los siglos XV y XI se habría desarrollado una escritura bastante perfeccionada de más de 2000 ideogramas en dibujos y símbolos. Los textos descifrados de esta escritura contenían oráculos. Los chinos habrían tenido soberanos en todas las épocas, «Hijos del Cielo», encargados de vigilar el curso ordenado de los acontecimientos.

—Según mis conocimientos —yo no soy especialista en la prehistoria—, en el Imperio del Centro no hay nada que pueda dar alas a su fantasía, ni instrumentos primitivos, ni siquiera trazas de pinturas en las cuevas. Hay huesos con inscripciones, pero los más antiguos son posteriores al año 3000 a. C.

—¿Qué dicen las inscripciones en los huesos?

—Hasta ahora no han podido ser descifradas.

—¿Fuera de eso no hay nada más?

—Solamente un jarrón, fue desenterrado en Anyang, cerca de Honan; corresponde aproximadamente al año 2800 a. C.

—¡Discúlpeme, señor director, pero este antiguo pueblo chino tiene que haber dejado testimonios de su prehistoria! ¿No habrán acaso minas misteriosas, restos de murallas gigantescas?

—Puede seguirse el rastro de la historia de China sin ningún vacío hasta el emperador Huang Ti, que vivió en el año 2698 a. C. Ya en aquella época —esto está comprobado— se conocía la brújula. ¡Naturalmente, el tiempo no puede haber comenzado a transcurrir a partir de Huang Ti! ¡Lo que había antes, mi querido amigo, está en los astros!

—¿Cómo, en los astros?

¿De modo que a pesar de todo había todavía un bombón para mí en esta conversación? Había uno. El señor Chiang sonrió:

—Bueno, hay leyendas de dragones voladores. El dragón ha sido siempre para los chinos el símbolo de la divinidad, de lo inasequible y de la invencibilidad. P’An Ku (Fig. 25) es, en la leyenda, el creador del universo chino; formó la tierra con bloques de granito que hizo llegar desde el espacio exterior; dividió las aguas y abrió un gigantesco agujero en el firmamento; partió el cielo en dos hemisferios, el oriental y el occidental…

FIG. 25. Dibujo chino del dios P’An Ku, legendario hijo del caos y creador del universo chino: él habría construido el mundo con bloques de granito que llegaron volando del espacio.

—¿Se trataba, tal vez de un soberano de otro mundo que llegó en una nave espacial?

—No, amigo, la leyenda no habla de ninguna nave espacial; habla de dragones solamente, pero se refiere a P’An Ku como al dominador del caos en el universo; fue el creador del Yin-Yang, la concepción de las fuerzas duales en la naturaleza. Yang representa la fuerza viril y el cielo, Yin, la hermosura femenina y la Tierra. Todo lo que acontece en el cosmos depende de uno de estos dos polos hondamente arraigados en la cosmología china. Según la leyenda, cada soberano, «hijo del cielo», habría vivido 18 000 años terrestres, P’An Ku habría regido el cielo durante 2 229 000 años. Es posible que hayan algunos pocos años de diferencia, pero eso no afecta mayormente la cuestión.

La leyenda de P’An Ku es conocida en toda China y al dios se lo representa de distintas maneras según la región ¡lo que no es de sorprender en un país de 9 561 000 Km2 de superficie! En algunos lugares se lo representa como un ser con dos cuernos en la cabeza y un martillo en la mano derecha; en otras aparece como un dragón que somete a los cuatro elementos; en ciertas pinturas aparece con el Sol en una mano y la Luna en la otra y también se lo dibuja labrando paredes de roca en tanto es observado por una serpiente.

La leyenda de P’An Ku no es muy antigua: habría sido traída a China por viajeros procedentes del reino indochino de Siam en los alrededores del siglo VI a. C.

—La mitología china reconoce a Yan Shih Tien-Tsun como el padre de todas las cosas —observó el director—. Es el Ser insondable, el Principio y Fin de todas las cosas, El Inaccesible e Inconcebible. Más tarde, se lo llamará también Yu Ch’Ing. Cuando escriba sobre esto, haga notar que no debe confundirse a Yu Ch’Ing con el místico emperador Yu, de quien se cuenta que apaciguó la gran inundación, el Diluvio Universal. ¿Conoce la leyenda de Yan Shih Tien-Wang?

