Capítulo 14

PRIS no había esperado que Eugenia pusiera objeción alguna para asistir a la cena, pero se quedó perpleja ante lo contenta que se mostró su tía por la invitación.

Al bajar las escaleras a las seis en punto, preparada para salir, descubrió a Eugenia acicalándose a conciencia ante el espejo del vestíbulo.

—Oh, aquí estás, querida. Dime —Eugenia se retocó el delicado collar de encaje que se había abrochado sobre el discreto escote de su vestido—, ¿crees que esto me hace parecer demasiado vieja?

Pris parpadeó, pero cuando Eugenia la miró con una expresión inquisitiva, se acercó a mirar la imagen de su tía en el espejo. Al ver los suaves rasgos de Eugenia, el cabello rubio suavemente ondulado y con muy pocas canas, su figura rubicunda y rolliza, como una modelo de Rubens, y la inteligencia que brillaba en esos claros ojos azules, negó con la cabeza.

—No creo que parezcas vieja en absoluto.

Una sonrisa puramente femenina iluminó el rostro de su tía.

—Gracias, querida. —Girándose, examinó a Pris, luego enarcó las cejas—. Ese tono lila oscuro te favorece. ¿Has decidido abandonar esa severa apariencia de marisabidilla?

Alisándose las faldas color amatista, Pris se encogió de hombros.

—Estarán sólo Rus, Dillon y Barnaby, no necesito engañar a nadie.

Su tía le digirió una mirada penetrante.

—Cierto.

El brillo perspicaz de sus ojos le indicó que tampoco a ella la había engañado, que sabía perfectamente que habría un caballero en la velada al que estaría muy feliz de mostrar todos sus encantos.

Adelaide bajó las escaleras con rapidez, contenta por haber encontrado a Rus sano y salvo, y emocionada porque lo vería esa misma noche.

—Estoy preparada. —Deteniéndose al pie de las escaleras, miró a Pris y a Eugenia con el entusiasmo reflejado en la cara—. ¿Nos vamos?

Pris le lanzó una mirada a Eugenia, esta se la devolvió y luego se rieron las dos.

—Vamos. —Eugenia señaló la puerta con la mano—. Patrick está esperándonos.

El recorrido hasta Hillgate End transcurrió en una atmósfera de agradable anticipación. El general las recibió en la puerta de su casa y las saludó con una reverencia formal. Dillon, Rus y Barnaby estaban esperando en la salita.

Cuando Pris entró detrás de Eugenia, se alegró de haber visto a Dillon en traje de noche con anterioridad; consiguió no mirarlo fijamente, pero sólo después de haberlo saludado. Se volvió y vio que Rus la miraba con una amplia sonrisa, no había recordado hasta entonces que su hermano también estaba allí. Parpadeó, se obligó a poner en orden sus pensamientos y se acercó a saludar a Barnaby.

Lo que siguió a continuación fue el paradigma de una tarde agradable, relajada y tranquila entre buenos amigos. La cena fue excelente y los vinos delicados; la conversación fue amena y alegre, sencillamente encantadora. De común acuerdo nadie mencionó el tema que los había reunido, ni las decisiones que debían ser tomadas. En cambio hablaron de Londres, de Irlanda, de escándalos y noticias, y por supuesto, también de caballos, pero de su cría, no de las carreras.

Las risas fueron genuinas, el aprecio sincero. Rus se pasó el rato hablando quedamente con Adelaide y, mientras Barnaby entretenía al general y a Eugenia, Dillon y Pris intercambiaron pareceres sobre los juegos de naipes, las carreras de cabriolés y perros.

Luego, cuando fue retirado el último cubierto y concluyó la sobremesa, el general miró a su alrededor y sonrió.

—Lo mejor será que, dadas las circunstancias, lady Fowles, la señorita Blake y yo nos retiremos a la salita y os dejemos a vosotros cuatro deliberar tranquilamente.

—Por supuesto. —Eugenia echó hacia atrás la silla—. Pero no tardéis mucho tiempo. Esperamos que toméis con nosotros el té.

Los caballeros se levantaron al mismo tiempo que ella. El general le ofreció su brazo a Eugenia, y con Adelaide del otro, los tres se retiraron del comedor charlando animadamente.

Dillon volvió a hundirse en su asiento al lado de Pris. Barnaby permaneció enfrente; Rus se cambió de silla para sentarse a su lado. Antes de que nadie dijera nada, se abrió la puerta y entró Jacobs con una jarra de licor en una bandeja.

El mayordomo se detuvo y parpadeó.

Dillon miró a Pris, pero ella miraba la mesa con el ceño fruncido. Le dio un golpecito en el codo y cuando ella levantó la vista, le señaló con la cabeza a Jacobs que esperaba desconcertado sin saber qué hacer. Pris se lo quedó mirando y luego volvió a mirar a Dillon que enarcó una ceja.

Pris se dio cuenta de la situación.

—¡Oh!, sí. Adelante. —Agitó una mano distraídamente—. Haga lo que sea que tenga que hacer.

—Sirve tres copas —le indicó Dillon a Jacobs—. Luego sírvele al general en la salita. Seguro que a lady Fowles no le importará.

—Muy bien, señor.

Jacobs colocó las tres copas frente a Dillon. Este le pasó una a Rus y otra a Barnaby, luego levantó la suya y dio un sorbo.

—Por el éxito —dijo Barnaby antes de beber.

Rus y Dillon murmuraron lo mismo, luego Dillon dejó su copa sobre la mesa.

—Lo primero que tenemos que decidir es si tenemos todos los datos. O al menos los datos necesarios para actuar.