No la conocía. El director trajo un volumen del Dictionary of the Chinese Mythology de la estantería.

—Ahí tiene. ¡Lea la historia en el hotel! Encontrará en el diccionario algunas leyendas fascinantes para usted, como por ejemplo la leyenda de la diosa Chih Nu; era la patrona de los tejedores. Su padre la dejó al cuidado de su vecino, el guardián del Río de Plata en el cielo —lo que nosotros llamamos la Vía Láctea—. Chih Nu fue creciendo y llegó a ser extraordinariamente hermosa. Pasaba días y noches en el jolgorio. Nunca hubo en el cielo joven más loca y fogosa que Chih Nu. El Rey Sol llegó a hastiarse de tanta jarana y, después que dio a luz un hijo de su amigo el guardián, ordenó al apasionado amante que se fuera a prestar servicio al otro confín del Río de Plata, donde podría reunirse con la bella Chih Nu sólo una vez al año: la séptima noche del séptimo mes.

—¡La historia de los príncipes que no pueden juntarse! —La leyenda tiene un final feliz para los amantes: millones de pájaros resplandecientes se alinearon formando un puente sin fin a través de la Vía Láctea ¡y así, Chih Nu y el vigilante podían verse cuando querían!

—Si los refulgentes pájaros hubiesen sido naves espaciales patrullando el cosmos, entonces habría sido perfectamente factible para los amantes reunirse a voluntad. El señor Chang Fu-Tsung se levantó:

—¡Usted es un visionario! Pero le aconsejo, no se deje amedrentar por respeto a la opinión prevaleciente. A lo mejor, las interpretaciones modernas de mitos y leyendas tienen su justificación, a lo mejor nos hacen descubrir algo nuevo. No es mucho lo que sabemos…

El director me presentó al señor Marshall P. S. Wu, director de la Sección Excavaciones, como la persona mejor informada para que me sirviese de guía durante mi permanencia. A pesar de que lo que está expuesto son sólo fragmentos de los 250 000 objetos guardados en el museo, hay tantísimo por ver que, sin la ayuda del señor Wu, quien comprendió perfectamente el objeto de mi visita, me habría sido imposible localizar lo que me interesaba.

—Jarras de bronce de la época de la dinastía Shang (1766-1122 a. C.). Espontáneamente surgen en mi memoria recuerdos del otro lado del Pacífico: bastante más antiguos que las jarras chinas, los objetos de la cerámica nazca preincaica presentan idéntico decorado: líneas geométricas, cuadrados y espirales.

—Hacha de jade, pequeña réplica de un hacha de mayores dimensiones. Sobre la piedra verdosa se ve grabado el símbolo divino del dragón con su cola de fuego. El firmamento aparece decorado con esferas. Recuerdo las mismas representaciones en los sellos cilíndricos de los asirios.

—Decorado del altar del dios de la montaña y de las nubes. Así ha sido catalogado de acuerdo al criterio de los arqueólogos. Puede verse bajo un objeto con forma de paralelepípedo del año 206 a. C. Aparece una montaña como elemento dominante, pero, sobre ella, hay una gran esfera con una estela de fuego y más arriba, tres esferitas geométricamente dispuestas. La esfera grande, por su tamaño, no guarda ninguna proporción ni con el Sol ni con la Luna ni las estrellas. ¿Decorado de altar? ¿No será quizá la representación de un suceso extraordinario e incomprensible en el firmamento?

—Discos de jade (Fig. 26) con un diámetro de 7 a 16,5 centímetros. En el centro presentan un orificio como nuestros discos de gramófono. Los discos están en posición vertical, sujetos a un obelisco de 20 centímetros de alto por medio de una espiga. No me convence mucho la opinión de los arqueólogos de que se trata de símbolos del poder y de la fuerza y que serían empleados en ceremonias religiosas. Según estos científicos, el obelisco habría sido el símbolo del pene. Los discos me parecieron sobremanera interesantes; en muchos de ellos pueden observarse ángulos practicados en el borde, similares a los de nuestras ruedas dentadas. ¿Hay acaso alguna relación entre estos discos y los platos de Baian Kara Ula? Si aquellos platos fueron los modelos de estos discos del ceremonial, entonces queda descorrido el velo de misterio: después del descenso de los astronautas en Baian Kara Ula, los sacerdotes se habrían imaginado que fabricando discos semejantes a los producidos por los extraños visitantes obtendrían el beneplácito de los dioses o, a lo mejor, llegarían a asemejarse un poco a estos seres de inteligencia superior y así, en esta forma, los discos pueden haber pasado a convertirse en elementos integrantes del culto.