Cruzando los brazos, Barnaby se inclinó sobre la mesa.

—Déjame hacer un resumen de lo que sabemos hasta el momento. Existe alguien, lo más probable un solo hombre, llamémoslo señor X, que es un caballero y un apostador nato, uno que apuesta y gana grandes sumas de dinero. A los hombres como ese les gusta apostar, no sólo por el dinero, sino por la emoción de ganar, y cuanto más alta sea la apuesta, mayor es la emoción. Para eso hay que tener dinero. Mucho dinero.

»Ahora situémonos en el otoño pasado. Collier hizo apuestas muy altas y perdió. El señor X se enteró. El pasado invierno se puso en contacto con Collier, que estaba prácticamente en la ruina, y se ofreció para ser su socio en la sombra, estableciendo las condiciones para las sustituciones de caballos. En la temporada de primavera, realizaron al menos dos sustituciones con éxito, probando que el señor X tenía a su disposición todos los elementos necesarios: propietarios, entrenadores, caballos, corredores de apuestas para generar grandes cantidades de dinero.

—Pero en cuanto la temporada finalizó, discutió con Collier. —Dillon miró a Barnaby—. El señor X actuó de inmediato para quitarse de encima la amenaza que suponía Collier en sus planes y lo mató.

Barnaby asintió.

—El señor X ya había contactado con Cromarty y con Aberdeen, así que a pesar de todo la estafa siguió desarrollándose sin ningún problema.

—Es posible —interpuso Dillon—, que cambiar de caballerizas en cada temporada formara parte de sus planes. De esa forma las autoridades tienen menos posibilidades, por no decir ninguna, de pillarlo; la voz de alarma suele darse después de que se haya disputado la carrera, normalmente semanas más tarde, y para entonces ya ha finalizado la temporada. Incluso si después de esta temporada comenzamos a vigilar a Cromarty, pero las sustituciones de la temporada que viene las realiza Aberdeen… las autoridades siempre estarán un paso por detrás del señor X.

Barnaby miró la mesa con el ceño fruncido.

—Se me ha ocurrido una cosa… ¿Y si dadas sus conexiones con las apuestas, el señor X lo organizó todo para que Collier, Cromarty y Aberdeen fueran acuciados por las deudas y así poder contar con ellos? —Barnaby miró a Dillon—. No quiero decir que Collier, Cromarty y Aberdeen sean unos angelitos que hayan actuado bajo presión, pero sus papeles en la trama del señor X podrían haber sido planeados de antemano.

Dillon clavó los ojos en Barnaby.

—Quizá sea un tanto retorcido, pero sí, podría ser, dado que los propietarios algunas veces depositan su confianza en los corredores, es posible que el señor X maneje también la industria de las carreras en ese sentido.

Pris se estremeció.

—Este señor X no sólo parece maquiavélico, sino que también parece poseer muy pocos escrúpulos.

Dillon, Rus y Barnaby intercambiaron una mirada, luego Barnaby continuó:

—Y ahora centrémonos en esta temporada. El señor X realizó una sustitución muy exitosa al principio de la misma con el caballo de Cromarty, Furia Veloz, consiguiendo grandes sumas de dinero.

—Sin embargo —dijo Dillon—, realizar sustituciones en Newmarket tiene ciertos inconvenientes que el señor X no ha considerado. Puesto que Newmarket es la cuna del Jockey Club, realizar aquí las sustituciones es atentar contra el propio corazón de las carreras. Si esto sigue así, esta industria acabará convirtiéndose en una auténtica anarquía. Ya es grave que hayan sustituido a Furia Veloz, pero sustituir a Impetuosa Belle sería muchísimo peor. Se trata de una carrera de primer rango que cuenta con la presencia del Primer Ministro y que tiene lugar en una de las mejores pistas del país. Las apuestas serán más elevadas, y el escándalo subsiguiente muchísimo más grande. Los apostadores no lo dejarán pasar y la sociedad tampoco.

—Y no sólo eso —dijo Barnaby—, seréis tú y el comité los que os llevaréis la peor parte, a la vez que seguiréis sin poder detener al señor X, sobre todo si continúa cambiando de caballerizas y borrando sus huellas.

Dillon asintió con un gesto grave.

—Saber que se están realizando sustituciones no hace que sea más fácil detenerlas.

—A menos que… —dijo Rus, interviniendo en la conversación— sepas que va a haber una sustitución antes de que ocurra. Lo que nos lleva de nuevo a Belle.

Barnaby lo consideró y luego, sacudiendo la cabeza, se recostó en la silla.

—Aun así…

Dillon esbozó una mueca.

—Detener la sustitución de Belle, sólo impedirá que su sustituta corra la carrera, y que las apuestas se hagan a nombre de otro caballo. El dinero que se perderá y ganará no será mucho. Y aunque el señor X no obtenga la recompensa que acostumbra y que sin duda espera, tampoco perderá mucho, desde luego nada que no pueda permitirse. Lo inquietará, pero no desbaratará sus planes. En su lugar, utilizará a Aberdeen, e incluso si logramos averiguar cuáles son los corredores de Aberdeen antes de que se realicen más sustituciones, el señor X, sencillamente, esperará a la próxima temporada.

—O se valdrá de algún otro propietario que aún no hemos relacionado con él —dijo Pris frunciendo el ceño. Tras un momento, ella continuó con un evidente tono de frustración en su voz—. ¿No hay nada que podamos hacer? ¿Alguna manera de proceder?

Rus y Barnaby negaron con la cabeza.