FIG. 26. Los discos de jade tienen un agujero en el centro y a menudo presentan ángulos en el borde parecidos a los de las ruedas dentadas. ¿Habrá sido fabricado según modelo?

El doctor Viacheslav Saizev, que publicó interesantes revelaciones acerca de los platos de granito, encontró en Fergana, en el Usbekistán, en las cercanías de la frontera con China, una interesante pintura en una caverna (figura 27): puede verse un ser que lleva algo parecido a un casco de astronauta en la cabeza; pueden asimismo distinguirse los aparatos para la respiración. Pero esto es lo más interesante: ¡en las manos, aisladas por el traje de cosmonauta, sostiene un plato idéntico a los cientos que fueron hallados en Baian Kara Ula!

Durante mi estancia en Taipéi, leí en el Dictionary of the Chinese Mythology la leyenda de Yuan-Shih Tien-Wang. He aquí un resumen:

Hace muchos, muchísimos años, vivía en las montañas, al borde de los hielos eternos, el anciano Yuan-Shih Tien-Wang. El abuelo narraba historias de los primeros tiempos de una manera tan vivida que todos los que lo escuchaban creían que Yuan-Shih había sido testigo de todos los maravillosos sucesos que contaba. Uno de ellos, Chin Hung, preguntó al anciano dónde había vivido antes de llegar a las montañas. Yuan-Shih levantó en silencio ambos brazos en alto. Entonces Chin Hung quiso saber cómo se había podido orientar en la inmensidad del espacio. Yuan-Shih guardó silencio y en esos instantes llegaron dos dioses con relucientes aprestos y Chin-Hung, que presenció la escena, contaba que uno de los dioses había dicho: —Ven, Yuan-Shih, nos vamos. Partimos de regreso a nuestra patria a través de la oscuridad del cosmos hacia lejanas estrellas.

FIG. 27. El doctor Viacheslav Saizev descubrió en Fergana, en el Uzbekistán, esta pintura en una roca: representa un astronauta con una placa en las manos similar a las que se hallaron por cientos en Baian Kara Ula. ¡Una portadora de sonido!

Taipéi, capital de Formosa y de la China Nacionalista, tiene casi dos millones de habitantes, universidades, escuelas superiores y museos excelentemente organizados. El puerto principal es Kilung, por donde se exportan productos como el azúcar, té, arroz, bananas, ananás (que se desarrollan en clima tropical), madera, alcanfor y pescado. Desde que Taiwán, con sus 13 millones de isleños, se independizó en 1949, su industria se ha venido desarrollando vertiginosamente, de modo que en la actualidad exporta, además de los productos ya citados, tejidos, motores de todas clases, maquinaria industrial, aparatos eléctricos, etc. Al mismo tiempo el Estado explota yacimientos de carbón, oro, plata y cobre.

Aún no se sabe a ciencia cierta de dónde y cuándo llegaron a la isla sus primeros habitantes, los paiwan. De sus descendientes quedan actualmente un cuarto de millón repartidos en siete tribus diferentes en la parte más inaccesible del macizo montañoso central: las sucesivas olas de inmigrantes chinos los indujeron a retirarse al lugar que hoy ocupan. Hasta la pasada generación, los guerreros paiwan destacaban por su valor en el espeluznante deporte de la caza de cabezas. Hoy en día se limitan a la caza de fieras en su territorio. La tribu ha conservado sus hábitos primitivos, vive según las leyes eternas de la naturaleza. La medición del tiempo, por ejemplo, es tan simple como su manera de vivir: el día comienza con el canto del gallo, su transcurso se mide por la longitud de la sombra proyectada; se reconoce el comienzo del nuevo año por el florecimiento de las hierbas de la montaña, su apogeo se manifiesta en la fructificación y el fin de año, en las primeras nevadas que los aíslan completamente del mundo.