—Es lo más ruin, la estafa más vil de la que haya tenido noticias —dijo Barnaby—. Además del señor X, hay un montón de malhechores implicados, todos los cuales reciben algún tipo de retribución y aunque si bien conocemos el inminente crimen y podemos detenerlo, si lo hacemos, no pillaremos a todos los involucrados, ni pondremos fin a los descabellados planes del señor X.

—Es una araña en medio de una telaraña —dijo Dillon mirándose fijamente los dedos con los que tamborileaba en la mesa—. Podemos romper algunos hilos, incluso destruir parte de la red, pero no dañaremos a la araña. Una vez que nos retiremos, se esconderá, volverá a extender su telaraña con nuevos hilos, y luego continuará con su trampa para devorar a sus presas.

Todos vieron la analogía y se quedaron callados y pensativos, luego Barnaby se removió en su asiento. Miró a Dillon.

—¿Cuáles serían las consecuencias si desenmascaramos a Cromarty? —Cuando Dillon lo miró, Barnaby sonrió fugazmente—. Ya lo has pensado, ¿no?

Dillon le devolvió la sonrisa y luego se puso serio.

—Sí, y la respuesta no es nada alentadora. La única manera en que podemos probar cualquier ilegalidad es dejar al descubierto a la doble de Belle justo antes de la carrera. Cromarty, Harkness y Crom serían acusados de perpetrar una estafa. Pero si Harkness fuera convencido para proteger a Cromarty y declarara que este no sabía nada, Harkness y Crom acabarían en la cárcel, probablemente en Newgate, y Cromarty se libraría con una multa y una reprimenda por no estar al tanto de lo que ocurría en sus caballerizas.

—¿Y nada más? —Pris parecía horrorizada—. ¿Todos los demás saldrían impunes?

Mirándola a los ojos, Dillon asintió con la cabeza.

—Algunos se pillarán los dedos con las apuestas, pero eso sería lo único que conseguiríamos si sacamos a relucir la sustitución de Belle. —Miró a Barnaby y a Rus—. No tenemos pruebas para implicar a nadie más.

—Y no hay demasiadas probabilidades de que Cromarty nos revele los nombres de los demás involucrados —resumió Rus, decepcionado.

—Ninguna si él conoce lo que le sucedió a Collier. —Reclinándose en su asiento, Dillon miró a los demás—. No creo que consigamos nada nuevo sobre el señor X si denunciamos la sustitución de Belle.

Barnaby se acabó la copa de golpe y la dejó sobre la mesa.

—Pero tiene que haber algo que podamos hacer.

Dillon lo miró a los ojos.

—Tenemos que encontrar la manera de cazar a esta araña.

Faltaban cuatro días para la carrera de octubre, donde participaría la potranca de dos años, Belle, y dado que no habían encontrado una solución clara al dilema, acordaron tomarse un día más para reflexionar antes de decidir qué hacer.

Se levantaron y se reunieron con los demás en la salita a tiempo de tomar el té. Más tarde, salieron a la escalinata de entrada donde Dillon, Barnaby y Rus se despidieron de las damas que partieron en su carruaje.

Algo después, con la luna colgando en el cielo y los campos en completo silencio, Dillon cabalgó en dirección noroeste, al cenador del lago.

Una vez más, no habían concertado el encuentro, apenas habían intercambiado una mirada significativa durante la velada, pero allí estaba ella, sentada sobre el sofá, esperándolo.

Sonriendo de una manera misteriosa y femenina, Pris lo tomó de la mano y lo atrajo hacia ella. Hacia la magia dorada de sus brazos, hacia esa pasión salvaje y temeraria que los reclamó a ambos y que culminó en el alma de Dillon.

Se había curado. De alguna manera que no lograba comprender, las dos mitades de su ser se habían fundido en una sola.

Echado sobre el sofá, más o menos desnudo, con Pris recostada sobre él, completamente desnuda, Dillon miraba fijamente las sombras, pensando en ellos dos y en cómo se sentía, cuando Pris se removió y se reacomodó entre sus brazos. Luego giró la cabeza hacia el lago y murmuró:

—Tiene que haber algo que podamos hacer.

Mientras miraba el oscuro espacio del cenador, a Dillon se le ocurrió una idea de repente; algo inesperado y radical, algo que no podía asegurar que saliera bien.

Con la mirada fija en el techo en penumbra, Dillon levantó una mano y atrapó un mechón del pelo de Pris, enroscándolo y acariciándolo entre los dedos.

—Teniendo en cuenta mi deshonroso pasado, siempre he considerado una jugada irónica del destino el haberme convertido en uno de los elegidos para defender este deporte. —Hizo una pausa y luego continuó—: Ahora me pregunto si el destino no habrá estado jugando a largo plazo.

Ella guardó silencio un momento y luego preguntó:

—¿Porque ahora las carreras están siendo seriamente amenazadas y debido a tu pasado eres capaz de comprender mejor esa amenaza?

—En parte. Más que nada pensaba en mi carácter y en cómo me metió en problemas hace tanto tiempo. No soy como mi padre. Él no tiene ni una sola vena salvaje e imprudente en todo su cuerpo. Si no hubiera tenido esos problemas en el pasado, si no hubiera perdido el honor, si no hubiera tenido que restituido ¿hubiera querido seguir sus pasos, y más tarde ocupar su cargo?

—¿Quieres decir que las razones que te llevaron a ser el responsable del Registro Genealógico pueden ayudarnos ahora de alguna manera?

Dillon la miró.

—Son esas las razones que hacen que un hombre como yo sepa cómo enfrentarse a este problema.

Ella levantó la cabeza y le sostuvo la mirada. Apoyando las manos en el pecho de Dillon, posó en ellas la barbilla y entrecerró los ojos sin dejar de mirado.

—Tienes un plan.

Se sintió divertido ante su comprensión y deseó que hubiera más luz para ver el color de sus ojos y apreciar mejor el resto de su cuerpo.

—Tengo algo en mente, pero no es nada seguro.

Si después de meditada y desarrollada, la idea resultaba factible, para llevarla a cabo y que diera resultado tendría que valerse de ese lado salvaje y temerario que Pris no sólo evocaba, sino que también alentaba y que de alguna manera había logrado integrar con su yo más responsable, juicioso y tranquilo…

Cuando estaba con ella, ya no se sentía dividido, como si estuviera adoptando uno u otro papel o fuera dos personas distintas bajo la misma piel. Esos años de deshonra habían abierto una brecha en su alma, haciéndolo desconfiar de sí mismo y llevándolo a adoptar una cautela de la que había sido consciente durante años. Siempre había estado preocupado porque ese lado salvaje y temerario volviera a tomar el control. Algo que no podía permitir que sucediera. Ni siquiera ahora.

Pero ¿qué le decía el destino?

—De cualquier manera tenemos que conseguir que Cromarty, Harkness y Crom acaben tras las rejas. —Donde él estuviera seguro de que no amenazaban ni a Pris, ni a Rus ni a nadie de su familia. Sabía mejor que nadie la falta de escrúpulos que tenía determinada gente de las carreras, y cómo tomaban represalias contra escogidos chivos expiatorios—. Es lo mínimo que podemos hacer.

Demonio y él habían comprendido la advertencia implícita de Vane. No sólo debían tener cuidado, sino que tenían que proteger y cuidar a sus familias, asegurarse de todas las maneras posibles de que sin importar lo que ocurriese, nada de eso repercutiría en aquellos por los que se preocupaban, aquellos que estaban bajo su protección.

Una advertencia justificada y oportuna. Pris continuó estudiando su cara.

—Quitar de en medio a Cromarty, Harkness y Crom… está muy bien, pero ninguno de nosotros aceptará eso como un éxito.

Dillon la miró a los ojos, observando en ellos la misma determinación que percibía en la firmeza de su mentón y sus labios, preguntándose qué era lo que la provocaba.

—Al menos, con esos tres entre rejas Rus estará a salvo.

Ella soltó un bufido.

—Aunque soy la primera en querer que mi hermano esté a salvo, eso apenas arregla nada. —Frunció el ceño como sospechando el doble sentido del comentario de Dillon, la pregunta implícita que había en él—. Saber lo que está ocurriendo y no poder hacer nada para evitarlo es algo que no va ni con Rus ni conmigo. Tampoco puedo imaginarme a Barnaby encogiéndose de hombros y dejando estar las cosas…, si hasta puedo oír cómo le rechinan los dientes. —Su expresión se había vuelto escéptica—. Y en cuanto a ti, sencillamente, nunca descansarás hasta ponerle fin al asunto. Al fin y al cabo es tu deber, ¿no?

Eso era.

Algo se estremeció en el interior de Dillon no sólo ante las certeras palabras de Pris, sino ante la aguda perspicacia de la que había hecho gala. Jamás había oído palabras que indicaran y resumieran de la manera más obvia y sencilla su cargo.

Quizá necesitaba que alguien tan desinhibido como ella se lo dijera. Que le recordara su verdadero propósito ante esa amenaza tan definida, resumiéndolo en dos palabras: «Su deber».

Suyo porque la responsabilidad era, ante todo, de él, no sólo en virtud del cargo que ocupaba, sino porque el comité había pedido su ayuda para que resolviera el problema y contaba con que él se encargara de todo.

Era su deber, así de sencillo. El de él no era un cargo remunerado, sino un honor concedido en reconocimiento a su vocación. Además de sus vínculos familiares, él había crecido dentro de ese mundo, y luego había pasado a formar parte de él.

Y era por todo eso y más, por lo que sencillamente no podía conformarse con quitar de en medio a Cromarty, Harkness y Crom. Su deber era salvaguardar el deporte al que llevaba sirviendo cerca de media vida —el deporte en torno al cual giraba su vida— de un mal que amenazaba con destruir la industria de las carreras.

Los ojos de Pris, fijos en él, se estrecharon hasta formar dos rendijas brillantes.

—¿Qué es lo que has pensado?

Dillon le sostuvo la mirada, luego curvó los labios.

—Paciencia… es sólo una idea. Te lo contaré una vez que lo haya pensado detenidamente, una vez que resuelva cómo podríamos llevarla a cabo.

Dillon había mantenido un tono bajo y sosegado. Mientras los dedos de su mano seguían jugueteando con el pelo de Pris, subió la otra por su muslo, acariciando su piel satinada, subiendo por su trasero desnudo hasta su cadera y desde allí hasta el montículo de su seno, distrayéndola deliberadamente.

Una distracción que se extendió hasta él, cuando ella agitó las pestañas y cerró los ojos ronroneando de placer.

—Mmm. —Pris se inclinó hacia delante, ofreciendo por completo su pecho, para después arquearse sinuosa y lascivamente bajo su cuerpo, buscando sus labios con los suyos, y besándolo.

Decidiendo que en vista de la advertencia de Vane, distraerla era claramente su deber, Dillon le soltó el pelo, le enmarcó la cara con las manos y le devolvió el beso.

—Para mi profundo disgusto, ya pesar de romperme la cabeza, no se me ha ocurrido ninguna manera de destruir a la araña. Podemos desbaratar su red, pero… —Barnaby hizo una mueca, y miró los rostros de los reunidos en el estudio de Dillon.