FIG. 28. ¡Aquí vivía el cacique! Las dos figuras flotantes a la izquierda de los cuatro círculos llevan los clásicos mandiles de los astronautas prehistóricos, como puede verse también en muchos monolitos.

FIG. 29. Monolitos toltecas del Museo de Etnología de Berlín. La figura de la izquierda lleva el título «Oda al dios sol». La figura de la derecha es una fotografía tomada en el Museo Americano de Madrid que tiene modelos en yeso del original. Siempre los famosos mandiles en madera y en piedra. ¿Eran tal vez partes integrantes de las vestimentas de los astronautas?

FIG. 30. En la mano una arma de rayos, como pueden verse también en las representaciones de dioses en Val Camonica, Italia, y en el Monte Albán, México. Alrededor del casco hay una serpiente. ¿Símbolo de viajes espaciales?

Los paiwan han practicado siempre la monogamia. No importa si el varón conquistó a su mujer cortejándola, comprándola o raptándola, lo importante es que será su esposa por toda la vida. El paiwan es adicto al betel como estimulante. Lo preparan en su propio «laboratorio» a partir del fruto de la palma de betel, que es semejante a la nuez moscada; le añaden cal calcinada y una pulgarada de pimienta de betel. El betel tiene un sabor amargo como la hiel, pero se dice que refresca. La saliva se torna rojiza y los dientes toman un tinte azul oscuro. La sonrisa amistosa de un guerrero paiwan, lejos de infundir confianza, suscita más bien temor. Si no hubiese sabido de buena fuente que esta gente ya no practica la caza de cabezas había puesto pies en polvorosa: aún tengo necesidad de mi cabeza por algún tiempo más. El Museo de la Provincia de Taipéi posee una extraordinaria colección de entalladuras de madera de los paiwan. Sus esculturas se consideran como las últimas manifestaciones de un arte popular en vías de extinción: pueden apreciarse en estas colecciones antiquísimos motivos tomados de leyendas y tradiciones y que fueron transmitidos de generación en generación.

Quien anda a la búsqueda de dioses, aquí los encuentra. He aquí un tablero suspendido de 72 centímetros de ancho y 25 centímetros de alto (Fig. 28). Estaba colocado a la manera de escudo a la entrada de una casa para anunciar: ¡Aquí vive el jefe! A la izquierda de los cuatro círculos concéntricos pueden verse dos figuras suspendidas con los ya clásicos mandiles de los astronautas prehistóricos, como se ven también, por ejemplo, en los monolitos toltecas (Fig. 29) del Museo de Etnología de Berlín. Ambos seres visten una especie de mono y llevan zapatos. La figura de la izquierda lleva casco y antenas para ondas ultracortas. He aquí una escultura (Fig. 30) de madera que representa un ser con órganos sexuales bien desarrollados. La cabeza va protegida por un casco bien ajustado. En el casco está grabado un pequeño triángulo, posiblemente la insignia del escuadrón espacial. ¡En torno a la cabeza aparece enrollada una serpiente! En los tiempos bíblicos, era el símbolo de lo repugnante, de la adulación rastrera. En las leyendas de los mayas, se eleva por los aires como un «ser provisto de plumas» y aquí surge una vez más, entre tribus olvidadas de un macizo de Formosa. ¡En todo el mundo encontramos a la serpiente en el arte folklórico, serpientes voladoras! ¿Por qué pintaban los paiwan (Figura 31) asquerosas serpientes en sus canoas? ¿Por qué tienen las figuras de los dioses sus cabezas conectadas por antenas? ¿Qué significan las conexiones al «Sol» representado en forma de rueda dentada? En la figura 32, vemos las serpientes enrolladas en torno a las estrellas; sus cabezas tienen forma de triángulo ¿por qué miran con los ojos desorbitados hacia el cielo? En la figura 33 vemos un dios paiwan que sostiene una serpiente alrededor de su cabeza; ésta aparece cubierta por un casco, ¿qué significado puede tener esto? En la figura 34 vemos un dios cuyo rostro está cubierto por una máscara, pero, para ser más exactos, no se trata de un dios sino de una diosa. ¿Por qué habrán escogido precisamente un ser femenino? ¿Qué significan esos lentes fuera de toda proporción y aquella serpiente en torno al cuello y la cabeza? Esto no puede haber sido precisamente elegante en ninguna época, pero en cambio puede haber sido funcional para un viaje interplanetario.