Era la tarde siguiente; tras separarse de Dillon de madrugada, Pris se había pasado las horas en vela intentando pensar en algo que pudiera vincular a Cromarty con su reservado socio, algo que tuvieran en común.

Al igual que los de Barnaby, sus esfuerzos habían sido en vano.

A pesar de haber intentado sonsacar a Dillon, este se había negado a explicarle en qué consistía su «idea». Esperando que Dillon revelara al fin su plan y que pudiera llevarse a cabo, Pris había acudido con Adelaide a Hillgate End; Adelaide se encontraba en esos momentos conversando con el general.

Cuando Barnaby levantó las manos en actitud de derrota, Pris miró a Rus, sentado en un sillón frente a ella.

Su gemelo percibió su mirada; cuando Dillon y Barnaby lo miraron, él sacudió la cabeza.

—El alcance de todo esto… simplemente me supera. Cazar a Cromarty, Harkness y Crom es relativamente sencillo. Pero la única manera de llegar hasta el final sería que Cromarty identificara al señor X y que tuviera pruebas para condenarle. Pero si ese hombre se ha cuidado de no dejar ningún cabo suelto como hizo con Collier, no hará menos con Cromarty.

Barnaby asintió con gesto grave y hundió la barbilla en el pecho. Luego levantó la cabeza y miró a Pris:

—¿Alguna idea?

Apretando los labios, ella negó con la cabeza. Luego miró a Dillon.

Él le devolvió la mirada y luego miró a los otros dos que se habían girado hacia él.

—Estoy de acuerdo en que denunciando a Cromarty, Harkness y Crom no se soluciona nada. No estaremos atacando el corazón de la red, ni siquiera la perjudicaremos demasiado. Los hechos son que una vez que Cromarty y compañía queden fuera de juego la estafa se centrará en Doncaster y Cheltenham, e incluso si lográramos implicar a Aberdeen, el estafador sencillamente pondría tierra de por medio, y resurgiría la próxima temporada en alguna otra parte.

Barnaby suspiró abatido.

—Así que la única opción sería una leve satisfacción. No acabaríamos con el delito en sí. —Bajando la mirada, se estudió las botas.

Pris observó a Dillon. Lo vio vacilar. La miró, luego tomó aliento y con tono tranquilo indicó:

—Esa no es nuestra única opción.

Barnaby levantó la cabeza y estudió la cara de Dillon.

—Así que se te ha ocurrido algo. ¡Aleluya! ¿Qué es?

Todos miraron inquisitivamente a Dillon. Su expresión —seria, obstinada, comprometida y decidida— era un reflejo de su tono.

—He estado pensando en esto desde todos los puntos de vista. Mi preocupación primordial son las carreras, según mi opinión lo importante es el fin y no los medios. Tal y como yo lo veo, sólo hay una alternativa a dejar a Cromarty en evidencia justo antes de que se celebre la carrera. —Levantó la mano—. No digáis nada, sólo escuchadme hasta el final. —Paseó la mirada por todas las caras hasta que se detuvo en Pris—. Mi sugerencia es que realicemos un cambio doble. Que restituyamos a la verdadera Belle en la carrera y que la dejemos correr.

Pris parpadeó; Rus y Barnaby también. Luego fruncieron el ceño, pensando, intentando averiguar hasta dónde quería llegar.

Dillon les dio un momento, luego les explicó:

—Si la verdadera Belle corre y gana, la repercusión será enorme. Ningún inocente saldrá malparado, todos los que hayan apostado por ella de buena fe, obtendrán su justa recompensa. Por otra parte, aquellos que hayan apostado en contra de ella sabiendo de antemano que no tenía ninguna posibilidad de ganar la carrera, también cosecharán su justa recompensa. Perderán, y perderán mucho.

Hizo una pausa y luego continuó:

—Es lo único que se me ocurre para atacar a la red y que a la vez se haga justicia con Cromarty. Si Impetuosa Belle corre y gana, cada hilo de la red del señor X se verá afectado, y es casi seguro que se destruya por completo. Sabemos lo cruel que puede ser el mundo de las carreras que degüella, literalmente, a los traidores cuando le traicionan. Según las sospechas de Gabriel y Vane, el señor X no puede haber montado una empresa de tal calibre sin contar con la ayuda de algunas figuras poderosas y oscuras. Si gana Belle estará claro que no sería una táctica deliberada del señor X, pero esa gente tan poderosa, no lo vería así. Para ellos, él será el único responsable de sus pérdidas, de su fracaso. Por desgracia, esto no hará que esos caballeros dejen el negocio, pero sí dejará fuera de juego al señor X.

—Y —dijo Barnaby con los ojos chispeando de entusiasmo— lo que le ocurra al señor X servirá de ejemplo para cualquiera que esté pensando en probar un plan similar. —Miró a los ojos oscuros de Dillon—. Es una idea absolutamente brillante.

Dillon esbozó una mueca.

—Al igual que todas las ideas, también tiene sus inconvenientes.

Como Barnaby, Rus parecía transformado y revigorizado, pero ante las palabras de Dillon vaciló.

—¿Qué quieres decir?

—Cromarty, Harkness y Cromo —Dillon sostuvo la mirada de Rus y luego miró a Pris—. Si volvemos a cambiar a Belle, no habrán cometido ningún delito. Habremos acabado con la única prueba que puede delatarlos.

—¿Se saldrán con la suya sin ni siquiera una reprimenda? —preguntó Pris.

Dillon esbozó una mueca.

—No una oficial. Sin embargo, no saldrán bien parados. Está claro que Cromarty apostará contra Belle. Lo que pierda en esas apuestas dependerá de cuánto haya arriesgado. Pero las repercusiones no se detendrán ahí, Harkness y especialmente él, estarán en la misma tesitura que los demás jugadores: aquellos corredores de apuestas que estén al tanto del ardid, el señor X, y los propios caballeros en la sombra. Nadie comprenderá cómo ha podido ocurrir eso.

Rus sonreía ampliamente.

—Y menos que nadie Cromarty, Harkness y Cromo… Oh, habría que ver sus caras cuando vieran a Belle cruzar la línea de meta.

Los ojos verdes buscaron la mirada de Dillon.

—Barnaby tiene razón… Es una idea brillante. Incluso a pesar de que eliminemos cualquier prueba del delito, no deja de ser una idea brillante. A cambio se conseguirá mucho más…, ¡muchísimo más!

—En efecto —Barnaby asintió convencido—. Y no estaremos haciendo nada ilegal. En realidad sólo queremos ayudar y devolver a Cromarty su auténtico campeón, ¿de qué podría quejarse?

Rus se rio entre dientes.

—Eso mismo.

Dillon miró a Pris y esperó. Ella estudió sus ojos, preguntándose por qué a diferencia de ellos, que consideraban la idea maravillosa, la respuesta perfecta a su dilema, él se mostraba extrañamente cauteloso. No percibía nada en su rostro que indicara que él sentía el mismo entusiasmo que embargaba a Rus y Barnaby.

Sin embargo…, ella sonrió y asintió.

—Estoy de acuerdo en que es una idea maravillosa. No muy convencional, pero logrará todos los objetivos previstos.

Aquellos ojos oscuros permanecieron en su cara un largo instante, luego Dillon se removió y miró a Rus y a Barnaby.

—Debemos asegurarnos de una cosa… —Recorrió a todos con la mirada—. Harkness, Cromarty y Crom no deben sospechar de ninguna manera que somos nosotros quienes estamos detrás de todo esto. Para ellos, deberá ser un absoluto misterio cómo la verdadera Belle consiguió participar finalmente en la carrera.

Barnaby parpadeó, luego asintió con la cabeza.

—Sí, por supuesto. No queremos ningún tipo de represalia. Pero volver a cambiar a Belle será todo un ejercicio de prestidigitación. —Miró a Dillon y luego a Rus—. Así que… ¿cómo vamos a hacerlo?

El debate posterior fue rápido y frenético. Se tomaron en cuenta todas las posibilidades y las sugerencias aportadas fueron calibradas con rapidez y decisión. Todos ellos pusieron su granito de arena. A pesar del deseo de Dillon de intentar involucrar a Rus lo mínimo posible —una postura que Pris valoró mucho—, su gemelo era una parte esencial para el desarrollo de sus planes.

Belle tendrá que ser entrenada y preparada como normalmente lo sería antes de una carrera. Lo más probable es que desde aquel día en que la encontramos en la casa, se haya quedado allí encerrada sin ejercitarse. Si siguen el mismo patrón que cuando sustituyeron a Furia Veloz, no devolverán a Belle a las caballerizas hasta después de la carrera. Y tendrán que aprovechar los cuatro días que faltan para la carrera para conseguir que su doble haga un papel digno y que todo el mundo crea que es Belle.

Dillon sostuvo la mirada de Rus durante largo rato, luego esbozó una mueca.

—¿Qué sugieres?

—Sólo Cromarty, Harkness y Crom conocen los planes, así que sólo ellos pueden ir a inspeccionar a Belle. Estoy seguro de que su intención es hacerlo al menos una vez al día, pero con la carrera tan cerca, ni Harkness ni Crom podrán faltar a los entrenamientos en el Heath, pues queda lejos de la casa. —Rus miró a Pris y luego a Dillon—. Lo que sugiero es que durante el tiempo que ellos estén en el Heath, yo voy a la casa y entrene a Belle. La encontramos hace tres días, y llevaba encerrada al menos dos. Si comienzo a trabajar con ella esta tarde, estoy seguro de que para el martes estará en óptimas condiciones.

A Dillon no le gustaba la idea, pero aceptó a regañadientes. Belle tenía que entrenarse. Ese era el único riesgo real de su plan…, que participase en la carrera pero a pesar de todo no ganase.

Pris lo comprendía; lo que ella todavía no comprendía era la gravedad subyacente.

—Sería más conveniente que me mudara a Carisbrook House —dijo Rus—. Está más cerca de la casa; no perderé tanto tiempo yendo de acá para allá, y será menos probable que alguien me vea y se lo diga a Harkness.

Dillon esbozó una mueca, pero asintió.

—Con una condición… Patrick te acompañará cada vez que pongas un pie fuera de la casa.

—No tienes por qué preocuparte. —Pris cruzó una mirada con Dillon, luego miró a su hermano—. No dejaré que salga de la casa solo.

Rus sonrió ampliamente.

Acordaron que Pris llevaría el equipaje de Rus en el carruaje cuando regresara a Carisbrook House con Adelaide. Los tres hombres se acercarían a la casa para que Belle disfrutara de su primer entrenamiento en días.

Satisfecha de que Rus fuera a estar bien protegido, Pris aceptó los planes de buena gana.

—Y ahora, ¿cómo vamos a cambiar a Belle?

Era una cuestión que era necesario debatir a fondo, pero Dillon y Rus conocían muy bien los movimientos de los caballos antes de las carreras y las frenéticas actividades que ocupaban las mañanas de los días de competición para establecer un buen plan.