FIG. 31. ¿Por qué pintaban los paiwan sus canoas con frescos de dioses, igual que los antiguos egipcios? ¿Qué significan los contactos de las antenas que llevan los seres?

FIG. 32. Un grabado en madera de los paiwan. Nuevamente serpientes alrededor de las estrellas, con los ojos mirando al cielo.

FIG. 33. Esta escultura de madera muestra un dios que lleva un casco muy ajustado en la cabeza, y una vez más la serpiente, antiguo signo de viajes cósmicos.

Los arqueólogos opinan que todas estas manifestaciones pueden interpretarse como formas de expresión religiosa. Según ellos, las serpientes habrían sido símbolos divinos del temor de dios. ¿Cuándo los paiwan decoraban sus canoas con motivos de significado religioso, por qué no escogían más bien peces, tiburones, olas o sapos como modelo? ¿Por qué no fijaría el jefe de la tribu un escudo con el emblema de su grupo a la entrada de su vivienda? Tenían a su disposición modelos maravillosos.

Las tallas en madera son de una hermosura extraordinaria. Todas muestran círculos concéntricos, espirales y siempre la unión de hombre y serpiente, representándose esta última en todos los casos sobre los demás seres y silbando hacia el cielo. A veces las figuras no están de pie sino que aparecen flotando como si no tuviesen peso. No interpreto estas representaciones como simple producto de la inspiración artística. Los antepasados de los paiwan deben haber visto seres flotando en el espacio y deben haber narrado este acontecimiento extraordinario a sus descendientes. Los paiwan son, aún en la actualidad, gente primitiva; en sus tallas representan objetos reales de su medio ambiente o bien aquellas formas consagradas ligadas a un recuerdo imperecedero. Que los paiwan no son gente que viva de fantasías, lo demuestran sus trabajos artísticos en la actualidad: hombres con uniforme japonés y fusiles, los han visto. Hoy, como en todas las épocas, se han limitado a plasmar lo que han visto en artística combinación con el contenido de una tradición inmemorial.

FIG. 34. ¿Diosa paiwan con máscara de astronauta? Sostiene una serpiente, símbolo del cosmos, en las manos. Lleva lentes.

Un motivo digno de notarse es un ser de tres cabezas que vuela montado en una serpiente. Hemos encontrado este mismo motivo en un manuscrito de seda de la época de la cultura Chou (1122-236 a. C.).

En el Museo Histórico de Taipéi, el director, Y. C. Wang, me mostró su colección de representaciones de seres mitológicos, mitad hombre, mitad animal, muchos de ellos con cabeza de pájaro y alas. Son figuras análogas a los seres voladores asirio-babilonios. Sellos de la época Chou los hay tan numerosos como anillos en la gaveta de un joyero; los hay hasta de un centímetro de diámetro y no se descubren motivos decorativos en ninguna parte. Bajo la lupa dan la impresión de ser una red de circuitos integrados. Hay espejos de distintos tamaños, de 7 a 15 centímetros grabados con símbolos y escrituras que en parte han podido ser descifrados.

Una de las inscripciones de la época de la dinastía Chou dice:

«Doquiera brillan soles, hay vida».

¡El cuadrado grabado en el centro de este espejo de bronce (Fig. 35) podría compararse con los circuitos impresos integrados de la casa Siemens!

FIG. 35. «Doquiera brillan soles, hay vida», dice una inscripción en un espejo de bronce. ¡Doquiera aparecen grabados como el de este espejo, puede tomárselos por circuitos impresos integrados!

¡Si se coloca el cuadrado del espejo de bronce entre dos redes de circuitos integrados de la casa Siemens, el efecto es sorprendente! ¡En el centro está el espejo de bronce!