—Cromarty está utilizando los establos de Figgs, justo al lado de la pista. —Colocando una mesita entre los sillones, Dillon dibujó un croquis de Newmarket y sus alrededores, marcando los lugares relevantes; todos observaron el mapa cuando indicó el lugar que ocupaban los establos de Figgs con un cuadrado—. Tenemos que llevar a Belle a Hillgate End durante la sesión de entrenamiento de la tarde anterior. —Dillon miró a Rus que asintió con la cabeza—. El mejor momento para hacer el cambio será poco antes del amanecer, antes de que comience la actividad en los establos. Supongo que esa noche Crom dormirá en los establos.

Rus asintió.

—Es lo habitual cuando estamos en las cuadras de Cromarty, pero seguro que en los establos de Figgs también habrá un vigilante nocturno.

—A este último será fácil darle esquinazo, al menos para nuestros propósitos, pero Crom es harina de otro costal, no debe sospechar ni en lo más mínimo cuáles son nuestros planes. Al ser dos potrillas idénticas, es muy poco probable que Crom se dé cuenta del cambio. En esas carreras corren también otros tres caballos de Cromarty además de Belle. Crom estará demasiado ocupado para fijarse en cosas tales como el carácter de un caballo. Con tal de que no le demos motivos para creer que la potranca que ocupa el establo no es la que él cree que es, no verá nada sospechoso.

Rus asintió.

—Estoy de acuerdo.

Dillon los miró de nuevo.

—Así que esto es lo que vamos a hacer… Tenemos que lograr devolver a Belle a la carrera.

—Buenas tardes, general. —Demonio saludó al padre de Dillon mientras entraba en el estudio de este. Era ese mismo día; tras la cena, Dillon y su padre, solos de nuevo, se habían retirado a esa estancia en la que los dos se encontraban más cómodos.

Al notar que los ojos azules de Demonio se centraban en él con dureza, y el movimiento brusco con el que cerró la puerta del estudio, Dillon no se sorprendió cuando este gruñó:

—En cuanto a ti, exasperante cachorro, ¿qué demonios crees que estás haciendo?

Como lo conocía desde hacía mucho tiempo, y sabía que el ladrido de Demonio era mucho peor que su mordisco y que siempre era motivado por la preocupación, Dillon arqueó las cejas ligeramente y respondió:

—Hago lo que creo que es mejor para las carreras.

Esas palabras, y la serenidad con la que fueron pronunciadas, consiguieron que Demonio se detuviera. Parpadeó, luego, frunciendo el ceño, agarró la silla de detrás del escritorio de Dillon y la llevó ante la chimenea donde estaban sentados Dillon y su padre. Dejándose caer en la silla y cruzando las largas piernas, Demonio fijó su mirada penetrante en Dillon.

—Explícate —dijo. Luego miró al general y observó brevemente la cara del anciano—. ¿Tampoco te lo ha explicado a ti?

El general sonrió con calma.

—Dillon estaba a punto de contármelo todo. —Miró a Dillon—. Adelante, muchacho.

Dillon no había estado a punto de hacer nada de eso —si Demonio no lo hubiera puesto en evidencia, le habría ahorrado a su padre cualquier tipo de preocupación—, pero apreció el tácito apoyo de su padre y su fe inquebrantable en él.

—¿Qué es lo que sabes? —Dejando a un lado su copa, se levantó para servirle una a Demonio.

Demonio lo observó, frunciendo el ceño en silencio.

—Rus Dalling se dejó caer por allí a media tarde para disculparse por no poder ayudar a Flick durante unos días. A propósito, ella está dispuesta a besarte los pies por presentárselo; tiene un talento excepcional y Flick está encantada. Pero esta tarde, Flick no estaba y Rus habló conmigo. —Demonio tomó el licor que Dillon le ofreció—. Me dijo que tenía que entrenar a Belle porque a ti se te había ocurrido un descabellado plan para volver a cambiar las potrancas.

Deteniéndose a tomar un trago de la copa que Dillon le había ofrecido, Demonio continuó:

—No interrogué a Dalling. Dadas las circunstancias, pensé que lo más inteligente sería preguntarte a ti directamente.

Dillon sonrió, relajado. Por dentro, sin embargo, tenía serias dudas de cómo transcurrirían los siguientes minutos.

—Esta es la situación, y esto es lo que sabemos hasta ahora. —Sucintamente le describió lo que habían descubierto sobre el señor X y luego resumió las opciones que tenían—. Si hacemos las cosas de acuerdo con las normas, sólo lograremos quitar de en medio a Cromarty y a Harkness. Pero si tomamos un camino alternativo y aprovechamos esta oportunidad, podremos cargarnos a toda la organización entera, y también al cerebro del plan.

Dillon hizo una pausa. Demonio lo miraba ahora con una expresión seria y preocupada. No le sorprendía que Rus y Pris hubieran aceptado su plan con tanta rapidez; era idóneo para estimular sus caracteres salvajes y temerarios. Barnaby también poseía una veta diabólica. Y además, este último no sabía suficiente del pasado de Dillon para comprender —ni mucho menos sospechar— que el plan suponía un riesgo personal para Dillon. Eso era algo que sólo Demonio y el general comprendían. Sin embargo, había otros asuntos que considerar.

Así que eligió sus palabras con sumo cuidado, sin disfrazar su pasión.

—Sabes lo que nos jugamos. Si podemos atacar el corazón mismo de la trama, esta se volverá contra todos aquellos causantes de su caída, lo que será muchísimo más efectivo que desenmascarar a un propietario corrupto y llevarlo a prisión. —Dillon sostuvo la mirada de Demonio y enarcó levemente una ceja—. ¿Cuál de las dos alternativas crees que escogí?

Demonio juró por lo bajo; se miró las manos con las que agarraba la copa con fuerza. Le había escuchado sin apenas interrumpirlo. Levantó la vista y miró a Dillon con el ceño fruncido.

—Me molesta admitir que tienes razón…, que has tomado la decisión correcta. Sin embargo —esbozó una mueca—, no puedes esperar que me guste. —Volvió a mirar la copa, luego levantó la vista hacia el general—. Si algo sale mal…

El general sonrió con benevolencia; a pesar de algunas lagunas ocasionales, tanto Dillon como Demonio sabían que su mente todavía conservaba su perspicacia. Pero además el general poseía algo que ellos aún no tenían, una profunda experiencia y comprensión de la condición humana, y todo lo que ello implicaba.

Con serenidad, inclinó la cabeza en dirección a Demonio, advirtiendo sus preocupaciones.

—Si todos nuestros planes salen a la luz, Dillon quedará en un mal lugar. Si alguien lo descubre una vez que todo esté en marcha como ya habremos destruido las pruebas de la sustitución inicial parecerá que quien está involucrado es quien está llevando a cabo la segunda sustitución.

El general volvió a mirar a Dillon.

—Estás arriesgando tu reputación…, algo que te ha costado años restituir. ¿Estás seguro de que es esto lo que quieres hacer? —No había ni condenación ni animosidad en el tono del general, ni ningún indicio de cómo pensaba que Dillon debía contestar.

Dillon sostuvo la mirada de su padre con firmeza y preguntó con tono neutro:

—¿De qué me serviría mi reputación si no lo hiciera? ¿Si no estuviera dispuesto a hacer todo lo que es necesario por el bien de las carreras, algo que al fin y al cabo es mi deber?

Una cálida sonrisa, con la que demostraba abiertamente su aprobación, se extendió por la cara del general; asintió con la cabeza, luego miró a Demonio, arqueando ligeramente las cejas.

Demonio murmuró entre dientes:

—Sí, vale. Tiene razón. —Miró a Dillon con el ceño fruncido—. Pero yo también quiero participar.

—No creo que eso sea demasiado inteligente. —Incluso la participación de Demonio podía salir malparada.

—Bueno…, piensa en mi participación como en una pequeña protección adicional. —Demonio sonrió, mostrando los dientes—, una manera de complacerme.

Dillon leyó la mirada de Demonio y suspiró para sus adentros. No podía discutirle eso.

Demonio no esperó a que mostrara su conformidad.

—Si bien llevaréis a Belle desde aquí a las pistas la mañana de carrera, conducir un caballo solo puede llamar la atención sin importar la hora que sea. Los vigilantes os verán y tomarán nota. —Observó la mirada de Dillon—. Supongo que tenéis pensado salir de aquí una hora antes del amanecer, ¿no? —Dillon asintió con la cabeza. Demonio continuó—: Normalmente nosotros saldríamos una hora más tarde, y escoltaríamos a nuestros corredores hacia las pistas pero ese día saldremos antes. Al pasar por aquí, Belle podrá unirse a nuestra yeguada. Nadie notará un caballo más, y tampoco parecerá extraño que salgamos algo más temprano de lo habitual; pensarán que lo hacemos para evitar el barullo.

Dillon parpadeó ante el panorama que pintaba Demonio. Las caballerizas Cynster no se ejercitaban en el Heath, sino en una pista privada en el interior de la hacienda. De esa manera Demonio evitaba tener público en los entrenamientos. Por ese motivo, cuando Cynster aparecía en las pistas, todos —corredores de apuestas, jockeys, propietarios, y entrenadores— dejaban sus puestos para evaluar a quien era durante esos días su mayor competidor.

Incluso los más reacios —en especial si las caballerizas de Cynster hacían una inesperada y temprana aparición— acudirían. La voz se correría y todos se apresurarían hacia las pistas, formándose tal barullo que nadie prestaría atención a los establos, sobre todo a los establos que estaban justo al lado de las pistas. ¿Qué mejor tapadera para realizar el cambio?

Volviendo a centrar la atención, Dillon descubrió a Demonio observándole.

—¿Crees que servirá para tus planes?

Dillon le sostuvo la mirada y asintió con la cabeza.

—Sí, gracias. Eso hará las cosas mucho más fáciles.

Media hora después, Dillon acompañó a Demonio a la puerta principal.

—¿Dónde está Adair? —preguntó Demonio, cuando llegaron al vestíbulo.

—Se le ocurrió alertar a nuestros amigos londinenses de que mantuvieran los oídos bien abiertos con la esperanza de que el día de la carrera pudieran enterarse de algo. —Dillon se detuvo ante la puerta—. Iba a hablar con su padre y con uno de los inspectores, Stokes, al que tiene en alta estima, así como con Gabriel y Vane, quienes sin duda pondrán al corriente a los demás.

Demonio inclinó la cabeza.

—Buena idea. Quién sabe lo que los rumores podrían revelar una vez que esa potrilla corra la carrera.

Sonriendo, Dillon abrió la puerta. Demonio salió y luego se dio la vuelta.

—Por supuesto, tendré que informar a Flick de todo esto. Lo más probable es que te eche un buen rapapolvo. —Hizo una pausa y luego añadió—: Harías bien en advertir a Dalling de que él también corre el riesgo de recibir una visita de ella en una de sus sesiones de entrenamiento. —Empezaba a bajar la escalinata de entrada cuando concluyó—: Y por supuesto, eso significa que tendré que acompañarla.

Dillon sonrió ampliamente. Permaneció allí un rato, observando cómo Demonio atravesaba el césped con paso vivo, luego cerró la puerta y se dirigió a la cama.