El geólogo Thuinly Lynn me habló sobre un descubrimiento desconocido en el mundo occidental:

En julio de 1961, el arqueólogo Tchi Pen-Lao, profesor de arqueología en la Universidad de Pekin, descubrió, mientras realizaba excavaciones en el «Valle de las Piedras», un sistema subterráneo de túneles. Al oeste de Yoyang, en las estribaciones de las montañas de Honan, en la orilla meridional del lago Tung-Ting, encontró el arqueólogo, a 32 metros de profundidad, varios caminos de acceso a un laberinto. Se localizaron algunas vías que, sin lugar a dudas, pasan por debajo del lago. Las paredes de los túneles son lisas y vidriadas. Las paredes de un vestíbulo y el cruce de varias galerías aparecen cubiertos de dibujos: representan animales que huyen todos en una dirección; van conducidos por hombres que portan cerbatanas entre los labios. Sobre los animales que huyen, y esto es para mí lo más interesante aparte de la existencia de los túneles, se ve una chapa volando por el aire y sobre ella hay varios hombres de pie que portan instrumentos semejantes a nuestros fusiles y con los cuales apuntan a los animales. Los tripulantes de la chapa voladora, relata en profesor Tchi-Pen-Lao, llevan chaquetas semejantes a las nuestras y pantalones largos. Según el señor Lynn, es posible que entretanto ya haya quedado establecida la época en que fueron construidos los túneles, pero desgraciadamente las noticias de la China Popular llegan sólo en forma muy intermitente y con demasiado retraso. Este informe de la chapa voladora y de los hombres que apuntan a los animales desde arriba me trajo inmediatamente a la memoria algo que vi en 1968 en el Museo de Paleontología de Moscú: está ahí expuesto el esqueleto de un bisonte (Fig. 36) cuyo hueso frontal ha sido limpiamente atravesado por un proyectil.

Como sabemos, el bisonte es originario de Siberia. Se calcula que este bisonte vivió en el período neolítico (8000 a 2700 a. C.), época durante la cual se fabricaban armas de piedra y el modelo más perfeccionado no pasaba de ser el hacha de piedra. Un golpe de hacha simplemente habría destrozado el cráneo y en ningún caso podría haber formado un agujero. ¿Un arma de fuego en el período neolítico? Disparate. Y, sin embargo, ahí está el trofeo del cazador prehistórico expuesto en Moscú.

FIG. 36. Este esqueleto de bisonte del período neolítico está expuesto en el Museo de Paleontología de Moscú. En el cráneo puede observarse una perforación que sólo pudo haber sido producida por un arma de fuego. Pregunta difícil de contestar: ¿quién tenía armas de fuego 8000 años a. C.?

La decimoprimera y última tarde de mi estancia en Taipéi fui agasajado con una cena en mi honor por el presidente Ku Cheng-Kang, miembro de la Asamblea Nacional (figura 37). Asistió un selecto grupo de hombres de ciencia y políticos: B. Hsieh, profesor de la Universidad de Fu-jen; Shuan Yao, entonces secretario general de la UNESCO; Hsu Chih-Hsin y Shuang Jeff Yao, del Departamento de Relaciones Públicas; Senyung Chow, del Gobierno y, por supuesto, mis amigos del museo, Chiang, Lynn, Wang y Wu.

Algunos de estos apellidos son tan corrientes como Herr Müller, Míster Smith y Monsieur Dupont. Me costaba hacer distinción entre tanto rostro sonriente y no atinaba a asignarles nombres.

Mientras volaba sobre la isla de Guam en el Pacífico, hice un balance de mi viaje. No había podido ver el informe de Raian Kara Ula, pero por lo menos, había podido llenar un vacío en mi agenda con los domicilios de las divinidades chinas.

Huellas como las que busco, las hay en todas partes del mundo.

FIG. 37. La noche antes de mi partida de Taipéi, el presidente Ku Cheng-Kang ofreció una cena en mi honor a la que asistieron hombres de ciencia, políticos y directores de museos. Todos me ayudaron en mis investigaciones.

P. D. Mi película «Recuerdos del Futuro» fue comprada por una entidad estatal para el reino de Mao. A lo mejor me abre la puerta a un viaje de estudio a Pekin. Esta vez, llevando tarjetas postales, no tendré dificultades en dar con la Academia y su archivo histórico.

Por otra parte, hace tiempo que tengo deseos de visitar el desierto de Gobi…